Los invasivos, intimidatorios exámenes a distancia
por Adán Salgado Andrade
Las actividades a distancia, transmitidas por la red, desde antes de la pandemia, estaban en constante expansión, pero tuvieron mayor auge, justamente por la citada pandemia, la que, se dice, ha cambiado o irá cambiando muchas actividades sociales, sobre todo, las que requerían la presencia física para realizarse.
Obviamente, es algo que no puede ser tan radical, pero sí está aprovechándose para que surjan nuevas compañías que aprovechan esa, digamos, internetización de cuestiones que, hace unos años, antes de que el Internet surgiera, ni siquiera habríanse imaginado.
Es el caso de la educación a distancia, en donde, tanto estudiantes, así como profesores, emplean programas de conferencia en líneas, como el Zoom o las plataformas de Google o Facebook, para recibir, los primeros, e impartir, los segundos, las clases.
Por ejemplo, la UNAM, durante la pandemia, implementó clases en línea, las que, al final, casi 70% de estudiantes y profesores deploraron, por lo deficientemente que se impartieron, ya que la pedagogía para cursos así, no fue la adecuada en la mayoría de los casos (ver: https://www.jornada.com.mx/ultimas/sociedad/2020/04/30/el-67-3-de-estudiantes-de-la-unam-no-logra-adaptarse-a-clases-virtuales-9609.html).
Por ejemplo, no es posible sustituir clases prácticas (laboratorios, prácticas de campo, dudas, adecuada convivencia entre profesores y alumnos), con que sólo el profesor hable la mayoría del tiempo o chatee con sus estudiantes (escuché muchas quejas de estudiantes de que, casi todo el tiempo, esas “clases en línea”, fueron sólo de asignar demasiadas tareas).
Además, sobre todo, en este país, no todos los estudiantes cuentan con laptops, computadoras o Internet para acceder a la “educación a distancia” y es en lo que no se pusieron a pensar, tampoco, las instituciones educativas. Así que la precariedad tecnológica fue el segundo gran inconveniente.
Sin embargo, para muchas escuelas de varios países, son la panacea tales clases a distancia, instituyéndolas, incluso, en todos los niveles, desde preparatoria, hasta doctorados.
Me he enterado cómo funcionan, por ejemplo, doctorados de universidades españolas y no me parecen muy serios, ni que se aprenda gran cosa, pues tanto las “clases” son un cúmulo de lecturas, así como las tareas, que consisten en leer y hacer resúmenes o ensayos, de artículos o libros buscados en la red, nada muy complicado. Eso, sí, en comparación con esa deficiente enseñanza, las colegiaturas son elevadas, de cuatro mil o más pesos mensuales. Parecieran más un negocio, que la real impartición de un doctorado o maestría.
Pero con el sistema meritocrático que se nos ha impuesto, la gente busca tener más y más títulos, tan sólo por venderse, no vender lo que sabe, sino los títulos con los que está equipada, como si tales títulos le concedieran el non plus ultra, lo mejor de lo mejor, en educación. Por desgracia, tantos títulos y grados, la mayoría de las veces, no vuelven más preparada, ni mejor, a una persona.
Eso me recuerda una historia que mi padre me contaba, sobre dos licenciados, quienes siempre se encontraban en la calle, ya que sus oficinas se hallaban en dos edificios, los cuales estaban frente a frente. Uno de ellos, estaba titulado, pero era muy malo para los litigios. El otro, no se había logrado titular, pero era muy bueno. En cuanto se veían, el titulado le decía al otro, “¡Adiós, licenciado sin título!”, y el pasante le reviraba “¡Adiós, título sin licenciado!”.
Y yo creo que en muchos casos de la vida real, así corresponde.
En fin, volviendo a la educación a distancia, lógicamente han debido desarrollarse mecanismos en línea para realizar los exámenes, esos entes “pedagógicos” tan temidos por la mayoría de los estudiantes.
En un examen, el principal objetivo es que el estudiante demuestre que aprendió sobre el curso impartido. Debe, entonces, prepararse lo mejor posible y, durante la aplicación, no puede copiar, bajo ninguna circunstancia. Recordarán muchos de ustedes los famosos “acordeones”, pequeños papeles en donde se anotaban, por ejemplo, fórmulas o definiciones.
Ahora, ya con los celulares, sube la sofisticación, y éstos se usan para buscar rápidamente las preguntas que se hacen, en caso de que sea posible hacerlo. O se envían, por WhatsApp, las respuestas entre los examinados. Siempre hallan la forma de evadir la vigilancia.
Ahora, deben de enfrentar, los que estudian en línea, una nueva forma de evaluación a distancia, realizada por empresas cuyos empleados que aplican los exámenes, parecen más espías, que examinadores.
Esa situación de las empresas encargadas de aplicar a distancia exámenes, la presenta un artículo del portal informativo The Verge, titulado “Ansiedad examinadora: Cómo la vigilancia remota de exámenes está intimidando a los estudiantes”, firmado por Monica Chin (ver: https://www.theverge.com/2020/4/29/21232777/examity-remote-test-proctoring-online-class-education).
Comienza narrando el caso de Jackson Hayes, de la Universidad de Arizona, quien tenía programado un examen a las 11:30, desde su dormitorio, localizado en esa universidad. Lo primero que tuvo que hacer fue bajar e instalar la aplicación Zoom, para conferencias, que Hayes estaba renuente de realizar, por tantos problemas en que ha incurrido Zoom, sobre hackeos y otras cuestiones. Pero no le quedó más remedio que hacerlo.
El vigilante (proctor) le indicó que el lugar debía de estar libre de otras personas. El examen era sobre historia del cine ruso. Y la persona que se lo aplicó estaba al otro lado del planeta, pero, de eso, Hayes, ni idea tenía.
Lo del examen, que tenía que tomarlo bajo la acción de una empresa llamada “Examity Directions”, sí lo supo desde el principio del curso, de una serie de cláusulas que les dan a todos los estudiantes.
El vigilante, un hombre llamado Sharath, le pidió mostrarle su identificación y que le enviara fotos de la misma, del frente y del reverso. También, le pidió que girara su webcam 360 grados, con tal de ver el espacio en donde estaba y comprobar que no hubiera nadie más. Le pidió que diera un paso atrás de su escritorio, para que se lo mostrara, que no tuviera libros u otras ayudas. Tuvo que contestar preguntas sobre seguridad. El navegador Chrome, supuso que uno de esos campos era de la tarjeta de crédito de Hayes y la autollenó.
Sorprendido, el joven pregunto “¿Por qué carajos se mostró eso?”, pero el vigilante, imperturbable, siguió, pidiéndole que tecleara dos veces su nombre, lo cual hizo, con la finalidad de registrar sus datos biométricos y que coincidieran. Sobre esto, no creo que el nombre de una persona, a pesar de tantas y tantas veces que haya sido tecleado, siempre se teclee de la misma manera.
Lo peor fue que el vigilante le pidió accesar totalmente su computadora, para tener control pleno. Es decir, es un proceso que se entromete de lleno en la vida del estudiante que examina y en su computadora, teniendo a su merced toda su información.
Eso es lo que más temen los examinados, que Examity llegue a esos extremos, con tal de “garantizar” que el estudiante sea, realmente, la persona que afirma ser.
La universidad de Arizona es sólo una de las más de 500 escuelas que usan o han usado Examity. Dice Chin que “No es el único servicio de vigilancia que existe: otras escuelas emplean similares programas en vivo, como PrcotorU, servicios automatizados como Proctortrack o algoritmos que detectan plagios, como Turnitin.
Comenta que a vigilantes de Examity, desde que estalló la pandemia, les han incrementado mucho los exámenes aplicados y “el CEO de la compañía, Jim Holm, confirmó que algunos empleados hasta han tomado horas extras”, de lo cual, está muy agradecido, pues su trabajo durante la emergencia “ha sido vital”.
Como dije, las actividades en línea han tenido gran auge, como las ventas por línea, pedir comida por línea, dar clases en línea… o esos intimidatorios exámenes por línea.
Según pude revisar en el portal de la Universidad de Illinois, el costo más bajo, que es la autentificación del usuario, el nivel cero, cuesta $10 dólares. El nivel dos, con autentificación automática y vigilancia automática, 13 dólares, aplicando $7 por hora adicional. En el nivel dos, pero con autentificación en vivo, más grabación, más reseña del vigilante, $15 dólares, más $7 por hora adicional. Por último, la autentificación en vivo y el vigilante en vivo, como en el citado examen de Hayes, se cobran $17 dólares, más $7 por hora adicional. Y especifica que cancelaciones o cambios tendrán un cargo de $5 dólares. Si el estudiante no se presentara, de todos modos se cobrará el servicio. Todo por anticipado, muy seguramente pagado por los estudiantes previamente a la escuela (ver: https://www.uis.edu/colrs/teaching/technologies/examity-pricing-guide/).
Es decir, no pierde nada esa rígida empresa. Entonces, haciendo cuentas, si se aplican unos diez mil exámenes al día a distancia, la empresa ganará $170,000 dólares diarios. Suponiendo unos 300 días hábiles, obtendrá ingresos de por lo menos $51,000,000 de dólares anualmente, hablando muy conservadoramente.
“Examity es uno de los servicios de exámenes por línea que más han crecido. Empleados estiman que la compañía tenía unos diez vigilantes en el 2014, pero que ya empleaba varios cientos para finales del 2015 y ahora da trabajo a más de mil. La compañía dobló su tamaño entre el 2018 y el 2019 y fue nombrada la empresa de más rápido crecimiento de tecnología de punta en Estados Unidos por el indicador tecnológico de Deloitte, el Fast 500. Al principio del 2019, la compañía estimó que podría aplicar dos millones de exámenes, tan sólo en educación superior”, señala Chin.
Por eso, dice la articulista, se están multiplicando las empresas examinadoras, a pesar de todos los problemas, sobre todo de ciberseguridad, que eso conlleva.
Sin embargo, no han sido tan aceptadas, a pesar de su crecimiento. Por ejemplo, cita Chin que en el 2006, un grupo de estudiantes de la escuela preparatoria McLean en Virginia, juntaron 1190 firmas para que el plantel dejara de usar Turnitin, el programa que, supuestamente, evita plagios. “Es como si quisieran revisar a cada carro en el estacionamiento o a cada estudiante, para buscar si tiene drogas”, declaró uno de los firmantes, en su momento, al Washington Post.
Y eso que no estaban tan enfrentados, como ahora, a la manera tan estricta, tan intimidatoria y tan insegura – en cuanto a lo vulnerables que quedan las computadoras al tomar control total de ellas el vigilante – en que se realizan los exámenes.
Pero los administradores de la Universidad de Arizona, piensan que a los estudiantes, les tiene sin cuidado ese software. Claro, ni modo que digan que los aquéllos se incomodan.
Habrá, claro, algunos que no les importe.
Pero aquellos como Hayes, dicen que al usar Examity, es peor que hacerlo en el grupo, con el profesor presente. Señala Chin que “son vigilados muy de cerca por un extraño y en un lugar más privado que un salón. Platicando conmigo, los estudiantes describieron sus experiencias, como incontrolables, intrusivas, deficientes. ‘Básicamente, como si tuvieras a alguien sobre tus hombros, mirándote todo el tiempo’, me confió uno de ellos”.
Y eso es lo que los propios vigilantes dicen, que sólo los entrenan para cuidar que los estudiantes no hagan trampas. Dice uno de ellos, ex empleado de Examity, citado por Chin, que “cuidamos muy de cerca la cara del estudiante, para ver si hay algo sospechoso, como sospechosos movimientos de ojos o si el estudiante está tratando de pasar las preguntas a alguien fuera del cuarto”. ¡Huy, pues si esa es “alta tecnología”, del Fast 500, pareciera más que se trata de carcelarios, que de aplicadores de exámenes!
Además, por la contingencia, los vigilantes están siendo contratados al vapor, sin siquiera proporcionarles las supuestas ocho semanas de entrenamiento, a lo más, un mes. Muchos, son de otros países, como de la India, a quienes sólo se les exigen fluidas habilidades comunicativas. Claro, si sólo están para vigilar, como si fuera un peligroso criminal, al estudiante que examinen, no necesitan tanto entrenamiento.
Como dije, Examity se apodera de la computadora, lo que la deja vulnerable a hackers. Pero no se hace responsable, pues enfatiza que “La transmisión de su información a nuestro sitio está hecha bajo su propia responsabilidad”. O sea, cínica, la empresa no se responsabiliza si un hacker se apodera de los datos de la tarjeta de crédito u otra valiosa información del estudiante. Aunque se jacta la empresa de tener lo “último en sistemas de seguridad”.
Pero los hackers se han vuelto tan hábiles, que hasta “muy seguros” sistemas antihackeo burlan, como se ha visto en varias ocasiones. Eso sucedió en el 2017, cuando el muy destructivo WannaCry, un virus cibernético, deshabilitó los sistemas de cómputo de empresas y bancos por todo el mundo (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/12/las-muy-destructivas-ciberguerras.html).
El experto en seguridad cibernética Harold Li, vicepresidente de la empresa ExpressVPN piensa que los peligros en que incurre Examity, van más allá de meros “inconvenientes técnicos”. Dice que “es un grave problema de seguridad para los estudiantes, que se les imponga instalar un software de un tercero, el cual, no tienen la oportunidad de vetar, y que se le dé a un extraño, total acceso remoto de sus computadoras. Por lo menos, sienta un mal precedente y establece malos hábitos de seguridad”.
Tiene razón, pues por los citados ataques cibernéticos, sobre todo, los que invaden computadoras, corrompen sus archivos y las dejan inutilizadas completamente, podrían esos ataques invadir servidores de Examity y, desde esos, extraer información de las computadoras, o dañarlas, de miles de estudiantes.
Por otro lado, para estudiantes que no pueden disponer de un cuarto solo, es un problema ser examinados por esa empresa. Los que tienen hijos, dicen que es muy difícil hacerlos, pues viven en departamentos reducidos, con niños pequeños, que deben de cuidar casi todo el tiempo.
Además, los estudiantes buscan muchas formas de hacer trampas, aconsejando que se consulten las respuestas en celulares o que los nombres de los íconos de las computadoras se cambien por fórmulas… no termina la inventiva para hacer trampas, a pesar de la supuesta “gran seguridad” de Examity.
Por eso es que muchos profesores no acuden a ese sitio para hacer sus exámenes. La profesora Gabi Martorell, que imparte psicología en la Universidad Wesleyan, de Virginia, le dijo a Chin que “en mi experiencia, los estudiantes casi siempre buscarían una forma de hacer trampa, si quisieran. Yo, más bien, haría algo en lo que ellos no estuvieran tan inclinados a hacer trampa, como aplicar evaluaciones con libro abierto o trabajos, cuyas respuestas no fueran tan fácilmente halladas en Google”.
Por eso, en mi caso, como profesor de la UNAM, mis clases las hago activas, con dinámicas e investigaciones, eliminando los exámenes. Y eso es mucho mejor, pues los estudiantes, considero que realmente aprenden y no sólo memorizan, con tal de pasar una prueba.
De todos modos, Examity se atiene a que muchas universidades, no sólo de Estados Unidos, sino de otros países, abrazan sus exámenes a distancia, sin importar si haya problemas de seguridad o que los estudiantes se sientan intimidados.
Finalmente, hay que considerar que, tanto la educación, así como hacer exámenes a distancia, son simples negocios.
Y si los estudiantes aprendieron o no, al final de su carrera, y si pueden colocarse en un trabajo, eso será sólo su problema.
Contacto; studillac@hotmail.com