viernes, 10 de noviembre de 2023

Cómo la vigilancia vecinal en barrio de San Francisco provocó un gran caos

 

Cómo la vigilancia vecinal en barrio de San Francisco provocó un gran caos

Por Adán Salgado Andrade

 

Vivimos en una época en donde estamos vigilados por todas partes. En internet, nos vigilan. Sitios como Google, que es casi el monopolio en la búsqueda, conoce varios de nuestros datos. Muchas aplicaciones, como las apps bancarias, requieren forzosamente de nuestra ubicación para funcionar. Las mafias en el poder usan softwares de reconocimiento facial para ejercer su autoritarismo, como en Irán, que son usados para identificar a mujeres que no porten el velo o lo usen mal y reprimirlas o hasta matarlas (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2023/08/los-mafiosos-en-el-poder-irani-siguen.html).

Hay cámaras de “vigilancia” por toda la ciudad, aunque es curioso que en muchos casos, ni así se capturan a los perpetradores de un crimen y más bien, sólo sirven para reprimir a manifestantes.

Y en ese frenesí por “vigilar”, ya hasta la gente coloca sus propias cámaras de vigilancia, pero cuando a muchos se les pide que si pueden proporcionar determinada grabación de un robo de auto, por ejemplo, resulta que la cámara “no estaba grabando” en ese momento (eso sucedió hace un tiempo cuando hubo un robo de autoparte enfrente de mi domicilio, que pedimos a los vecinos que viven cruzando la calle si nos podían proporcionar la grabación y dijeron “¡Ay, no estábamos grabando!”, siendo que en otras triviales ocasiones, muy oportunamente, salían con una grabación, como la de otra vecina que tiró a propósito una maceta con las que la calle se cierra para la circulación de autos, pues hace tiempo, un automovilista que circuló en sentido contrario, atropelló a un niño).

De todos modos, ahora, con esas cámaras de “seguridad”, todo mundo se siente vigilante. Lo peor es que ni siquiera esas grabaciones son convincentes y conducentes a identificar a un delincuente (normalmente, como las tomas son lejanas, no se ven rostros, por ejemplo, así que no sirven de mucho).

Justo algo así sucedió en un barrio de San Francisco, California, llamado Marina, cerca de la playa, en donde hay casas residenciales, junto a la cuales se han ido acumulando indigentes, los cuales ahora, gracias a los derechos humanos, tienen el derecho a estar en la calle, siempre y cuando conserven el orden y no acumulen basura. El artículo del portal Wired, titulado “Cómo la vigilancia vecinal, se comió a San Francisco”, firmado por Lauren Smiley, examina ese controversial caso. Nos introduce a su trabajo señalando que “Cuando un indigente atacó a un ex oficial público, el metraje de la agresión, se convirtió en un alarmante acontecimiento. Luego, vino otro video y otro y la historia dio un giro” (ver: https://www.wired.com/story/san-francisco-doom-loop-citizen-surveillance/).

Todo comenzó con un vecino, Don Carmignani, de unos 40 años, que fue agredido por un indigente de 24 años, Garret Doty, con un tubo que tenía una parte saliente en un extremo, de unos diez centímetros, con la que el tubo parecía una especie de martillo puntiagudo de mango largo, que sacó de un bote de basura (todo eso, consta en videos).

El video de esa agresión se muestra en el artículo, advirtiendo que el contendido es “grafico”. En efecto, tal video muestra a Doty, con una chamarra roja, encajonando a Carmignani en una esquina de un estacionamiento, asestándole varios tubazos, en la cabeza y cuerpo. El agredido, con chamarra azul, trata de desviar los golpes con sus manos, mientras avanza hacia la acera, gritando “¡Te vas a ir a la cárcel, hijo de la chingada!”, sin dejar de ser golpeado.

Justamente, ese fue el primer video que se mostró, cuando se llevó a juicio a Doty por agresión.

Un vecino que acudió al sitio, y que fue quien filmó aquel video, describió que Carmignani, estaba “empapado en sangre de su rostro”.

Por eso fue que la gente se conmocionó tanto, pues su barrio, antes de la llegada de los indigentes, tan “tranquilo” según ellos, por la irrupción de éstos, se “ha vuelto muy violento”. Patricia Vaughey, presidenta de los comerciantes y vecinos de Marina, citada por Smiley, vigila que no haya actividades ilegales, como venta de drogas, tomando fotos y videos con su celular. Y siempre ha sentido empatía por la gente en condición de calle, “pero últimamente, han llegado a extremos que no podemos soportar, como que tengan siempre lleno de basura los sitios en donde viven, además de que luego se ponen muy violentos. Le he dicho a la policía que necesitamos hacer algo, ¡pero no me han hecho caso!”. Ella fue de las primeras en escandalizarse por la agresión hacia su vecino Carmignani.

Doty vivía con otra pareja de indigentes, Ashley Buck, una chica, y Nate Roye, su novio. Los tres hicieron una gran amistad. JJ Smith, un auto declarado cronista del barrio (que documenta con fotos y videos acontecimientos del lugar, muchas veces terribles, como indigentes muertos por sobredosis, que sube a “X”, en donde tiene 19,000 seguidores), les ha ofrecido que si no desearían pasar la noche en un refugio, en donde tendrían comida caliente y cama. “No, la verdad es que me encanta la libertad que da la calle”, le ha respondido Buck, siempre que se los propone.

Smiley da todos estos antecedentes para contextualizar porqué la gente, en un principio, creyó que la agresión de Doty había sido irracional, extrema, producto de un tipo violento.

Pero entonces, como dice Smiley, aparecieron otros videos que fueron cambiando la percepción de las cosas. Resulta que distintas cámaras captaron videos de agresiones que Carmignani realizó contra varios indigentes, entre ellos, Doty, Buck y Roye.

En uno de esos videos, se ve cómo Carmignani (que sin duda es él), pasa junto a un indigente que está acostado en la banqueta. Al momento, Carmignani, saca una lata de gas pimienta y, fríamente, sin miramientos, imperturbable, la acciona y por varios segundos rocía el gas en la cara del pobre indigente, sorprendido y cegado por la repentina, agresiva acción. Se ve que se queda quejándose, mientras Carmignani, muy tranquilo, continúa caminando.

Carmignani, hijo de inmigrantes italianos, trabajó como oficial público de seguridad y ya tenía una demanda de hace diez años, por haber agredido a la que entonces era su esposa. Es de carácter violento.

Y estaba muy “encabronado” de que las autoridades hubieran permitido que tanto indigente se estableciera en Marina. Sobre todo, porque los septuagenarios padres de Carmignani, siempre “tenían miedo de salir de su casa, pues había indigentes que permanentemente estaban frente a la entrada de su domicilio, y les parecían violentos, que los pudieran agredir”. Según testigos, Carmignani les gritó una vez que se fueran o se “atuvieran a las consecuencias”. Esos indigentes eran Buck, Roye y Doty. Desde entonces, no dejó de hostigarlos y varias veces roció a Doty con el “gas contra osos”.

Y de allí, se autodeclaró vigilante del barrio, rociando con gas mostaza, cuantas veces podía, a indefensos indigentes que ni siquiera estaban frente a su casa.

Cuando fue agredido por Doty, estaba cegado por el gas que siempre portaba. Su versión fue que se accionó accidentalmente y le había llegado a los ojos, “pero la verdad es que, según el testigo que filmó la escena, había intentado rociar a Doty, pero como el viento estaba en contra, se le fue a los ojos, lo que aprovechó aquél para golpearlo varias veces”.

Roye, el amigo de Doty, dice que Carmignani “merecía la golpiza, pues fue irrespetuoso con su amigo”.

Y esas escenas adicionales, que han ayudado a aclarar lo que pasó antes del momento en que Doty comenzó a golpear a Carmignani, han cambiado mucho la opinión que muchos tenían de Carmignani, quien hasta antes de la agresión, se pensó que era una víctima inocente de un violento indigente.

Eso fue comprobado por Keligh Hathaway abogada que, en principio, tenía que defender a Carmignani. Su opinión sobre los hechos cambió cuando vio el video del hombre, mientras era subido a una ambulancia y que gritaba a su novia que “¡No vayas a decir nada de esto a ningún policía, a ninguno!”, muy enojado. “Yo pensé que era su carácter”, dice Hathaway.

Observando los videos de los ataques con gas a indigentes, aunque Carmignani porta cubrebocas, en uno del 2021, al calor de la pandemia, “yo me dije, ‘Dios mío, es él, es el agresor, un hombre de entre 40 y 50 años, robusto como oso, gorra de béisbol’”, declara la abogada.

Así que el fiscal que estaba defendiendo el caso de Carmignani, lo cambió, diciendo que ahora era contra él, por agredir a indigentes. Pero luego algunas personas abogaron a su favor, que si había actuado así, “era porque ni la policía, ni las autoridades, habían puesto bajo control a los indigentes”.

Así que, de  nuevo, el fiscal volteó el caso y consideró culpable a Doty.

En las confrontaciones que han tenido en el juzgado, Doty y Carmignani, éste, niega categórico que él sea la persona que aparece en videos, rociando la cara de indigentes con gas mostaza, pero una vecina, Dana, que ha sido testigo de una de las agresiones con ese gas, sin dudarlo dice que “es él, lo conozco bien”. Doty asegura que actuó en defensa propia, pues Carmignani fue el primero en tratar de agredirlo con el gas mostaza, “pero no hay grabaciones del momento previo, que comprueben lo que afirma Doty”, señala Smiley. Aunque otra vecina, que vio la escena desde el principio, atestiguó que Carmignani fue el agresor inicial.   

Hasta la jueza está segura de que “Carmignani miente, no es creíble que la lata de gas se haya activado accidentalmente. Él fue el agresor inicial”, sostiene.

Carmignani incluso ha fingido que la agresión lo dejó sin caminar, pues usa una andadera, cuando va a al juzgado, “pero algún vecino lo filmó saliendo de su casa, la de Carmignani, sosteniendo sólo un bastón”. Es evidente que quiere hacerse la víctima.

Pero, finalmente, eso muestra la mezquindad de persona que es, agrediendo, como si fueran perros callejeros, a pobres indigentes, cuyo único delito es ser inadaptados sociales que, por alguna circunstancia (traumática niñez, asalto sexual, padres golpeadores, problemas mentales, pobreza, violencia…), acabaron en la calle y quizá merezcan otra oportunidad. Durante la pandemia, algunos hasta fueron contratados para vigilar casas en venta (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/12/en-estados-unidos-contratan-indigentes.html).

Y son muy ingeniosos, con tal de sobrevivir, como la mujer que en 1817, se presentó en Bristol, Inglaterra, con facha total de pordiosera, pero que aseguraba provenir de una lejana isla en donde ella era la princesa Caraboo, aunque luego se supo su verdadera historia, que era de familia campesina muy pobre, de ese país, que había huido de su hogar y que había inventado lo de que era princesa, con tal de sobrevivir (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/08/la-indigente-que-se-hizo-pasar-por.html).

O la más reciente, de un indigente, Dominic Van Allen, también inglés, que vivió dos años en un bunker que se construyó, con sus propios medios, en lo más espeso de un parque público, en medio de Londres, hasta que la policía descubrió el lugar y lo demolió (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/08/la-indigente-que-se-hizo-pasar-por.html).

De todos modos, el juicio continúa, mientras Doty está detenido y Carmignani sigue fingiendo que quedó muy “mal herido”. A Buck y a Roye les mandaron que se alejaran más del barrio y ahora están cerca de la playa, en un lugar que dicen que “es más tranquilo”.

Un vecino que proporcionó también metraje, le dijo a Smiley que “estoy muy molesto porque ahora hasta me quieren demandar porque me rehúso a atestiguar. Y lo que captó mi cámara, ya hasta pasa en cadena nacional”.

Otra vecina, una mujer de 70 años, dice que “no es justo lo que le están haciendo a Carmignani, él sólo quiso defender a su madre, a los vecinos, en contra de la anarquía que hay en nuestra ciudad!”

Y así. Vaughey dice que se han seguido reportando incidentes, tanto de agresiones a indigentes, así como de éstos a algunos vecinos. “Me dijeron del caso de un indigente que agredió a un vecino de ochenta años, pero estoy viendo si alguien filmó o fotografió el incidente”, dice, entre molesta y tolerante. De todos modos dice la mujer que el barrio “es más seguro, gracias a la cooperación de los vecinos”.

Finalmente, concluye Smiley, “usted desea vigilar, pero termina siendo vigilado”.

“Todo se convierte en un círculo vicioso y nada es determinante, a pesar de que esté en una filmación”.

Muy cierta su conclusión.

Como señalé arriba, muchas veces, tantos videos grabados sólo están allí para alimentar el morbo de la gente, pero pocas veces o nunca se resuelve alguno de los delitos que se hayan filmado (y son frecuentes, por ejemplo, los que muestran “noticieros”, de agresiones o hasta asesinatos que se filmaron, con la previa advertencia de que “el contenido es gráfico”).

Con toda esa cuestionable “gran tecnología”, nos han vuelto indiferentes y ya ni reacciona la gente ante tanta “gráficas”, morbosas agresiones por tantos millones de fotos y videos de “violencia al instante” (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2021/03/videos-y-fotos-al-instante-nos-hacen.html).

En lugar de conmocionar esos violentos eventos, ya se han vuelto un simple espectáculo que satisface el morbo.

Pero, de todos modos, es un buen negocio para los fabricantes y vendedores de cámaras y equipos de seguridad. En el 2021, el mercado global de las CCTV, ascendió a $31,880 millones de dólares (mdd). Y para el 2029, se proyecta que crezca a $105,200 mdd (ver: https://www.fortunebusinessinsights.com/cctv-camera-market-107115).

Así que para ellos, la paranoia por “vigilar”, puede seguir creciendo.

Así que sigamos autovigilándonos.

Y satisfagamos el morbo de otros y el nuestro.

 

Contacto: studillac@hotmail.com