Las ballenas encallan en la playa porque sonares militares las torturan
Por Adán Salgado Andrade
La irreversible, inconmensurable depredación, la creciente contaminación ambiental y su más grave efecto, el irreversible calentamiento global, no sólo afectan a la humanidad, sino están extinguiendo aceleradamente a la diversidades vegetal y animal, que aún habitan el planeta (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/10/el-toxico-y-mortal-calentamiento-global.html).
Esa biodiversidad, tanto de animales y plantas, es importantísima para nuestra propia vida, pues determinan gran parte del equilibrio ambiental (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/03/la-perdida-de-biodiversidad-la-perdida.html).
Las abejas, por ejemplo, se están extinguiendo aceleradamente y son a las que se debe el 90% de la polinización. Si desaparecen, todas o casi todas las plantas, sobre todo, las comestibles, se acabarían también. La actividad de los apicultores se está reduciendo, debido a esa causa. Por eso, en países como Estados Unidos, ya es muy lucrativo el robo de abejas (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/07/el-lucrativo-robo-de-abejas.html).
La mencionada contaminación ambiental de todo tipo, agrava y pone en peligro la existencia de esa biodiversidad. Los miles de millones de toneladas (mdt) de basura, los más de 15,000 mdt de CO2 producidos cada año; los 300 millones de toneladas de plásticos que se fabrican anualmente, de los cuales, unos 80 millones, van a dar al mar; los frecuentes derrames petroleros; los corrosivos, venenosos sobrantes de la depredadora megaminería y el contaminante fracking; los explosivos empleados en las guerras, las armas… y un sinnúmero de otros negativos factores, dañan fatalmente a muchas especies, las más vulnerables, tanto en mar y tierra.
Y en lugar de tratar de disminuir esos negativos factores, al contrario, se incrementan más y más. Por ejemplo, las megaminas van en aumento, dañando, permanentemente las tierras en donde se imponen, sean bosques, selvas, sembradíos… la extensión de los cráteres que se forman, pueden verse desde el espacio, además de que contaminan permanentemente el agua que se emplea para la extracción, así como las tierras en donde son arrojados sus venenosos, muy peligrosos residuos, llenos de muy tóxicos químicos, como arsénico o cianuro (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2013/05/los-destructivos-irreversibles-efectos.html).
Lo mismo sucede con los 300 mdt de plásticos producidos, que, como señale, unos 80 mdt, van a dar al mar, al que están llenando no sólo de esos plásticos, sino de sus derivados, los más peligrosos e invasivos microplásticos, que ya llegaron para nunca, jamás, irse, hasta que en 500 años o más, se degraden (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/08/el-plastico-que-va-los-oceanos-se.html).
El calentamiento global, está incrementando la temperatura de los océanos, lo cual lleva a la acidificación de sus aguas, lo que está matando a varias especies y estresando la salud de miles. Y es que el mar, absorbe buena parte del tal calentamiento (ver: https://www.nhm.ac.uk/discover/what-is-ocean-acidification.html).
Y los frecuentes derrames petroleros, están llevando a los océanos a irse aceitando, con una sustancia, el petróleo, que lleva años en degradarse. Por ejemplo, los daños que dejó el derrame del petrolero Exxon Valdez, el 24 de marzo de 1989, cerca de las costas de Alaska, fueron irreparables. A 31 años del ecocidio, los efectos depredadores y contaminantes, siguen presentes. Fueron derramadas 37,000 toneladas de crudo, que contaminaron y destruyeron, de inmediato, la vida terrestre y marina, vegetal y animal, a decenas de kilómetros a la redonda (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Exxon_Valdez_oil_spill).
Por si no fueran pocos tantos daños, ocasionados por los mencionados factores, ahora debemos de agregar uno que está creciendo. Y ése es la contaminación auditiva, ocasionada por el empleo de sonares militares para “atacar submarinos”, cada vez más utilizado, como narra el artículo de The Guardian, titulado “La creciente muerte de ballenas, que encallan en playas, puede deberse a ejercicios militares con sonar, dicen expertos”, firmado por Philip Hoare. “Se piensa que el sonar, puede espantar a animales y llevarlos a emerger rápidamente, ocasionando el malestar que ocasiona esa acelerada descompresión”, agrega Hoare, como subtítulo (ver: https://www.theguardian.com/environment/2020/aug/24/beached-whale-increase-may-be-due-to-military-sonar-exercises-say-experts).
Esa conclusión, es a la que se llegó, debido a que, recientemente, 29 ballenas narizonas (zifios), también llamadas ballenas con nariz de espada, quedaron varadas, muertas, en playas de Europa del Norte. Y los expertos han sugerido que puede deberse, con toda seguridad, a los sonares militares que, irresponsablemente, se ponen en funcionamiento a distintas profundidades para “capturar” o inutilizar a submarinos. Pero esa idiotez, una más de las miles que comete la humanidad contra la biodiversidad y el planeta, está, más bien, combatiendo y matando, no sólo a ballenas, sino a especies como delfines y otros mamíferos marinos.
En distintos sitios, fueron halladas ballenas narizonas varadas en playas, como en el Mar del Norte. “Son de la misma especie de la ballena que fue vista nadando en el río Támesis en el 2006”, dice Hoare, refiriéndose a otro lamentable evento, cuando una narizona entró a ese río, sólo para nadar algo y morir al poco tiempo. Quizá haya sido también víctima del infernal sonar u otras inmundicias humanas (ver: https://www.theguardian.com/uk-news/shortcuts/2016/jan/17/the-modern-legend-of-the-thames-whale-10-years-on).
Luego, en costas irlandesas, se hallaron otras siete narizonas. Seis murieron y, otra, fue regresada al mar.
Después, 11 ballenas más, se vararon en las costas de las Islas Faroe, a mediados de agosto (2020). La mezquindad se impuso, porque en lugar de devolverlas al mar, pues varias estaban vivas, los locales, las mataron y destazaron, para comerse su carne. ¡Malditos oportunistas asesinos!
Y así, siguieron las ballenas, varándose. Dos, en el estuario de Ooosterchelde, en el sur de Holanda. Por lo menos, tres, en Clyde, otro estuario, en Escocia. Y varias más, en aguas holandesas, belgas y en las costas de Lowesoft, puerto inglés.
Fueron 29 en total, alta e inusual cantidad de una especie de cetáceos que, además, está en peligro de extinción.
O sea, la carnicería, ha sido alarmante. Esos cetáceos, se alimentan en lo profundo de los océanos, “así que su aparición en aguas superficiales costeras, es rara y, casi siempre, fatal, como en el caso de la que nadó en el Támesis, en el 2006, que murió de deshidratación, al no poderse alimentar. Una dieta de calamares y peces, es la fuente de agua fresca para esos animales”, dice Hoare.
Hay varias causas, según científicos, que pueden llevar, a las ballenas, a las playas y vararse allí, como mal tiempo y tormentas. O las tormentas solares, que en el 2016, por ejemplo, llevaron a 30 cachalotes a encallarse en playas del Mar del Norte.
“Pero una serie de publicaciones científicas, han indicado que el uso de sonar militar y la prospección petrolera en el mar, pueden ser los culpables. En febrero de este año (2020), una investigación australiana, halló una ‘fuerte asociación’ entre ejercicios militares, usando frecuencias medias, de sonar activo, ‘antisubmarinas’, y las muertes de ballenas narizonas. Se piensa que el sonar espanta a los animales y ocasiona que suban rápidamente a la superficie, ocasionándoles mareos por descompresión – una condición que también experimentan buzos que emergen muy rápido”, señala Hoare.
Y añade que “a principios del verano, un ejercicio mayúsculo antisubmarino de la OTAN, llamado Mangosta Dinámica, fue ejecutado, cerca de Islandia. Aunque concluyó el 10 de julio (2020), los conservacionistas están consternados de que sus efectos posteriores, puedan estarse manifestando recientemente (fines de agosto)”.
Dice Hoare que el investigador holandés Jeroen Hoekendijk, quien ha estado monitoreando a las ballenas varadas, escribió que “Es muy probable que los encallamientos que se reportan en Holanda, sean una consecuencia directa del empleo de sonar militar. Si es así, las ballenas narizonas que vemos varadas en nuestras costas, pudieran ser sólo la punta del iceberg”. Como señalé antes, deben de afectar esas infernales frecuencias a miles de otras especies, muy sensibles a esos inusuales sonidos.
Imaginen, por ejemplo, si nos sometieran todo el día al sonido producido por un esmeril, cortando metal, incrementado por el eco, si nos halláramos dentro de una bodega. ¡Quedaríamos locos, seguramente, y hasta nos suicidaríamos, acercando nuestra cabeza al cortante aparato!
Y es que las ballenas narizonas “son, quizá, los más misteriosos mamíferos marinos. Algunas de sus especies, sólo se han visto vivas en raras ocasiones. Son los cetáceos que nadan más profundamente de todos, como las narizonas Cuvier, las que pueden alcanzar profundidades de más de 3000 metros y estarse allí, por dos horas, cazando su alimento preferido, el calamar”. Sí que son una maravilla, pues es difícil que un submarino, por ejemplo, alcance una profundidad así, excepto que sea de los temidos nucleares, que llevan mortíferos misiles atómicos, para detonar el holocausto nuclear, desde las mismísimas profundidades marinas. Apocalíptico todo eso, pero cada vez una más cercana, mortífera posibilidad de extinguirnos, junto con el planeta y todas sus especies marinas y terrestres, plantas y animales, masivamente (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2012/07/el-mortifero-legado-nuclear.html ).
Las ballenas narizonas tienen dientes, que usan “para batirse por una hembra”, señala Hoare.
Por desgracia, no les servirán para batirse contra el infernal ruido de un sonar, que las lleva a morir sobre una playa.
Y esa es otra de las depredadoras mezquindades, que le ocasionamos a este pobre planeta y su maravillosa biodiversidad.
¡Malditos seamos!
Contacto: studillac@hotmail.com