jueves, 2 de mayo de 2024

De conductores y conversaciones

 

De conductores y conversaciones

Por Adán Salgado Andrade

 

Ya he comentado en otros artículos que si vemos a los conductores de las plataformas, como Didi o Uber, no como extensiones del auto, sino como personas y conversamos con ellos, aprendemos muchas cosas, pues cada plática que tenemos, con quien sea, nos enseña.

Por estos días que, por razones de salud, he estado usando a diario la plataforma Didi, he tenido pláticas de todo tipo, todas interesantes, por supuesto. Por ejemplo, han abundado los que están separados y que sus esposas les han “quitado todo”. “Es que anduve de cabrón”, han reconocido varios o “ella me puso los cuernos”, han sido los menos. O en lo que antes trabajaban, que tenían negocios de comida o trabajaban en editoriales – “pero por la pandemia y porque como ya nadie lee, cerró la editorial”, fue la razón que dio uno – o que eran contadores o que tenían alguna empresa de mantenimiento eléctrico a gimnasios o que eran taxistas – “pero las plataformas los mataron”, me dijo uno –… y todo lo que pasaron para llegar, finalmente, a conseguir un salario decente – “los primeros dos meses ¡nada más me quedaban cien pesos por día libres!... hasta que le agarré la onda”, confiesa uno, muy jovencito –… o que las esposas de algunos, trabajan, “porque no alcanza con esto”… y de los hijos que tienen – “tengo cuatro y el mayor de ocho años”, dijo con pesar otro – … y que unos comienzan a las cuatro de la mañana a trabajar, “para sacar mucho pasaje”… y de los lugares tan lejanos en donde viven y que aun así van a donde la plataforma los lleve, – “porque yo, salgo a trabajar, no a hacerme pendejo” –… y algunos agresivos, cuando uno les dice que “mejor váyase por esta calle”, y replican “¡o sigo el navegador o usted me dice!”… ¡ah, pero se persignan frente a las iglesias!, a lo mejor para que “diosito” les perdone su arrogancia…

De repente, alguna conversación sale algo de lo genérico, digamos, como la que referiré de Juan, quien también trabaja como enfermero en jornada “agrupada”, en el IMSS, en el hospital Siglo XXI, habiendo estudiado enfermería en la FES Zaragoza, pero que antes laboraba en Querétaro. “Hace como un año me transfirieron, pensé que como tenía poco trabajando, como medio año, no iban a querer, pero, por suerte, sí”. Concordamos en que es difícil estar lejos de la familia. “La verdad, sí”, dice.

Le pregunto que si en la jornada agrupada gana lo mismo que un enfermero que trabaje de lunes a viernes. “Sí, en el IMSS, la mera verdad, pagan bien. Me dan $7,500 pesos quincenales, pero como tengo un préstamo y una caja de ahorro, de mil pesos, me quedan seis mil pesos”. Nada mal, pienso, lo que un profesor de la UNAM, medianamente pagado, gana. Y si no les pagan tan mal, deberían de dar mejores servicios, considero.

El horario es desde las siete de la mañana del sábado, hasta los lunes, que sale a las ocho de la mañana. “Pero nada de dormirse, hay que estar a las vivas todo el tiempo.

Hace año y medio comenzó a manejar, y dice que le va muy bien. “Fíjese, un día un compañero que me dice que nos fuéramos a tomar, ya que habíamos salido el lunes, ¿no?, y que le digo que no, porque yo tenía que trabajar. Y que me pregunta que de qué trabajaba y ya que le digo que de chofer de Didi, y que me mira sorprendido y que me pregunta ‘¿Tan jodido estás?’, y que le digo que no, que era para sacar un extra, que echándole ganas, me sacaba dos, tres mil pesos libres a la semana, que no era porque estuviera jodido. Lo chistoso es que, luego, me preguntó que cómo se registraba, porque quería entrarle. ‘¿No que no?’, que le respondo, burlón… y ahora, también anda manejando y me presume que se sacó tanto”. En efecto, le digo que no es malo, que una vez, hasta una maestra de la FES Aragón, en donde trabajo, me tomó el viaje y me confesó, sin inmutarse que eso lo hacía para sacar un extra, pues su salario no le alcanzaba.

Dice Juan que les dan buenas prestaciones en el IMSS. “¡Nos dan noventa días de aguinaldo, fíjese!”. En su tercer año, le dieron sesenta mil pesos. “Y los préstamos, también son muy buenos. A mí, me prestaron, casi al año, doscientos ochenta mil pesos, cuando tenía un año y medio, y nada más me descuentan mil quinientos a la quincena. Es con lo que compré el carro… dan muchas facilidades”.

Hablamos de los camilleros, “ellos ganan menos que nosotros, siete mil quinientos, pero mensuales”. Nos rebasa una ambulancia. “Fíjese que eso, sí lo veo mal, porque, muchas veces, no llevan enfermo de traslado y sólo llevan prisa, porque tienen que estar a las tres, póngale, de La Raza, hasta la clínica de Polanco y por eso van así. “. Le digo que por eso causan muchos accidentes. “Le voy a contar una anécdota que le sucedió a un amigo camillero. Tenían que estar en La Raza, a las tres de la tarde, desde Querétaro y salieron ¡a las dos!, que porque estaban haciendo cosas. Entonces, el conductor, que también lo conocía, que le mete pata… ¡iba a ciento sesenta!... pues para no hacérsela larga, que chocan contra un tráiler… la ambulancia quedó destrozada… la paciente que llevaban, muy delicada, pues se murió… el chofer, se murió… mi amigo quedó con fractura de cráneo y de fémur… estuvo como un mes hospitalizado, pero la libró… la señora que iba acompañando a la enferma, también quedó muy grave… hasta donde supe, creo que también la libró. Por eso, sí me caen mal los de las ambulancias”.

Pues sólo confirma lo que muchos sabemos, que a veces no llevan enfermos, pero usan su investidura de carros de emergencia para abrirse paso, como seguramente han de hacer patrullas y otros autos oficiales equipados con sirenas.

Me dice que el IMSS trata de que vayan subiendo de escalafón. “Sí, yo quiero seguir estudiando, una especialidad, porque me ascienden a jefe de piso. Y ellos ganan treinta al mes, les sube bastante el salario… pero… pues a ver cuándo me decido, porque no es fácil. Como ya le hallé el modo aquí, luego saco hasta siete mil pesos a la semana”. En efecto, si la gente tiene un buen salario dedicándose a una actividad adicional, difícilmente la deja, más en estos complicados tiempos de crisis en que es buena una entrada extra. Dice que los que se dedican a Rayos X, como es muy arriesgada su actividad, les pagan más. “¿Cuánto?”, pregunto. “Siete mil ochocientos a la quincena”, responde. “No mucho”, comento. “Sí, bueno, lo que pasa es que la ventaja es que les dan más prestaciones, más vacaciones y otras cosas, por el riesgo”. Bueno, podrán estarse más días de vacaciones con las células afectadas por tanta radiación, pienso, irónico.

Dice que su esposa aprendió a poner uñas y pestañas postizas. “Y le va muy bien, se gana tres mil pesos en un fin de semana, porque las cobra a quinientos pesos cada una. Como tiene muchas amigas, por eso. Y como no tenemos hijos, pues la llevamos más tranquilos. Llego los lunes, me echo una siesta y me pongo a manejar… y así relax, ¿no?”.

Llegamos al destino, relajados…

Otra conversación fuera de lo común, fue la que tuve con Miguel, quien vive en Iztapalapa. Para abrir tema de plática, le pregunto si no han tenido escasez de agua. “No falta, pero llega muy amarilla”, responde. Y le pregunto sobre cómo estuvo la administración de Clara Brugada. “Fíjese que muy bien. Yo estuve trabajando con ella de supervisor. Me encargaba de que los equipos, que el de Parques, que el de Podas, que el de Negocios, que el de Vigilancia… trabajaran bien. Y eso lo instauró Clara, y funcionaba bien. Yo estuve cuatro años, desde que ella comenzó y renuncié porque ya, cuando se postuló para jefa de gobierno, quería que yo anduviera haciendo trabajo para el partido, que repartiendo volantes… y eso, la verdad, no me gusta…además de que me iban a pagar menos”.

Dice que ganaba siete mil quinientos pesos mensuales. “Fíjese que me iban a dar la mitad… no, les di las gracias, y mejor ya me dediqué a esto”.

Dice que sí logró que las avenidas principales estén muy iluminadas y más seguras, que sí mejoró mucho la seguridad, con los supervisores de equipos, como lo que él hacía. “Yo no sé porqué quitan cosas buenas, como ésas”. “¿No le han llamado otra vez?”, pregunto. “No, ya sabe que sólo a sus cuates, y aunque sean malos, pero los dejan”. Así es, pienso, por influyentismos, amiguismos y compadrazgos, tenemos a muchos ineptos, prepotentes y corruptos en los mandos superiores de las mafias en el poder.

Dice que cuando sorprendían a “chavos” tomando en la calle, que no los remitía, que nada más “les quitaba las chelas o lo que estuvieran tomando, y se los tiraba a la coladera. Y los chavos, ni de pedo la hacían, porque sabían que era cárcel. Quedaban bien agradecidos… ‘gracias jefe’, decían y se iban y no lo volvían a hacer, tomar en la vía pública. Yo, la otra vez que estaba haciendo talacha, que me compro tres micheladas. Cada una me costó ¡cien pesos! Y dije, no, pues, yo creo que sí me dolería que me las tiraran, ¿no?.

Una vez hasta droga tiró. “Y eso, ya era reclusorio. Pero les dije a mis compas, los polis, ‘no, déjenlos, nada más tírenlas’”. “¿Era mucha droga?”, pregunto. “Sí, una cangurera, bien llena, con un montón de sobres de cocaína. Los rompí y los tiré en el drenaje. Y los chavos, me dieron las gracias… sí, perdieron una lanota, pero se salvaron de ir al tambo”.

“Por eso me buscaban mucho los polis, para esos operativos. Y hasta me respetan porque yo no les pedía mordida o se las confiscaba. Me respetan. No que a otros, a los corruptos o a los que los remitían al tambo, se las tienen sentenciadas. Me decían Dracu. Así estoy en el Facebook, como Dracu”.

Y mientras me estuvo platicando (que se ve que tenía ansiedad por contar sus experiencias como supervisor), me presumía, digamos, con fotos de su celular, de cuando se hacían las reuniones, con Brugada y otros importantes funcionarios, quitando, por un momento, de la pantalla, al demandante navegador que le indica, mediante esa femenina, inevitable voz, por donde continuar.

Y también, el final del recorrido, interrumpió la conversación de Dracu que, se ve, se quedó con ganas de seguir alardeando (en buena onda, claro), de cuando trabajó con Brugada. “Sí, yo que trabajé con ella, le puedo decir que es buena”…   

Y así se han dado – y seguirán dándose, mientras siga en recuperación – las conversaciones y los conductores, algunos muy ansiosos de que los escuchen, de sus pasadas glorias, de sus fracasos matrimoniales, de sus enfermedades (diabetes, daños en la columna, mala circulación)… de que la gente ya no los vea como meras extensiones de sus Versas, Marchs, Ventos...

 

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