miércoles, 14 de junio de 2023

No se debe buscar cómo vivir más años, sino vivir mejor

 

No se debe buscar cómo vivir más años, sino vivir mejor

Por Adán Salgado Andrade

 

Siempre se ha buscado cómo hacer que la gente viva más años. De hecho, actualmente la esperanza de vida es mayor que hace cien años, por ejemplo. Eso se debe a que han mejorado algunas condiciones de existencia, como mayor salubridad, mejores alimentos, mejores medicamentos y tratamientos médicos. La esperanza de vida del mexicano promedio es hoy en día de 75.1 años. Y para el 2030, será de 76.7 años, “pero las mujeres superan esa esperanza por casi seis años” (ver: https://www.gob.mx/segob/prensa/informa-conapo-sobre-la-esperanza-de-vida-de-la-poblacion-mexicana?idiom=es).

Sin embargo, no significa que seguiremos aumentando la esperanza, ya no digamos a los 80, sino a los 90, 100 o más años, que se dan, por supuesto (muchas personas en el mundo, llegan a los 90’s y algunas, a los 100’s).

El cuerpo humano tiene un límite, cuando ya las funciones vitales no permiten más la existencia. Y todos tenemos una, digamos, regeneración celular promedio. A cierta edad, se regenera la piel, los músculos, los huesos… pero llega el momento en que ya no hay ni siquiera una mínima regeneración. Y eso se da con los años, pero también una enfermedad que resulte fatal, puede matar desde tempranas edades. Hay bebés que mueren de cáncer, al igual que niños, adolescentes y jóvenes.

No es garantía ya ser joven, por tantas sustancias nocivas que respiramos o hasta comemos. Hay más de seis mil enfermedades raras, muchas, seguramente originadas por sustancias químicas tóxicas u otros contaminantes (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2022/05/conviviendo-con-una-persona-con.html).

Y como justamente se trata de tener una mejor calidad de vida, a partir de cierta edad, no tanto de vivir más de 100 años, es que mucha gente se inclina por la primera alternativa, como expone el artículo del portal Wired, titulado “La búsqueda por la longevidad ya terminó”, firmado por Matt Reynolds, quien nos introduce en su trabajo diciendo que “estudiar a la gente que vive más de cien años, podría revelar el secreto para tener vidas más largas y saludables. Pero las estadísticas muestran otra historia” (ver: https://www.wired.com/story/human-age-limit/).

Comienza Reynolds mencionando a Jean-Marie Robine, un demógrafo francés que investiga a gente que pasa de 110 años y las razones de que vivan tanto. Les hace sus árboles genealógicos, con tal de averiguar si tuvieron antepasados igualmente longevos. “Las personas que ha documentado, que más años ha tenido, fue una mujer francesa, Jeanne Calment, nacida en 1875 y que murió en 1997, habiendo visto pasar a 20 presidentes, antes de morir a los 122 años, cinco meses y 15 días”. Robine dice que no hay un factor claro para la longevidad. “Ser amable. Evitar a los hombres o casarse. Fumar 30 cigarros diarios, no fumar 30 cigarros diarios. Beber whisky o abstenerse de tomar alcohol. Analizamos las vidas de los súper viejos, para ver indicaciones de cómo deberíamos de vivir”.

Lo cual es cierto. He conocido a gente que ha vivido más de 90 años, y que fumaba diario puros, por ejemplo. Es algo que debe de adquirirse por cierta genética.

Dice Robine que por eso busca a súper centenarios, cómo han vivido colectivamente. “Es un acertijo estadístico. Para resolverlo, usted necesita saber exactamente cuánta gente murió a la edad de 111, 112, 113 y así, para establecer la probabilidad de que un súper centenario muera antes del siguiente cumpleaños”.

Fue algo que el matemático inglés Benjamin Gompertz (1779-1865), analizó, “quien, mediante una fórmula matemática, estableció que la resistencia de una persona a morir, disminuye, al incrementar su edad” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Benjamin_Gompertz).

Es algo lógico, en circunstancias normales. Fue muy usado su algoritmo por las aseguradoras, para calcular el costo de un seguro. De hecho, en la actualidad, luego de, por ejemplo, 65 años, no se asegura a las personas, sobre todo, tratándose de enfermedades graves que pueden matar más fácilmente entre más años se tengan.

Gompertz halló que, estadísticamente, una persona, al llegar a los 92 años, tenía una probabilidad de morir del 25 por ciento y que “era la misma durante los siguientes años. Teóricamente, su modelo sugería que no había un impedimento para que una persona pudiera vivir incluso cientos de años”.

Claro que eso es imposible. Muchas veces, las matemáticas dan resultados así, hasta infinitos, pero absurdos. Es como los decimales infinitos, como dos tercios, que nunca se termina el 0.666666…

La demógrafa italiana Elisabetta Barbi, de la Universidad Sapienza, de Roma, “realizó un estudio en el que halló que los índices de mortalidad incrementan exponencialmente hasta los 80 años, a partir de los cuales, comienzan a disminuir, hasta llegar a los 105 años, que es cuando se mantienen sin cambios. Al igual que Gompertz, su estudio sugiere que no habría límite al promedio de vida”.

Estadísticamente, lo anterior significa que entre más haya gente que pase de 110 años, por ejemplo, algunos irán pasando al siguiente año. Es una simple ley probabilística. Es como entre más años vivamos, más probable es que nos suceda algo extremo, por ejemplo, algún accidente mortal o sacarnos la lotería (digo, si la juegan).

Por eso, Robine ayudó a conformar la IDL (Base de Datos Internacional sobre Longevidad, por sus siglas en inglés), con el fin de contar con registros de gente que haya vivido 105 años o más, para tomarlos como muestra estadística y con la que se pueda establecer una, digamos, probabilidad de llegar o superar esa edad. Se hizo para 15 países, “pero Japón, el que más centenarios tiene, a partir del 2007, limitó la información de su gente longeva, con lo que se dejó de contar con información muy valiosa”.

Además, se debe de verificar que, en efecto, una persona tenga la edad que dice. “Con Jeanne Calment, Robine tuvo que verificar con sus años mozos, certificados de iglesias, censos y actas de defunción”.

De todos modos, el IDL sólo contiene información de poco menos de 19 mil longevos, que ya murieron o todavía viven y Robine, dice que, por eso, es que se “necesitan muchos más”.

Jay Olshansky, amigo de Robine, un epidemiólogo de la Universidad de Illinois, en Chicago, citado por Reynolds, tiene un punto de vista diferente. “Creo que al haber pocos centenarios, significa que ya hemos alcanzado el nivel máximo de vida. El caso de Jeanne Calment, es una excepción estadística. Mas bien, debemos de enfocarnos en mejorar la vida a partir de cierta edad”.

Hizo un estudio en 1990, en el que exponía que aunque se eliminaran todos los tipos de cáncer en la humanidad, eso sólo agregaría tres años más de vida en promedio.

Como ya señalé antes, la vejez es algo excepcional y quizá no pase de, digamos, los 122 años que vivió Jeanne Calment. Y aunque se lograra aislar sus genes para aplicarlos en toda la humanidad, no pasaríamos de eso. No podríamos ser un Dorian Grey, ser inmortales (creo, además, que sería triste, si alguno de nosotros fuera inmortal, por ver a todos nuestros seres queridos morir, además de aburrido vivir y vivir, pues nuestros proyectos de vida cambiarían forzosamente en cada etapa de nuestra “juventud eterna”, si a esa edad fuéramos inmortales).

Creo que es una situación de soberbia, tratar de vivir tanto tiempo. De todos modos, nuestras facultades físicas y mentales, se van deteriorando y requeriríamos asistencia de otras personas para llegar a esa edad. Siempre he pensado, personalmente, que mientras nos sigamos valiendo por nosotras y nosotros mismos, está bien seguir vivo. Es una terquedad llegar a ser un pergamino.

Igualmente, cita Reynolds a Juulia Jylhävä, investigadora del Karolinska Institutet de Suecia y consultora científica en MedEngine, una compañía de información científica, ubicada en Finlandia, quien afirma que “debemos de enfocarnos en la calidad de la salud, tenerla, junto con buenas habilidades funcionales”.

Y una forma para hacerlo es determinar a qué edad la salud comienza a ser frágil e identificar los factores que llevan a eso. “La gente comienza a medir la fragilidad a partir de los 65 años, pero hay factores desde los 50, que llevan a esos problemas. Así que deberíamos comenzar a buscar cuándo y porqué la gente joven comienza a declinar en la vida”, dice Jylhävä.

Eso es cierto. Tengo estudiantes que en sus tempranos veintes, ya tienen problemas de salud como intestinales, de circulación, de las vías urinarias, de fuertes infecciones. Seguramente les impedirá llevar una existencia adecuada y hasta morirán prematuramente (por tanta contaminación, millones de personas mueren a temprana edad cada año en el mundo).

Y aunque los centenarios pueden proporcionar algunas ideas, “no podemos esperar que la vida de toda la humanidad sea tan longeva”, dice Reynolds.

Como señalé antes, no se trata de vivir muchos años, sino de vivir los adecuados, pero bien.

Quizá siendo demasiado longevo, hasta nos duela más morir.

 

Contacto: studillac@hotmail.com