martes, 7 de noviembre de 2023

Los trabajadores que entrenan a la IA, reciben centavos de dólar

 

Los trabajadores que entrenan a la IA, reciben centavos de dólar

Por Adán salgado Andrade

 

La mal llamada Inteligencia Artificial, que no es ni inteligencia, ni artificial, sino programas de entrenamiento redundante, justo requiere que se le entrene para que pueda funcionar y dar resultados.

Es muy importante, en el caso de imágenes, con tal de que los resultados que proporcionen los programas “inteligentes” de búsquedas, de empresas como Amazon, Facebook, Google o Microsoft, no sean obscenos o pornográficos.

Personas de países pobres, sobre todo, son contratadas en línea, percibiendo  “salarios” de hambre, con tal de que identifiquen imágenes que entrenen, como señalé antes, a la “Inteligencia Artificial”.

El artículo del portal Wired, titulado “Millones de trabajadores están entrenando modelos de Inteligencia Artificial por centavos”, firmado por Niamh Rowe, expone esa problemática de sobrexplotación a distancia. Nos introduce en su trabajo señalando que “desde Filipinas hasta Colombia, trabajadores de bajos salarios, etiquetan información para modelos de Inteligencia Artificial, usados por empresas como Amazon, Facebook, Google y Microsoft” (ver: https://www.wired.com/story/millions-of-workers-are-training-ai-models-for-pennies/).

Comienza mencionando que millones de trabajadores realizan cuestiones así. “Incluso, cualquiera de nosotros, lo hacemos, cuando identificamos imágenes de semáforos o autobuses, para autentificarnos, en la forma de seguridad que usan sitios para verificar que no se es un robot, los llamados captchas.  Pero los algoritmos que sirven para que funcionen los robots de inteligencia artificial, que pueden aprobar exámenes legales, crear imágenes fantásticas o remover contenido dañino, son entrenados mediante bancos de información, que contienen imágenes, video y texto, los que son etiquetados por trabajadores a distancia, que viven en algunos de los mercados de labor más baratos que existen”.

Una de las empresas que contratan a esos trabajadores es Appen, australiana, que da trabajo a personas como Oskarina Fuentes, una venezolana de 26 años a la que le urgía tener empleo, sin conseguirlo, dadas las malas condiciones económicas de Venezuela actualmente.

Ella forma parte del millón de empleados  de Appen, que sirve a empresas como Amazon, Facebook, Google o Microsoft. “Esa actividad es una industria oculta que en el 2022, fue valuada en $2,220 millones de dólares (mdd) y se espera que crezca a $17,100 mdd para el 2030, de acuerdo con la firma Grand View Research. Como Venezuela ha caído en una severa crisis, gente con licenciaturas, como Fuentes, y sus amigos, se han unido a las plataformas múltiples (crowdsourcing) como Appen”.

Es una labor muy explotada, con la que ganan desde ¡2.2 centavos (unos 40 centavos de un peso), hasta 50 centavos de dólar! En el caso de Fuentes, tiene que estar hasta 18 horas diarias “pegada” a su laptop. Si bien le va, es decir, si hay “mucho” trabajo durante toda la semana, puede ganar hasta $280 dólares mensuales (unos $4,900 pesos al cambio actual), “que es casi el salario mínimo en Colombia, en donde ella trabaja”. Fuentes tuvo que emigrar con toda su familia a Antioquía, en Colombia, debido a los apagones eléctricos y mal internet que caracterizan a Venezuela, señala Rowe.

Y no es un horario fijo, pues puede comenzar a las dos de la mañana (también, por la diferencia horaria con Australia). “Y en días malos, no saca más de uno o dos dólares, pero no importa, cualquier cantidad, en su condición, es buena”.

“Es una tendencia que se está repitiendo en el mundo subdesarrollado. Se da en Venezuela, África, India, las Filipinas e incluso en campos de refugiados, como en Kenia o en Chatila, en Líbano. Los trabajadores toman tareas por centavos en plataformas como Appen, Clickworker o Scale AI o se enrolan en persona, temporalmente, en centros como Sama, en Nairobi, Kenia, que emplea a 3,000 personas. El autor Florian Schmidt, que escribió Digital Labour Markets in the Platform Economy  (Los mercados de labor digital en la economía de plataformas) afirma que esa industria ‘cuenta con la flexibilidad para moverse a donde los salarios sean los más bajos’, y lo puede hacer muy rápidamente, como los fabricantes de ropa”.

Claro, las grandes empresas, con tal de ganar bastante dinero, se van a países pobres en donde pagan los salarios (de hambre) que quieren y depredan y contaminan. Justo como sucede en Bangladesh, en donde son tan malas las condiciones de trabajo, que hasta se han dado accidentes, como el incendio en una fábrica de ropa, el 24 de noviembre, del 2022, que dejó 112 trabajadores muertos. Por eso se dio hace unos días una huelga general, exigiendo mejores salarios y mejores condiciones laborales (ver: https://www.france24.com/en/asia-pacific/20231104-striking-bangladesh-garment-workers-clash-with-police-as-factories-reopen).

Por otro lado, las imágenes obscenas, pornográficas o muy gráficas (asesinatos, descuartizamientos, violaciones, cadáveres destrozados, violencia, guerras…), dañan la psiquis de muchos trabajadores, como han declarado cientos, que deben de etiquetar las de ese tipo. Quedan muy traumados muchos de ellos (ver: https://www.theguardian.com/technology/2023/aug/02/ai-chatbot-training-human-toll-content-moderator-meta-openai).

Además, son trabajos neocolonialistas, pues someten a trabajadores del sur pobre, para entrenar programas de IA, que se usarán más en el norte rico. Saiph Savage, directora del Civic AI lab de la Universidad del Noroeste, de Estados Unidos, citada por Rowe, señala que aunque estén esas empresas creando empleos, “no está claro si tales empleos son satisfactorios para los trabajadores”. Además, pueden entrenarse en identificar imágenes tridimensionales, para que conduzcan los autos autónomos, pero, repentinamente, deben de identificar si un modelo de lenguaje ampliado está dando una buena respuesta. “Así que las habilidades para etiquetar algo, cambian frecuentemente”, agrega Schmidt.  

Pero Fuentes dice que eso no es tanto lo que les molesta a los trabajadores como ella, “sino la incertidumbre de si tendrán o no trabajo, pues hay que estar al lado de la computadora todo el día, en caso de que salga algo. ‘Pienso que nos deberían de pagar el trabajo que gastamos esperando una asignación’ comenta”.

Por otro lado, para los clientes es muy bueno tratar con una empresa, no con trabajadores directos, en caso de reclamos, “que sólo tienen que ver con si las respuestas son o no satisfactorias, nunca con que si se pagó o no”.

Y es que las contratadoras como Appen, de todos modos cobran por el trabajo hecho, aunque no les paguen a los trabajadores que lo hicieron.

Otro trabajador digital, Mutmain, de Pakistán, de 18 años, dice que, además, no “es una hora la que se trabaja, sino más, por la investigación que debe de hacerse, de cinco o más horas, para completar la hora que están pidiendo y que sólo te pagan a uno o dos dólares”. En efecto, deben de recorrer el internet para hallar comparativos que validen lo que hacen. “Yo pienso que es una forma de esclavitud”, afirma Mutmain.

Appen dice que está buscando compensar en algo ese trabajo extra, “pero siempre nos preocupamos que los clientes tengan sus tareas cumplidas rápidamente y que los trabajadores tengan siempre empleo”.

Como de costumbre, impera la “eficiencia”, aunque eso implique mantener a los trabajadores como robots, extensiones de la computadora, para estar ahí cuando el trabajo lo requiera.

Fuentes dice que desearía más consideración de las empresas como Appen. Ella y otros venezolanos mantienen contactos entre ellos para ayudarse con las consultas y otras cosas, además de expresar quejas. “Yo pienso que a los que tenemos siete años o más, se nos debería de considerar como trabajadores permanentes de la plataforma, con derechos. Y que nos dejaran tener un sindicato. Después de todo, les somos muy útiles, para que los adelantos tecnológicos funcionen bien”, señala.

Muy cierto lo que dice la abnegada trabajadora. Pero si eso sucediera, Appen, simplemente, contrataría a otros trabajadores a distancia, que aunque sólo ganen centavos de dólar, para ellos, son mejores que nada. “No está en el horizonte una mejora en los empleos digitales”, señala Rowe.

Otro lamentable ejemplo de que puede más la necesidad de percibir aunque sea un muy magro ingreso, que la de ejercer justicia laboral.

Es la ley de sálvese quien pueda en el capitalismo salvaje.

 

Contacto: studillac@hotmail.com