Para reducir contaminación, es mejor rehabilitar edificios viejos que hacer nuevos
Por Adán Salgado Andrade
La tendencia capitalista de obligar al híperconsumo se da en todo, hasta en las construcciones. Se demuelen obras viejas, como edificios o casas que, bien rehabilitadas, podrían seguir siendo habitables. Es menor la huella de carbón, o sea, la contaminación generada, renovando un edificio viejo, por ejemplo, que derribarlo y hacerlo nuevo. El viejo, ya neutralizó, con tantos años, su huella de carbono, o sea, lo se que contaminó al hacerlo, ya es pasado. En cambio, el nuevo, contamina más por, primero, el proceso de derribar al viejo y transportar todo el cascajo a tiraderos apropiados (también, muy contaminantes), segundo, el proceso de fabricación de los materiales que se usarán para construirlo (cemento, arena, grava, para el concreto, tabiques, para paredes, varillas, barras de acero y soldadura, para la estructura, además de toda la energía empleada, como electricidad, combustibles, así como la vital agua) y, tercero, la construcción misma, todos los trabajadores que se emplearán, que se transportarán, que se alimentarán y demás logística. Como ven, su huella de carbono es mucho mayor.
Es lo que comenta Anna Kramer en su artículo “Para hacer un edifico más verde, comencemos con uno viejo”, del portal Wired, en donde indica que “las corporaciones gustan mucho de presumir nuevas construcciones con sofisticados diseños ecoambientales. Pero para que realmente hagan una arquitectura verde, es mejor remodelar estructuras ya hechas” (ver: https://www.wired.com/story/to-make-a-greener-building-start-with-an-old-one/).
Inicia Kramer diciendo que en construcciones modernas, que se precien de ser ecológicas, puede verse una placa que indica que es LEED (Liderazgo en energía y diseño ambiental, por sus siglas en inglés).
Dependiendo de qué nivel de ecoamigabilidad tenga esa construcción, podría ser del máximo, LEED Platino, siguiendo Oro, Plata o simplemente Certificada, que al menos cumple con los requisitos mínimos ecoambientales. De hecho es una asociación, la cual establece requisitos para que un edificio sea considerado “verde” y proporciona esas distintas clasificaciones. Así que todos quieren ser LEED (ver: https://www.usgbc.org/leed).
“Y eso lo quieren lograr poniendo jardines verticales, azoteas verdes, luces led, sistemas para reciclar el agua, vidrio fotovoltaico transparente, pero nada tan sencillo, por ejemplo, como usar más la madera como material constructivo”.
En efecto, ya hay propuestas para usar madera laminada y pegada, que da la misma resistencia o mayor, para hacer edificios de hasta unos 83 metros de altura. Sólo que se debe de hacer un diseño que resista temblores y los fuertes vientos, pues la madera “es más ligera que el concreto y tiende a desplazarse más” (ver: https://www.wired.com/story/building-high-rises-out-of-wood-can-help-save-the-planet/).
Además, por muy sofisticados y “verdes” que puedan ser las nuevas construcciones, “a un nuevo edificio, le llevará de 50 a 80 años, neutralizar toda la huella de carbono que le llevó construirlo”, dice Ian Zapata, arquitecto de la firma de construcción adaptativa, transformación y reutilización Gensler, citado por Kramer.
Es obvio que son simples negocios disfrazados de verdor, pero que son sólo para inducir al consumo. Seguramente un millonario que compre un caro departamento de tres o más millones de dólares “verde”, pensará que ya está haciendo su parte ambiental.
Justo como sucede con los autos eléctricos, que se están mostrando como la falsa panacea ambiental para acabar con la contaminación, siendo que van a generar otra (por los millones de baterías eléctricas que no se reciclarán, además de que requiere más energía su construcción), además de la depredación implicada por el extractivismo (tantos miles de minas que se abrirán para extraer litio, cobalto, grafito y los metales de tierras raras). No son más que un simple impulso consumista que quiere imponer el nefasto capitalismo salvaje (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2023/06/cada-vez-es-mas-evidente-que-los-autos.html).
En cambio, una renovación, dice Zapata, emite de 50 a 70 por ciento de una construcción nueva y se puede adaptar. Pone el ejemplo del Centro de las ciudades (como el de México), que puede irse adaptando para viviendas, “sobre todo, desde que la pandemia cambió mucho la cuestión del trabajo presencial, por el de distancia”.
Aquí en la ciudad de México, desde antes de la pandemia, se ha visto esa tendencia, a transformar viejos edificios del Centro en departamentos o plazas comerciales. A un lado de la Alameda, sobre la avenida Juárez, por ejemplo, había una casa que databa de mediados de los 1800’s, de las que tenían balcón, justo hacia el jardín, en donde las personas de sociedad, damas, sobre todo, salían para ver si algún pretendiente se animaba a invitarlas a salir, como en las historias que escribía José Tomás de Cuéllar (1830-1894).
Esa casa se restauró perfectamente, agregando algunos elementos modernistas, como ventanales, y actualmente funciona como cafetería y otros negocios.
Pero, eso sí, se debe de hacer la remodelación con estrictas normas, no sólo superficial, reforzando muy bien todos los elementos estructurales, que son los primeros en fallar con el tiempo, sobre todo, cuando hay algún temblor. El no hacerlo, puede provocar que la construcción se colapse repentinamente, como sucedió con un edificio en Davenport, Iowa, que tenía 116 años, y que originalmente había sido un hotel, pero que remodelado, se había hecho mixto, mitad hotel, mitad departamentos. No se puso cuidado en rehacer las paredes de tabique de las que estaba hecho. Pero eso fue por corrupción entre “inspectores” y el actual dueño de ese edificio. No fue una forma de remodelar ética, que hasta muertos ocasionó (ver: https://apnews.com/article/building-collapse-davenport-iowa-a80c3f7531eaf22dea943f5ec5f5ef0e).
Dice Kramer que muchas veces no es barato “convertir edificios de oficinas a departamentos o viceversa, pero es peor el daño ambiental, si se demuele. Se deben de cambiar muchas ideas que sólo buscan el lucro”.
En efecto, he visto a edificios emblemáticos ser demolidos, como el que fuera el cine Latino, ubicado sobre avenida Reforma, cerca de Insurgentes. Era una excelente construcción, con sobrios murales. Pudo haberse adaptado como un centro cultural, pero privaron los voraces intereses inmobiliarios, que lo tiraron y construyeron un alto edificio de simples oficinas, la mayoría, desocupadas (aunque para el cartel inmobiliario, muchas veces, son obras que aunque no se vendan, son para conservar un valor, como si se tratara de una inversión).
“En una escala global, la construcción emite 40 por ciento de las emisiones anuales totales de CO2. Se estima que entre el 2020 y 2040, para acomodar a la población que demandará construcciones, la cantidad de edificios tendrá que duplicarse, lo cual incrementará todavía más las emisiones de ese contaminante gas. Así que si no se hace una reutilización adaptativa, es decir, que se remodelen viejas construcciones, ese impacto será mayúsculo”, dice Kramer.
De nada servirán las placas LEED en edificios “ecológicos”, si están contribuyendo con su construcción y todo lo que implica ello, a una cada vez mayor emisión de contaminantes (desde los propios materiales, pues la fabricación de cemento, genera un 8% de las emisiones globales de CO2).
Dice Kramer que ya hasta hay programas como el OneClick, el LCA o el EC3, que “permiten calcular el ahorro de emisiones al no construir desde el inicio y, mejor, remodelar un viejo edificio”.
Además el concreto va absorbiendo CO2, a veces, “hasta un 45 por ciento del que se empleó para hacerlo” (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2022/12/en-la-busqueda-de-un-concreto-menos.html).
Y si se tuviera que demoler, pueden darles usos a los materiales remanentes, como el concreto, que puede reciclarse, moliéndolo, y emplearse para trabajos que requieran menos resistencia, como hacen en la franja de Gaza, los palestinos, que por tanto indiscriminado bombardeo de los infames judíos, les han dejado montañas de escombros de derribados edificios, que algunos emprendedores juntan y reciclan, tanto el concreto molido, así como las varillas. Ellos lo hacen más por una fuerte necesidad económica, pues son más baratos los materiales reciclados. Pero, intrínsecamente, es una solución ecoambiental (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2021/08/ataques-judios-gaza-han-dejado-miles-de.html).
Y hay dos tendencias entre los arquitectos, explica Kramer. Una, que puedan demolerse fácilmente las construcciones, para que se reutilicen sus materiales. Y otra, como la que propone Susan Piedmont-Palladino, directora del centro de arquitectura Washington-Alexandria, citada por Kramer, que se inclina más porque los edificios se diseñen para que puedan ser remodelados. “Me concede la entrevista en un edificio remodelado, que era una escuela de niñas, construido en 1909”. “Es un edificio de ladrillo y pisos de madera, que ha secuestrado carbón con el paso del tiempo y cuando sus pisos, eran árboles que lo absorbían. Habría sido peor demolerlo e incrementar el daño ambiental”, dice Piedmont-Palladino. “No podemos ponernos a la moda en arquitectura, si vamos a ocasionar tanta contaminación”, agrega.
Un ejemplo de adaptación fue la librería Martin Luther King (1929-1968), diseñada de forma brutalista (un edificio cuadrado, sin el menor detalle) por el arquitecto alemán-estadounidense Ludwig Mies van der Rohe (1886-1969), que se terminó tres años después de la muerte de Mies. “Con el paso de los años, se consideraba un edificio obsoleto, poco práctico y obscuro, y hasta se pensó en demolerlo. Pero se remodeló y reabrió en el 2020. Se le agregaron curvas, ventanas, sonido, haciendo el lugar cálido, más que austero e intimidatorio. Retuvo la fachada de Mies, su historia y todo el carbón que contiene”.
Ya lo dije, en el Centro de la Ciudad de México, antiguas construcciones actualmente fungen con centros culturales, museos o hasta oficinas públicas. Quizá la más emblemática sea La Casa de los Azulejos, construida hacia 1737 y que se amplió en 1903, cuando auspició al Jockey Club de México, en donde los ricos lagartijos porfiristas se daban cita para tomarse unos buenos curados de pulque. Hoy es un famoso café de la empresa Sanborns, perteneciente al Grupo Carso de Carlos Slim (ver: https://es.wikipedia.org/wiki/Casa_de_los_Azulejos).
Si han entrado, habrán visto que está perfectamente restaurada (seguramente están muy bien revisados sus elementos estructurales). Nos traslada al pasado instantáneamente.
Así que eso debemos de hacer, reutilizar más, reciclar lo que sirva, no tirar las cosas cuando todavía son útiles.
Ni demoler construcciones que todavía pueden durar otros cien años.
A lo mejor, nos extinguiremos, pero allí quedarán, como muestra de la brutalidad-inteligencia de la humanidad.
Contacto: studillac@hotmail.com