La elevación del mar ya inundó permanentemente a poblados de Indonesia
Por Adán Salgado Andrade
Las fotos y el video, son dramáticos. Muestran a los poblados indonesios de Timbulsloko y de Mondoliko, inundados permanentemente de agua marina, al menos, un metro de salado líquido.
Sukarman, un hombre de unos 75 años de edad, todavía residente de Timbulsloko, dice que “esto era puro verdor, bosques, cosechas. Y hace unos diez años, comenzaron los problemas”.
Sukarman es de los que no pueden cambiarse de casa a otro sitio, en donde las aguas, todavía no lo invadan todo. Su familia y él, son muy pobres.
Vive en una casa, en la que tuvieron que subir los pisos de las habitaciones, al menos lo suficiente, como para no tener que vivir permanentemente inundados. De todos modos, la entrada de la casa, se inunda frecuentemente y una mujer, su hija, empuja el agua con un jalador, para medio mantenerla “seca”. Una nieta, Dwi Ulfani, de unos 18 años, jovial, a pesar de la adversidad, dice que quisiera “vivir en donde hubiera tierra que estuviera seca, que sea segura, que no se inunde”.
Una muy oportuna toma, desde un extremo de una de las habitaciones de la casa de Ulfani, muestra que el agua cubre unos treinta centímetros.
En condiciones “normales”, cuando un sitio se inunda, los residentes afectados, regresan a sus casas, una vez que las aguas se han ido. Pero en este caso, como la elevación del nivel del mar es la responsable de la permanente inundación, nada pueden hacer Ulfani y su familia, más que tratar de vivir los “más secos que sea posible”.
Una vista desde un bote, muestra decenas de casas, cubiertas parcialmente por agua marina, al menos un metro, las que están en las partes más bajas.
Esas escenas, solamente se observan, justo cuando se ven los efectos posteriores a un Huracán. Pero, como señalo, ya es permanente la inundación en pueblos costeros de Indonesia.
Otra familia, la de Aslori y su esposa Asiyah, junto con sus hijos, Muhammad, de unos 12 años y Elia, de unos 20 años, tuvieron que abandonar su casa en Mondoliko, cercano a la costa norte de Indonesia, pues quedó inhabitable al ir subiendo el nivel del agua, lo que comenzó desde el 2002. Un mapa de ese año, muestra el cambio que ha sufrido el distrito indonesio de Demark, en Java Central. En el 2002, se ve al mar que todavía bordeaba una costa. Para el 2022, veinte años más tarde, el mar ha invadido ya un tercio del área mostrada, desplazando la costa a nuevos límites, quizá unos dos o tres kilómetros de donde dicho mar solía estar. Es ya irreversible esa elevación marina en sitios así.
Aslori y su familia, debieron de mudarse a Semarang, a rentar una casa, pues la anterior, inundada permanentemente por las aguas, ya es inhabitable. “Yo no quería hacerlo, pero hace dos años, vi que ya no era sano seguir allí. Le dije a mi esposo que teníamos que mudarnos, pero ya”.
Y así lo hicieron. Regresan de vez en cuando, en la lancha de Asiyah, quien es pescador, a la casa, a seguir rescatando lo que se pueda, sobre todo, los recuerdos, las fotos, los objetos religiosos, algo de ropa, en fin, lo que ayude a paliar un poco, la mayor pobreza, a que los ha llevado, el haberse mudado, más ahora, que deben de pagar una renta, por muy barata que sea.
Las imágenes de la familia, viviendo en esa “casa”, de una sola habitación, techada con láminas galvanizadas, son lastimosas. Las colchonetas, sobre las que pernoctan, son enrolladas durante el día. Al fondo, una improvisada cortina, separa, seguramente, el baño. Una pantalla, está a un lado, en la que deben de ver algo de la televisión local o videos, para hacer menos dramática su existencia. Los cuadros de fotos, cuelgan de una pared despintada, salitrosa por la humedad. Son de sus recuerdos, de cuando se casaron, de cuando sus hijos eran pequeños y, sobre todo, de su antigua casa, a la que tano añoran.
Posan Aslori, Asiyah y sus hijos, viendo hacia la cámara, entre resignados y expectantes, deseando quizá un mejor futuro, sobre todo, los chicos.
Todo esa situación, la expone el articulo de la agencia AP, titulado “Migración climática: inundaciones desplazan a pueblerinos en Indonesia”, firmado por Dita Alangkara y Victoria Milko, el que abre, precisamente, con una dramática foto de casuchas precarias, cubiertas por más de un metro de agua. El mar ha invadido todo allí, ya no se irá nunca. Al contrario, seguirá subiendo (ver: https://apnews.com/article/floods-indonesia-jakarta-java-climate-and-environment-f969ed935e8c2ca18992682ed5a36674).
Son las consecuencias que ya se están viendo, debido al cambio climático, impulsado por el calentamiento global, que ha dejado la expulsión de miles de millones de toneladas de gases, como el CO2 o el metano, cada año a la atmosfera del planeta. Actúan como una capa atmosférica, que no permite la salida del calor, tanto el generado por el humano, así como por el solar. Se derriten rápidamente polos y glaciares, lo que contribuye a elevar el nivel marino (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2021/08/la-crisis-climatica-es-irreversible-y.html).
Por lo mismo, millones de personas, no sólo de Indonesia, sino de otros países, están siendo desplazadas de sus lugares de origen, no solo por inundaciones, sino por largas sequías, megaincendios forestales, insoportables altas temperaturas y otras cosas. Son los llamados “refugiados climáticos” (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/01/los-refugiados-climaticos.html).
Dicen las reporteras que “Java, hogar de unos 145 millones de personas, y la capital de Indonesia, Yakarta, es la isla más populosa del mundo. Los científicos dicen que algunas partes de la isla, se perderán en los años venideros”.
Yakarta se está hundiendo rápidamente, tanto por las aguas subterráneas que se sobrexplotan, así como por la elevación del nivel marino (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/06/las-ciudades-que-se-hunden-por.html).
“Unos 500 kilómetros de Yakarta, de poblados a lo largo del mar de Java, están sumergidos en turbias aguas cafés. Los expertos dicen que la elevación de mares y olas más altas, son algunas de las causas. El gradual hundimiento (por la sobrexplotación de las aguas subterráneas) y el desarrollo inmobiliario, también tienen culpa”.
“Asiyah sonríe, mientras describe cómo era Mondoliko, cando era joven: verdes sembradíos de arroz, altas cocoteras y arbustos de chiles rojos, crecían alrededor de unas doscientas casas en donde los pobladores vivían. Ella y otros niños, jugaban en la cancha de fútbol, viendo cómo se deslizaban culebras por el pasto, mientras mariposas volaban. ‘Todos teníamos tierra. Podíamos sembrar y tener todo lo que necesitábamos’, dice, suspirando, nostálgica”.
Eso comenzó hace unos diez años, que el agua empezó a subir, primero, unos cuantos centímetros. “En pocos años, se volvió una presencia constante. Como las siembras no podían crecer en agua salada, se murieron, así como todas las plantas. Sin tierra, cuando el agua subió más alto, los insectos y los animales, también desaparecieron”.
“La gente trató de adaptarse. Unos, subieron sus pisos. Y otros, colocaron cercas, para atrapar la basura que nos llegaba. Y también comenzaron a criar peces, en lugar de sembrar”, dice Asiyah.
Su familia y ella, lucharon durante siete años, contra la adversidad. “Pero vimos que mucha gente, se estaba yendo, porque ya no podían vivir entre el agua. Los peces, se escapaban por las cercas. Así que hace dos años, le dije a mi esposo que ya no podíamos seguir aquí. Por eso, nos mudamos”, dice, resignada, lágrimas, humedeciendo sus ojos.
“Asiyah recuerda el día en que decidieron dejar la casa. Su padre, que vivía con ellos, había estado batallando con cáncer de hueso y problemas de la próstata, y algunos días estaba tan débil, que no podía levantarse. Su hijo crecía más y más y enfrentaba la creciente dificultad de cruzar más de tres kilómetros, de tierras inundadas, para llegar a su escuela”.
“Me preocupaba cuando el camino estaba inundado… ¿cómo podíamos vivir así? Los niños, no pueden ir a la escuela o tener amigos… no podíamos seguir viviendo así”, platica la resignada mujer.
No les ha quedado mas que eso, resignarse.
Como dije, de repente, regresan a su abandonada casa, a recoger algunas cosas que les ayudan a paliar la mayor precarización en la que han caído, desde que se cambiaron de hogar.
También era su antigua casa, precaria, hecha de madera y tejas, “pero era nuestra”. Se está pudriendo por la acción de las aguas. Ya no podrán decir que tenían una casa y un terreno, no. ¿Qué podrían decir que tienen? ¿Un “agüeno”?
Y así como ellos regresan a sus inundadas casas, otras personas hacen lo mismo, en el afán de recuperar algunos objetos que les faciliten más su precaria existencia. Una foto muestra a varias personas, Aslori por delante, llevando unos excusados – recuperados de su casa y de la de un pariente –, quienes regresan de visitar sus antiguas casas, llevando en bolsas, recuperadas pertenencias. Sus caras, lucen sombrías, desconocedores del futuro que les espera, no mejor, deben de reflexionar.
A algunos residentes el “gobierno” los ha ayudado. “pero muchos, siguen en sus antiguas, inundadas casas, temiendo que una fuerte oleada los arrastre al mar”.
“La verdad, no ha sido fácil para mi familia y para mí, adaptarnos a la nueva casa, pero no nos queda de otra. Le digo a mis hijos que a mí, me gustaría también regresar a nuestra antigua casa, pero eso ya no es posible. Nunca podremos volver allí”, dice Asiyah.
“Sí, extraño mi hogar. Y nunca imaginé que se convertiría en un océano”, agrega, triste.
Sí, es muy triste lo que le hemos hecho al planeta y que por nuestra sola culpa, nosotros mismos ya nos estamos perjudicando.
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