Una novela de misterio en donde el autor es una de las víctimas
por Adán Salgado Andrade
Cuando los que tienen inclinación por escribir, comienzan a hacerlo, usan la primera persona como narrador.
Es una forma aparentemente sencilla, pero si no se maneja bien, se puede caer en errores, como, por ejemplo, que no encaje el final, si el narrador-protagonista muere, digamos, ¿cómo pudo hacer su narración?
Cinematográficamente, es un tema recurrente, que se cuente una historia, a través del protagonista, pero el final se ajusta para que no sea ilógico. Por ejemplo, se ubica al personaje al final de la historia y cuenta cómo llegó hasta ese momento.
El excelente escritor de terror cósmico, el estadounidense Howard Phillips Lovecraft (1890-1937), escribió la mayoría de sus obras en primera persona, pero cuidaba mucho los finales, como si el personaje estuviera hablando con nosotros, antes de ser afectado por su inexorable final (es el caso del relato “La sombra sobre Innsmouth”, en donde el narrador culmina su historia, cuando está por convertirse en los horripilantes personajes pisciformes de los que había estado huyendo).
No es fácil, pues, escribir en primera persona, a menos que se tome perfecto control del desenlace.
Recién terminé la lectura de una novela, titulada Man with a background of flames, publicada por la editorial estadounidense Roy Publishers, en 1954, escrita por Richard Johns, en primera persona.
Desde el principio, una breve introducción, señala que la “novela” es una publicación póstuma que hizo un editor, al que le llegó el manuscrito de Johns, quien es víctima de una organización criminal que traficaba diamantes de Sudáfrica.
El estilo recuerda falsos documentales hollywoodenses, que se muestran como historias “reales”, pero sólo a los muy novatos logran convencer de ello.
De todos modos, es de reconocerse el esfuerzo de este falso testimonio, pues medio logra convencer que, poco antes de que Johns sea desaparecido por esos traficantes, metió al correo su relato, para que llegara a manos de un editor, quien es el que, con la nota introductoria, explica el origen de tal documento.
Eso lo hicieron los creadores de la cinta estadounidense de terror psicológico The Blair Witch Project (1999), dirigida por Daniel Myrick y Eduardo Sánchez. Y se supone que lo que vemos, fue un proyecto fílmico de tres personas, que desaparecen, y que es hallado un año más tarde. La cinta fue todo un éxito, pues habiendo costado entre $200,000 y 750,000 dólares, recaudó $250 millones, “convirtiéndolo en uno de los filmes más exitosos de todos los tiempos, gracias a la técnica empleada del metraje hallado” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/The_Blair_Witch_Project).
Y varias cintas se han hecho bajo esa premisa, la mayoría, fallidas.
Así que la novela en cuestión, podría decirse que sería algo similar, pero el “relato” lo envía el propio Johns, antes de “desaparecer”.
La trama cuenta cómo Johns, a través de un amigo, Freddie van Berg, se pone a trabajar en un periódico, que era controlado por una empresa sudafricana.
Van Berg y otra amiga, Lisa, de la cual Johns está sumamente enamorado – pero no es correspondido por la difícil chica –, quieren, a través de Johns, influir en la prensa, para que el tráfico de diamantes, los pueda beneficiar.
En el proceso, Johns, quien sufre de problemas psicológicos, acude a un psiquiatra. En la primera cita, le plantea que está “perdidamente enamorado de Lisa”, pero que ella no le corresponde sus lances.
El psiquiatra no le da tanta importancia y le dice que eso no llega a problema psicológico, que lo platique con la chica.
Hay un matrimonio, igualmente interesado en los diamantes, Jim y Susannah Flaherty, que se dedican a comerciar obras de arte. Se involucran a tal grado, que Jim comienza a tener alucinaciones de que lo están siguiendo los traficantes de diamantes y lo quieren matar.
Se suicida, aventándose de la azotea de su casa.
Uno de los traficantes, el supuesto director del periódico en donde trabaja Johns, un tal Nevin Fall, se molesta demasiado con Johns, cuando, sin su consentimiento, éste publica una nota sobre que el gobierno de Sudáfrica está de acuerdo en permitir que la iniciativa privada prospeccione para la búsqueda de diamantes, algo que Fall y sus socios, querían mantener en secreto.
De allí, Johns desarrolla un complejo de persecución y acude nuevamente a ver al psiquiatra, a quien le plantea lo de que se siente acosado. Aquél, lo examina y determina citarlo dos sesiones más, para revisar si lo que sufre Johns es cierto o producto de sus ocultos temores.
Hay que resaltar que Johns, hace mucho énfasis en las cuestiones psicológicas, tanto en sus propios temores, como en los de Jim, el amigo que se suicidó, que es muy importante la salud mental, para hacer adecuadamente las labores que se tengan.
También, otro aspecto, es que aunque es un thriller, Johns no es un súper agente, sino un tipo normal, de 29 años, que se implica, circunstancialmente, con esos traficantes de diamantes.
Además, siempre está presente su amor no correspondido con Lisa, a la que propone irse, con él, a vivir a una gran ciudad, en alguna parte del mundo, en donde tenga alegría y diversión, junto a su lado.
Su amigo van Berg decide dejar la ciudad, Londres, pues ve que la publicación de la nota, le acarreó problemas. “Y te aconsejo que te vayas, Richard”, le dice, antes de partir.
Pero Johns decide que Berg está mal, que sufre de alucinaciones y que él, Johns, por eso está consultando al psiquiatra, para tranquilizarse. “Eso de que maten a un hombre por un supuesto complot, es de películas de gánsteres y yo no estoy en ninguna”.
Nevin Fall le telefonea una mañana, que le urge verlo, salir en el auto de aquél, para tener una plática “amistosa”.
A pesar de que Lisa le pide, de la manera más atenta, que no vaya, Johns lo hace, queriéndole demostrar que nada le pasará.
Y es cuando platica que ha escrito el relato que leemos y que lo pondrá en el correo, dirigido a un editor, para que lo publique.
Y hasta allí queda la historia, pues concluye con la nota del editor que recibió el manuscrito, pero que nada se ha vuelto a saber del autor, a quien Lisa declaró ante la policía, como desaparecido.
Quizá el autor original haya empleado el pseudónimo de Johns, para darle más verosimilitud a la novela, además de ocultar su verdadero nombre.
Logra convencer algo, pero, por desgracia, la realidad supera a la ficción.
Como la novela “Los hornos de Hitler”, escrita por Olga Lengyel (1908-2001), quien sobrevivió para contar, en primera persona, tantos horrores que vivió en Auschwitz y Birkenau, dos de los pavorosos campos de concentración, erigidos por Hitler, para exterminar a miles de prisioneros civiles (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/06/el-tercer-reich-el-gran-negocio-de.html).
Es un personal drama, al que sobrevivió Lengyel.
A esos dramas, tan crudos, no los puede superar ninguna novela ficticia, por más elaborada y retorcida que sea.
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