viernes, 8 de mayo de 2020

Un nonagenario acusado de un terrible asesinato, sólo por evidencia de smartwatch


Un nonagenario acusado de un terrible asesinato, sólo por evidencia de smartwatch
Por Adán Salgado Andrade

Actualmente, estamos viviendo un abuso tecnológico, pretendiendo que los avances en computación o robótica son infalibles, lo óptimo, para ejecutar cualquier tarea.
Eso ha llevado a una acentuación del aislamiento social, pues todo hay que hacerlo individualmente, usando las redes “sociales”. Trabaja, estudia, conversa… en línea, tú solo. Muy irónico eso.
Dicho problema se agudiza en eventos extremos, tal como en el caso de la “pandemia” del Covid-19, que, de inmediato, se crearon mecanismos para trabajar o estudiar a distancia, varios de ellos, fallidos, pues el factor de contacto social, tan importante entre las personas, quedó fuera. Sólo podíamos “interactuar” a través de una fría imagen, viendo al interlocutor o interlocutores a través de una pantalla.
Recientes estudios demuestran que si no tenemos contacto humano, tal como una caricia, un abrazo, un apretón de manos, una palmeada en el hombro, una conversación cara a cara… se comenzará a sufrir el síndrome llamado “hambre de piel” (skin hunger), que, entre otras cosas, ocasiona que el sistema inmune se debilite y permita que las infecciones lo ataquen más fácilmente y, por lo mismo, tarde en deshacerse de ellas o, simplemente, falle, y la persona muera (ver: https://www.wired.co.uk/article/skin-hunger-coronavirus-human-touch)  
Seguramente muchos de los que murieron por la pandemia, fue a causa del aislamiento, lo que debilitó severamente sus defensas.
En fin, el citado abuso tecnológico ha llegado a niveles de supuesta “seguridad”, que, incluso,  se toman como absolutos. Por ejemplo, la identificación de un sospechoso por su “huella genética” de ADN, que es un método que puede detectar a alguien que haya tocado un tubo o dejado su sudor en ropa, se considera a prueba de fallas. Aun así, ha habido personas que han sido acusadas falsamente porque, como tienen una huella genética muy fuerte (sudan mucho o tienen fuerte olor), tal huella ha aparecido en el lugar del crimen, aunque nada hayan tenido que ver con eso (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/07/la-no-muy-segura-prueba-criminalistica.html).
Como consecuencia, igualmente, se pretenden emplear dispositivos (gadgets), tales como celulares, smartwatchs, “asistentes” como los sistemas de videovigilancia Ring o Alexa, entre otras cosas, para “solucionar” crímenes. Muy probablemente, pudieran funcionar como “testigos”, por ejemplo, los videos recabados en las cámaras de vigilancia.
Un caso reciente de una mujer, asesinada con una flecha disparada a su pecho, pudiera solucionarse con el metraje que se obtenga de un dispositivo Alexa, operado por Amazon, para ver si, en efecto, fue un “misterioso accidente” o la asesinó su esposo, como creen los investigadores (ver: https://gizmodo.com/police-ask-alexa-whodunit-in-suspicious-death-case-1839568689).
Sin embargo, en otro incidente de homicidio, el empleo de la tecnología, resultó absurdo, considerando que el “acusado” era un hombre endeble, de 90 años, cuando “cometió” el “horrible” crimen. El artículo de la publicación tecnológica Wired “Un brutal asesinato, un testigo electrónico y un descartable sospechoso”, firmado por Lauren Smiley, da cuenta de ello  (ver: https://www.wired.com/story/telltale-heart-fitbit-murder/).
El acusado se llamaba Tony Aiello, un viudo nonagenario, que tenía un negocio de comida y vivía en San José, California. Tony se jactaba de que, aunque artrítico y diabético, tenía tanto entusiasmo por su existencia, que nadie le creía que tenía noventa años. Era muy alegre y a todo mundo caía bien.
A sus ochenta, Tony conoció a  Adele, viuda también, dos años menor que él. Se casaron y fueron a vivir a casa de Tony.
Adele tenía una hija, Karen, de 67 años, que vivía sola. Era técnica farmacéutica en el hospital San José. Tony tenía una hija, Annette, que también hablaba maravillas de él.
La vida de los dos viudos transcurría sin problemas. “Tony era muy amable, nunca peleábamos y quería mucho a Karen, como si fuera un padre para ella”, declara Adele.
Todo iba muy bien, hasta la tarde del 14 de septiembre del 2018, cuando dos investigadores se presentaron a la casa de Tony y Adele, informándoles que Karen había sido asesinada en el hogar de ella.
De quien menos tendrían que haber sospechado, era de Tony, como dije, un nonagenario bonachón, muy querido por los vecinos y sus clientes. Ni Adele, sospechó de él, cuando los investigadores comenzaron a incriminarlo.
El cadáver de Karen fue hallado sentado en una silla, sosteniendo un cuchillo, con el cuello degollado, dos veces, un horrible crimen, que sólo alguien muy malévolo pudo haber cometido.
El problema fue que las circunstancias que incriminaron a Tony fueron tanto su presencia física en el lugar, la tarde del crimen, así como una cámara Ring, que dio cuenta de su auto, estacionado afuera de la casa de su hijastra. Pero la que los investigadores consideraron como crucial, fue el reloj inteligente, smartwatch, operado por la empresa Fitbit, que Karen usaba para medir sus pasos y su ritmo cardiaco.
Esa tarde, Tony fue a verla, para dejarle una pizza. Lo hizo en su auto, un Toyota. Y el tiempo en que la cámara reportó que el auto estuvo estacionado fue desde las 3:12 hasta las 3:33. Los “relojes inteligentes” de Fitbit sirven para contar cuántos pasos da la gente al día, así como para medir sus pulsaciones. La empresa se jacta de que son muy exactos y no admiten fallas.
Bien, pues el smartwatch detectó que el corazón de Karen, había dejado de latir a las 3:28, hora en que se estableció su muerte, debida a la hemorragia ocasionada por el degollamiento. No hubo indagación forense. Sólo se basaron en lo que ese “reloj inteligente”, según, detectó.
Esa “prueba” fue la que el fiscal usó para acusar injustamente, como aseguraron sus abogados defensores y hasta su  misma esposa, a Tony.
No es creíble que un hombre de la tercera edad, con artritismo, 1.50 metros de estatura, afable, risueño y bondadoso, haya asesinado de forma tan artera a Karen.
Y eso fue lo que él siempre sostuvo, su inocencia, durante los duros interrogatorios a los que fue sometido, sin delicadeza alguna, sin mediar su avanzada edad.
Hubo, por desgracia, un detalle que sumó las “evidencias” en su contra. Fue el haber hallado, los investigadores, una playera con manchas de sangre, en el cesto de la ropa sucia, en su casa. Una vez examinada, dio positiva con el tipo de sangre de la occisa.
Ese detalle, no pudo explicarlo Tony. Ni tampoco, el por qué estaba su auto en la hora en que, según el smartwatch de Karen, indicó que su corazón se había detenido. De eso, Tony no pudo dar explicaciones coherentes. Sin embargo, los abogados defensores hicieron hincapié en que ya sufría lapsos de amnesia. Teorizaron que, quien fuera el que hubiera asesinado a Karen, pudo haber tenido en cuenta eso, la amnesia de Tony, de que ya, muchas veces, olvidaba cosas que había hecho algunas horas antes. Uno de los abogados dice que quizá Tony pudo haber llegado antes de que Karen muriera, de que el asesino la había estado golpeando y ella estaba sangrando, antes de que la degollara. Como Tony la abrazó, como siempre hacía, pudo haberse manchado con su sangre y, por eso, su playera estaba ensangrentada. Quizá, cuando llegó a su casa y vio manchada su playera, se la quitó y la echó al cesto de la ropa sucia, en automático, sin ponerse a pensar, al menos, de en dónde se la había ensuciado con sangre. Muy probablemente, ya hasta había olvidado que le había llevado pizza a Karen.
“De todos modos, las manchas de sangre, evidencian que no fueron provocadas por haber asesinado a alguien, sino, simplemente, por haber tenido contacto con alguien que estaba sangrando”, aclara uno de los abogados defensores.
Una prueba de que alguien estuvo con Karen esa tarde, la aportó un cigarro hallado en la cocina que, pruebas de ADN, mostraron que pertenecería a una persona asiática.
Por otro lado, el mismo Tony dijo que, ese mismo día, por la mañana, vio pasar el auto de Karen, frente a la casa de él, y que iba de acompañante una persona desconocida. Una cámara de una casa vecina, corroboró el dato.
Así que, muy seguramente, alguien que anda suelto, cometió el horrible asesinato.
Por eso, los abogados defensores, siempre insistieron en que la “investigación policiaca” estuvo llena de fallas.
La saña con que se acusó y castigó a Tony, fue infame. Lo encarcelaron durante varios meses. Su diabetes la controlaba, cuando era libre, con dieta. Allí, por la mala alimentación, tuvo que tomar medicamento. La depresión se apoderó de él, quien todo el tiempo insistió en que no había asesinado a Karen.
La fiscalía llegó al extremo de llevar a dos personas que acusaron a Tony, de que había “abusado sexualmente” de ellas, en los 1950’s, cuando eran niñas. Claro, cuando otras cosas fallan, la acusación  de acoso sexual es excelente.
La fiscal Victoria Robinson declaró que “Este es un caso de asesinato. Es un caso de asesinato brutal. Esta es una persona que ha ido al extremo de evadir culpabilidad, desde mentirles a los investigadores, fabricarles falsedades, para que duden de su culpa, hasta alterar la escena del crimen y, muy pobremente, cambiando esa escena del crimen”. Por lo visto, tenían que declararlo culpable a como diera lugar. ¿Qué o a quién escondían?
Por la fragilidad de su salud, los abogados defensores y Adele, pidieron que se le concediera prisión domiciliaria. El juez Edward Lee, que llevaba el caso, se negó, diciendo que “Creo que hay clara y convincente evidencia de que eso sería un serio riesgo para otras personas en nuestra comunidad”, por lo que Tony “seguiría encarcelado”.
No veo cómo ese pobre anciano, ya muy enfermo, habría sido una “amenaza” para la sociedad.
Su único error fue el haberle llevado una pizza a Karen, el día en que la asesinaron. Y que el “reloj inteligente” de ella, haya “atestiguado” que a las 3:28, fue la hora del crimen.
Varios testimonios de usuarios aseguran que esos dispositivos fallan y, muchas veces, indican, falsamente, que el corazón del usuario se detuvo.
Karen pudo haber sido asesinada mucho después, como aseguraban los abogados defensores, pero nada hay que lo demuestre.
Con esa “evidencia”, fue encarcelado el pobre Tony y tanto se deprimió y agravó su salud, que el 10 de septiembre del 2019, después de haber estado casi un año injustamente detenido, murió en el hospital, de paro cardiaco.
Y, como dije antes, el verdadero psicópata, asesino de Karen, sigue libre, haciendo de las suyas.
La “infalible” tecnología llevó a morir a la cárcel a un hombre inocente.
Mejor, llevémonos por nuestras corazonadas.