domingo, 4 de septiembre de 2022

Chica murió por negligencia médica en hospital de Inglaterra

 

Chica murió por negligencia médica en hospital de Inglaterra

Por Adán Salgado Andrade

 

En este sistema capitalista salvaje, todo es una mercancía. La salud, por ejemplo, lo es. Puede alguien estar enfermo, pero si no tiene dinero para medicinas o, peor, para una hospitalización, quizá hasta podría morir.

Y los servicios de salud públicos, casi en la mayoría de los países, son deficientes, como sucede en México, que hasta una fractura, puede ser problemático que se atienda, como pude comprobar personalmente hace algunos años (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2016/12/via-crucis-en-los-servicios-publicos-de.html).

Gran parte de los problemas son debidos a la falta real de compromiso del personal médico – no todos, claro –, sobre todo, de los hospitales públicos, acostumbrados a ese burocratismo de sólo “atender” a los pacientes, porque deben de hacerlo, no porque realmente les interese su salud. Hay una gran deshumanización en ese sector (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2009/03/los-deficientes-servicios-publicos.html).

Y por supuesto que muchas veces, hasta en los hospitales privados existe negligencia, pero esta se debe a que los “doctores” que allí trabajan, presionados por los dueños de los hospitales, “diagnostican” y “curan” enfermedades, que pueden ser curadas con medicamentos, con costosas operaciones, como cesáreas innecesarias, muy comunes en México (ver: https://www.nytimes.com/es/2017/08/28/espanol/america-latina/una-epidemia-de-cesareas-innecesarias-en-mexico.html).

Me han platicado de personas que ya habían muerto, pero que se les mantuvo con aparatos de vida artificial “vivas”, con tal de cobrar más costosos días de internamiento, el hospital privado en que se les atendió. Una evidente falta de ética, guiada por la mezquindad de ganar más.

Pero no sólo en México hay negligencia médica, sino en todos los países – hasta en los supuestamente “desarrollados” –, muchas veces por equivocados diagnósticos y una falta de profesionalismo, guiado éste por el mencionado, nefasto burocratismo. Y son problemas que llevan a muchos pacientes, incluso, a la muerte.

Es el caso expuesto por Merope Mills, editora de la revista sabatina de The Guardian, que gracias a su trabajo en este medio periodístico, pudo dar a conocer lo que pasó con su hija de 13 años, Martha, la que murió, justamente, por negligencia médica, malos diagnósticos y renuencia de “doctores” a corregirlos. Su artículo “Teníamos tanta confianza, pero fuimos unos tontos: cómo terribles errores de un hospital, ocasionaron la muerte de nuestra hija”, narra las dramáticas semanas en que su hija estuvo en un hospital, el King’s College, de Londres, en donde tanto Mills, como su esposo, pusieron a su hija en manos de supuestos “profesionales”, que no hicieron nada en días cruciales, para que se hubiera evitado la innecesaria muerte de Martha. Agrega Mills que “Martha tenía 13 años, con toda una vida por delante. Pero nuestra fe en los doctores, fue fatal. Esto es lo que hubiera yo deseado saber” (ver: https://www.theguardian.com/lifeandstyle/2022/sep/03/13-year-old-daughter-dead-in-five-weeks-hospital-mistakes).

Todo el problema lo ocasionó un accidente de bicicleta que Martha sufrió, cuando su madre, su padre, su hermana y ella, fueron a pasar un día de campo en una cabaña. Mills y Martha, rentaron bicicletas y salieron a dar un paseo por un sendero cercano. Martha resbaló en una parte que estaba arenosa y cayó. Se golpeó con los manubrios en el abdomen. De ello, le salió un moretón, que su madre supuso que no sería más que eso, un moretón y ya.

“Pero comenzó a sentirse mal, así que la llevamos a un hospital cercano. Allí, le hicieron unos análisis, le tomaron una radiografía y el doctor en turno, correctamente, diagnosticó daño pancreático, que resultó precisamente del golpe con los manubrios. Y aunque es delicado, no pone en riesgo la vida si es atendido correctamente”.

Como en ese sitio no tenían todos los medios para atenderla adecuadamente, Mills y su esposo,  Paul, decidieron llevarla al mencionado King.

Allí, narra cómo, desde el principio, tanto enfermeras y doctores, les dieron mucha confianza, que no tenían que preocuparse, que Martha estaría bien en unos días.

“Ese fue nuestro error, no preguntar qué le harían a Martha, en qué consistirían los tratamientos y cosas que, ahora, me arrepiento de no haber hecho.

Se muestra una foto inicial de Martha, una niña muy sonriente, descrita por Mills como inquieta, ávida de saber muchas cosas, siempre pensando qué estudiaría y que se casaría y tendría dos hijos. “No había tenido novio y se fue sin haber besado a un chico”, dice Mills, quien, a un año de la pérdida de Martha, todavía no se recupera.

Martha fue hospitalizada y doctores – a los que Mills no se refiere con sus nombres, sino con apodos, denotando su ineptitud, como el “profesor Camisa Muy Planchada” o el doctor “Equivocación –, le aseguraron que le darían medicamentos y hasta antibióticos y que “en 72 horas, Martha estaría bien”.

Insiste Mills en que el error de su esposo y ella, fue no haberse entrometido más en lo que irían a hacer los “doctores”.

Pasaron los días, y Martha empeoraba, pues los “doctores” no pasaban de hacerle las revisiones protocolarias. Incluso, el “profesor Camisa Muy Planchada, decía que todo estaba bien. No supuso que se necesitarían nuevos análisis cuando Martha comenzó a padecer una fiebre, náuseas y a generar una urticaria. Todo eso se produce cuando se está generando una sepsis, que es una infección generalizada en todo el cuerpo. “Si en ese momento, dicho doctor hubiera ordenado un mejor estudio y que, además, la trasladaran a la sala de terapia y cuidado intensivo, habrían usado mejores medicamentos y antibióticos para detener la infección. Pero ni en ese nivel, hicieron nada y yo, confiada a que una enfermera me dijo que ‘no se preocupe, señora, los doctores saben lo que hacen’, nada hice, tampoco. Fue el peor error que he cometido en mi vida”.

Fue hasta que Martha comenzó a beber mucha agua, por la infección, a tener intensa diarrea y a aumentarle la fiebre, cuando, finalmente, los “doctores” Camisa Muy Planchada y Equivocación ordenaron que la llevaran a la sala de terapia intensiva. Pero ya era demasiado tarde. Le colocaron una mascarilla de oxígeno y le metieron un tubo, para despejarle la garganta. “Todavía Martha tuvo la suficiente consciencia para decirme que ‘Esto, no está funcionando, mamá’, y fue lo último que le escuché, pues cayó en coma, del que no se recuperó”.

El hospital, no pasó de darle una “disculpa” y, sobretodo, no asumiendo responsabilidad alguna, listo para usar a su equipo legal, en caso de que Mills demandara, pues “habían hecho todo lo humanamente posible para salvar a su hija”.

“Mi hija, murió por algo que pudo haberse evitado, como sucede con unos 150 pacientes que mueren por negligencia médica, cada semana, en hospitales del sistema nacional de salud (NHS), de Inglaterra”.

Por ello, al final, Mills recomienda que no se cometan los errores que ella cometió, “siempre estén al pendiente, pregunten todo el tiempo, gogleen sobre los medicamentos y los tratamientos, no permitan que les mientan y, sobre todo, no se confíen, busquen segundas, terceras opiniones”.

Dice que, para buscar consuelo, imagina a Martha en un universo paralelo, en donde la chica sale bien del hospital, sigue con su vida, llega a la universidad, termina su carrera, se casa y la va a visitar con los dos hijos que esperaba tener.

Eso quisiéramos todos, cuando perdemos a un ser querido, sobre todo, cuando su muerte es tan inesperada, por negligencia médica, como la de Martha.

 

Contacto: studillac@hotmail.com