El negocio del trasplante de órganos de cerdos
Por Adán Salgado Andrade
Dentro del capitalismo salvaje, todo es negocio, todo se convierte en una lucrativa mercancía. Basta con crear la necesidad, para crear la demanda.
Eso sucede, por ejemplo, con la salud. Si se hace investigación para crear medicamentos de ciertas enfermedades, es porque hay suficientes enfermos para requerirlas. Pero, sobre todo, si tales enfermos cuentan con suficiente dinero para adquirirlas, muchas de las cuales son bastante costosas. Es lo que sucede con el medicamento que sirve para tratar la fibrosis quística, una enfermedad que va endureciendo los pulmones, a tal grado que dejan de funcionar y el enfermo, muere. El medicamento que sirve para “curar” tal mal es el Orkambi, producido por la farmacéutica inglesa Vertex, al precio, exclusivo para enfermos pudientes, de £105 mil libras esterlinas anuales, casi $137 mil dólares ($2,510,000 pesos), pues tal compañía dice que es porque “se gastó mucho en investigación, pero investigadores afirman que gastó apenas 11.5 millones de dólares para crearlo, así que con la venta de 85 dosis ($11.645 millones) recuperaría tal inversión. Eso deja ver la mezquinad con que actúa esa farmacéutica (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/04/medicinas-caras-y-medicinas-falsas.html).
Es lo que ahora está sucediendo con los trasplantes de órganos de cerdos, como expone el artículo de Wired, titulado “La trampa capitalista de los trasplantes con órganos de cerdos”, firmado por Brande Shillace, en el que señala que el “milagro” de los trasplantes con órganos de cerdos, “cumple con las expectativas de pacientes desesperados y deja claro cómo el sistema valora más ciertas vidas que otras” (ver: https://www.wired.com/story/capitalist-trap-pig-organ-transplants/).
El artículo menciona a Dave Bennett, un hombre que tenía problemas con su corazón, al que hace diez años, le insertaron una válvula del corazón de un cerdo. “Luego de eso, estuvo relativamente saludable, pero en octubre del 2021, comenzó a sentirse mal, fatigado, con problemas de respiración y ni siquiera podía subir las escaleras”. Su hijo, lo llevó a un hospital y consintió en que le trasplantaran un corazón de cerdo. Bennett es uno de los “más de 40,000 estadounidenses que esperan un órgano. Y aunque unos 3,000 recibieron su corazón, una cifra similar permanece en la lista de espera. Y un 20 por ciento de éstos, seguramente morirán, antes de que reciban el salvador órgano”.
Por eso, señala Shillace, fue que Bennett, aceptó el corazón de cerdo, aunque es algo no del todo probado totalmente, pero que para los intereses de negocios de las empresas que promueven órganos de cerdos, es “muy lucrativo”. “Es un proceso que envuelve tres experimentos: un corazón experimental de un cerdo experimental y una droga experimental para evitar el rechazo. Ninguno de estos procedimientos había sido probado en un humano vivo, antes de la cirugía de Bennett, pues había varias variables y preguntas”, agrega.
Aclara que no es la primera vez que se usan animales para aplicarlos en humanos. “Ya desde el siglo 17, la sangre de varios animales se empleaba en transfusiones. Para el siglo 19, la piel de ranas, era usada para aliviar lesiones. Y a principios del siglo 20, el cirujano francés Serge Voronoff (1866-1951) popularizó la implantación de piel de testículos de orangutanes, en hombres mayores, para darles fuerza. Pero el primer trasplante de corazón de mono a hombre fue en 1964. El paciente, murió a las dos horas. De hecho, muchos xenotrasplantes – así se les llama a los de animales a humanos – han fallado, debido a problemas patobiológicos (los relacionados con enfermedades) e inmunológicos. Pero por la escasez de órganos, ha seguido impulsándose esta ciencia. Y como todos los primeros adelantos, tales cirugías requieren un primer paciente y un primer intento”.
Por eso es que, señala Shillace, son tan importantes los “sujetos de prueba” como Bennett, a pesar de que la hermana de él, se opuso, pues había estado seis años en prisión, por el delito de robo. “No está bien que lo ayuden”, dijo. Sin embargo, en el hospital le replicaron que no importaba la historia del paciente, sino su “necesidad médica y por eso tenemos la solemne necesidad de ayudarlo”.
La “solemne necesidad” es también porque esos “experimentos” obtienen financiamientos, que significan buenos negocios para las empresas que proveen a los cerdos, a los cuales modifican genéticamente, de varias maneras, con tal de obtener “corazones adecuados a las necesidades de trasplantes”.
No cabe duda que, como señalo arriba, siempre es la necesidad de ganancia, no de aliviar, en este caso, una enfermedad o incapacidad, la que es prioritaria en todos estos “experimentos”, muchos de los cuales podrían considerarse aberraciones, así como lo que hacía el literario doctor Frankenstein, cuando creó su monstruo con restos de cadáveres, “en nombre de la ciencia”.
Por otro lado, cuidan muy bien en cómo elegir a la clase de paciente que recibirá un corazón de cerdo, el que debe de ser uno que no sea constante en sus tratamientos, que no acuda con puntualidad a las citas o que no tome sus medicamentos como se los indican los médicos. Bennett era justo el paciente requerido, pues si todo pudiera fallar, se debería a su falta de constancia. Eso lo señala Donna McCormack, una de las investigadoras principales del proyecto Transplant Imaginaries (trasplantes imaginarios), que tiene que ver con la ética implícita en esas cirugías.
Por eso fue que lo eligieron. Su doctor, Bartley Griffith, le dijo, “no le podemos dar un corazón humano, pero, sí, uno de cerdo”. Ni el hospital, ni el doctor, le revelaron al reportero el monto gastado en el trasplante, “pero dijeron que asumieron los costos que no cubrió su seguro. Además, se trata de un hombre que no tenía de otra, y nada qué perder”.
Y he ahí la falta de ética, pues siempre se requieren de conejillos de indias para esos experimentos, como se han hecho con otros, como en el trasplante de manos, que también ha tomado a personas como Bennett, como sujetos de prueba, sin otra alternativa y nada qué perder, pero que, al final, han salido mal, excepto en uno o dos casos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/02/los-no-muy-efectivos-trasplantes-de.html).
McCormack dice que, además, por más que se establezcan granjas de crianza de cerdos genéticamente alterados para obtener corazones para humanos, “siempre harán falta, pues así se conduce el sistema. Nunca serán suficientes, pues no se elegirán a todos los pacientes, por distintas razones”. Claro, una de ellas, será la monetaria. O sea, habrá corazones, siempre y cuando se puedan pagar. Y muy probablemente hasta los seguros médicos, en cierto momento, tendrían que modificarse, considerar que si alguien está enfermo del corazón, le saldrá más caro, pues tendría, siempre, la posibilidad de obtener un “saludable” corazón de cerdo.
Sería, de todos modos, algo elitista, sólo para los que pudieran cubrir los gastos o contaran con un seguro que los pagara. Dice Shillace que, de alguna manera, eso sucedió cuando el doctor sudafricano Christiaan Barnard en 1969, llevó a cabo su segundo trasplante de corazón, de un joven negro de 24 años, llamado Clive Haupt, quien había sufrido un derrame cerebral, en un dentista blanco, Philip Blaiberg (1909-1969), quien sobrevivió casi 20 meses. Hubo muchas protestas, pues al doctor que había atendido a Haupt, se le presionó para que pudiera hacerse la extracción de su corazón, no dando más posibilidades al joven de recuperarse. “como si la vida de un blanco, fuera más valiosa que la de un negro”.
Es lo que sucede con Bennett, del que no se sabe cuánto vivirá y si dejará alguna vez el hospital, “pero se le está usando para el beneficio de posteriores pacientes.”. Antes de ser operado, dijo que “hago esto, por el bien de otras personas, pero, también, porque deseo vivir”.
Claro y seguramente habrán muchos más “experimentos”, con tal de que un día digan las corporaciones que se encarguen de producir cerdos genéticamente alterados, que ya es “seguro” llevar un corazón de cerdo, orgullosamente en el pecho de un hombre o mujer.
Y seguramente hasta ofrecerán los “paquetes todo incluido”, corazón, operación, hospitalización, drogas antirrechazo… con tal de que el negocio, sea redondo.
Asistimos, una vez más, a un próximo gran y lucrativo negocio.
Como dije al principio, todo lo que pueda venderse y dé muchas ganancias, será bienvenido. Porque, además, es probable que se ofrezcan otros órganos de cerdos, como hígados, riñones, pulmones. De hecho, cita Shillace a un enfermo de muerte cerebral, al que se le trasplantó un riñón de cerdo, “el cual, resultó exitoso, dijo Jayme Locke, la cirujana encargada del procedimiento. Como el joven ya estaba muerto cerebralmente, nada se perdía”
Así que ya no habrá escasez de órganos, pues todo mundo podrá llevar un saludable órgano de cerdo en su cuerpo.
Y cuando eso suceda, ¿será ético que se sigan comiendo los cerdos?
Contacto: studillac@hotmail.com