Se debe rescatar una isla, que fue instalación militar, como santuario para aves y tortugas
Por Adán Salgado Andrade
El rescate de los sitios en donde las aves marinas y otras especies, como tortugas, anidan y habitan intermitentemente, son muy importantes, pues ayudan tanto a las cadenas tróficas, así como para absorber el CO2 que está cubriendo a la tropósfera planetaria y calentando rápidamente al planeta. El guano de las aves, por ejemplo, fertiliza a los pastos y algas marinas, los que absorben mucho más de ese gas, que el equivalente en superficie a un bosque. Además, como dije, de esos restos, se alimenta el plancton, que es el iniciador de la cadena trófica, o sea, de éste, se alimentan especies más grandes, de las que, a su vez, se alimentan otras y así (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2023/06/se-deben-de-restablecer-las-poblaciones.html).
Varios de esos sitios, generalmente islas, se han logrado rescatar, pero hay algunos que por negligencia burocrática, no se ha hecho. Es el caso de la isla Tern, del archipiélago de las Hawái. Estas islas se las adjudicaron por la fuerza miliar los países colonialistas. Primero fueron los ingleses, en 1779. Luego, en 1893, Estados Unidos, finalmente, tras derrocar a la legítima monarquía, las declaró territorio estadounidense. Desde entonces, son parte suya (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Hawaii).
La isla Tern, localizada a 790 kilómetros de Oahu, es, más bien, un pequeño islote de 10.52 hectáreas, que el ejército estadounidense utilizó como base aérea durante la segunda guerra mundial. A pesar de que era evidentemente una zona en donde especies marinas, como tortugas y otras, además de distintas clases de aves, desovaban o, como señalé, habitaban temporalmente, en 1942, la isla fue modificada, dragando arena y corales, para ampliarla y construir una pista aérea para que aterrizaran aviones militares durante operaciones contra los japoneses (le dieron forma de portaaviones). Para que no se erosionara, se colocaron pilotes de acero y diques rodeándola (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Tern_Island_(Hawaii)).
Esos diques se han ido degradando con los años. Igualmente lo que se usaba entonces, como generadores eléctricos y restos de los edificios que se mantuvieron allí, que fueron destruidos, primero, en 1969, por un tsunami y luego, en el 2012, que la dejó inhabitable.
Las especies animales que iban a desovar allí, casi se extinguieron, pero a pesar de lo ruinosa que quedó tal isla, se han ido recuperando poco a poco, pero no por la acción del hombre, que las haya ayudado, sino por sí mismas. Pero enfrentan muchos problemas. Uno de ellos, son los mencionados diques y pilotes de acero que ofrecen peligros para las tortugas, que muchas veces quedan atorados entre ellos y mueren. Además, la isla se erosiona.
El artículo “La solitaria batalla para salvar a especies en una pequeña parte de tierra en el Pacífico”, escrito por el biólogo Joe Spring, publicado por la revista Smithsoniana, analiza esa grave situación. “Mientras la isla Tern, una antigua estación militar en el archipiélago hawaiano se erosiona y daña a tortugas, pájaros, focas y más especies, los científicos se preguntan qué sigue”, anota inicialmente Spring (ver: https://www.smithsonianmag.com/science-nature/what-should-happen-to-tern-island-180982490/).
Acompañan el artículo varias fotos de distintas clases de aves y tortugas que desovan y/o viven en esa pequeña isla. Algunas, muertas, por haber quedado atrapadas o entre los corroídos, oxidados pilotes de acero.
Desde el 2002, dice Spring, varios grupos de biólogos han pasado años en esa isla, muy hostil para humanos, pues carece de todo, excepto por algunas pocas instalaciones que el USFWS (Servicio de pesca y vida silvestre de Estados Unidos, por sus siglas en inglés), ha mantenido para que se realicen tales investigaciones, nada formal, algunas tiendas de campaña, generadores eléctricos y equipos de comunicación. “Los biólogos e investigadores que estudian a tortugas y aves, la pasan muy difícil”, dice Spring.
De hecho, inicia comentando cómo una bióloga, Lindsay Bull, en julio del 2021, luego de extenuantes jornadas de trabajo de 17 horas diarias, se colapsó. Tuvieron que transportarla a la isla de Kauai, a tres días de distancia en bote, para que recibiera tratamiento médico. “Usted se sobrepasó”, le dijo el doctor que la atendió.
Eso le recordó a Spring el trabajo que realizó allí en el 2003, cuando fue asignado por el USFWS y la Administración Nacional Atmosférica y Oceánica (NOAA, por sus siglas en inglés) para estudiar la fauna del lugar.
Llegó a Tern, en donde aprendió de otros biólogos cómo investigar y hacer sus registros, pero la isla a la que más se dedicó a investigar era la East, que en esos años, todavía existía, pero que en octubre del 2018, casi fuer borrada del mapa por el huracán Walaka, un monstruo categoría 4, que sólo dejó algunas tiras de tierra, quedando la mayor parte sumergida para siempre. Ese islote ya experimentó lo que va a pasar con muchas islas, que con la elevación del mar por el grave calentamiento global, quedarán sumergidas parcial o totalmente.
Al igual que Bull, en ese entonces, Spring recorría varios kilómetros al día la isla East, cerca de Tern, en donde daba fe de las tortugas que fueran a las playas de ese sitio a desovar o las rescataba si se atoraban. Eso, por los restos de redes y otra basura que se acumula ya desde hace años en esos sitios que, a pesar de estar tan remotos, son invadidos por todo tipo de desperdicios, sobre todo, los contaminantes plásticos y microplásticos, a los que Spring se refiere. “También les quitaba ganchos de pesca que se les enterraban en sus patas”.
Lo que Spring notó en esos meses fue que, en efecto, aves y tortugas, además de focas y tiburones, habían logrado reponer en algo sus números y ya acudían más regularmente y en creciente cantidad a East y a Tern a desovar. “Desgraciadamente, me encontraba a algunas tortugas muertas, pues se habían atorado con alguna vieja red o entre tubos y habían perecido por asfixia o heridas”, dice.
A otras que se encontraba panza arriba, sí las lograba salvar. Pero era arduo el trabajo, pues tenía diariamente que caminar varios kilómetros, quince o más. Por otro lado, esas caminatas eran a partir de las siete de la noche y hasta las nueve de la mañana del siguiente día, porque “es en la noche cuando las tortugas llegan a la playa a desovar, así que el trabajo era nocturno. Y tratabas de dormir en la mañana, dentro de una tienda de campaña calurosa y pegajosa, rodeada de aves que gritaban y revoloteaban por encima, dejando caer su excremento sobre la tienda. No podías conciliar el sueño”.
Y lo que notó, entre otras cosas, que en Tern, los diques habían sido erosionados por los años, al igual que los pilotes. Algunas tortugas se atoraban al tratar de pasar por entre agujeros o tubos. “Lamentablemente, no podíamos rescatarlas siempre a todas y cuando las localizábamos, ya habían perecido”.
También, tanto desperdicio que había quedado de la antigua base y de las posteriores construcciones, destruidas por el tsunami y el huracán, ponían en peligro a tortugas y aves. “El Pentágono se lava las manos, con que ya no es de su jurisdicción dar mantenimiento a diques, ni limpiar la isla Tern, pues ahora la encargada es la USFWS, pero ésta, también se deslinda de la tarea. Menos de cien mil dólares al año se dedican para el cuidado de esa área natural tan necesaria para las especies”, señala Spring.
Tras cuatro años de estancia en Tern, Spring retornó en el 2012 a San Francisco, en donde vivía, para trabajar en una revista, Outside, y como periodista FreeLancer.
Regresó en el 2014, en donde siguió con el duro trabajo de caminar decenas de kilómetros por día, tomando notas, fotografías, contando a las tortugas que desovaban. “Era algo frenético, no paraba, dormía cuatro, cinco horas. Era una obsesiva actividad que casi me impedía dormir”. Lo que era un hecho es que sí se estaban incrementando las tortugas que desovaban en Tern y en East, un logró natural, que muestra que bajo condiciones adecuadas, sobre todo, que no se perturben esos sitios, las especies vuelven y se reponen.
Pero tanto desgaste se lo cobró su salud mental. Cuando regresó de nuevo a San Francisco, Spring se obsesionó con otras cosas, “como armas biológicas del gobierno que eran probadas en áreas remotas. Me enajené con teorías conspiracionistas y si se relacionaban con mi trabajo en Tern”. Fue a Nueva York, para continuar con sus pesquisas. Y allí fue en donde colapsó su salud mental, luego de que fuera a un museo e imaginara que lo estaban siguiendo. Saltó al East River y nadó hacia una isla, con todo y ropa. Cuando lo rescataron, le preguntaron que porqué lo había hecho. “Les dije que sólo quería nadar”. Lo llevaron a un psiquiátrico, en donde se la pasó un mes con terapias y drogas. Su familia lo visitaba. Lo atendió una amable enfermera en sus sesentas. “Su atención me ayudó mucho. Me contó historias que fueron una gran terapia para mí”.
Ya no regresó Spring a Tern, pero lo que ha averiguado es que cada vez es peor la degradación de la isla. En el 2020, el investigador Kevin O’Brien, quien formó una ONG para recabar fondos, aprovechando que por la pandemia Tern estaba libre de biólogos, llegó con un equipo de personas, buzos, trabajadores de la construcción y biólogos, para efectuar labores de remoción de estructuras peligrosas y escombros. “Ensancharon agujeros para que no se atoraran las tortugas, colocaron una valla, para que no pasaran por allí, pues era peligroso, cortaron madera vieja, cables, fibra de vidrio, viejos techos y restos de remolques de botes y otros desperdicios tirados por toda la isla. “Luego de diez días, reunieron casi 38 toneladas de basura de todo tipo, la empacaron y la sacaron de la isla para su adecuado manejo”.
Una foto muestra a los afanados trabajadores parados sobre las bolsas de desperdicios.
“Pero O’Brien reconoce que es una muy temporal solución. Limpiar por completo la isla, llevaría de dos a tres millones y construir toda la estructura necesaria para rehabilitar los diques, hacer rampas de arenas para las tortugas y que no se siga deshaciendo, decenas de millones más. Es dinero que nadie quiere aportar”, señala Spring.
Ah, pero Estados Unidos no ha dejado de dar “ayuda militar” a Ucrania, en su guerra contra Rusia, que ya parece más una batalla entre estadounidenses y rusos. Acaba de autorizar Biden un nuevo cargamento de 800 millones de dólares en tanques y bombas de fragmentación, prohibidas en todos los países, menos por Estados Unidos, Rusia y Ucrania. Muy oportuna excepción (ver: https://www.reuters.com/world/europe/us-announces-additional-800-million-military-aid-ukraine-2022-04-13/).
Debería el ejército de asumir esa responsabilidad, pues fue el que modificó antiecológicamente esa isla en el siglo pasado, como referí arriba, privando a especies animales de lo que debió de ser un santuario natural.
Dice Spring que la única esperanza para los investigadores que siguen estudiando el regreso de tortugas y aves es que su trabajo, sobre las degradantes condiciones de Tern, llame la atención de la sociedad mundial, de la necesidad para salvarla.
Ojalá y fuera así.
No lo creo.
Ah, pero cuando un gato callejero es “rescatado” y le buscan urgentemente a alguien que lo adopte, ahí, sí se movilizan.
Pero no son capaces de ayudar a tortugas y aves, para que se preserve el sitio en donde desovan desde hace siglos.
Es la indolencia humana, nefasta actitud impuesta y reforzada por el depredador y contaminante capitalismo salvaje.
Contacto: studillac@hotmail.com