Afganistán, dos años después de la salida de Estados Unidos, crisis económica y misoginia
Por Adán Salgado Andrade
Hace poco más de dos años, en agosto del 2021, Estados Unidos (EU) sacó sus tropas de Afganistán, país al que invadió y controló durante veinte años. Se había pensado que el “ejército” que formó, de afganos, combatiría a los talibanes, que nunca dejaron de asediar al país y estuvieron atacando mediante guerrillas a los marines estadounidenses todo ese tiempo. Pero no fue así y los mil millones de dólares gastados por EU en todo ese tiempo para formar al citado “ejército”, fueron en vano. Todavía no terminaban de retirarse los mariners, y ya los talibanes, sorpresiva y rápidamente, tomaron Kabul y el resto del país y se asentaron en el poder (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2021/08/el-glorioso-regreso-del-taliban.html).
La condición de las mujeres afganas, sí había mejorado durante la ocupación estadounidense, a pesar de que el país nunca estuvo totalmente pacificado, por los ataques de los talibanes. Y varias temieron que regresarían a las mismas prácticas misóginas, de impedir que estudiaran o trabajaran, como muchas habían estado haciendo. Una de ellas, dio su testimonio en ese entonces, temiendo lo que pasaría: “Yo sé que el Talibán volverá a las mismas prácticas y que jugará con la vida de mis hermanas y mía, como le plazca. Trabajaba en una escuela para la enseñanza del inglés. Ya no podré enseñarles a mis niñas, me siento muy triste de que, tanto ellas, como yo, tengamos que estar encerradas en nuestras casas. Y sólo lloro, sin saber qué sucederá” (ver: https://www.theguardian.com/world/2021/aug/15/an-afghan-woman-in-kabul-now-i-have-to-burn-everything-i-achieved).
En efecto, los vaticinios de la chica, fueron ciertos. Luego de dos años del regreso de los talibanes, quienes al principio habían asegurado que respetarían los derechos de todas las mujeres, las cosas para ellas son exactamente las mismas que eran veinte años atrás, antes de la ocupación. No sólo eso, sino que la economía de ese país está hecha pedazos, pues las naciones que antes le hacían donaciones, bajo la ocupación estadounidense, para ayudarlo, dadas las prácticas misóginas, no están dispuestas a seguirlo haciendo. Como los talibanes sólo saben de guerra, han tenido que recontratar a tecnócratas despedidos, cuando ellos llegaron, para que hagan algo, pero ni así han podido, con un país que nada produce, luego de veinte años de haber estado subsidiado por EU y otros países (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2021/10/los-talibanes-tuvieron-que-recontratar.html).
El fotógrafo argentino, de la agencia Associated Press, Rodrigo Abd, estuvo varias semanas tomando fotos y analizando lo que sucede en Afganistán, luego de dos años, constado varias cosas de las que comento arriba, como la condición de las mujeres, que tienen prohibido estrictamente salir de sus casas, sólo que sea acompañadas por familiares hombres, y únicamente para actividades esenciales. Su trabajo, titulado “Afganistán en una nueva luz”, interactivo, combina fotos en color y blanco y negro, además de algunos videos, para mostrar qué sucede en ese país por estos días (ver: https://projects.apnews.com/features/2023/afghanistan-in-a-new-light/index.html).
El proyecto lo pudo hacer más accesible, gracias a que empleó una cámara casera instantánea, que eran muy comunes en Afganistán hace años y que casi han desaparecido. Abd consiguió una funcionando y se puso a trabajar con ella, deambulando por las calles, lo que llamó la atención de todos, hasta de soldados, que no tuvieron objeción para dejarse retratar o filmar. Quizá también sea una estrategia de los talibanes, para demostrar que están abiertos al mundo, tratando con ello de que les descongelen dinero que varios bancos les confiscaron, cuando regresaron, y que los países que antes los ayudaban, lo sigan haciendo. Porque, por lo que se ve, no tuvo problemas Abd en fotografiar todo lo que quiso (no sé si haya pedido muchos permisos para hacerlo, pero, como dije, hasta soldados se fotografiaron o, en la calle, la gente se acercaba, curiosa, para ver su cámara y permitir que las retratara).
El mini documental que acompaña el trabajo es, sobre todo, de la condición de las mujeres, que regresaron a lo mismo. Son pocos los trabajos que pueden desempeñar. Entre ellos, el de hilanderas para confeccionar tapetes, resignadas a su suerte, siempre cubiertas con el infame velo, la llamada burka. También se ve cómo es un país en donde priva el adoctrinamiento fundamentalista, casi como si estuvieran en la Edad Media. Desde niños, todos son obligados a estudiar el Corán, fanáticamente, lo que revela que es un simple instrumento de control de los talibanes para tener a la gente sometida.
Abd entrevista a tres hombres que, curiosos, se acercan a preguntarle sobre la extraña cámara y ya les dice que es para tomar fotos. Los cuestiona sobre cómo está Afganistán en la actualidad y, quizá por temor a decir algo no conveniente, le contestan que todo está bien. Otro, un soldado, al que le pregunta sobre que las mujeres no tienen permitido trabajar o ir a la escuela le dice que “eso es falso, ellas tienen las libertades que da el islam, nada más, pero viven en libertad”. Otra mentira, constatada porque entrevista a Hakima y a su hija Freshta, la que estaba estudiando para ser médica, pero los misóginos talibanes ya le frustraron su futuro. Supuestamente, pueden salir del país para hacerlo, pero en las condiciones tan paupérrimas que se ve que tienen, es difícil que lo hagan y no creo que les permitan salir tan fácilmente.
También fotografió Abd un deshuesadero de Humvees, los vehículos militares usados por los mariners durante la invasión, que atacaban frecuentemente a supuestos talibanes. “Yo los odio, porque mataron a muchos de mis parientes”, dice un hombre de unos 70 años, reflejando el rencor que tiene hacia lo que queda de esos vehículos, puros cascarones apilados uno sobre el otro, y que venden como metal viejo (es una imagen hasta surrealista, ver a esos mudos testigos de violentos tiempos, ya inservibles, los puros esqueletos).
Se muestra una escena de unos bruscos soldados empujando a mujeres, con las puntas de sus fusiles, que quizá querían pedir algún trámite o comida, pues de los cuarenta millones de afganos, la mitad están en pobreza extrema, sobreviviendo de la caridad (que está prohibida y se castiga con latigazos y cárcel). A un hombre, lo amonestan porque lleva una carretilla y obligan a otras personas a alejarse del sitio que “vigilan”. Pero hasta esos brutos se dejaron fotografiar (luego de cada escena filmada, viene la foto que Abd tomó del suceso en cuestión).
Filmó un mitin, “que muestra escenas comunes, en donde las mujeres y los hombres están separados, bajo los rayos del sol y los periodistas, soportando ese calor también, esperan a que inicie el discurso-sermón”, dice el fotógrafo.
Ése, lo da un “líder talibán”, un hombre de unos 75 años, a través del micrófono, quien afirma que “los que dicen que las mujeres en Afganistán no tienen libertades, son unos mentirosos, claro que sí las tienen”. Obviamente, como señalo antes, él es el que miente, pues, como dice otra chica, Zamarod, que estaba estudiando ciencias de la computación y que ahora su hermana de 23 años y ella, trabajan en una fábrica de tapetes, “las mujeres, no tenemos libertades, no podemos hacer nada. Tenemos la esperanza de que las cosas cambien otra vez, y por eso es que vivimos y respiramos. Somos como pájaros enjaulados”. Muy tristes sus palabras, reflejan el profundo dolor que siente la chica, de veinte años (sale con un cubrebocas y el velo sobre su cabeza, pues como en Afganistán es “vergonzoso” que una mujer muestre su rostro a los hombres, quizá por eso lo hizo. Ver: https://apnews.com/article/afghanistan-taliban-women-hijab-52937354eb8a89f916fd2dbc1f83c0d7).
En las fotos, aparece una niña de cinco años que, junto con toda su familia, hace ladrillos de barro, que luego son cocidos en un horno. Se ve cómo la pequeña, diestramente, les da forma. “Todos debemos de trabajar para sacar para medio comer”, dice el padre de la pequeña, resignado. Dice que antes quería recorrer el mundo, “pero eso, ya no es posible”.
El país es desértico, no ofrece muchos recursos, como puede verse en las fotos. Y aunque muchos dicen que el país está en “paz”, están pagando el duro precio de un brutal control misógino sobre las mujeres y de una economía hecha trizas, en la que pocos pueden salir adelante. Las ejecuciones de “delincuentes” o “enemigos del sistema” han regresado. Están prohibidas la música, las películas. La única “diversión” es la que puedan ver en sus celulares, los que los tengan. “Y aunque se ha reducido el crimen y la violencia, eso no necesariamente se traduce en prosperidad y felicidad”, escribe Elena Becatoros en uno de los textos del artículo.
Dice Becatoros que a pesar de esa cerrazón, “hay muchos hombres, incluidos talibanes, que desean que las mujeres vuelvan a estudiar y a trabajar, si quieren sus líderes que el país salga de la crisis económica tan profunda que está viviendo”. Siempre hay gente razonable, podría decirse.
Hay varias fotos de mujeres de distintas edades. Muy bellas, en general, las afganas.
Asegura un vocero del gobierno, Zabiullah Mujahid, que no será permanente el impedimento de las mujeres para trabajar e ir a la escuela. “En su momento, se levantará, pero mientras no suceda, no puede ser usado como excusa por el mundo, para no reconocer nuestro gobierno”, afirma, categórico. Quizá por eso lo hagan, como una forma de presión: o les levantan las sanciones o las mujeres seguirán en esa condición de humillación y sumisión.
Lo que sucede es que los talibanes, como dije, son simples guerrilleros que están tratando de controlar a un país, no tienen la mínima idea de cómo hacerlo, excepto el de aplicar el rigorismo militar, guerrillero, al que siempre han estado acostumbrados. Es como si en México, finalmente, los narcos tomaran el gobierno e impusieran su particular forma de gobernarlo. Yo lo llamaría tribalismo delincuancial militarizado.
Hay hasta fotos de Nabi Attai, un actor venido a menos, ya sin trabajo, de unos 70 años, “que luego de una docena de programas de televisión y 76 filmes, incluyendo el que ganó un Globo de Oro, en el 2003, titulado ‘Osama’, ha tenido que ir vendiendo todos sus muebles, con tal de que su familia de 13 integrantes y él, coman. ‘He solicitado trabajo de lo que sea, hasta de recoger basura, pero no he conseguido nada’, dice, muy triste, pues hasta su amada televisión tuvo que vender”. Posa para las fotos con clase, con estilo, como correspondería a un actor consumado y famoso.
Es muestra de que esos brutos, ignorantes, talibanes, lo que menos aprecian, son el arte y la cultura.
Eso es lo que documentó Abd.
Muy buen trabajo. Él mismo sale en el documental, platicando todo por lo que pasó, luciendo crecida barba, seguramente para ser más aceptado por los guerrilleros con poder.
Los victoriosos en todo esto son los talibanes, los que gozan de las mieles del poder y pueden hacer todo lo que se les antoje, incluyendo que seguramente sus mujeres no han de ser tratadas con el mismo rigor que el resto de afganas.
Como señalé, son bárbaros con poder, nada más.
A esos brutos insensibles, lo que menos les preocupa son las palabras de Zamarod, de que “las mujeres, somos como pájaros enjaulados”.
Y aquéllos, son sus carceleros, y ni siquiera alpiste les dan.
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