La potencial destrucción de la Polesia, el
Amazonas europeo
Por Adán Salgado Andrade
El capitalismo salvaje
ha impulsado, desde siempre, un depredador “progreso”, que en la práctica
destruye bosques, contamina o seca ríos, llena mares de basura de todo tipo,
lanza millones de toneladas de gases efecto invernadero cada año a la
atmósfera, deseca lagos… y otras barbaridades, que aceleran el cambio climático
y la desaparición de los recursos que quedan en el 50% del planeta, que todavía
se mantiene productivo, a pesar de tanto creciente daño (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/01/depredacion-ambiental-planetaria-accion.html).
Un nuevo intento por
llevar adelante el “progreso”, se pretende efectuar en la zona conocida como Polesia,
un área boscosa que abarca 18 millones de hectáreas, 180,000 km2,
que equivale a dos tercios del territorio de Inglaterra. Todo por imponer la construcción
de un canal pluvial que cruzaría toda la región, desde el puerto de Gdansk, en
Polonia, que bordea al mar Báltico, hasta el puerto de Kherson, en Ucrania, que
desemboca en el mar Negro. Sería el equivalente al Canal de Panamá o al Canal de
Suez, pero ocasionando peores consecuencias, como la destrucción de un área
selvática casi virgen, así como la reactivación de la radioactividad que ese
sitio absorbió, cuando en 1986, estalló el reactor nuclear de Chernóbil, pues
el 70% de la radiación, fue a dar a Bielorrusia. Eso expone el artículo “La
carrera por salvar Polesia, el secreto Amazonas de Europa”, firmado por Phoebe Weston
(ver: https://www.theguardian.com/world/2020/mar/06/the-race-to-save-polesia-europes-secret-amazon-aoe).
El proyecto, denominado
E40, pretende, como señalé, dragar cuatro ríos, dar una profundidad mínima de
2.50 metros a lo largo del trayecto, para que puedan navegar, sin contratiempos
embarcaciones de gran calado, uniendo a Bielorrusia con el Báltico, pues es uno
de los países que no tiene salida al mar.
La ruta, ni siquiera
está bien avalada por organizaciones ecológicas, pues alteraría brutalmente
zonas prístinas, comparables a una selva como la del Amazonas, de las únicas
que quedan en esa zona europea.
Tres países avalan el
proyecto, las dos ex repúblicas soviéticas Bielorrusia y Ucrania, así como
Polonia.
Antes de la contaminación
radioactiva de Chernóbil, ese denso bosque enriquecía los suelos de la región,
lo que los mantenía muy fértiles. Sin embargo, desde 1986 perdió esa capacidad
y ahora sólo ha servido para contener, entre sus tierras y los fondos de los
ríos que la cruzan, a los mortales gases y partículas radioactivos que se generaron
en ese irresponsable accidente, el cual, pudo haberse evitado, según
testimonios históricos, que han salido a la luz recientemente (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/05/chernobil-un-evitable-desastre.html).
Los ríos Dnieper,
Pripyat, Bug y Vistula, cruzan todo ese territorio, y conforman una longitud de
2000 kilómetros, que rapaces empresas, lideradas por la Dnieper-Bug Republican Unitary Maintenance and Construction Enterprise,
quieren convertir en el mencionado canal.
Los ambientalistas,
como Alexandre Vintchevski, fundador de APB-BirdLife de Bielorrusia, afirman
que es un proyecto que destruiría a Polesia. “Llamamos a E40 la muerte de
Polesia. Mataría totalmente el sur del país. Muy pocas personas saben que
tenemos nuestro mini Amazonas en Europa, que está amenazado por un canal, del que
nadie ha escuchado hablar”, afirma Vintchevski.
En efecto, ese absurdo
proyecto, sólo está “avalado” por obscuros organismos públicos y empresas que,
afirman, ya hicieron el estudio de “impacto ecológico” y aseguran que “todo
está muy bien, no hay peligro de que se remueva la contaminación radioactiva”. Pero
no hay evidencia de tal estudio. La Unión Europea estaba dispuesta a participar
en la inversión, pero como los estudios ambientales no han sido publicados, se
echó para atrás.
Y es que, además de ser
un contenedor radioactivo, la Polesia es un área natural protegida, por la gran
variedad de especies animales. Abundan varios tipos de pájaros, entre ellos,
águilas de varias familias, así como currucas. Más del 90% de todos los pájaros
de Bielorrusia, viven en Polesia.
Además, hay ecosistemas
únicos, que albergan robles y alisos negros. A pesar de haber sufrido tan letal
contaminación hace 34 años, Polesia se ha repuesto y, en sus entrañas, ha
estado conteniendo toda esa radioactividad.
Hay, a lo largo de la
ruta, algunas poblaciones, como Turov, que existe desde hace mil años. Hoy, viven
allí unas 3000 personas, muy aisladas del resto del mundo, aun mostrando signos
de su pasado soviético, como calles nombradas Lenin, estatuas de él y murales.
El parque nacional Pripyat
está en la región y es el hábitat de 256 especies de aves. Como bien dicen los
ambientalistas, es un pequeño Amazonas.
Pero también está amenazada
la zona por el calentamiento global, pues cada vez hay menos nieve, la que, al
derretirse, alimenta la corriente de los ríos aledaños. Y eso se nota, pues el nivel del agua en los ríos, está
dos metros por debajo de lo que debería de ser.
Aun así, todavía la
región logra capturar CO2, uno de los más abundantes gases que están
cambiando el clima. Pero si se construye el canal, Polesia perderá esa cualidad
y será emisor neto de ese gas. “De acuerdo a la organización ambientalista FZS,
si 50% de las turberas se convirtieran en bosques y 50%, en pastizales,
descargarían el mismo nivel de CO2 que uno o dos millones de autos producirían
en Inglaterra cada año”. Es decir, mejor dejen eso como está.
En cuanto a la
radiación, las personas que habitan cerca de la llamada “zona de exclusión” –
el área alrededor de Chernóbil que se desalojó de gente para siempre –, parecen
estar acostumbradas. En Kalinichy, en donde sólo viven 10 personas, Siarhel
Stasienok, policía retirado, afirma que ni se dio cuenta de cuando el reactor
explotó y que sólo lo supo días después. “Si hubiera pasado diez años antes, habríamos
estado encantados, pues luego del desastre hubo mucha inversión en el pueblo y
mejoraron muchas cosas”, comenta, nostálgico, recordando pasadas glorias de su comunidad,
hoy, casi olvidada y deshabitada.
Camino abajo de la casa
de Stasienok, hay un pueblo fantasma llamado Smalehu, tan contaminado, que todo
fue desalojado, envuelto en plástico y enterrado. Los que solían vivir allí,
sólo pueden regresar muertos y en un ataúd. Supongo que querrán volver al
pueblo donde nacieron.
Los ríos abundan en
represas construidas por castores, que abundan, junto con venados y lobos. Y en
sus fondos, como señalé, se resguardan mortales despojos radioactivos.
Por eso, el temor de
los ambientalistas y expertos de todo el mundo es de que, al dragar, toda esa
contenida radiación renazca y ocasione otra hecatombe ambiental, como la de
Chernóbil en su momento.
Sin embargo, el ya
añejo presidente de Bielorrusia Alexander Lukashenko (está en el cargo desde
1994), alaba el E40, pues “sería una importante salida al mar Negro para el
país”. En su miope visión, no se da cuenta del desastre ambiental y de salud
que hacer ese canal ocasionaría.
Lo bueno es que la
Unión Europea ya afirmó que no participará en la inversión del proyecto, que
costaría alrededor de 12,000 millones de euros ($13,160 millones de dólares),
que considera inútil. Además, el cambio climático, vuelve injustificados y no
económicos proyectos de construcción de canales.
Al no haber un apoyo
europeo, Polonia, Ucrania y Bielorrusia están pensando en hacer el proyecto por
“secciones individuales”. O sea, no les importa todo lo que los ambientalistas
y expertos dicen de que no debe de construirse. Hasta la Agencia Internacional
de Energía Nuclear, recomienda no hacerlo.
Pero quieren esos tres
países o, más bien, sus mafias en el poder, construir ese depredador,
antiecológico canal.
Quizá, cuando la gente
comience a morir, al ser removida la radiación del fondo de los ríos, por el
dragado, y de la tierra escarbada, se arrepentirán de no haber hecho caso a las
recomendaciones mundiales.
Revivirán al fantasma
de Chernóbil, atrapado allí.
Contacto: studillac@hotmail.com