Las mafiosas empresas petroleras
estadounidenses han
contribuido al exponencial incremento del
calentamiento global
por Adán Salgado Andrade
El calentamiento global
es ya un problema ambiental irreversible. Las largas sequías, huracanes
categoría cinco e incontrolables incendios forestales, deshielo de los polos,
son las consecuencias directas y que ya estamos viviendo de que el planeta se
va calentando aceleradamente (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/10/el-irreversible-y-catastrofico.html).
Pero a pesar de las
evidencias de que el clima global se ha modificado debido a las acciones del
hombre, muchos “políticos”, Trump entre ellos, lo niegan, así como empresarios
y “científicos”, en tanto que empresas como las petroleras, lo siguen alentando
con sus irresponsables acciones, en las cuales, se evidencia que lo único que
les interesa es el dinero.
El periódico The New Yorker, publicó recientemente un
artículo, firmado por Bill McKibben, en el que se explica el contexto histórico
por el cual, la industria petrolera, especialmente la estadounidense,
contribuyó, y lo sigue haciendo, a que el calentamiento global se haya
agudizado desde los años 1970’s, y que actualmente haya empeorado y estemos
casi en la situación de no retorno, sobre la catástrofe que implicará un clima
mundial cada día más y más caluroso (ver: https://www.newyorker.com/magazine/2018/11/26/how-extreme-weather-is-shrinking-the-planet).
McKibben comenta que
había publicado treinta años atrás, en 1989, un artículo sobre la manera tan
creciente en que se estaban lanzando humos al aire, así como basura y residuos tóxicos a los ríos y mares,
y que todo eso se estaba saliendo del control humano, lo que fue confirmado en
los 2000’s por científicos, muy preocupados por los niveles a los que se había
llegado.
Si eso advertían
entonces, ni qué decir de lo que sucede actualmente.
McKibben refiere los
problemas tan graves, como incendios forestales que han acabado con poblaciones
enteras, Paradise, California, entre ellas. También da cuenta de los
megahuracanes, como el Michael o Dorian, el que llegó a categoría cinco y
siguió una gran senda de destrucción, la que comenzó con las Bahamas, Florida,
Carolina del sur y Canadá.
Y a pesar de que,
menciona McKibben, se han logrado algunos adelantos, como menos guerras, menos
pobreza y hambre y se ha expandido la educación y el alfabetismo, los problemas
ambientales tienden a opacar tales adelantos.
Las temperaturas de
todo el planeta se han incrementado más de un grado Celsius. Y aumentarán 1.5
grados más entre el 2030 y 2052, “si no se toman medidas serias para evitarlo”.
Pero no se han tomado, ni se tomarán, pues lo más importante son los negocios.
No sólo los pobres son
los más perjudicados, sino que hasta gente de mayor escala social, teme a los
exabruptos del cambio climático. Por ejemplo, dice McKibben que ya muchos
estadounidenses temen cruzar un campo de pastos, por temor a ser picados por
una garrapata y que contraigan el mal de Lyme. En muchas playas, no se puede
nadar, por miedo a ser picado por una medusa o alga urticante. Y aunque el
planeta sigue teniendo el mismo tamaño, “8 mil millas (12800 km) de diámetro y
su superficie todavía cubrirá 200 millones de millas cuadradas (512 millones de
km2), la Tierra, para los humanos, ha comenzado a encogerse, tanto
bajo nuestros pies, como bajo nuestras mentes”.
Señala que el origen
principal de tanta contaminación es la combustión, que en todo la hay. Durante
los pasados 200 años “hemos quemado inmensas cantidades de carbón, gas y
petróleo – en motores de autos, chimeneas, plantas eléctricas, fundidoras – y,
al hacer eso, átomos de carbono se han combinado con átomos de oxígeno en el
aire para producir bióxido de carbono. Esto, junto con otros gases, como
metano, han estado atrapando calor dentro del planeta, que, de otra forma,
habría sido radiado al exterior”.
En el artículo se
mencionan pasados episodios temporales que han tenido repentinas subidas de CO2,
pero que nunca han llegado a las altísimas concentraciones que padecemos en la
actualidad. Por ejemplo, en el Pérmico, cuando cientos de volcanes estallaban,
miles de toneladas de ese gas se fueron a la atmósfera, lo que culminó en “La
Gran Matanza”, pero no llegaban ni a una décima parte de lo que lanzamos
actualmente. Hace dos siglos, la concentración de CO2 era de 200
partes por millón y hoy es de 400, y cada día, aumenta 2 partes más. “El calor
extra que queda atrapado en el planeta cada día equivale a 400,000 bombas
nucleares, como la arrojada en Hiroshima”. ¡Un brutal dato!
Por ello es que en los
últimos treinta años, hemos visto “los días más calurosos”, “los meses más
calurosos” o “los años más calurosos”. Y cada año que pase se romperán records
de temperaturas diarias, mensuales o anuales. Recientemente, científicos de la
Universidad de Illinois, declararon que, a como van las cosas, el “peor
escenario” que prevé la ONU, en cuanto a que el planeta se caliente más de 5
grados Celsius, será “el más optimista”, pues muy probablemente será mucho
peor. O sea, tendremos temperaturas mucho mayores. Eso tiene efecto en el lugar
en donde se viva y hasta en donde se trabaje. Menciona McKibben que en Argelia,
recientemente, trabajadores de una planta petrolera dejaron de trabajar, pues
el termómetro subió a 51.2 grados Celsius. “No pudimos seguir. Era imposible
trabajar”, declaró uno de los trabajadores a reporteros que los entrevistaron.
Y eso es cierto, pues
científicos de Australia y Estados Unidos (EU) han determinado que a más de 350 C y
con más de 90 % de humedad, aun en un sitio bien ventilado, el humano deja de
sudar y no sobrevive más de unas horas, dependiendo de cada organismo.
Partes de India,
Bangladesh y el norte de China, “donde viven 1500 millones de personas, (un
quinto de la humanidad) sufrirán temperaturas extremas en el siguiente medio
siglo. Varios días tendrán en esos lugares con temperaturas que pueden provocar
la muerte y que afectarán todas las áreas del comportamiento humano,
económicas, agrícolas, militares y recreativas”. Si para el 2050 la temperatura
del planeta sube 2 grados Celsius, una cuarta parte sufrirá severas sequías y
se convertirá en desértica, aumentando las sequías y desiertos existentes. Y
eso afectará la producción mundial de alimentos.
Por ejemplo, en estos
momentos en que México sufre una fuerte sequía, la producción agrícola
disminuirá, sobre todo en las tierras que son de temporal, o sea, en las que
sólo se siembra cuando llueve. De hecho, México es uno de tantos países que ya
está sufriendo severamente los efectos del cambio climático, los que nuestra
posición geográfica, empeora aún más (ver: https://www.jornada.com.mx/2019/09/10/sociedad/035n2soc).
Como durante las
sequías se emplean reservas de agua subterránea, ya se han sobreexplotado y, si
años atrás eran la alternativa, por su agotamiento, ya no lo serán más (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2017/06/las-declinantes-reservas-de-agua.html).
Con altas temperaturas,
sin climatización, no se podrá vivir, ni trabajar. De allí, el alza en el empleo
del aire acondicionado, el cual, por el uso tan extendido e intensivo que está
teniendo, es otro factor que está contribuyendo al calentamiento global, pues
los aparatos que enfrían el aire, producen mucho calor durante su operación,
además de que consumen la electricidad de cuatro refrigeradores (ver: https://www.theguardian.com/environment/2019/aug/29/the-air-conditioning-trap-how-cold-air-is-heating-the-world).
Y tan acelerado
calentamiento también provoca que el deshielo de polos y glaciares sea mucho
mayor a lo estimado, con patrones de actividad ya difíciles de evaluar, ni siquiera
con modelos matemáticos computarizados (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/03/el-acelerado-derretimiento-del-artico-y.html).
Groenlandia está
perdiendo hielo aceleradamente. Del 2003 para acá, se han derretido 3.5
billones (3,500,000,000,000) de toneladas
de hielo, o sea, un promedio diario de casi ¡600 millones de toneladas!
Algo impresionante, en verdad, y muy triste
(ver: https://www.bbc.com/news/science-environment-49483580).
La vegetación de
Groenlandia irá muriendo por las aguas salinas oceánicas que la invaden, así
como ciudades y lugares ribereños, que se hundirán por los deshielos, tanto de
Groenlandia, así como de los glaciares y los polos terrestres. Posesiones
humanas, como casas, comercios, industrias, edificios… se perderán para
siempre.
McKibben visitó Groenlandia
recientemente y sus acompañantes le compartieron la tristeza que los embarga al
ver cómo ese emblemático sitio se está perdiendo, gran parte, en el transcurso
de sólo cuatro años. Así de acelerados son ya los efectos del incrementado
calentamiento global.
Por eso McKibben señala
que “el mundo se está encogiendo”, pues las áreas en donde habitan – o
habitaban – humanos, desaparecen, muchas, por las acciones de las aguas, y,
otras, por sequías, incendios forestales y más. Los ecorefugiados climáticos
irán a la alza cada año (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/01/los-refugiados-climaticos.html).
Ciudades muy
importantes, como Yakarta, capital de Indonesia, serán cambiadas de lugar, pues
se están hundiendo aceleradamente, combinación de agotamiento de acuíferos y subida
del mar. Eso pasa, también, con la ciudad de México, pues los mantos acuíferos
en donde se asienta se están agotando rápidamente. Nuestra única “ventaja” es
no estar a la orilla del mar (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/06/las-ciudades-que-se-hunden-por.html).
Todo lo anterior,
señala McKibben, está afectando también la biodiversidad, pues sesenta por ciento
de la vida natural mundial, plantas y animales, ha sido víctima de un hábitat
cada vez más estrecho y amenazado por las depredadoras actividades humanas. Por
ejemplo, aves que habitan montañas y partes altas, no podrán sobrevivir debido
a las altas temperaturas. Y eso también afectará nuestra cercana existencia (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/03/la-perdida-de-biodiversidad-la-perdida.html).
Lo peor de todo es que,
hace treinta años, señala McKibben, muchos celebraban el calentamiento global,
pues estúpidamente afirmaban que eso expandiría las tierras agrícolas, Eso lo
afirmaban CEO’s (jefes ejecutivos) de empresas como la petrolera Exxon. Rex
Tillerson, CEO de ésta, declaró en el 2012 que, al derretirse los polos
terrestres “habría más tierras cultivables”. El tiempo ha demostrado que no es
así. Un quinto del Polo Norte es ocupado por el Permahielo, el que, al
derretirse, deja sin sustentación a esos lugares. Peor aún, su descongelación
liberará CO2, mucho, que acelerará el calentamiento. Noventa
científicos de distintos países han declarado que, económicamente, las pérdidas
por la desaparición del Permahielo, serán del orden de 30 billones
(30,000,000,000,000) de dólares. Eso superará los “ahorros” que deja el que
ahora muchos barcos puedan cruzar por áreas antes cubiertas de hielo.
Cada vez es más difícil
mantener obras de infraestructura, como vías de ferrocarril, en los lugares en
donde el Permahielo se licuifica.
Todo esto ha ocurrido
más rápido de lo que los científicos predijeron, a la par del brutal aumento de
las emisiones de CO2 y otros gases producidos por tanta combustión.
Varios de los efectos del calentamiento global se pensaba que sucederían en los
años 2050 o 2100, pero ya están ocurriendo. Lo peor es que no se están tomando
las medidas necesarias para detener tanta contaminación y depredación. Cita
McKibben al escritor medioambientalista Alex Steffen, quien acuñó el término
“tardanza depredadora”, para referirse “al bloqueo o alentamiento del necesario
cambio, con el fin de hacer mucho dinero de un sistema injusto e insostenible
en el mediano plazo”. Y es justamente lo que hicieron las petroleras, mentir y
ocultar que ellas estaban acelerando el calentamiento global.
Como periodistas de la
agencia InsideClimate News y del periódico Los
Angeles Times revelaron en el 2015, Exxon, la petrolera más grande del
mundo, sabía desde 1977 que su producto, el petróleo, contribuía mucho más que
otros contaminantes, al calentamiento global. Eso lo sabía diez años antes de que
el científico climatólogo James Hansen testificara frente al Congreso de EU
sobre los daños que ocasionaría el calentamiento global, inducido por las
actividades humanas.
James F. Black, uno de
los científicos preeminentes de Exxon, tras haber realizado un minucioso estudio,
encargado justo por la empresa (¡vaya ironía!), declaró cómo actuaban gases
como el CO2, en la atmósfera, pues impedían salir al calor, como si
fueran la capa de un invernadero. Lo cita McKibben, “Hay un acuerdo científico
general, en que la forma en que la humanidad está influenciando el clima global
es a partir de la emisión de bióxido de carbono proveniente de los combustibles
fósiles”. Luego, refiere que “En 1978, hablando con los ejecutivos de la
empresa, Black estimó que al doblar la concentración de bióxido de carbono en
la atmósfera, se incrementarían las temperaturas medias globales entre dos y
tres grados Celsius y hasta en diez grados Celsius en los polos”. De hecho, en
efecto, en los polos se está acelerando el derretimiento, pues se concentra
mucho más el calor, con el consiguiente mayor aumento de temperatura, que en el
resto del planeta.
Exxon no reparó en
gastos para investigar lo dicho por Black. Incluso, le puso a un barco
petrolero detectores de CO2. Y los resultados mostraron que si no se
reducían sustancialmente las emisiones de CO2, reduciendo el consumo
de combustibles fósiles, “catastróficos eventos tendrían lugar en pocos años”,
justo como ya los estamos sufriendo.
Pero los estudios sólo
sirvieron para que Exxon tomara medidas para su conveniencia. Viendo que los
sitios en donde tenía plataformas de explotación petrolera, cercanas al Ártico,
podrían inundarse, elevó la altura de aquéllas, con tal que no fueran afectadas
por la elevación del agua marina. Además, buscó nuevos sitios para exploración
y perforación en las zonas descubiertas de hielo. Es decir, Exxon usó para su
pura y mezquina conveniencia sus hallazgos.
Señala McKibben que si
hubiera divulgado lo que sabía, la historia “geológica del planeta habría sido
muy distinta hoy día. El problema del cambio climático no se habría resuelto,
pero la crisis, muy probablemente, estaría disminuyendo”. Cita, como ejemplo,
que en 1989, se halló que los clorofluorocarbonos estaban destruyendo la capa
de ozono y que una rápida prohibición de ellos, logró que dicha capa se restituyera
(aunque, recientemente, se halló que en China, algunas empresas,
clandestinamente, siguen fabricando aerosoles con base en esos dañinos gases.
Ver: https://www.zmescience.com/science/news-science/ozone-depleting-chemicals-0432423/).
Aunque, dice McKibben,
eso fue relativamente fácil, pues ya había la forma de sustituir esos gases por
otros menos dañinos. Pero como el petróleo es aún una de las mercancías más
lucrativas del mundo, se tomó el camino del ocultamiento, y se prefirieron
masivas ganancias, a la salud planetaria.
Las petroleras hasta
formaron la Global Climate Coalition.
No sólo Exxon, sino Chevron, Shell, Amoco y otras, se unieron, con tal de
defender sus mezquinos intereses. Gracias a esa coalición, en EU, por ejemplo,
se impidió que se aplicaran impuestos compensatorios a los combustibles fósiles.
Llegaron a decir, ¡háganme favor!, que si se reducía la producción petrolera,
como consecuencia de los impuestos, habría menos CO2, y eso era
malo, “pues más CO2, “acabaría con el hambre mundial, pues ese gas
contribuía al crecimiento de las plantas”. Así, se opusieron también a los
esfuerzos que el llamado “Protocolo de Kioto” intentó establecer.
Fue Lee Raymond,
presidente de Exxon en ese entonces, quien dijo que afirmar de que reduciendo
las emisiones de combustibles fósiles, se tendría un efecto en el cambio
climático, “desafía al sentido común. Es muy improbable que la temperatura a
mediados del siguiente siglo sea afectada por políticas que se tomen hoy o
dentro de veinte años”. Y eso, a pesar de que científicos de la propia empresa
habían demostrado fehacientemente que sí afectaría al clima la no reducción del
empleo de combustibles fósiles.
Como era un gran
negocio, para qué tomarse la molestia. Y todo, desde entonces, se hizo para que
el empleo de los combustibles fósiles aumentara, como incrementar los vehículos
fabricados por año, incrementar su potencia, oponerse a tecnologías verdes,
como autos eléctricos, paneles solares, energía eólica…
McKibben asistió a los
trabajos del protocolo de Kioto, en donde se acordaron modestos objetivos. Sin
embargo, un representante de la industria petrolera estadounidense, cabildero
en el gobierno de Clinton, le confió que esperaba “regresar pronto a
Washington, para poner orden en esto”.
Y así fue, pues con
Bush, sobre todo, Exxon llegó a establecer términos para que fuera afectada lo
menos posible. Se acercó a su amigo Dick Cheney, quien había dejado el cargo de
CEO del gigante de perforación petrolera Halliburton, para convertirse en
vicepresidente de Bush. Cheney, quien ejercía una influencia perversa sobre el
mediocre de Bush – aunque menos mediocre que Trump –, convenció a éste de que
no cumpliera su promesa de campaña de ver al bióxido de carbono como un
contaminante. Así, en un año, Frank Luntz, un consejero republicano de Bush,
logró disuadirlo para que dijera que no había consenso científico de que la
industria petrolera afectara al clima mundial. Y la mentira surtió efecto.
Y fue tan eficaz, que
en el 2017, una encuesta entre estadounidenses, mostró que el 90% todavía no
sabían que ya había consenso científico
en que el cambio climático era real, ocasionado por el hombre.
Raymond se retiró de
Exxon en el 2006 y su sucesor, Rex Tillerson, que formó parte del equipo
inicial del negacionista climático – además de racista y perturbado mental –
Donald Trump, ha hecho todo lo posible por expandir las operaciones petroleras
de Exxon, sobre todo en el derritiente Ártico. Y a pesar del calentamiento
global, ocasionado mayoritariamente por el empleo de combustibles fósiles, dice
que “El mundo va a tener que seguir usando combustibles fósiles, le guste o
no”. ¡Vaya descarada declaración!
McKibben especula la
razón por la cual Exxon ocultó tantos años, a su favor, las evidencias
científicas de que su perversa labor aceleró el calentamiento. Lo achaca a que
una “gran guía” ha sido la nefasta influencia de la escritora
ruso-estadounidense Ayn Rand (1905-1982), la cual, con su “objetivismo”, estaba
totalmente a favor de la “libre empresa” y que cualquier intromisión pública
era un obstáculo que debía de eliminarse, como señala en toda su obra,
especialmente en su mamotreto “Atlas Shrugged”, su novela “más elaborada” (ver:
http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2015/01/cero-tolerancia-o-de-represivas-leyes.html).
Muchos empresarios y
“políticos” mafiosos de EU “admiran” a Ayn Rand, y la ven como su mentora. Por
eso es que hacen lo que predicaba, “libre empresa” y nada de intervención
pública. Trump es un ferviente seguidor
de Rand, siendo su novela favorita “El Manantial”.
Y ha demostrado con sus
acciones en contra de los esfuerzos para controlar el cambio climático, que
está del lado de los empresarios (no ha sido el único, claro, pues los pozos
que actualmente extraen gas con la contaminante, depredadora técnica del
fracking, operan desde la época Barack Obama).
Además de Exxon, los
hermanos Kock, dice McKibben, ejercen una gran influencia en el “gobierno”, más
ahora, con Trump. Los Kock poseen una gran fortuna, gracias a sus negocios de
extracción y refinación petrolera, los que, tan sólo en el 2017, les dejaron
ganancias por 100 mil millones de dólares. Por eso defenderán, hasta con los
dientes, sus intereses, sin importarles que el planeta se derrita por tanto
calor.
Por su nefasta
influencia, se han reducido o retirado los fondos para investigación y
promoción de energías renovables, como la eólica o la solar. Se han subido los
niveles de contaminación para empresas carboníferas, o los de los autos, que
“pueden contaminar un poco más”. Se ha prohibido hablar en secretarías de
Estado sobre el cambio climático. O sea, son “mentiras”. Ese oscurantismo
muestra lo pernicioso que ha sido, contra los esfuerzos por combatir el cambio
climático, el nefasto mandato de Trump.
Y tampoco ha tenido
empacho en aumentar los impuestos a las celdas solares en un treinta por
ciento, para desalentar a los estadounidenses a usarlas y que sigan empleando
la electricidad producida por carboeléctricas y termoeléctricas, las que usan
combustibles fósiles para su operación, las que están muy de la mano con las
petroleras.
Rick Perry, su secretario
del Departamento de Energía – acusado de corrupción, pero exonerado por Trump,
también un corrupto y hostigador de mujeres –, dijo que EU seguiría produciendo
CO2 “a los niveles actuales, hasta el 2050”. O sea, señala McKibben,
EU, por sí solo, quemará las expectativas que se tenían para que la temperatura
global no subiera más de 1.5 grados de aquí a ese año. Muy egoísta actitud. Y
agrega que Perry dijo en el 2017 que “ser escéptico sobre el consenso
científico acerca del calentamiento, es muestra de que se es una persona juiciosa
e intelectualmente muy segura”. ¡Pues vaya con el intelectualmente seguro
estúpido del Perry, que aún, frente a los megahuracanes que han golpeado
recientemente muy duro a su país, siga negando que existe el cambio climático y
que sólo es una “invención china”, como dice su estúpido jefe Trump.
Y por eso Trump decidió
retirarse del acuerdo de París, para permitir que su contaminador país, siga polucionando
a su antojo. Esa “decisión” no la tomó Trump por sí mismo, sino que le fue
inducida por cabilderos e industriales. Uno de ellos, Myron Ebell, hasta
patrocina a una coalición, Cooler Heads
Coalition, encargada de “acabar con los mitos del calentamiento global” y
él es el presidente. También los hermanos Kock, así como el Heartland Institute, fueron vitales para
recordarle a Trump sus “promesas de campaña”, por ellos inducidas, claro, de
que EU abandonara dicho pacto climático, pues si seguía así, la “prosperidad de
EU” estaría en juego. Justo eso fue lo que justificó Trump para dejar ese vital
acuerdo.
A pesar de la senda de
destrucción mundial que está ocasionando el cambio climático y de que hay
alternativas “verdes” para producir energía, como señala McKibben, no parecen
las mafias y poderes fácticos que nos controlan, interesados en hacer algo.
Vladimir Putin dice que “el calentamiento global se ha de presentar por
ciclos”. Obvio declara eso, pues el petróleo es la principal exportación de
Rusia y es el segundo vendedor mundial. Arabia saudita, el tercer exportador
mundial, también ha tratado de desacreditar el consenso mundial sobre el cambio
climático.
Y no deja de mencionar
al fascista Jair Bolsonaro, “presidente” de Brasil, quien ha impulsado
criminalmente los incendios de la selva amazónica que están en dicho país, con
tal de que se “despeje la tierra” y que los ganaderos tengan más lugar para
hacer zacatales que sirvan para alimentar a sus contaminantes ganados para
producir más y más carne (ver: https://www.theguardian.com/environment/2019/sep/09/amazon-fires-brazil-rainforest).
Dice McKibben que la
posibilidad de cambiar el estado de cosas radica sólo en la gente, que se
proteste, que se hagan acciones que dañen los intereses de las depredadoras,
contaminantes empresas. Cita el caso de la sobresaliente adolescente sueca
Greta Thunberg, la que ha logrado impulsar un movimiento mundial para que los
niños y adolescentes se opongan a las políticas depredadoras y que exijan a sus
gobiernos acciones reales, no palabrerías que nada consiguen.
Eso, porque, en EU, a
pesar de tantas organizaciones que se oponen a que sigan operando las
petroleras, éstas siguen contando con el corrupto, incondicional apoyo de los
mafiosos “políticos”. Señala que en California, por ejemplo, los legisladores,
presionados por los votantes, se comprometieron a que en ese estado sólo se use
energía renovable a partir del 2045, pero el gobernador ha seguido dando
permisos para que se sigan perforando pozos petroleros, a pesar de que muchos
están en medio de ciudades, en donde los índices de asma son muy altos. Muchas
empresas contaminantes operan como si nada, como en Luisiana, en el pueblo de Reserve, donde labora una empresa que
fabrica caucho sintético. A pesar de que sus actividades desprenden muchas
sustancias perjudiciales para la salud – han subido los índices de cáncer – y
el medio ambiente, ninguna instancia pública ha intervenido para tomar urgentes
pertinentes medidas (ver: https://www.theguardian.com/society/audio/2019/aug/07/cancer-town-life-in-the-shadow-of-a-chemical-plant-podcast).
El sur de EU se está
llenando de muy contaminantes “rellenos sanitarios”, que no son más que simples
basureros a cielo abierto, en donde se arrojan, no sólo residuos orgánicos,
sino hasta peligrosos, de los estados del norte, como cenizas radioactivas de
las carboeléctricas. Y los corruptos políticos nada hacen, sino que los siguen
alentando pues son “fuentes de trabajo” (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/07/estados-unidos-usa-algunos-de-sus.html).
McKibben señala que
muchos ven como la “solución” establecerse en otro planeta, como Marte, pero
son ideas absurdas. “Los intentos, en 1991, de establecer una biósfera en el
desierto del suroeste, fueron un rotundo fracaso”. Hasta el escritor de
ciencia-ficción, Kim Stanley Robinson, quien es autor de una trilogía sobre
cómo se colonizaba Marte, dice que es perniciosa la idea de creer que si “la
cagamos en la Tierra, siempre podemos vivir en Marte o en otra estrella. Es
absurdo”.
Dice McKibben que la
idea de “habitar otros planetas” nos distrae de reconocer la belleza de nuestro
planeta y de que debemos enfocar nuestros esfuerzos en salvarlo y salvarnos,
junto con aquél.
Visitó recientemente
Cabo Cañaveral, que en el 2012, estuvo a punto de ser desaparecido bajos las
aguas por el huracán Sandy. Tuvieron que construir dunas de arena para proteger
el sitio. Dice que los empleados de la NASA, que lo llevaron por un recorrido
de las instalaciones, le dijeron la cantidad de animales que hay en un refugio
cercano y que aquéllos aprecian bastante. “Cuando miras a la playa, es como
Florida en los 1870’s, el estrecho más largo, imperturbable que existe en la
costa Atlántica. Lanzamos gente al espacio desde un refugio animal silvestre.
Eso es increíble”, le dijo uno de ellos.
Continuaron su
recorrido entre los pantanos, para mostrarle aves, como pelícanos o lagartos.
Al final, McKibben se
fue a la playa. Tuvo el gran gusto de ver a una tortuga emerger del mar, ir
hacia la playa, cavar un agujero y desovar durante una hora.
Se entiende por qué
remató así su artículo, pues de eso se trata, de salvar a la maravillosa
Naturaleza.
El jefe Raoni
Metuktire, de la tribu brasileña Kayapó, emitió recientemente una dura queja
contra los que queman la selva, con tal de ampliar tierras para ganado y soya.
Dice en una parte de su dramática declaración que “Queremos que ustedes paren
lo que están haciendo, que paren la destrucción, que paren su ataque a los
espíritus de la Tierra. Cuando ustedes cortan los árboles, ustedes asaltan los
espíritus de nuestros ancestros. Cuando ustedes escarban por minerales, ustedes
dañan el corazón de la Tierra. Y cuando ustedes arrojan veneno en la tierra y
en los ríos – químicos de la agricultura y mercurio de las minas de oro –,
ustedes debilitan los espíritus, las plantas, los animales y la tierra misma.
Cuando ustedes debilitan la tierra como lo hacen, comienza a morir. Si la
tierra muere, si nuestra Tierra muere, entonces ninguno de nosotros podrá
vivir, todos nosotros, también moriremos” (ver: https://www.theguardian.com/commentisfree/2019/sep/02/amazon-destruction-earth-brazilian-kayapo-people).
¡Cuánta razón tiene ese
sabio jefe tribal!
Porque, ya muertos
todos, muerta la Tierra, muertos animales y plantas ¿de qué les habrá servido a
los mezquinos jefes de las depredadoras petroleras haberse hecho inmensamente
ricos?
Contacto: studillac@hotmail.com