Estudiante japonesa demandó a su profesor de arte por acoso, pero perdió demanda
Por Adán Salgado Andrade
El acoso sexual por parte de hombres con poder hacia mujeres, es una generalizada práctica en todo el mundo. Y muchas veces, por desgracia, se le da la preferencia al acosador, sobre todo si se trata de alguien con poder.
Aunque ya ha ido cambiando el panorama con los movimientos de mujeres que buscan que se les haga justicia. El “♯MeToo”, por ejemplo, ha logrado cambiar varias de esas prácticas prepotentes, que ya han llevado a la cárcel a depredadores sexuales como Harvey Weinstein, quien abusó sexualmente de muchas actrices que ya se atrevieron a denunciarlo (ver: https://edition.cnn.com/2023/02/23/entertainment/harvey-weinstein-sentencing-los-angeles/index.html).
Sin embargo en países tan desarrollados económicamente, como Japón, ese movimiento todavía no ha hecho justicia a chicas como Meiko Sano, estudiante universitaria que tuvo que soportar una relación de más de diez años con su profesor de historia del arte de la preparatoria, Michio Hayashi. Sano asegura que el hombre fue el que la forzó, pero cuando ella lo demandó, Hayashi siempre aseguró que había sido una relación “consensual” (lamentablemente, en los países árabes, como Irán o Afganistán, le situación de la mujer sigue siendo de total sometimiento a las autocracias machistas que dominan a esos países. Ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2022/09/una-chica-irani-revela-como-es-para-las.html).
La historia la comentan las reporteras Motoko Rich y Hikari Hida, en el artículo del New York Times, titulado “Ella dice que su profesor la hostigó sexualmente, pero la esposa de él, ganó dinero por daños”, en el que agregan que “un caso que involucró a una estudiante universitaria y a su profesor de historia del arte, ilustra la enredada dinámica del poder sexual en Japón” (ver: https://www.nytimes.com/2023/05/29/world/asia/japan-sexual-harassment-women.html).
De hecho, en Japón todavía la situación de la mujer, sobre todo, en las estructuras de poder es muy reducida. A pesar de ser un país muy adelantado tecnológica y económicamente, predominan los hombres en casi todo, sea trabajo, escuela, puestos gubernamentales. Sigue viéndose a la mujer como inferior. Por ejemplo, una de cada tres mujeres, todavía sufre discriminación laboral (ver: https://www.nippon.com/en/japan-data/h01698/).
Así que si eso se da en las contrataciones, imaginen lo que sucede hacia dentro de las escuelas.
Sano tenía 24 años cuando su profesor de historia del arte, Hayashi, de la Universidad Sophia, quien en ese entonces tenía 48 años, de acuerdo con Sano, la comenzó a hostigar sexualmente. “Yo acepté sus lances, más que nada porque no quería ver afectada mi actividad académica”. Fue la vez en que se dieron el primer beso.
Cuando ella, luego de diez años, se atrevió por fin a denunciarlo, los jueces cuestionaron el porqué de que Sano no lo hubiera hecho en ese entonces. Además, Hayashi, siempre ha sostenido que eso fue “consensual”. “Si la besé a la fuerza, ¿por qué no me denunció?”, alega Hayashi.
Sano, quien ahora tiene 38 años, insiste en que fue por miedo, pues Hayashi era un “muy respetable” profesor. En efecto, tipos así, como el mencionado Weinstein, se valen de su “probidad” e “importancia” para andar de depredadores sexuales.
En el caso de Hayashi, está casado con una mujer once años mayor que él, la señora Machiko, lo que, muy probablemente, lo haya llevado a buscar una relación con una chica joven.
De todos modos, a pesar de los temores de Sano, la relación continuó. Cuando ella entró a la universidad, tenían encuentros furtivos en hoteles, en donde él le “revisaba” sus ensayos, sus tareas de las materias de su carrera, le daba asesoría, y así. También hacían viajes al extranjero.
Y es lo que le critican sus detractores, que haya seguido con la relación. “Abusó de mí y me manipuló cuanto quiso”, sostiene Sano, ahora de 38 años.
Dicen las reporteras que “aunque el caso recibió poca cobertura en los medios informativos japoneses, sacudió a la comunidad académica y al mundo del arte, en donde, a diferencia de Estados Unidos, son pocas las universidades que prohíben las relaciones entre profesores y estudiantes. Al mismo tiempo, rígidas jerarquías de estatus y de edad, subsisten, lo que hace difícil para los subordinados, especialmente a las mujeres, decir no a sus superiores, afirman expertos”.
“Dentro de Japón, hay esta cultura de que todos deberíamos de llevarnos bien. Así que si le piden a una mujer que tenga sexo, podría darse cuenta de que es muy difícil decir que no”.
Sí, muy sexualizada, pero a la conveniencia machista la sociedad japonesa. La pornografía que manejan, por ejemplo, es muy agresiva, de varias filias, como escatología, bukkake (grupos de hombres que se masturban, depositan su semen en un recipiente y obligan a una sola mujer a deglutirlo), fornicaciones grupales y así, pero en las cuales, la mujer es el prominente objeto sexual.
Así que muy probablemente, ese “consenso social” de acceder a todo, haya llevado a Sano a guardar silencio todos esos diez años que duró la forzada relación.
Las dichas manipulaciones pudieron ser hasta amenazas. “Mira, Meiko, no te conviene que hables de esto con las autoridades. Yo siempre diré que fue consensual. Y tú perderías ante un profesor respetable como yo”, pudo haberle dicho varias veces, entre cordial y amenazador Hayashi.
Se valió el profesor-depredador de un mensaje, escrito en inglés, que le envió Sano, cuando todavía no salían juntos, en donde le agradecía su ayuda por su enseñanza. Le dijo “Muy querido profesor H”, seguido de su agradecimiento por su ayuda prestada y remataba con un “xox”, que significa besos y abrazos.
“Referirse a un profesor como ‘muy querido’, denota una familiaridad que no es normal. Por eso insisto en que fue consensual la relación”, declaró Hayashi en la corte, un tipo con cara de nerd, pelo canoso y anteojos, con cara de “yo no hago nada”, como puede verse en la foto de él que proporciona el artículo.
Además, como Sano pasó buena parte de su adolescencia en Inglaterra, le dijo al “profesor” que se sentía algo extraña en Japón y a sus costumbres. “Pero yo te entiendo” era lo que le decía Hayashi. Y ese “entendimiento” significó que la hiciera su amante forzadamente.
Ambos declararon que el “profesor”, desde la primera vez que estuvieron juntos, le había practicado sexo oral a Sano. “Yo le dije que no, que era muy pronto, pero él insistió, insistió, diciéndome que estaba ‘muy bien, muy bien’ y que no me preocupara”.
Un hombre de 48 años, casado, con experiencia sexual, bien pudo, en efecto, manipular a una chica de 24 años, inexperta. Pero es tan cobarde que ni siquiera acepta que la sedujo. Insiste en que fue “consensual”.
Y de todos modos, el mismo Hayashi reconoce que aunque fue “consensual”, prefirió mantener la relación en secreto. De haber sido consensual, se habría divorciado de su mujer y no habría citado en hoteles a Sano, pues no quería que se le involucrara con ella, es claro.
Sano dice que ella se comportó dócil porque no quería “ser ruda” con su “supervisor” (como señalé, el tipo le revisaba sus tareas y también la asesoró en su tesis). “Por eso, me aguanté, pues él tenía autoridad sobre mi futura carrera”, dijo a los jueces.
Y cada que trataba Sano de terminar con la relación, Hayashi le decía que estaba “paranoica y, además, nunca vas a encontrar a alguien que quiera salir contigo. Y si quieres, puedes demandarme por acoso sexual, pero estoy seguro que tú no eres esa clase de mujer”. Muy claras la amenazas y las manipulaciones. Sí, me imagino que la denigraba, la “convencía” de que era fea, tonta y cosas así, que emplean los machos manipuladores para mantener a chicas que valen mucho a su lado.
Pero el tipo negó todo eso. “No, no, ya les he dicho que fuimos dos adultos gozando de amor libre”, insistió en la corte.
“Sí, sé que fui muy tonta, muy ingenua, pude decir no y dejarlo, pero seguí”, declaró ella.
Fue hasta la primavera del 2018, en que Sano rompió con la relación, cuando trabajaba en una galería de arte. “Comenzó a revelarle a su familia lo que había sucedido. Se hacía cortadas en su cuerpo y hasta pensó en suicidarse. Shusaku Sano, su hermano mayor, comenta que su hermana le aseguró que Hayashi le había ‘lavado el cerebro’. ‘Me di cuenta de que, en verdad, ella estaba muy lastimada’, comenta”.
Luego de eso, Sano le confesó a la esposa de Hayashi, quien ahora tiene 74 años, la relación de ella con su esposo. “Pero ya Hayashi, lo había hecho, seguramente para no cargar con tanta culpa”, señalan las reporteras.
Lo peor es que la denuncia de Sano, se volvió contra ella, cuando la señora Machiko, la esposa, también demandó a su esposo, pero culpó a Sano de ser la principal instigadora de la relación. “Esa mujer tiene mucha culpa. Si le dio un beso, lo hubiera denunciado con las autoridades desde el inicio”, declaró. Hayashi tuvo que pagarle el equivalente a su mujer – o quizá ya ex mujer – el equivalente a veinte mil dólares, por adulterio.
A Sano, le tuvo que dar $9,800 dólares, “para responsabilizarse de su parte de culpa al tener una relación amorosa con ella, pero a partir de la denuncia de la esposa, no de la de ella”.
Y a Hayashi, lo despidieron, por conducta inapropiada.
“Desde entonces, no me siento bien, no puedo trabajar tiempo completo y me siento insegura. Pero estoy tratando de recuperar mi habilidad para decir no”, dice Sano, quien ha debido de tomar terapias por estrés postraumático.
Una foto de ella, la muestra con un rostro triste, atormentado.
Nadie puede juzgarla, decirle, “’¡Ay, que tonta, lo hubieras dejado y ya!”, pues sólo ella sabe, en efecto, por todo lo que pasó.
Y tuvo suerte de que ese macho no la haya matado, como hacen muchos.
Por desgracia, su caso sigue evidenciando lo desprotegida que está la mujer. Conozco de cerca un caso de una chica, Esmeralda, de 30 años, cuyo macho esposo la desatiende, no le da gasto, no se interesa de su frágil salud, ni la de sus hijos, se emborracha cada semana, la maltrata, destroza cosas en sus crisis de borracho y, encima, tiene una amante.
Ella acudió a la “fiscalía para la defensa de la mujer”, en Chalco, para iniciar el divorcio, en donde un imbécil “licenciado” casi le dijo, que “no me haga perder mi tiempo”, como me platicó Esmeralda, que le espetó ese burócrata inútil y machista también. “Creo que esperan que me mate, para que me atiendan”.
Así que esas nefastas instituciones, de nada sirven, sólo para gastar nuestros impuestos.
Le aconsejé que mejor la asesore un abogado, algo difícil, porque no tiene dinero, pero podría ser uno de esos que cobran hasta el final, cuando logren sacarle la pensión al “esposo” y una indemnización.
Esa es, pues, la triste realidad de la mujer en pleno siglo 21.
Por eso se entiende que muchas veces reaccionen tan violentamente, por siglos de humillaciones, maltratos, hostigamiento sexual, violaciones y asesinatos.
Sólo así les prestamos atención.
Contacto: studillac@hotmail.com