miércoles, 7 de junio de 2023

Los pobres migrantes que mueren en naufragios

 

Los pobres migrantes que mueren en naufragios

Por Adán Salgado Andrade

 

Mientras en México el drama de los migrantes lo vemos en los que mueren en el desierto o por asfixia, encerrados en camiones que los iban a llevar a Estados Unidos, los de África o Asia que huyen, igualmente, de violencia y pobreza de sus países, se refleja en los cientos que mueren ahogados cada año, pues las frágiles embarcaciones en las que tratan de llegar a otros sitios, naufragan. Sólo algunos pueden llegar a su destino. Y muy pocos, pueden integrarse a las sociedades que se dignan a recibirlos.

Sus condiciones de pobreza, se deben al constante saqueo que, desde hace siglos, se hace de países africanos, asiáticos o árabes. Y todavía tienen el cinismo esos países que por tantos siglos han robado de decirles a africanos, por ejemplo, que “regresen a África”, pero aquéllos países son los que deberían de regresar todo lo robado, como España o Inglaterra (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2023/02/el-continuo-saqueo-de-paises-africanos.html).

Entre esos migrantes, hay algunas etnias que han sido muy despreciadas y discriminadas por décadas. Una de ellas son los rohinyás, “pueblo sin territorio, de origen indo-ario, que siguen predominantemente el islam y residen en Myanmar, en el estado de Rakhine. Antes del genocidio del 2017 en ese país, 1.4 millones vivían allí, pero por las matanzas, fueron expulsados 740,000 hacia Bangladesh. Es una de las minorías más perseguidas y tienen negada la nacionalidad de Myanmar. Tienen también muy restringido el que se trasladen a otros países, el acceso a la educación y trabajos en el gobierno. Son segregados debido a los constantes levantamientos armados que han realizado, con tal de exigir sus derechos a territorio y trato digno” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Rohingya_people).

Están los rohinyás en la situación de los judíos, antes de que le arrebatara el neocolonialismo inglés, unilateralmente, la mitad del territorio a Palestina, para crear el “estado de Israel” en 1948 (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Israeli_Declaration_of_Independence).

Son un pueblo paria, indeseado en todos lados, sobre todo, en Myanmar. Aunque con la brutal represión que hay en ese país, con tantos muertos, no les serviría tener esa nacionalidad. Tal represión ha recrudecido desde que se arrestó a la legítima presidenta San Suu Kyi, a quien los asesinos militares golpistas derrocaron el primero de febrero del 2021, bajo mentirosas justificaciones de “corrupción” (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2021/05/los-golpistas-de-myanmar-secuestran.html).

Ha habido una diáspora de rohinyás a Bangladesh, en donde apenas si sobreviven de la ayuda internacional, hacinados en campamentos insalubres, en los cuales bandas criminales dominan y aterrorizan a los refugiados, robándolos o secuestrándolos para exigir recompensas.

Por ello es que muchos se han arriesgado – y muerto en el intento – a cruzar el peligroso mar, huyendo  hacia Indonesia, para, de allí, dirigirse a Malasia, país en donde esperan hallar una mejor existencia.

De esas adversidades habla el artículo de Associated Press, titulado “Un bote que llevaba 180 refugiados rohinyás desapareció. Una desesperada llamada telefónica ayudó a resolver el misterio”, firmado por Kristen Gelineau (ver: https://apnews.com/article/rohingya-investigation-missing-boat-refugees-bangladesh-myanmar-migration-1b94b4472a42b26eb066bef47b7bcf7e).

El artículo es un recuento de los hechos que una investigación periodística logró reconstruir, a partir de testigos, familiares de los desaparecidos y algunas desesperadas llamadas por un teléfono satelital, que los que iban en una frágil embarcación, atrapada por una fuerte tormenta, hicieron, antes de que se hundiera y ellos murieran ahogados.

Vivían esas 180 víctimas en uno de los campamentos insalubres de Bangladesh.

Un video reproduce las desesperadas, últimas palabras de Setera Begum, hablando con su esposo, Muhammed Rashid, que le contestó la llamada a las 10:59 de la noche del 7 de diciembre del 2022. Muhammed  vive en Malasia, desde hace once años, en donde trabaja y les enviaba dinero.

“¡El barco se está hundiendo!”… “¡Sólo la mitad está flotando!”… “¡Ay, por Allah, lo hundieron las olas!”…. “¡Lo hundió la tormenta!”…

Fueron las últimas palabras que Muhammed escuchó de su esposa. “Pensé, muy ilusionado, que las vería, cuando me dijo que estaban por abordar un barco, que las llevaría a Indonesia, a ella y a mis dos hijas”, le dijo a Gelineau, llorando. Sus hijas menores tenían 18 y 15, y una de ellas, estaba embarazada. La otra, con una hija de 3 años. Le sobrevive a Muhammed la hija mayor, Tasmin Tara, también madre de un chiquillo.

Gelineau entrevistó a los padres de Setera que, sollozando, le platican que era una buena mujer. “Me opuse terminantemente a que se fuera en ese barco, pero no me hizo caso. Hasta se enojó conmigo y no se vino a despedir”, dice Abdu Shukkur, su padre, mientras le muestra un celular con la foto de ella, chica de no más de 30 años, de aspecto agradable y dulce semblante.

Pero Setera ya estaba harta de mal vivir en ese campo insalubre y lleno de criminales. En el 2021, una banda de criminales secuestraron a un sobrino de 4 años, en ese entonces, que mantuvieron 6 días drogado para que se mantuviera “quieto”. Tuvo la familia que pagar 2,800 dólares, una fortuna para ellos, para que esos miserables, se los devolvieran.

“Me había dicho que estaba harta de esa vida tan miserable y que prefería arriesgarse a subirse a una embarcación, para huir de allí”, dice Muhammed, quien trató de convencerla de que no lo intentara.

Pero así lo hizo Setera, muy audaz, como dicen sus padres que era.

Un vecino, Jamal Hussein, que tenía algo de dinero y experiencia para la navegación – había trabajado como marinero –, compró un pequeño, viejo barco. De las fotos que se proporcionan de esa embarcación de gastada madera, es evidente que no estaba apto para un viaje tan largo y, mucho menos, cargando a 180 desesperadas y desesperados rohinyás.

Dice Gelineau que en el 2022, “3,500 rohinyás intentaron cruzar la bahía de Bengala y el Mar Andamán, para llegar a Indonesia, de los cuales, unos 380 murieron, 180 de ellos, en la frágil embarcación de Jamal”.

La reportera logró platicar con varios de los entristecidos familiares de los “desaparecidos”, quienes le compartieron las últimas llamadas que hicieron algunos de ellos, sobre todo, cuando salían del embarcadero. “Mi hija se animó a ir porque Jamal se llevó también a su familia”, comenta, llorando desconsolada, Hasina Khatun, madre de Asma Bibi, su hija de 18 años, embarazada, que se animó a irse con Jamal, precisamente, porque éste llevaba a su familia. “Yo le dije que era muy peligroso, no quería que se fueran ella y mi hijo. Asma me dijo que eso era buena señal, que el capitán (como le decían a Jamal), se llevara a su familia”, dice, con el llanto incontenible. Se despidieron ella  y su hermano de 13 años, asegurándole a Hasina que “Ala nos protegerá, madre”.

Pero no los protegió.

Y así, muchas otras historias. Una foto muestra una composición pictográfica con varios celulares, mostrando a jóvenes, mujeres, hombres, niños, adolescentes… quienes “desaparecieron” al hundirse la frágil embarcación.

Muchos, todavía tienen esperanzas de que estén vivos sus familiares. “Yo he visto una foto de sobrevivientes, y a un chico que se parece mucho a mi hijo”, dice el padre de uno de ellos.

Viven con la incertidumbre, pues ningún cuerpo de sus familiares ha sido hallado hasta el momento, en ese mar infestado de tiburones, quienes, seguramente, se alimentaron de tantos cuerpos de esas pobres personas.

Los últimos momentos del barco de Jamal, fueron presenciados por otra embarcación, que también llevaba rohinyás, pero que sobrevivió a la fuerte tormenta. Era conducida por Kafayet Ullah (“pero él asegura que era pasajero, aunque los otros, afirman que él la conducía”, aclara Gelineau), quien, en cierto momento, se encontró con la embarcación de su amigo Jamal, que tenía problemas con su motor. “Le di unos cables y pudo componerla. Luego, vino la terrible tormenta y lo último que vi de ese barco, fue cuando se estaba hundiendo”.

Señala Gelineau que esos naufragios, se dan por la creciente renuencia e indiferencia de los países a rescatar a la gente. “Y si lo hacen, los regresan a sus países, pues nadie los quiere, como hizo un barco carguero que el año pasado rescató a rohinyás, para llevarlos de regreso a Myanmar, en donde deben de haber corrido peor suerte”.

Sí, pues los países saqueadores que, como señalé, han vivido de los recursos de africanos, asiáticos, árabes, latinoamericanos, los ven como una molestia, como basura.

Y han presionado, no para mejorar sus condiciones o facilitarles asilo humanitario, sino para que ya no salgan de sus países. “¡Aquí no los queremos!”, les espetan, déspotas.

Pero eso no evitará que varios migrantes pobres y maltratados, como los rohinyás, sigan arriesgándose a atravesar aguas tormentosas, aunque mueran ahogados.

Han de decir que es peor la muerte lenta en esos sitios hacinados, insalubres y peligrosos.

Así que seguiremos enterándonos de migrantes ahogados o muertos en el desierto, por desgracia.

Y como la gente se acostumbra a enterarse de ese tipo de desgracias, pasarán desapercibidos, sólo llorados y recordados por sus familiares.

 

Contacto: studillac@hotmail.com