miércoles, 12 de julio de 2023

Los mortales viajes extremos de los ricos

 

Los mortales viajes extremos de los ricos

Por Adán Salgado Andrade

 

Los ricos y súper ricos son una especie de humanos insaciables. No se conforman con todo el dinero que poseen, siempre quieren más y compiten entre ellos por ver quién está en el primer lugar de los más acaudalados del planeta. Es una seria obsesión, que hasta les provoca enfermedades mentales (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2021/11/los-ricos-con-sus-envidias-y-problemas.html).

Y no se quedan atrás en su, también enfermiza, obsesión de hacer cosas distintas, retos, cosas casi imposibles, pues están muy “aburridos”. O se ponen a asesinar a personas, como hacían obscuros personajes como Jack el Destripador, que se rumora que era un lord inglés. En el documental “Bajo Juárez” (México, 2006), sobre las muchísimas mujeres asesinadas por esos años en Ciudad Juárez (lo siguen siendo, pero en ese entonces, a diario había varias asesinadas), una abogada afroestadounidense, sostenía la teoría de que eran juniors de dos familias ricas, que competían entre sí, para ver cuántas mujeres amanecían muertas en sus respectivos terrenos (ver: http://cinelatinoamericano.org/versionfp.aspx?cod=1853).

Así que siempre los ricos tratan desaburrirse como pueden.

Como con los viajes extremos. Unos, son al espacio exterior, ofrecidos por las compañías Blue Origin, del nefasto Jeff Bezos (Estados Unidos, 1964) (el explotador dueño de Amazon) y los de Virgin Galactic, de otro nefasto, el inglés Richard Branson (1950). Bezos cobrará $100,000 dólares por un viaje de diez minutos a la estratósfera, en tanto que Branson, ofreciendo un paquete algo mejor, cobrará $250,000 dólares, muy módicos, para quien se anime a cualquiera de los dos “paquetes turísticos espaciales”.

Pues bien, no se podían quedar atrás otros “emprendedores empresarios”. El ya fallecido empresario estadounidense Richard Stockton Rush (1962-2023), decidió convertirse en el “Blue Origin del mar”, como él mismo decía.

Y formó la compañía Oceangate en el 2009, que ofrecía “increíbles y espectaculares” viajes al fondo del mar. “Fabricó dos submarinos, el Cíclope y el Titán, y en el 2021, comenzó a ofrecer a turistas que pagaran $250,000 dólares, viajes para visitar los restos del Titanic” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/OceanGate).

Eso, seguramente lo copió del director estadounidense James Cameron (1954), quien años antes, en el 2001, contratando dos submarinos rusos para gran profundidad, visitó esos restos y hasta hizo un documental (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Ghosts_of_the_Abyss).

Pero el 18 de junio del 2023, con cinco tripulantes a bordo del Titán, este submarino, de forma cilíndrica, que había sido tan cuestionado por su diseño y materiales, hizo su último viaje, ni siquiera completo, al fondo del mar, para que aquellos cinco hombres contemplaran, eso creían, los restos del Titanic.

El artículo del New York Times, titulado “Un cubo de Rubik, calcetas gruesas y entusiasmada anticipación: las últimas horas del Titán”, firmado por John Branch y Christina Goldbaum, expone ése que sería el último viaje al fondo del mar. Y es por el que ya la empresa Oceangate cerró todas sus operaciones, pues uno de los fallecidos fue precisamente Rush, el fundador (ver: https://www.nytimes.com/2023/07/02/us/titan-submersible-passengers.html).

La tripulación estuvo compuesta por Shahzada Dawood, hombre de negocios de 48 años, perteneciente a una de las familias más acaudaladas de Pakistán, dueño de Engro Corporation, “un conglomerado de negocios establecido en la ciudad costera de Karachi, que tiene que ver con agricultura, energía y telecomunicaciones”. Se llevó a su hijo, Suleman. Años antes, habían querido hacer la expedición, pero como Suleman, apenas cumplió los 18 años, fue que le permitieron hacer el viaje hasta. Cada uno pagó la “módica” suma de $250,000 dólares.

Vean, los privilegios que se dan los ricos de cualquier país, en este caso, de Pakistán, con millones de pobres y recientes inundaciones que han agravado más la situación de esos pobres. En lugar de invertir en mejorar la situación de sus conciudadanos, Dawood prefirió pagar ese costoso y mortal viaje.

Los otros tripulantes eran Paul-Henri Nargeolet, de 77 años, “científico francés y autoridad global sobre el Titanic, quien trató de hacer su 38º viaje a los restos de ese barco. Hamish Harding, de 58 años, un ejecutivo de British Airlines. Y el propio Rush, quien era el que piloteaba el submarino”.

Otros millonarios se habían apuntado para el viaje, como Jay Bloom, inversionista en bienes raíces, junto con su hijo de 20 años, Sean, “pero no se arreglaron en el precio, además de que tenían otros compromisos y sus dudas sobre la seguridad del Titán”. Pues tuvieron buena suerte, porque habrían estado entre los fallecidos.

Rush no los llamaba turistas, sino “especialistas de misión” y les proporcionaban camisas y chaquetas con sus nombres y las banderas de su países bordados. “En la manga, había un distintivo cosido que decía ‘Tripulación de exploración e investigación del Titanic’ “, escriben los reporteros.

Costando $250,000 dólares el “viajecito”, tenían que apantallarlos con esos detalles.

Las recomendaciones eran de comer ligero un día antes, pues “en caso de necesitar orinar o evacuar, tendrían que hacerlo en botellas y en un ‘baño’, instalado detrás de unas cortinas, al fondo del submarino”.

No quiero imaginar si alguien defecaba, el olor desparramado de excremento, en esa pequeña nave, por la falta de ventilación, aunque, supuestamente, el oxigeno disponible podía durar hasta doce horas.

Los pakistaníes tuvieron contratiempos, pues perdieron un vuelo, pero, finalmente, lograron llegar a Terranova, en Canadá, desde donde un viejo rompehielos acondicionado, servía para transportar a todos los tripulantes hasta el sitio del océano atlántico, debajo del cual se encuentran los restos del Titán. Suleman llevaba su cubo de Rubik, para pasar el tiempo.

“Hubiera deseado que no hubiéramos llegado”, dijo Christine, la esposa de Dawood, llorando por el triste final de su hijo y su esposo. “Iban muy contentos, la verdad. Mi hija y yo nos despedimos de ellos, cuando los subieron a la lancha que los llevaría hasta el submarino, algo nerviosas, pero felices de que iban a hacer ese viaje que tanto habían estado ansiando”.

Llegaron al sitio, penetraron al submarino y un buzo apretó los tornillos de la compuerta.

Y hacia el fondo pretendieron ir.

Probablemente, de tantos viajes que había hecho el aparato, ya estarían dañados por la tremenda presión sus materiales, fibra de carbono y titanio. No sólo eso, sino que había tenido varias fallas que el mismo Rush había desdeñado. Incluso, en un caso, que falló el sistema para ascender a la superficie, declaró que no era “nada grave”.

Y el resultado de su irresponsabilidad, ahí está. El vehículo “implosionó”, es decir, no pudo resistir la presión del mar, incluso, ni siquiera debe de haber llegado hasta donde estaban los restos del Titanic, pues se calcula que fue en la primera hora con cuarenta y cinco minutos que debió de aplastarse. “Es como si a una lata de Coca-Cola la hubieran aplastado con un martillo, es la comparación que se hace”.

La muerte de los cinco fue instantánea. Quizá hayan escuchado antes unos crujidos, por la falla del casco, y luego todo se aplastó.

Se hallaron días después algunos de los restos del submarino, pues el “accidente” conmocionó a los medios mundiales y varios países, Estados Unidos entre ellos, dedicaron cientos de miles de dólares en la infructuosa búsqueda.   

Eso contrastó con el desdén que se tuvo por los 500 migrantes que también, por esos días, perecieron en un naufragio de una frágil embarcación griega que los llevaba a una “mejor vida”, de Libia a Italia, pero que, en lugar de eso, los condujo a su muerte (ver: https://www.euronews.com/2023/06/16/greek-coast-guard-defends-actions-as-up-to-500-migrants-feared-dead-in-shipwreck).

En ese caso, a nadie le importó la suerte de esos desdichados migrantes, a pesar de que se dieron señales de alarma para que los rescataran.

Varios de los comentarios del artículo que comento, señalan justo eso, que para los muertos del Titán, se han escrito muchos artículos, pero nada de los 500 fallecidos. Claro, no son millonarios.

Así que no es tan ventajoso el ser millonario.

Como ven, puede ser hasta mortal.

Contacto: studillac@hotmail.com