El lucrativo robo de abejas
Por Adán Salgado Andrade
En el capitalismo
salvaje, todo lo que pueda ser mercantilizable y que al venderlo, deje una muy
buena ganancia, será bienvenido. No sólo eso, sino que la acelerada
descomposición social provocada por aquél, ocasiona que las actividades
ilícitas o ilegales, vayan también en de la mano. Y si algo que pueda ser
vendido, sea legal o no, es muy lucrativo, tenderá a generalizarse y a crecer.
El narcotráfico, los
cibercrímenes, los asesinatos, la trata de mujeres, los robos… se han
incrementado a niveles brutales, peligrando, incluso, la estabilidad social.
Particularmente, los robos se perpetran hasta en los lugares más insospechados
y de los objetos más inesperados. De haber sido los robos de antaño,
principalmente de dinero, bancos, por ejemplo, o bienes valiosos, como alhajas
o autos, ahora hasta alimentos roban.
Por ejemplo, en México, últimamente va en aumento el robo de productos
agropecuarios, como el aguacate, sobre todo el de exportación, pues es un fruto
muy demandado en Estados Unidos (ver: http://www.tierrafertil.com.mx/piden-blindar-zonas-productoras-aguacate-michoacan/).
La escases de algo que
sea muy demandado, es también factor para que organizaciones criminales busquen
beneficiarse al hurtarlo. Y eso está sucediendo con la miel, la que, desde hace
unos años, cada vez ha ido reduciéndose en producción, sobre todo porque las
abejas están muriendo muy rápidamente, debido a tantos contaminantes
agroquímicos, como el glifosato, base del cancerígeno herbicida Roundup, producido por Monsanto, y su
población mundial está disminuyendo gravemente (ver: https://edition.cnn.com/2015/06/15/opinions/schubert-bees-herbicides/index.html).
Por cierto, que
Monsanto, que ahora ya pertenece a la alemana Bayer, ya fue demandado en
Estados Unidos, debido, justamente, a los efectos cancerígenos del glifosato,
base del Roundup en las personas y es
la primera vez que se logra hacerlo. Es de esperarse que se generalice una acción
mundial que prohíba definitivamente el empleo de ese herbicida (ver: https://www.jornada.com.mx/2018/07/11/sociedad/043n3soc).
Por desgracia, la
decreciente población mundial de abejas provocará que, además de que está
disminuyendo la miel, también disminuirá su importante acción polinizadora,
vital para que exista la agricultura, pues, en un caso extremo, sin
polinización, ya no habrá frutos o verduras para comer. Pero esa depredación de
las abejas, que es parte de la depredación planetaria del medio ambiente, es lo
que menos importa al capitalismo salvaje (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/01/depredacion-ambiental-planetaria-accion.html).
Claro que la utilidad y
la escases de abejas es algo que, muy oportunistamente, ya se está explotando
ilegalmente, como veremos.
La revista digital Bloomberg Businessweek, recientemente
publicó el creciente problema del robo de colmenas en Estados Unidos, no sólo
de una o dos, sino de cientos de ellas (ver: https://www.bloomberg.com/news/features/2018-06-26/how-to-steal-50-million-bees).
En dicho artículo,
escrito por Josh Dean, se relata la experiencia de un apicultor de Montana,
Lloyd Cunniff, quien, como otros muchos hacen, deben de trasladar sus colmenas
a otro estado de ese país, debido a la citada disminución de las abejas – a
pesar de que ese estado era en donde más miel por colmena se producía, gracias
a sus condiciones climáticas y a la calidad de su polen.
Tal disminución se
agrava durante el invierno, pues tienen menos flores y polen de qué
alimentarse. La solución para varios apicultores ha sido, como ya señalé, el
traslado de sus colmenas. Cunniff, en enero del 2017, decidió llevarlas al
Valle Central de California, en donde son muy demandadas las abejas para que
polinicen los almendros. Ese estado genera el 80% de la producción mundial de
almendras y es importantísimo que en febrero se efectúe la necesaria acción
polinizadora de las abejas. Es una acción de mutua conveniencia, pues se
benefician los productores de almendras y los apicultores, ya que sin las
abejas, no se darían almendras y las abejas se alimentan del polen de los
almendros.
Cunniff apenas si tenía
488 colmenas, justamente por la muerte de las abejas, y siendo éstas su única
fuente de ingresos, era vital que las llevara a California para que pudieran reponerse
y alimentarse. De lo contrario, seguirían disminuyendo. Aconsejado por Valeri
Strachan, una amiga de la familia, aquél llegó a Yuba City, en donde dejaría
unos días sus colmenas, para que las abejas se aclimataran. Valeri dirige la
agroempresa Stracham Apiaries, una de
las más importantes de Estados Unidos en cuanto a producción de miel y de
abejas reinas, vitales para la formación de las colmenas.
Con esa seguridad,
Cunniff descargó sus 488 colmenas en el sitio recomendado por Valerie. Pero no
contó con que ya lo habían detectado criminales que posiblemente pertenezcan a
alguna organización criminal que se dedique, justamente, al robo de colmenas –
no se ha hecho una efectiva investigación para dar con dicha organización y sus
operadores, al menos, no, en Estados Unidos.
Para su conmocionada
sorpresa, al día siguiente que fue a revisar sus colmenas, ya habían sido
robadas, ¡de la noche a la mañana¡ Los doscientos dólares que ganaría Cunniff
por cada una durante la temporada en que estuvieran allí, con lo que esperaba
obtener casi cien mil dólares, se esfumaron. Siendo su sostén la apicultura,
aquél prácticamente se quedó en la bancarrota. Sus colmenas no fueron las
únicas robadas, sino también los ladrones dieron otros golpes y en esa misma
noche, 700 colmenas, incluidas las de Cunniff, fueron hurtadas. Lo que
sorprende es la manera tan rápida en que actúan esos criminales, pues no es
fácil el manejo de tantas colmenas, sobre todo por la agresividad con que
actúan las abejas cuando son repentinamente movidas.
Lo más grave fue que ni
una sola pista dejaron los ladrones. Y a pesar de las pesquisas policiacas, no
pudieron detectar el destino de esas 700 colmenas. Muchos apicultores que han
sufrido el hurto de sus colmenas, de plano, las dan por perdidas.
No es el único país
Estados Unidos, en donde se roban las colmenas. En Nueva Zelanda, por ejemplo,
también se está dando. Allí, se produce la variedad de miel obtenida del árbol manuka, la que es muy apreciada, pues
cada kilogramo llega a cotizarse hasta en $150 dólares, bastante tentador para
los, llamémosle, mieltraficantes. Y
es una actividad criminal que seguirá al alza, que se acabará sólo cuando se extingan
las abejas, que al ritmo de depredación ambiental que estamos ocasionando al
medio ambiente, no dudo que suceda en el cercano futuro.
Volviendo al caso de
Cunniff y el otro apicultor robado, no había mucho qué hacer, según la policía,
pues en un sitio en donde se apilan más de dos y medio millones de colmenas,
buscar 700, era como tratar de hallar una aguja en un pajar.
Sin embargo, para su
fortuna, unos cuatro meses más tarde, alguien detectó un lote baldío con una
inusual cantidad de colmenas. Allí, un ucraniano, Pavel Tveretinov, era el
encargado de operar las colmenas, a las que estaba dividiendo, con tal de
obtener más dinero al venderlas. Obviamente al dividirlas, una de las colmenas
se queda sin abeja reina, pero eso no es problema, ya que Stracham Apiaries insemina y vende abejas reinas en $31 dólares. No
sería, por tanto, problema poner a trabajar una colmena sin abeja reina, pues el
apicultor que la adquiriera, compraría una reina y la introduciría en aquélla.
Podemos ver cómo ese factor, el que se produzcan abejas reinas, facilita, de
alguna forma, el hurto de colmenas y que, aunque se vendan sin abejas reinas,
puedan producir. Es como, por ejemplo, la compra de equipos quemadores de DVD’s,
facilita la piratería de películas en ese formato.
Ese mismo día, se
detectaron otros tres sitios y lograron recuperarse 600 colmenas. Algunas ya no
tenían abejas, por desgracia, pues son unos insectos muy inestables si no se
les trata con cuidado y hasta cariño. Cunniff pudo recuperar algunas de sus
colmenas y también parte del equipo que le habían robado. Fue afortunado. Con
la ayuda de su amiga Valerie, la que le vendió “muy baratas” algunas decenas de
abejas reinas, pudo en pocos meses volver a la actividad. No como antes, que,
de todos modos, como señalé, ya tenía
problemas. Además de la muerte de las abejas por herbicidas, tiene que lidiar
con un ácaro mielero, el varroa
destructor, que, para combatirlo, debe de comprar un tratamiento que cuesta
4 dólares por cada colmena. Este parásito es algo que los apicultores de antes,
como el padre de Cunniff, también apicultor – es un negocio heredado por
Cunniff, por eso lo venera tanto –, no tuvieron que enfrentar, pero que el
cambio climático ha ido diseminando por todo el planeta (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Varroa_destructor).
Extrañamente, la
investigación policiaca sólo se centró en imponer diez cargos delictivos a
Tveretinov y a otro ucraniano, al que también se arrestó, pero no se siguió la
línea de que esos hombres serían sólo parte de una organización criminal
mundial que opera así. Incluso, ese par se declararon “no culpables”, pues, al
parecer, sólo son empleados de alguien y no sabían que las colmenas eran
robadas.
Lo incautado llegó a
cotizarse en $875,000 dólares, lo que constituye “la mayor investigación sobre
el robo de abejas que hemos tenido”, como señaló un oficial policiaco.
No será el último robo
de abejas. Seguramente seguirá y eso también contribuirá a su disminución, pues
el mal manejo que se ocasiona al robar cientos de colmenas en una sola noche,
como lo que sucedió a Cunniff, provoca que cientos de ellas mueran.
Y al morir, nos vamos
acercando más y más al escenario en que ingerir productos vegetales, como
frutas o verduras, sea cosa del pasado. ¡Terrible!
Contacto: studillac@hotmail.com