Gaston Leroux y sus misterios basados en hechos históricos
por Adán Salgado Andrade
Gaston Leroux (1868-1927) fue un escritor francés especializado en historias detectivescas, en las cuales, el misterio planteado, se mantiene hasta el final.
Es comparable a Arthur Conan Doyle (1859-1930), Agatha Christie (1890-1976) o Edgar Alan Poe (1809-1849), en cuanto a la calidad de sus intrigas.
Y así como Christie y Conan Doyle crearon sus propios detectives, encargados de descubrir casi todos los misterios que planteaban – Hercule Poirot y Sherlock Holmes, respectivamente –, Leroux creó a Joseph Rouletabille a quien presentaba como un hábil repórter, que con su aguda inteligencia, perspicacia y minuciosidad, lograba esclarecer los misterios a los que se enfrentaba (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Gaston_Leroux).
Por cierto, que tengo la impresión de que el personaje Tintín, protagonista del comic creado por el caricaturista francés Georges Prosper Remi (1907-1983), mejor conocido como Hergé, está inspirado por Rouletabille, pues es igualmente reportero, joven, inquieto y con una gran inteligencia para resolver los incontables casos que se le presentan.
Leroux es muy famoso por su novela El fantasma de la Ópera, publicada en 1910, basada en supuestos hechos reales, acerca de un fantasma que se aparecía en un teatro, en el cual, había ocurrido un accidente, que había dejado un muerto. Y el fantasma de ese muerto, se presentaba ocasionalmente (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/The_Phantom_of_the_Opera).
Como dije, sus relatos, se basaban en hechos verdaderos, derivados de su trabajo como periodista de casos judiciales y como crítico de teatro, para la publicación L’Écho de Paris. Por todos los detalles que conocía de lo que investigaba, fue desarrollando su capacidad para escribir novelas de misterio.
Una de las más famosas, en la que interviene Rouletabille, es la titulada El Misterio del Cuarto Amarillo, publicada en 1907, en la que el misterio es el intento de asesinato de una mujer, dentro de un cuarto cerrado. Rouletabille, investigando minuciosamente, descubre que el potencial homicida es un ex marido de esa mujer, y que ella se encierra en el cuarto, luego de la agresión, por miedo, pero lo olvida, pues se cae de la cama y sufre un golpe en la cabeza (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/The_Mystery_of_the_Yellow_Room).
Trabajó luego en el periódico Le Matin, para el cual cubrió la efímera revolución rusa de 1905 (el antecedente de la de 1917, que sí acabó con el poder zarista). Esos sucesos, lo inspiraron para escribir la novela “Rouletabille en Rusia” (Rouletabille chez le tzar, su título original en francés), que recoge varios sucesos reales que le tocó presenciar. Incluso, en alguna escena, se hace un cameo, cuando uno de los personajes señala que “el señor Gaston Leroux, estaba en esa mesa”.
Y esa es la novela que recién concluí de leer, de la editorial española Saturnino Calleja, SA, cuya traducción del original fue realizada por Eduardo Gracía Bote, publicada en 1922 (es un libro de casi cien años).
Al leer la novela, se percibe que Leroux no reparó en detalles para ubicar perfectamente la época y algunos sucesos históricos que se dieron por esos años de 1905 a 1907, cuando fue, finalmente, aplastada la intentona revolucionaria. De hecho, es obvio que Leroux-Rouletabille, está hasta de acuerdo con los revolucionarios, pero su deber es proteger al general Feodoro Feodorovitch, quien es miembro del ejército del Zar (no menciona de qué zar se trata, seguramente para no incurrir en problemas legales).
Feodorovitch vive con su segunda esposa, la señora Matrena Petrovna, también militar ella, y con su hija Natacha, quien quedó huérfana de madre, al morir ésta años atrás.
Como Feodorovitch, junto con Matrena y Natacha, había sufrido un atentado por parte de los revolucionarios, quienes habían disparado al paso del carruaje de aquéllos, el zar le encarga a Rouletabille su protección y que investigue quiénes son los asesinos, para pasarlos por las armas.
El zar había recomendado a todo mundo a Rouletabille, como muy confiable y muy diestro para descubrir misterios, especialmente al jefe de policía, Kuprian, y a un Mariscal, a quien tampoco se refiere por nombre, para que le ayuden en todo lo referente a las investigaciones.
Y Rouletabille, se pone a trabajar.
Leroux trabaja la novela haciendo creer todo el tiempo que Natacha es la culpable de todos los siguientes intentos que hacen los revolucionarios para matar a Feodorovitch, desde buscar envenenarlo, incursiones dentro de la casa (que eran posibles porque alguien abría una puerta, y todo hacía indicar que era la hija) y hasta un bombazo, por parte de dos revolucionarios suicidas, que se hacen pasar por doctores para revisar la salud de Feodorovitch (había sido herido en una pierna cuando sufrió el atentado).
El general no podía dormir, sabiendo que la muerte lo acechaba a cada rato, así que fue aprovechada la situación de que debía tomar todas las noches una preparación para pernoctar. Un día, amanece envenenada. Gracias a las deducciones de Rouletabille, evita que la tome, pues había notado una de las puertas abiertas y que en el vaso en el que tomaba el té, el líquido estaba turbio.
Matrena, que amaba a Natacha como su verdadera hija, va sospechando cada vez más y más de la chica, pues la forma en que lo maneja Leroux, es bastante inteligente. Y realmente creemos que la chica está asociada con los revolucionarios, para que asesinen a su padre.
En cierto momento, la propia Matrena, cuando están desayunando los cuatro, el general, Natacha, Rouletabille y ella, envenena a Feodorovitch y a sí misma, con tal que Rouletabille sospeche totalmente de Natacha, así como Matrena lo hace (eso, se sabe hasta el final, cuando Rouletabille le desenvuelve el misterio a zar).
En un pasaje, Rouletabille es apresado por los revolucionarios, pues lo acusan de “ser extranjero y oponerse a la justicia revolucionaria de asesinar al miserable Feodorovitch”. Como señalé, en la novela, Leroux alude a las reflexiones de Rouletabille, quien se da cuenta de que la lucha de los revolucionarios no es del todo injusta, pues varios han muerto en encuentros con el ejército o han sido ejecutados, tan sólo por exigir una apertura gubernamental, menos represión, menos pobreza.
Un personaje, Annouchka, cantante y bailarina famosa, estaba con los revolucionarios y en contra de las injusticias del régimen represivo zarista, que no toleraba la más mínima insurrección. De hecho, la cinta El Acorazado Potemkin, de 1905, dirigida por Sergei Eisenstein (1898-1948), muestra la brutal represión que se hizo a unos obreros que se amotinaron en junio de 1905. Es la que presenta a una multitud que es balaceada, bajando las escaleras y a una carriola con un niño – cuya madre, es asesinada por un soldado –, cayendo sin control por los escalones.
A Annouchka, el ejército zarista le había asesinado a un hermano. Y está presente y de acuerdo con el juicio de Rouletabille, en donde es condenado a morir ahorcado.
Pero es allí en donde el perspicaz repórter, resuelve el misterio y confirma que Natacha no deseaba la muerte de su padre (llega a esa conclusión por varios detalles, por ejemplo, el de que Matrena le achacara que en el mencionado desayuno, Natacha había tratado de envenenarlos).
A Natacha, Kuprian la había arrestado y Rouletabille negoció con los revolucionarios que si él lograba que la soltaran, que le perdonaran la vida.
Le dieron 24 horas para cumplir con el pacto.
Y así fue. A toda prisa, Rouletabille fue con el zar y le reveló lo que sabía, incluso, que Natacha era totalmente inocente y que sólo deseaba proteger la vida de su padre. Como la chica, a la muerte de su padre, sería la única heredera, les había prometido a los revolucionarios darles toda su fortuna, a cambio de que respetaran la vida de su padre. “Ella, estaba dispuesta a sacrificar todas sus riquezas, a cambio de que los revolucionarios no mataran a su padre, señor”, le dijo al zar, quien, muy conmovido, le preguntó que si, entonces, ella tendría que darles su fortuna.
Al afirmar Rouletabille que era una posibilidad, el zar exclamó que “No, no, mis enemigos no se rendirán ni con esa fortuna”. “Pero el progreso, señor, ése sí puede desarmarlos”, le replicó Rouletabille, implícitamente dando a entender que eran necesarios cambios en el régimen, para que los revolucionarios se calmaran (como así se dieron al final del movimiento con el Manifiesto de Octubre y la nueva constitución que se promulgó en 1907. Ver: https://en.wikipedia.org/wiki/1905_Russian_Revolution).
“De todos modos, señor, faltan muchos años para que el general Feodorovitch muera naturalmente y Natacha herede su fortuna. Para entonces, las cosas habrán cambiado, ¿no cree?”, le plantea el repórter.
Su narración es confirmada cuando la misma Matrena confiesa que, en efecto, había urdido el plan para que el general y ella resultaran envenenados durante el desayuno, como dije, para que Rouletabille no dudara ya de la complicidad de Natacha con los revolucionarios, en los intentos de matar a su padre.
Natacha es liberada y Rouletabille, regresa a París.
Y así es resuelto el misterio, con una adicional crítica al represivo régimen zarista de esos años.
Muy buena y sutil forma de criticar y de sugerir necesarios cambios en la Rusia de entonces.
De todos modos, una revolución, ésa, sí, victoriosa, tomó lugar años más tarde, en 1917, cuando los bolcheviques derrotaron totalmente al sistema zarista y fundaron la URSS, en 1921, la que desapareció 69 años después, sucumbiendo ante el capitalismo salvaje.
De nada valió el trabajo de los revolucionarios de 1917.
Así que sólo las obras culturales y artísticas, perduran para siempre, como la literatura de Leroux.
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