viernes, 21 de julio de 2023

Los tramposos seguros bancarios

 

Los tramposos seguros bancarios

Por Adán Salgado Andrade

 

“Nunca hagas amistad con quien te preste un servicio”, me han recomendado.

Nada más cierto en el caso de los contratos bancarios, los seguros, en especial, que los así llamados “ejecutivos” de los bancos, muy hábilmente, logran colocar entre ingenuos clientes, así, como yo.

El banco en cuestión es el HSBC, en el que tengo mis ahorros desde que era Bital, el desaparecido Banco Internacional (que en ese entonces, los 1990’s, presumía que tenía sucursales por todas partes).

Desde hace unos cuatro años, antes de la pandemia, establecí una aparente “buena amistad”, con uno de los ejecutivos de la sucursal Aeropuerto de ese banco.

De hecho, mostró tanta familiaridad conmigo, que desde el inicio me comenzó a tutear, lo cual me inspiró más confianza, más cercanía.

Pero toda esa aparente amistad y amabilidad, tienen un objetivo, como expondré.

“Los bancos deben de vender sus productos”, me dijo desde el principio al que llamé Roberto, en un artículo anterior. Justamente en función de los “productos” que vendan – préstamos, tarjetas, hipotecas, seguros, manejo de nóminas y otros –, es que obtienen ingresos. Y de eso depende que una sucursal se mantenga. “Si no rinde o no vende, se cierra”, me dijo Roberto en esa ocasión. Y es en donde, ya comprobé, tanta amabilidad, surte efecto (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2022/08/conversando-con-un-ejecutivo-bancario.html).

En dos ocasiones, caí redondo en el hábil manejo que Roberto hizo para que accediera a comprar un seguro bancario.

En el primero, por allí del 2019, me vendió uno que sería por un año, con un descuento mensual de casi 1,800 pesos, descontados automáticamente de mi cuenta de débito, en una fecha señalada, en la que hicieron el contrato.

Me animé porque Roberto me aseguró que “en cualquier momento puedes cancelar”.

Con esa seguridad, firmé todas las hojas, por triplicado, que eran el contrato. Y porque al final del periodo, podía tener una pírrica ganancia, algo mayor a la inversión en plazo fijo que nunca he movido (son 120 mil pesos, que dan algo así como seiscientos pesos cada tres meses. Ah, pero cuando se le debe al banco, se aplica una tasa de 40 por ciento o más anual, que pronto infla los préstamos dos o tres veces más de lo que pidió el deudor, si no se pagan tales intereses).

Por varias razones, la principal, que me desbalanceaba de la cuenta de débito el que estuvieran haciendo ese descuento mensual, y yo acostumbraba a llevar con cierta precisión mi saldo, decidí cancelar el seguro.

Yo lo quise hacer desde el quinto mes, pero Roberto me aseguró que si me esperaba hasta el noveno, no tendría problema. Así lo hice.

Cuando ya llegó el noveno mes,  ¡comprendí el porqué actúan tan amables los ejecutivos bancarios, como Roberto!

A la hora de cancelar, me comunicó con uno de los “asesores” telefónicos, quien me hizo varias preguntas de porqué quería cancelar. Ya le dije que me era oneroso y tenía otros gastos, pero insistió. Cuando, finalmente, no pudo convencerme de seguir con ese “seguro”, me dio el sablazo, como se dice coloquialmente. “Pues entonces, el banco lo penalizará porque usted está rompiendo el contrato”, soltó de golpe.

Ya vino lo de la penalización y yo, mirando a Roberto, tapando la bocina del teléfono y preguntándole que porqué me penalizaban, si él me había dicho que no, poniendo cara de aparente consternación…

Y así fue. Le dije al “asesor” telefónico que, ni hablar, me resignaba y que prefería perder dinero a que me siguieran descontando por un seguro que, en realidad, ni necesitaba (la UNAM, nos tiene un seguro de vida, que nos descuenta por nómina, pero muy poco).

De los $18,000 pesos que había reunido, me “penalizaron” alrededor de cinco mil, casi el 30%. El banco no perdió nada, ni tuvo que desembolsar dinero alguno, en caso de que se hubiera necesitado pagar la cantidad “asegurada” (algo así como $300 mil pesos). Ganó perfectamente bien cinco mil pesos y yo fui el perdedor.

Roberto, seguía con su cara de apesadumbrado, de que yo-no-sabía. “No te preocupes, Roberto, no sabías”. ¡Pero por supuesto que debió de saberlo! Ellos, los ejecutivos, reciben una comisión por cada “producto” que vendan.

Vuelvo a repetir, si acepté ese “seguro”, fue la afabilidad con que Roberto me trataba y la forma en que me lo ofreció, destacando las supuestas “bondades” y, sobre todo, que podría cancelar en cuanto quisiera

Obviamente, no fue así.

Y debí de haber aprendido la lección.

Pero no, caí redondo una segunda vez.

El año pasado, 2022, también, hablándome muy bonito, me ofreció otro seguro. Esta vez, aprovechando, me dijo, que tenía dos inversiones a plazo y “para que te den más dinero”, me enredó con uno que era a tres años de plazo y que “te da mucho más dinero”.

Ustedes dirán que cómo caí nuevamente, pero creí en la “buena fe” de Roberto, de que, en efecto, obtendría algo más de dinero, pues “ya ves que en el plazo fijo te dan muy poco”. ¡Ah!, pero como ahora sí me súper aseguró que al año podría cancelar, sin problemas, me enredó. Y como estaba en UDI’s (unidades de inversión, que tienen una valuación diaria), todavía me pareció más atractivo el plan-(engaño).

He tenido una serie de gastos de salud porque mi pareja tiene una rara condición, por la cual su familia y quien estas líneas escribe, hemos debido desembolsar fuertes sumas (para nuestro nivel, son fuertes, más de $200 mil pesos en cinco meses), así que he estado disponiendo de mis ahorros.

Confiado en que al año podía cancelar el seguro, que contraté el 25 de julio del 2022, hace unos días, me dispuse a hacerlo.

Y fue cuando, de nuevo, comprendí que el entrenamiento que les dan a los ejecutivos es muy efectivo. Seguramente les han de decir que sean amables, amigables, con tal de que vendan sus seguros y los otros productos a urgidos o ingenuos clientes.

Resultó que no podía cancelar, pues el seguro se iba a renovar en automático. Y como era anual, tomarían otros $75 mil pesos de mi otra cuenta de plazo fijo. Nada de eso, por supuesto, me explicó Roberto. Son como las letras “chiquitas”, que seguramente deben de venir en el contrato, pero confiando “ciegamente” en alguien que dice ser tu amigo, no se toma uno la molestia de leer, al momento de firmar por triplicado varias hojas. Yo lo llamaría saturación de papeleo.

Para no ser onerosa la narración, sólo les diré que tuve que convertir el seguro de anual a mensual. Y el 25 de julio que vence, me habrán descontado de mi cuenta de débito algo así como siete mil pesos, para que pueda hacer la cancelación, pero también con penalización, del 15 por ciento.

Eso implicará que me regresarán unos 65 mil pesos de los 75 mil iniciales, más los 7 mil que del mes adicional que pagaré, que tampoco me devolverán.

Roberto, como la vez anterior, mostraba aparente rostro apesadumbrado. Aparente, pues seguramente es algo a  lo que ya está acostumbrado, a que la gente quiera deshacerse de inútiles, onerosos “seguros de vida” que nos la quitan con sus leoninas condiciones.

En este caso, fue dinero mío el que perdí.

Es peor cuando piden un préstamo bancario. Igualmente, los ejecutivos bancarios insisten, se esmeran en ser muy amables, en que la gente acepte esos préstamos, cuyas leoninas, abusivas condiciones ocasionan que, en muchos casos, si el cliente tiene su nómina con tal banco, le sea deducida completamente. Eso lleva a que tal persona se endeude en otro lado, para, al menos comer, lo que incrementa más sus adeudos y lo lleva a un círculo vicioso que complica más y más su existencia. En algunos casos, lo pierde todo, pues los bancos embargan sus bienes, sean autos, casas, negocios… con tal de cobrarse esas infladas deudas. Algunos, hasta se suicidan, pues ya no pueden con esas deudas.

Abundan las quejas por contratos abusivos y cobros no reconocidos (ver: https://www.jornada.com.mx/2023/07/19/economia/023n1eco).

Así que no se dejen llevar por la excesiva amabilidad de esos ejecutivos, ni por sus engañosos contratos, sobre todo, de seguros.

No ganarán dinero, sólo lo perderán, como me sucedió.

 

Contacto: studillac@hotmail.com