Un nonagenario acusado de un terrible
asesinato, sólo por evidencia de smartwatch
Por Adán Salgado Andrade
Actualmente, estamos
viviendo un abuso tecnológico, pretendiendo que los avances en computación o
robótica son infalibles, lo óptimo, para ejecutar cualquier tarea.
Eso ha llevado a una
acentuación del aislamiento social, pues todo hay que hacerlo individualmente, usando las redes “sociales”. Trabaja, estudia,
conversa… en línea, tú solo. Muy irónico
eso.
Dicho problema se agudiza
en eventos extremos, tal como en el caso de la “pandemia” del Covid-19, que, de
inmediato, se crearon mecanismos para trabajar o estudiar a distancia, varios
de ellos, fallidos, pues el factor de contacto social, tan importante entre las
personas, quedó fuera. Sólo podíamos “interactuar” a través de una fría imagen,
viendo al interlocutor o interlocutores a través de una pantalla.
Recientes estudios
demuestran que si no tenemos contacto humano, tal como una caricia, un abrazo,
un apretón de manos, una palmeada en el hombro, una conversación cara a cara…
se comenzará a sufrir el síndrome llamado “hambre de piel” (skin hunger), que,
entre otras cosas, ocasiona que el sistema inmune se debilite y permita que las
infecciones lo ataquen más fácilmente y, por lo mismo, tarde en deshacerse de
ellas o, simplemente, falle, y la persona muera (ver: https://www.wired.co.uk/article/skin-hunger-coronavirus-human-touch)
Seguramente muchos de
los que murieron por la pandemia, fue a causa del aislamiento, lo que debilitó
severamente sus defensas.
En fin, el citado abuso
tecnológico ha llegado a niveles de supuesta “seguridad”, que, incluso, se toman como absolutos. Por ejemplo, la
identificación de un sospechoso por su “huella genética” de ADN, que es un
método que puede detectar a alguien que haya tocado un tubo o dejado su sudor
en ropa, se considera a prueba de fallas.
Aun así, ha habido personas que han sido acusadas falsamente porque, como
tienen una huella genética muy fuerte (sudan mucho o tienen fuerte olor), tal
huella ha aparecido en el lugar del crimen, aunque nada hayan tenido que ver
con eso (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/07/la-no-muy-segura-prueba-criminalistica.html).
Como consecuencia,
igualmente, se pretenden emplear dispositivos (gadgets), tales como celulares, smartwatchs, “asistentes” como los
sistemas de videovigilancia Ring o
Alexa, entre otras cosas, para “solucionar” crímenes. Muy probablemente,
pudieran funcionar como “testigos”, por ejemplo, los videos recabados en las
cámaras de vigilancia.
Un caso reciente de una
mujer, asesinada con una flecha disparada a su pecho, pudiera solucionarse con
el metraje que se obtenga de un dispositivo Alexa, operado por Amazon, para ver
si, en efecto, fue un “misterioso accidente” o la asesinó su esposo, como creen
los investigadores (ver: https://gizmodo.com/police-ask-alexa-whodunit-in-suspicious-death-case-1839568689).
Sin embargo, en otro
incidente de homicidio, el empleo de la tecnología, resultó absurdo, considerando
que el “acusado” era un hombre endeble, de 90 años, cuando “cometió” el “horrible”
crimen. El artículo de la publicación tecnológica Wired “Un brutal asesinato,
un testigo electrónico y un descartable sospechoso”, firmado por Lauren Smiley,
da cuenta de ello (ver: https://www.wired.com/story/telltale-heart-fitbit-murder/).
El acusado se llamaba Tony
Aiello, un viudo nonagenario, que tenía un negocio de comida y vivía en San José,
California. Tony se jactaba de que, aunque artrítico y diabético, tenía tanto
entusiasmo por su existencia, que nadie le creía que tenía noventa años. Era
muy alegre y a todo mundo caía bien.
A sus ochenta, Tony
conoció a Adele, viuda también, dos años
menor que él. Se casaron y fueron a vivir a casa de Tony.
Adele tenía una hija,
Karen, de 67 años, que vivía sola. Era técnica farmacéutica en el hospital San
José. Tony tenía una hija, Annette, que también hablaba maravillas de él.
La vida de los dos
viudos transcurría sin problemas. “Tony era muy amable, nunca peleábamos y
quería mucho a Karen, como si fuera un padre para ella”, declara Adele.
Todo iba muy bien,
hasta la tarde del 14 de septiembre del 2018, cuando dos investigadores se
presentaron a la casa de Tony y Adele, informándoles que Karen había sido
asesinada en el hogar de ella.
De quien menos tendrían
que haber sospechado, era de Tony, como dije, un nonagenario bonachón, muy
querido por los vecinos y sus clientes. Ni Adele, sospechó de él, cuando los
investigadores comenzaron a incriminarlo.
El cadáver de Karen fue
hallado sentado en una silla, sosteniendo un cuchillo, con el cuello degollado,
dos veces, un horrible crimen, que sólo alguien muy malévolo pudo haber
cometido.
El problema fue que las
circunstancias que incriminaron a Tony fueron tanto su presencia física en el
lugar, la tarde del crimen, así como una cámara Ring, que dio cuenta de su
auto, estacionado afuera de la casa de su hijastra. Pero la que los
investigadores consideraron como crucial,
fue el reloj inteligente, smartwatch,
operado por la empresa Fitbit, que Karen usaba para medir sus pasos y su ritmo
cardiaco.
Esa tarde, Tony fue a
verla, para dejarle una pizza. Lo hizo en su auto, un Toyota. Y el tiempo en
que la cámara reportó que el auto estuvo estacionado fue desde las 3:12 hasta
las 3:33. Los “relojes inteligentes” de Fitbit sirven para contar cuántos pasos
da la gente al día, así como para medir sus pulsaciones. La empresa se jacta de
que son muy exactos y no admiten fallas.
Bien, pues el
smartwatch detectó que el corazón de Karen, había dejado de latir a las 3:28,
hora en que se estableció su muerte, debida a la hemorragia ocasionada por el
degollamiento. No hubo indagación forense. Sólo se basaron en lo que ese “reloj
inteligente”, según, detectó.
Esa “prueba” fue la que
el fiscal usó para acusar injustamente, como aseguraron sus abogados defensores
y hasta su misma esposa, a Tony.
No es creíble que un
hombre de la tercera edad, con artritismo, 1.50 metros de estatura, afable,
risueño y bondadoso, haya asesinado de forma tan artera a Karen.
Y eso fue lo que él
siempre sostuvo, su inocencia, durante los duros interrogatorios a los que fue
sometido, sin delicadeza alguna, sin mediar su avanzada edad.
Hubo, por desgracia, un
detalle que sumó las “evidencias” en su contra. Fue el haber hallado, los
investigadores, una playera con manchas de sangre, en el cesto de la ropa sucia,
en su casa. Una vez examinada, dio positiva con el tipo de sangre de la occisa.
Ese detalle, no pudo
explicarlo Tony. Ni tampoco, el por qué estaba su auto en la hora en que, según
el smartwatch de Karen, indicó que su corazón se había detenido. De eso, Tony
no pudo dar explicaciones coherentes. Sin embargo, los abogados defensores
hicieron hincapié en que ya sufría lapsos de amnesia. Teorizaron que, quien
fuera el que hubiera asesinado a Karen, pudo haber tenido en cuenta eso, la
amnesia de Tony, de que ya, muchas veces, olvidaba cosas que había hecho
algunas horas antes. Uno de los abogados dice que quizá Tony pudo haber llegado
antes de que Karen muriera, de que el asesino la había estado golpeando y ella
estaba sangrando, antes de que la degollara. Como Tony la abrazó, como siempre hacía,
pudo haberse manchado con su sangre y, por eso, su playera estaba ensangrentada.
Quizá, cuando llegó a su casa y vio manchada su playera, se la quitó y la echó
al cesto de la ropa sucia, en automático, sin ponerse a pensar, al menos, de en
dónde se la había ensuciado con sangre. Muy probablemente, ya hasta había
olvidado que le había llevado pizza a Karen.
“De todos modos, las manchas
de sangre, evidencian que no fueron provocadas por haber asesinado a alguien,
sino, simplemente, por haber tenido contacto con alguien que estaba sangrando”,
aclara uno de los abogados defensores.
Una prueba de que
alguien estuvo con Karen esa tarde, la aportó un cigarro hallado en la cocina
que, pruebas de ADN, mostraron que pertenecería a una persona asiática.
Por otro lado, el mismo
Tony dijo que, ese mismo día, por la mañana, vio pasar el auto de Karen, frente
a la casa de él, y que iba de acompañante una persona desconocida. Una cámara
de una casa vecina, corroboró el dato.
Así que, muy
seguramente, alguien que anda suelto, cometió el horrible asesinato.
Por eso, los abogados
defensores, siempre insistieron en que la “investigación policiaca” estuvo
llena de fallas.
La saña con que se acusó
y castigó a Tony, fue infame. Lo encarcelaron durante varios meses. Su diabetes
la controlaba, cuando era libre, con dieta. Allí, por la mala alimentación,
tuvo que tomar medicamento. La depresión se apoderó de él, quien todo el tiempo
insistió en que no había asesinado a Karen.
La fiscalía llegó al
extremo de llevar a dos personas que acusaron a Tony, de que había “abusado sexualmente”
de ellas, en los 1950’s, cuando eran niñas. Claro, cuando otras cosas fallan,
la acusación de acoso sexual es
excelente.
La fiscal Victoria
Robinson declaró que “Este es un caso de asesinato. Es un caso de asesinato
brutal. Esta es una persona que ha ido al extremo de evadir culpabilidad, desde
mentirles a los investigadores, fabricarles falsedades, para que duden de su
culpa, hasta alterar la escena del crimen y, muy pobremente, cambiando esa
escena del crimen”. Por lo visto, tenían que declararlo culpable a como diera
lugar. ¿Qué o a quién escondían?
Por la fragilidad de su
salud, los abogados defensores y Adele, pidieron que se le concediera prisión
domiciliaria. El juez Edward Lee, que llevaba el caso, se negó, diciendo que “Creo
que hay clara y convincente evidencia de que eso sería un serio riesgo para
otras personas en nuestra comunidad”, por lo que Tony “seguiría encarcelado”.
No veo cómo ese pobre
anciano, ya muy enfermo, habría sido una “amenaza” para la sociedad.
Su único error fue el
haberle llevado una pizza a Karen, el día en que la asesinaron. Y que el “reloj
inteligente” de ella, haya “atestiguado” que a las 3:28, fue la hora del crimen.
Varios testimonios de
usuarios aseguran que esos dispositivos fallan y, muchas veces, indican,
falsamente, que el corazón del usuario se detuvo.
Karen pudo haber sido
asesinada mucho después, como aseguraban los abogados defensores, pero nada hay
que lo demuestre.
Con esa “evidencia”,
fue encarcelado el pobre Tony y tanto se deprimió y agravó su salud, que el 10
de septiembre del 2019, después de haber estado casi un año injustamente
detenido, murió en el hospital, de paro cardiaco.
Y, como dije antes, el verdadero
psicópata, asesino de Karen, sigue libre, haciendo de las suyas.
La “infalible” tecnología
llevó a morir a la cárcel a un hombre inocente.
Mejor, llevémonos por
nuestras corazonadas.
Contacto: studillac@hotmail.com