jueves, 13 de octubre de 2022

Están experimentando con organoides humanos injertados en ratas

Están experimentando con organoides humanos injertados en ratas

Por Adán Salgado Andrade

 

En nombre de la ciencia, se llevan a cabo experimentos cuestionables. Por ejemplo, la empresa Colossal plantea “desextinguir” al mamut para, según ella, que ayude a recuperar su ambiente original a la Siberia y detener el cambio climático. La realidad es que lo hace para desarrollar técnicas que pudieran usarse en otras cosas, como de que se necesitarían matrices artificiales gigantes, para incubar a esos ejemplares “desextinguidos”, lo que también podrían aplicarse para que bebés prematuros, pudieran sobrevivir fuera del cuerpo. Dice que puede generarse más valor de la tecnología requerida, que de los genomas resultantes, aunque no descarta la idea de algún día, patentar animales. Como siempre, la posibilidad de grandes ganancias va por delante (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2022/02/rescate-de-especies-extintas-buenas.html).

Otra empresa, Transplant Imaginaries, modifica órganos de cerdos criados especialmente, para trasplantarlos en humanos. En enero del 2022, Dave Bennett, se ofreció como voluntario para que le injertaran un corazón modificado genéticamente de cerdo. No duró mucho luego de la operación (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2022/01/el-negocio-del-trasplante-de-organos-de.html).

Surgen dos cuestionamientos en los ejemplos anteriores. Uno, la cuestionable experimentación con animales, pues en el caso de “desextinguir” a un mamut, se injertaría en una matriz de elefante, el óvulo fecundado con ADN de mamut (se extrajo de un ejemplar congelado, conservado perfectamente). En el caso de los trasplantes de órganos de cerdos, lo inmoral es que se críen animales exprofesamente para ser sacrificados, cada que se les extraigan los órganos. Y en este caso, surge el segundo cuestionamiento: que se experimente en humanos un órgano animal.

No siendo eso suficiente, ahora hay “científicos” que ávidos de seguir averiguando cómo funciona el cerebro humano y si hay forma de curar males como el Alzheimer, están implantando tejido cerebral humano en el de ratas, sin importar las consecuencias que ese “experimento” pueda tener.

El artículo del portal Wired, titulado “Tejido cerebral cultivado en laboratorio, trabaja en ratas”, firmado por Emily Mullin, expone esa situación, iniciando con que “pequeños clústeres de células, llamados organoides, se integran con el tejido de los animales, un paso para desarrollar sofisticados mini-modelos del cerebro” (ver: https://www.wired.com/story/lab-grown-human-brain-tissue-works-in-rats/).

Una foto de una imagen verdosa, el cerebro de una rata, muestra en un extremo, una imagen fluorescente. Es el organoide, hecho con tejido cerebral.

“Las pequeñas capas de tejido cerebral cultivado en el laboratorio, eran sólo pequeñas motas, cada una midiendo unos pocos milímetros de diámetro. Investigadores de la Universidad de Stanford, los crearon, cultivando células madre en cúmulos tridimensionales de tejido. Llamados organoides, estas estructuras simplificadas, contienen algunas de las células y propiedades de un cerebro humano real, y ofrecen alguna información sobre cómo se da el desarrollo cerebral y sus condiciones neurológicas. Pero como no son tan complejas como el cerebro real, con tal de que sean más representativas, investigadores de muchas partes, han tratado de trasplantar organoides humanos en los cerebros de roedores. En experimentos pasados, esas células fallaron, no pudieron integrarse en los cerebros de los animales. Esta ocasión, trabajaron. Los organoides formaron conexiones con los circuitos cerebrales de los animales, una señal de que esos cúmulos celulares, pueden desarrollar funciones más sofisticadas”.

Los organoides fueron trasplantados en las cortezas somatosensoriales de ratas recién nacidas, pues sólo así se logró una integración. Por varios meses, los organoides crecieron hasta ocupar un tercio del hemisferio cerebral de las ratas.

Así que se crearon, como quieran verlo, ratas con cerebros humanizados o cerebros humanos ratizados. Una verdadera aberración.

Claro que muchos científicos aprecian el “experimento”, pues “eso permite ver qué pueden hacer esos organoides en el cerebro de las ratas”.

Dice Mullin que ya se había intentado implantar tejido cerebral humano en ratas, pero se había fracasado, hasta que Segiu Pasca, y su equipo de la Universidad de Stanford lo lograron, injertándolo en ratas recién nacidas, “pues sus cerebros son más plásticos y más adaptables”.

“Eso lo hicieron porque los organoides forman sinapsis, que son conexiones neuronales con los cerebros de las ratas, que no es posible que se formen en un plato de dietrich”.

Como señalé, a todo le buscan la forma de justificarlo.

El cerebro, explica Paola Arlotta, profesora de células madres regeneradoras, “se retroalimenta de sensaciones endógenas y externas, que sólo con los organoides es posible lograr”.

Incluso, como los organoides se obtuvieron de células de pacientes con síndrome de Timothy, un severo mal que ocasiona un desorden genético que demora el desarrollo neuronal, como en el autismo, “esos organoides, generaron dendritas anormales. Las dendritas, son las ramificaciones que se extienden de las neuronas y les permiten comunicarse con otras células. Esos defectos, no se habían visto en los experimentos de laboratorio”.

Para ver qué tanto esos organoides se integraron con los cerebros de las ratas, los manipularon genéticamente, antes de injertarlos, para que los roedores reaccionaran con la luz (esa técnica se llama optogenética). Y en efecto, las ratas se entrenaron para reaccionar con el color azul, dándoles una recompensa, como un trago de agua, pero no con el rojo, con el que tales organoides se manipularon, “lo que demostró que los organoides trasplantados en las ratas, eran funcionales y que se relacionaron con sus circuitos que buscaban recompensas”.

Esos organoides son todavía rudimentarios, muy pequeños “y no son tan elaborados como la corteza cerebral humana, pero al ir avanzando, podrían implicar cuestiones éticas entre la mezcla de características humanas con las de otros animales”.

Es lo que comenté ya arriba, pues si esos cerebros se desarrollaran tanto como el de un humano, ¿podría ser que los animales llegaran a tener la inteligencia, la “racionalidad” y otras características de los humanos?

Podría ser.

Pasca y su equipo, como precaución, condujeron experimentos en ratas normales y las que tenían organoides, comparando niveles de memoria y de ansiedad y no hallaron diferencias. Y en el 2021, la Academia de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos, también lanzó la hipótesis de si los organoides pudieran elevar el grado de consciencia y del yo en los animales, concluyendo que “de momento, esos experimentos todavía no son peligrosos, pero deben de establecerse regulaciones conforme vayan evolucionando los organoides”.

Por su parte, Pasca dice que su límite es no experimentar con monos, “pues son muy similares a los humanos, pero con las ratas, no veo peligro, pues son muy diferentes a nosotros”.

Y, claro, enumeran en lo que podrían ser útiles los organoides, como en si pudieran combatir enfermedades degenerativas cerebrales, o ver si drogas experimentales contra ellas, pudieran funcionar o si pudieran reparar cerebros dañados.

La mencionada Arlotta, insiste en que “a pesar de las consideraciones éticas, deben de seguirse los experimentos. Nos permitirían entender más la patología cerebral”.

Sí, hasta que logren humanizar tanto a una rata, que hasta le transmitan la “violencia racional” que, entre otras deleznables características, posee el ser humano.

Y quizá esas ratas con cerebro “humanizado”, un mal día, decidan matar “racionalmente”, accionando un AK-47 contra una indefensa multitud.

 

Contacto: studillac@hotmail.com