viernes, 4 de septiembre de 2020

La ouija: el esoterismo comercializado

La ouija: el esoterismo comercializado

Por Adán Salgado Andrade

 

La creencia de la vida más allá, de los “espíritus”, almas en pena, fantasmas, demonios… y más objetos “sobrenaturales”, constituyen esa parte del ser humano, que siente curiosidad y hasta se deleita, con todas aquellas presencias que no existen en este mundo físico, sino que suelen manifestarse por varias “razones”, muchas de ellas, parte de la mitología popular.

Por ejemplo, cuando se habla de que a alguien “se le cargó el muerto”, no se ha comprobado, en realidad, que eso suceda. La mayor parte de las veces, se trata de que estamos en la penumbra que antecede al sueño, nos damos cuenta de que nos dormimos, lo que, normalmente, ni percibimos.

Varias de esas circunstancias, han sido alimentadas por Hollywood y sus historias sobre “maldiciones”, súper “fantasmas”, “espíritus poseídos por demonios”… que alimentan más ese tipo de esoterismo, fantasmagoricología, ocultismo… o como se le prefiera llamar.

Personalmente, no dudo de la existencia de manifestaciones energéticas “espirituales” (personalmente, he sido testigo de hechos sobrenaturales), pero el colmo es la comercialización a la que se han llevado, desde los famosos “espiritistas”, personas, la mayoría, charlatanes, que pretenden hablar con los muertos, pasando por las pociones “mágicas” (para conseguir amor, trabajo, fama, ganar un concurso…), las cintas Hollywood, que sobrexplotan el género de “terror”… y más.

Y un muy buen ejemplo de cómo se comercializó el “espiritismo”, lo ofrece el tablero (juguete, lo llaman muchos) llamado ouija, que seguramente todos ustedes conocen o han escuchado hablar de él.

La ouija surgió, justamente, de la necesidad de comunicarse con los muertos, como narra el artículo “La extraña y misteriosa historia de la tabla de la ouija”, firmado por Linda Rodriguez McRobbie, al que subtitula con la frase “¿Cosa del diablo, juego familiar indefenso o una fascinante mirada a la mente inconsciente?”.

Comienza el artículo diciendo que, en febrero de 1891, salieron los primeros artículos en los diarios de la época, anunciando a la “Ouija, la maravillosa tabla parlante”, que describían, como un mágico objeto, que podía responder preguntas sobre el pasado, presente y futuro “con excepcional exactitud”, y que era un buen entretenimiento para todo tipo de personas, “una forma de contactar lo conocido y lo desconocido, lo material y lo inmaterial”. Otro anuncio, la describía como realmente “interesante y misteriosa, probada por la Oficina de Patentes, antes de que se autorizara”. Su costo, en ese entonces, era de $1.50 dólares.

Como muchos sabrán, es una tabla con letras, números y un indicador, en forma de corazón alargado, que es el que señala las “respuestas”. Y se vende como un “entretenido medio para conocer el amor, el destino y otras cosas”. La que yo tengo, fue fabricada por “Novedades Montecarlo”. Tengo muchos años con ella, y sólo me despertó la curiosidad buscarla, cuando leí el aludido artículo.

Sin embargo, no está del todo claro si funciona o no, pero hoy “hasta los psicólogos creen que puede ofrecer un contacto entre lo conocido y lo desconocido”.

Continúa Rodriguez refiriendo el hecho de que “la historia de la ouija, es muy misteriosa, así como la forma en que el juego trabaja. El historiador Robert Murch, ha estado investigando la historia de la tabla desde 1992. Cuando comenzó su investigación, dice, nadie sabía nada acerca de sus orígenes, lo que le pareció sorpresivamente raro, pues ‘para una cosa tan icónica, que da lugar a miedo y/o temor, en la cultura estadounidense, cómo puede ser que nadie sepa de dónde provino?’ “.

Sin embargo, sus orígenes pueden situarse a mediados del siglo 19, cuando las prácticas espiritistas, estaban muy de moda, tanto en Europa, así como en Estados Unidos. El desesperado deseo de “hablar con los muertos”, hacía que mucha gente acudiera a los “espiritistas”, para que los comunicaran con sus fallecidos seres queridos. Era una época en que el promedio de vida era de 50 años o menos, por varias causas, tanto enfermedades epidémicas, como el cólera, la viruela o la peste, así como por las bajas producidas por tantas guerras que se dieron en esa época (En Estados Unidos, la guerra civil, por ejemplo), que mataban a hijos, padres, hermanos… o hasta a mujeres. Como muchas de esas muertes eran súbitas, los allegados a los fallecidos, estaban interesados por saber si deseaban algo en particular o cómo se hallaban.

Y la asistencia a sesiones que “respondieran” esas desesperadas dudas, no era visto como algo diabólico, ni pagano. Al contrario, los participantes iban, muy entusiasmados, al día siguiente, a una misa, a escuchar el eucarístico sermón del sacerdote en turno.

Justamente de ese hábito, sacó provecho la empresa Kennard Novelty Company, la primera en producir la ouija, para que la “comunicación con los muertos, fuera más rápida”. “Charles Kennard de Baltimore, Maryland, en 1890, reunió a un grupo de inversionistas – incluyendo Elijah Bond, un juez local, y al coronel Washington Bowie, un deslindador –, para iniciar la Kennard Novelty Company, con tal de hacer y comercializar, exclusivamente, esas nuevas tablas parlantes. Ninguno era espiritista, en realidad, pero todos ellos eran hombres de negocios e identificaron ese lucrativo nicho”, dice Rodriguez.

El nombre, ouija, es también objeto de controversia, pues no es lo que se cree, la combinación de la palabra francesa oui, sí, y la alemana ja. Murch especula que pudo haber sido una invención de la cuñada de Elijah Bond, la señora Helen Peters (la cual, decía Bond, era una fuerte médium), quien usó la tabla, preguntándole cómo debían llamarla, y ésta dijo que “ouija”. Sin embargo, Peters, en ese momento, tenía un dije con el retrato de una mujer y, encima, la palabra Ouija, que quizá la haya influenciado a ella, inconscientemente. Eso, dice Murch, lo supo al tener acceso a las cartas de esos iniciales comercializadores. Pero también comenta la posibilidad de que, como la mujer del dije era la famosa, irreverente escritora inglesa Maria Louise Ramé (1839-1907), quien escribía bajo el pseudónimo de Ouida, a quien Peters admiraba mucho, su nombre pudo haberse deletreado mal y escrito como Ouija.

Murch dice que fue cierto, igualmente, que la Oficina de Patentes concedió la patente a la ouija, luego de que, operada por Peters, “adivinó” el nombre del jefe de tal oficina. El tipo, con la cara blanca, por la sorpresa, le concedió a Bond la patente de ese “juguete o juego”.

Pero también, pudiera ser, que hay cosas que de tanto que se repiten, que “así fueron”, aunque no haya evidencia, terminan, con el tiempo, por ser aceptadas, puede pensarse. Eso sucede con los mitos, sucesos no comprobados, pero que de tanto que se han repetido con los siglos o años, se toman por ciertos (como los de las brujas o los duendes).

Tampoco es claro de cómo trabajaba ese objeto. “Lo menos que la compañía Kennard dijera de cómo trabajaba la tabla, más misteriosa aparecía – y más gente quería comprarla. ‘Finalmente, era una fuente de dinero. No le importó a la empresa saber el por qué la gente creía que trabajaba’ “.

En efecto, si algo trabaja, no importa si bien o mal, adelante. Tenemos el ejemplo de los “milagros”, que nadie sabe por qué se dan, si en verdad se dan y si, no sea, mera casualidad. Pero mientras en México, por ejemplo, funcione el mito de la virgen de Guadalupe y sus “milagros”, los devotos fanáticos seguirán su enajenado fervor por ese ícono, resabio de la herencia colonial maldita.

Luego, la empresa tuvo varios cambios en sus accionistas. Kennard, su fundador, y Bond, salieron, quedando en manos del coronel Bowie, quien, en 1918, la vendió a William Fuld, que era su protégé, por un dólar.

Y Fuld, hasta construyó una nueva fábrica para incrementar la producción de tan lucrativa mercancía. Decía que la había construido por “instrucciones de la ouija, que me dijo que la hiciera”. Pero lo que no le dijo es que se mataría, al caer del techo de tal fábrica, cuando la inspeccionaba y cerciorarse de que estaba lista para funcionar. ¿Le tendería una trampa la ouija, por abusar de su comercialización?

De todos modos, la empresa Fuld siguió, sin importar esa “extraña” muerte.

Y su fama siguió, y sigue, pues la gente necesita creer, como dice Murch, en algo, en que pueden comunicarse con sus muertos.

La primera y segunda guerra mundiales, le dieron, de nuevo, mayor impulso, pues todos querían saber de sus fallecidos, de los cientos de miles de soldados o civiles que morían a consecuencia de absurdos conflictos bélicos.

En 1967, “al siguiente año de que Parker Brothers compró el juego a la Compañía Fuld, dos millones de tablas fueron vendidas, superando a Monopolio (otro famoso juego de mesa); ese mismo año, se enviaron más tropas a Vietnam, se dio la contracultura del Verano del Amor en San Francisco, y protestas violentas contra el racismo en Newark, Detroit, Minneapolis y Milwaukee”. Todo eso explica por qué se vendieron tantas.

Claro que, todo eso, dio lugar a cosas absurdas. Por ejemplo, en 1920, los investigadores del crimen de un jugador de bridge, de Nueva York, Joseph Burton Elwell (1873-1920), usaron la ouija, para ver si resolvía quién lo había asesinado, pero, para su frustración, nada obtuvieron. De hecho, ese crimen, hasta la fecha no ha sido resuelto y, por lo mismo, ha sido objeto de novelas de misterio y especulaciones  (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Joseph_Bowne_Elwell#Murder).

Si la ouija fuera, en verdad, tan “mágica”, se habría sabido la verdad, podríamos suponer.

En 1921, una mujer que había sepultado el cadáver de su fallecida madre en el jardín, dijo que la ouija le había ordenado hacerlo

Otro caso, fue el de dos mujeres que en 1930, en Buffalo, Nueva York, asesinaron a una tercera porque las “habían alentado mensajes de la ouija”.

Muchos soldados decían que, por la ouija, se habían enlistado.

“En 1958, una corte de Connecticut decidió no honrar el ‘deseo de la ouija’, de la señora Helen Dow Peck, quien había dejado sólo $1000 dólares a dos ex sirvientes y una demente cantidad de $152,000 al señor John Gale Forbes, un suertudo, pero incorpóreo espíritu que la contactó, vía la ouija”. ¿¡Pensó la mujer que ese ente regresaría del más allá, para cobrar la herencia!? En efecto, en la mayoría de casos, podría decirse que la ouija, sólo ha enfermado u obsesionado con supercherías a quienes la emplean.

Para otros convencidos de la “mágica tabla”, les sirvió de inspiración literaria, como a la señora Pearl Curran (1883-1937), quien afirmaba que sus novelas y poemas, le fueron dictados por Patience Worth, un “espíritu de una mujer que vivió entre 1649 y 1694, la que la contactó por la ouija”. Y aunque son de gran calidad sus obras, estudiosos de su caso indican que fue una farsa lo del espíritu, creado inconscientemente por Curran, para superar muchos de sus complejos, como el de considerarse “muy fea” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Patience_Worth).

Emily Grant Hutchings, amiga y contemporánea de Curran, también afirmó que, gracias a la ouija, el autor Mark Twain (1835-1910), le había dictado la novela Jap Herron, publicada en 1917. Clara Clemens (1874-1962), hija de Twain, le reclamó, diciéndole que si eso era cierto, donara todas las ganancias a la heredad de Twain y a Harper Brothers, quienes tenían la exclusividad de las publicaciones del escritor. Hutchins, aunque nunca negó lo de la ouija, decidió, mejor, destruir todas las copias (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Jap_Herron).

El poeta James Ingram Merrill (1926-1995), ganador del Premio Pulitzer, afirmaba que su trabajo estaba inspirado y dictado por la ouija.

“La ouija existió en la periferia de la cultura estadounidense, perennemente popular, misteriosa, interesante y frecuentemente, quitando algunos casos de asesinatos inspirados por ella, no era amenazante. Eso se mantuvo, hasta 1973, cuando El Exorcista (cinta estadounidense, dirigida por William Friedkin), hacía que a la gente se le cayeran los pantalones del susto”. Eso, porque Regan (Linda Blair), la protagonista, se pone a jugar con una ouija y, de allí, el “demonio” se posesiona de ella. Y se le queda adentro, hasta que es exorcizada.

Por cierto, hay que decir que el exorcismo, es un muy recurrente tema de las cintas hollywoodescas de horror, muchas de la cuales, claman que son basadas en “hechos verídicos”, como si eso les diera verosimilitud.

Es el caso, por ejemplo, de Ed Gein (1906-1984), supuesto asesino serial que, en realidad, fue más un enfermo mental, que exhumaba cuerpos de mujeres muertas, los desmembraba y colgaba en su cabaña como “trofeos”. Sí mató a mujeres, pero sólo a dos, con las que hizo lo mismo. Su historia, ha servido para hacer varias cintas, como la de Psycho, novela del estadounidense Robert Bloch (1917-1994), que luego fue llevada a la pantalla por Alfred Hitchcock (1899-1980), muy exitosamente. O la de The Texas Chain Saw Massacre, de 1973, dirigida por Tobe Hooper (1943-2017), que también aseguraba estar basada en “hechos verídicos”, o sea, en el ya, muy explotado, Ed Gain. Seguramente, si todavía viviera ese personaje, reclamaría sus regalías por tantas cintas y series que se han hecho basadas en su retorcida vida.

Por la cinta de Psycho, “ahora todos tenemos miedo de las duchas”, dice Murch a Rodriguez. Y eso fue lo que sucedió con El Exorcista, que incrementó, negativa y diabólicamente, la fama de la ouija. De repente, hasta la iglesia, la condenó, diciendo que “era una puerta al averno” y otras sandeces. “De todos modos, Hasbro adquirió los derechos de fabricación de Parker Brothers en 1991, y sigue vendiendo cientos de las tablas, pero las razones por las que actualmente la gente las compra, han cambiado: ahora son misteriosas, más que espirituales, que rayan en lo peligroso”. Sí, debido a nuestra natural curiosidad por lo “horroroso”, han de pensar los que las adquieren, que se les aparecerán fantasmas, algo terrible, pero atractivo para muchos.

A pesar de su “misterio” y hasta “diabólica finalidad”, se sigue vendiendo bastante, y es tema de series y futuras cintas.

Y, de nuevo, Rodriguez vuelve a la pregunta sobre cómo funciona la ouija, si es que, realmente, funciona.

Para decepción de los creyentes en la ouija, esa tabla, no la mueven los “espíritus”, sino los que la operan, mediante un efecto mental, conocido desde hace más de 160 años: el efecto del ideómetro. Son movimientos involuntarios, “como cuando lloramos al ver una triste película”, dice Rodriguez. En 1852, el psicólogo y médico inglés William Benjamin Carpenter (1813-1885) publicó un reporte, para la Royal Institution of Great Britain, en el que analizaba esos involuntarios movimientos. Así, muchos científicos, como Michael Faraday (1791-1867), físico inglés que estudio el electromagnetismo y la electrolisis, hizo experimentos en los que demostró que la tabla se movía por las acciones ideomotoras de los participantes, no por los cuestionables “espíritus”.

Las varillas para “localizar tesoros”, por ejemplo, son otra farsa, que usa el efecto ideomotor de quien las lleva, para que crea que hallará un tesoro.

Más recientemente, un falso “detector de bombas” fue comercializado por el “hombre de negocios” (más bien, hombre de fraudes), Gary Bolton, que no era más que una caja vacía con una antena. Con valor de $10,000 libras esterlinas, fue adquirido por agencias policiacas de todo el mundo. Pudo reunir más de 3 millones de libras esterlinas. El juez que lo condenó a varios años de cárcel, le dijo que con ese fraude, había arruinado la reputación comercial de Inglaterra (ver: https://www.bbc.com/news/uk-england-23768203).

Aunque es absurdo que no se hubieran percatado los policías y soldados que la usaron, que la caja, estaba vacía. Pero como señala Rodriguez, citando al doctor Chris French, profesor de psicología y psicología anómala, en la Universidad de Londres, de Goldsmiths, “la cosa con todos estos mecanismos de los que hablamos, sean varillas localizadoras de tesoros, ouijas, péndulos o pequeñas tablas, todos son objetos en los que un imperceptible movimiento muscular, puede ocasionar un largo efecto”. Como sucede con los indicadores de las ouijas, que están hechos para que se muevan fácilmente.

Pueden probarlo, si tienen una ouija. Si tocan el indicador, levemente, luego de segundos, parecerá que se mueve solo. Pero son los pequeños movimientos de nuestras manos, los que hacen eso.

Y como las sesiones son grupales, todos pensarán que las “respuestas” provienen del más allá. Sí, pues si dos o más personas están tocando el indicador, pueden ser los movimientos de uno o del otro, los que hagan que el indicador se desplace. Lo que sí sorprendería, sería que tal indicador, se moviera por sí mismo y nos “revelara” cosas. Entonces, probablemente, sí nos orinaríamos del susto.

El que la ouija “dé respuestas”, es porque lo inconsciente, se liga con el efecto ideomotor. Eso, lo investigaron el doctor Ron Rensink, profesor de psicología y ciencia de la computación, junto con Hélène Gauchou, investigadora post-doctoral en psicología y el doctor Sidney Fels, profesor de ingeniería eléctrica y de computación, todos, de la University of British Columbia.

Realizaron un experimento en el que pidieron a voluntarios jugar con la ouija. Les dijeron que había una persona, en otra habitación, que jugaría con ellos por teleconferencia, y que, con ella, había un robot, que replicaría los movimientos de tal persona.

Pero lo de la persona, no era cierto, sólo se los dijeron para que no sintieran que tenían el control. Pero el robot, sí era verdadero, y lo que hacía era repetir y amplificar sus movimientos, para cerciorarse, los investigadores, de que los voluntarios, eran los que movían el indicador.

Luego, comenzaron las preguntas. Una parte, se las hicieron sin que usaran la ouija. Otra, permitiendo que la usaran. Fueron preguntas de todo, como capitales de países o fechas.

“Lo que los investigadores hallaron, les sorprendió: cuando los participantes fueron preguntados, verbalmente, que adivinaran las respuestas, haciendo su mejor esfuerzo, sólo contestaron correctamente el 50% de las veces, un típico resultado de adivinación. Pero cuando respondieron usando la tabla, contestaron correctamente más del 65% de las veces”. Y eso se debió, concluyeron, a que era el inconsciente el que contestaba, es decir, todo eso que tenemos en nuestra mente, guardado y que, de repente, disparado por algo, un comentario, una visión, una idea, una lectura, una película… sale a relucir.

Seguramente, han experimentado eso, cosas que ni recordamos y que, súbitamente, una plática, logra que surjan.

Hicieron más experimentos y todos dieron el mismo resultado, que el uso de la ouija despierta, digamos, al subconsciente, y recordamos cosas que allí están guardadas.

Y eso, puede usarse para detectar anticipadamente enfermedades como el Alzheimer, hipotetiza Rensink, “pues quizá afecte antes al inconsciente y eso se podría detectar usando la ouija”. Sí, pues si ni así adivinan respuestas los que pudieran padecer esa incapacitante enfermedad, sería señal de que su cerebro se está afectando. Bueno, allí estaría un buen pretexto para ponernos todos a jugar ouija.

Por desgracia, al ser algo “raro”, no muchas agencias están dispuestas a financiar su investigación. Muchos de los experimentos, los está costeando Rensink.

De todos modos, Rensink y sus colegas, han dejado en claro, que la ouija, en efecto, “ofrece un contacto entre lo conocido y lo desconocido. Sólo que no es lo desconocido que todo mundo pensaba que era”.

Pero el mito y el daño, están hechos.

La gente seguirá comprando la ouija para “abrir las puertas del infierno”.

Pero, no necesitamos la ouija para ello, pues con tanta depredación, contaminación ambiental, irreversible calentamiento global, montañas de basura de todo tipo, guerras, pandemias… ya estamos viviendo en el infierno.

 

Contacto: studillac@hotmail.com