Gaza, convertida en infierno por los genocidas judíos
Por Adán Salgado Andrade
La ofensiva y el resultante genocidio cometido por los judíos contra Gaza, no tiene comparación. La parte que han destruido, el norte, consideran los propios palestinos que no ofrecerá condiciones habitables si no se reconstruye. Y para que eso suceda, pasarían décadas, además de que se requeriría mucho dinero, que no tienen aquéllos (ver: https://apnews.com/article/palestinians-gaza-israel-bombing-destruction-hamas-reconstruction-f299a28410b70ee05dd764df97d8d3a0).
Los estragos sociales y económicos son inmediatos y casi permanentes. No hay ya un futuro para la mayoría de los palestinos, sean de cualquier edad o condición (particularmente para niños y adolescentes, nada depara el futuro, a menos que una masiva ayuda internacional los auxilie, económica y psicológicamente, tanto a ellos, como a sus padres, si es que todavía los tienen. El conflicto ha dejado más de quince mil asesinados, casi la mitad niños, cuyos restos de la mayoría están bajo miles de toneladas de escombros. Y ni pensar en darles digna sepultura Ver: https://apnews.com/article/israel-palestinians-gaza-buried-rubble-airstrikes-89c0e8d0934d573d94d2fbfeba44d933).
Para los sobrevivientes, muchos expresan que mejor hubieran muerto, especialmente los que perdieron propiedades y hasta familias completas. Y todos tienen sus particulares historias de desesperanza y de no saber qué les deparará la vida cuando el genocidio termine. Sólo imaginen, sin casa, sin familia, sin una ciudad que funcione, ni vivir allí será posible (los judíos han destruido toda la infraestructura. No hay agua, electricidad, drenaje, comunicaciones, hospitales, escuelas y cientos de edificios fueron destruidos o se siguen bombardeando… “es un desierto lunar”, como la describen los analistas y periodistas).
Los dramas personales, pueden reflejar los de la mayoría. La agencia Associated Press pudo contactar a cuatro palestinos, para saber cómo están tratando de sobrevivir en lo que queda de Gaza Norte, temiendo, en cualquier momento, también morir a causa de un bombardeo judío o por enfermedad, pues las que se desatarán, matarán a más palestinos, que la guerra misma, por falta de hospitales y condiciones sanitarias adecuadas (ver: https://www.jornada.com.mx/2023/11/29/mundo/025n2mun).
Son las historias de tres hombres, uno, trabajador de la ONU y los otros dos, uno escritor y otro, periodista. La otra historia es la de una mujer, de la que se tuvo recuento de lo que le sucedía, hasta hace unos días, “en que nada más se ha sabido de ella”. El artículo “Gaza se encoge para palestinos que buscan refugio. Cuatro historias ofrecen una mirada a un mundo disminuido”, firmado por la periodista Sarah El Deeb, ofrece, en efecto, un vistazo en la vida de los cuatro palestinos mencionados, que ella ha podido seguir a partir de correos o mensajes por WhatsApp, que se han visto obstaculizados mucha veces por la falta de electricidad o porque han sido destruidas o bloqueadas las frágiles instalaciones de comunicaciones en Gaza (ver: https://apnews.com/article/palestinians-israel-airstrikes-gaza-hamas-war-702f447ff7e52b03476555ec2513008b).
Abren el trabajo varias fotos, mostrando a los protagonistas, a los intensos bombardeos y a las condiciones tan precarias e insalubres que están sufriendo los que están viviendo en campos para refugiados, los que están formados por carpas (casas de campaña), alineadas, sobre suelos terrosos, con pocas instalaciones sanitarias (pocos baños, falta de agua potable, falta de electricidad… ).
“El mundo ha encogido para los palestinos, que ahora buscan vivir en donde se pueda, sea un hacinado refugio, un departamento destruido, un auto o en los corredores de algún hospital. Más de dos millones de personas viven en un área de unos 11 kilómetros de ancho, por 45 de largo, y las tropas judías han invadido el tercio que está en el norte. La mayoría de los palestinos se han apiñado en lo que queda. Israel dice que quiere acabar con Hamas y ha matado a más de 15 mil palestinos, 70 por ciento de los cuales han sido mujeres y niños. Son más muertos de los que ha dejado la invasión de Ucrania durante 18 meses”, dice El Deeb.
Apiñados antes del actual genocidio, de todos modos los palestinos vivían aceptablemente bien. Tenían esperanzas de un mejor futuro y eso se acabó. Era así para Hosein Owda, quien, milagrosamente, tiene a su esposa y tres hijos, uno de ellos, un niño de apenas un año de edad (quien, a pesar de ser tan pequeño, seguramente llevará en su inconsciente todos los actuales horrores de la carnicería).
El es trabajador de la ONU, que ya, ahora, hasta ha debido de compartir un campo de refugiados, lo cual él, antes coordinaba para los refugiados de otros países. “Yo mismo ya me he convertido en un refugiado, junto con mi familia”, dice.
Irónicamente, el día que Hamas lanzó su cuestionable ataque (algo que no puede entenderse sin tener presente toda la historia de humillaciones, invasiones, destrucción, muertos… que los judíos han ocasionado por décadas a los palestinos), se iba a cambiar a un nuevo departamento, muy amplio, cómodo, con todo lo necesario. No pudo hacerlo, pues la invasión judía comenzó de inmediato, “Me enteré que mi nuevo departamento, fue destruido. Tenía años ahorrando y fue con lo que pude dar el enganche. Y mi sueldo, me permitiría irlo pagando. Ahora, todo eso, se acabó, ni dinero, ni departamento… ¡ni futuro!”, dice Owda, apesadumbrado. Pero él, al menos, por ser trabajador de la ONU, tiene su salario seguro. No así la mayoría de los gazatíes, que no saben qué será de ellos.
Las cosas terribles que vivió fue la de que no pudo ayudar a un amigo que buscaba a su hija, la que había sido arrojada de una ventana por un bombardeo. “Me sentí basura, pero es que estaba ayudando a evacuar a mi propia familia”, dice Owda, tratando de justificarse.
No tiene que hacerlo, supongo, pues en casos así la gente procura salvar a sus más cercanos, pues es cuestión de vida o muerte.
“Ahora, Owda y su familia están entre los 22,000 palestinos apiñados en un centro vocacional de Khan Youris. Hay sólo 24 baños – más de 900 personas por cada uno –, pero nada de camas o colchones o agua potable. Y los números de los que allí se refugian siguen incrementándose rápidamente. Su esposa, sus tres hijos y otros seis parientes, comparten un salón de tres por tres metros. Owda duerme en su carro, que también salió dañado. ‘Es una lucha por las cosas más básicas que se requieren para vivir. Si usted quiere bañarse, es un sueño lejano’, dice Owda”.
Y el 29 de octubre, supo que el campo de refugiados Jabaliya, en la ciudad de Gaza, había sido bombardeado por los judíos. “Me tomó algunas horas confirmar lo que temía, que nueve familiares fueron asesinados allí, incluyendo a mi tío, mi tía y sus tres hijos”, dice Owda, las lágrimas brotando de sus ojos.
Como ven, no sólo es infernal vivir así, sin condiciones sanitarias dignas, sino temer en si serán los siguientes asesinados por un infame bombardeo judío.
Muchos de sus parientes y amigos han muerto y ya todos los palestinos viviendo en Gaza saben de amigos o familiares que han sido asesinados por los bombardeos. Owda ha perdido 20 kilogramos en un mes. Su buen humor ha desaparecido y ahora sólo es un hombre vacío, incapaz de decirles a sus tres hijos que ya no tienen hogar. “Han matado a varios colegas, unos 108, y los trece mil empleados para la ONU que somos, estamos muy consternados, tratando de sobrevivir nosotros mismos, cuando que antes coordinábamos la ayuda para los refugiados de Gaza, que eran la mayoría de los que vivían aquí. No tenemos esperanzas. Nos tratan como animales, nos dejan sin comer. Si quieres domar a un animal, no le das de comer. ¡Eso están haciendo con nosotros!”, dice Owda en una de las grabaciones que recibió la reportera, escuchándose el ruido de explosiones, por otro bombardeo que tuvo lugar en ese momento, muy cerca del campo de refugiados.
Como ya señalé, eso no es una guerra, es una carnicería en donde la ventaja militar de los judíos es más que evidente. Y todavía, cínicamente, Estados Unidos (EU), su esbirro-aliado, les ha concedido “ayuda militar” por $15 mil millones de dólares. ¡No es posible que haya contribuido EU así a la matanza!
Otro sobreviviente, hasta ahora, es Asaad Alaadin, escritor de cultura, artes, literatura y la dinámica social y las protestas que los palestinos de Gaza acostumbraban realizar hasta antes del brutal ataque.
También se ha comunicado por textos o mensajes de voz por WhatsApp con El Deeb, “y siempre se han escuchado estallidos en todos sus comunicados”.
Por fortuna, como su esposa estaba estudiando una maestría en Canadá, ha estado fuera de peligro. Pero no así su extensa familia. “Nos reunimos todos los parientes en Gaza, para decidir si nos manteníamos unidos todos allí o nos separábamos. La opinión de mi madre ganó, así que optamos por separarnos, pues si mataban a algunos, que los otros siguiéramos vivos”, dice Alaadin.
Como acostumbra documentar todos los acontecimientos, grabando videos y transmitiéndolos, en los sitios en los que se estuvo refugiando previamente, le pedían que no lo hiciera, “por temor a que los pusiera en peligro”. De todos modos, ha seguido usando mensajes de voz, documentando atrocidades como la de un camión con muchos desplazados que fue bombardeado “y que los judíos y Hamas se culpan mutuamente de haberlo hecho”. “¡Ahí estaba el camión y, de pronto, fue alcanzado por un misil. Y, enseguida, sólo ves partes de cuerpos regados por todos lados. Fue espantoso, terrible! No nos está matando Hamas, nos están matando los militares judíos”, dice, con voz entrecortada, en sus mensajes de voz. “Por muy malo que fuera un ataque judío, siempre se respetaba Gaza y por eso nos refugiamos, al principio, allí, pero ahora, no. Los judíos la han destruido por completo”, afirma Alaadin en otro mensaje.
Han sobrevivido su familia y él, como pueden, comiendo un poco de pasta, frijoles o lentejas, “y es difícil conseguir comida, pero es más fácil que un misil te dé y te mate”, afirma.
Lo peor son los apagones de comunicaciones, “pues quedas a la deriva, sin saber nada de la guerra o de tus parientes”. También sobrevive en el mencionado campamento de Khan Youris. “¡Están encogiendo a Gaza. No es posible vivir así”, dice el escritor de 33 años, a quien nada le depara el futuro. Quizá pueda reunirse con su esposa en Canadá. Podría ser una opción y sería de los pocos afortunados en tenerla.
Otro dramático relato es el del periodista Salem Elrayyes, quien documentaba sobre el urbanismo vertical en Gaza, con tal de que más gente, pudiera vivir allí. Al principio, no podía creer la acción de Hamas que, por unas horas, se había apoderado de comunidades israelís. “Pero vino el desquite y ha sido un infierno. Buscando cómo sobrevivir, cuidando de mis hijos y mi esposa y tratando de informar de lo que ha estado sucediendo en esta masacre. Tuve que llevar a mis padres a un campamento, en donde hay diálisis, pues mi madre las necesita, tres veces por semana, y sólo le pueden hacer dos. La veo muy mal ”, dice a El Deeb por un entrecortado mensaje de voz. Lo ha hecho desde un refugio para periodistas, de los cuales, 46 han sido asesinados, tres de ellos amigos, de Elrayyes. También ha sufrido pérdidas de familiares y amigos asesinados por los infames bombardeos. “Hay poca comida. A veces, sólo un pedazo de pan hemos podido comer”. Los bombardeos han destruido 13 panaderías, y sólo quedan nueve que apenas si subsisten y quizá sólo les queden días para hacer pan, pues escasea todo, agua, harina, leche, huevos.
“Si matan a mis hijos, no sentiré ya ninguna conexión con Gaza”, afirma, decidido. Sólo esperemos que logren salir vivos de ese holocausto genocida.
La otra historia es la de Ayah Al-Wakeel, una abogada que ha luchado por mejores derechos y condiciones para las mujeres, sobre todo, ante los tribunales, en donde son más favorecidos los hombres, que ellas (así es en los países musulmanes, las mujeres son muy humilladas y discriminadas).
Es el más dramático relato. Dice que sus abuelos recuerdan cuando en 1948, fueron echados de lo que era parte de Palestina (lo que llaman Nakba, que significa catástrofe), y que ahora es Israel. “Cuando comenzó esta ofensiva, nos dijimos que estaríamos juntos y que no nos iríamos, no dejaríamos nuestro departamento. Pero luego comenzaron a bombardear sobre nuestro edificio, y se hacían unos como anillos de fuego. ¡Sobrevivimos de milagro y mejor decidimos dejar todo atrás. Mi papá está semiparalítico por su enfermedad. Lo tuvimos que sostener entre cuatro, aunque no quería, pues nos pedía que lo dejáramos morir y le dijimos que ‘no, o sobrevivimos juntos o nos matan juntos’. Y nos hemos refugiado en tres hospitales y de los tres, nos han ordenado que los desalojemos. No sabemos a dónde ir”.
Dice que para no ir tanto a los “asquerosos” baños, toma poca agua y, por fortuna, tuvo su periodo cuando todavía gozaba de algo de privacidad. Muchas palestinas, dice El Deeb, han buscado anticonceptivos, con tal de retrasar sus periodos, pues con tan malas instalaciones sanitarias, sería una complicación extra. “Mi hermana me escribió, pidiendo a Alá, que le venga la menstruación, luego de que termine la guerra. Pero, me pregunto, ¿cuándo terminará esta masacre?”.
“Me quiero colapsar, pues no aguanto más esto. Pero ni para eso tengo fuerzas”. Y desde el siete de noviembre, que militares judíos tomaron el hospital Shifa, “no he sabido más de Al-Wakeel. Su último mensaje fue para un muy querido amigo, fuera de Gaza, al que escribió ‘te extraño’”, dice El Deeb.
Ojalá sólo sea que haya tenido un problema de comunicación y que la antes entusiasta abogada, no abulte la suma de asesinados por lo genocidas judíos.
En un artículo aparte, firmado por Samya Kullab y Najib Jobain, titulado “Hace dos semanas, ella estaba saliendo adelante. Pero ahora, una madre que era de la clase media, se esfuerza sólo por sobrevivir”, se da otro dramático recuento, el de Yousra Abu Sharek, una brillante estudiante que se graduó con una licenciatura en ingeniería en la Universidad de Oregón, EU, hace poco (ver: https://apnews.com/article/isreal-palestine-gaza-dreams-war-24f139484879b0f388e864c6463d7e8e).
Abu Sharek, de 33 años, tiene dos hijos, uno de 10 y otro, de cinco años. Ni imaginar cómo van a quedar de traumados esos pequeños con esta barbarie.
“Estaba muy contenta de regresar a Gaza, pues me gradué y conseguí un buen trabajo. Pero vino la guerra y ahora sólo busco sobrevivir, junto con mis dos hijos. Me formo diario en la fila de la panadería, para conseguir un pan con qué comer. Y en las noches, la obscuridad se apodera de nosotros, temiendo si moriremos por un bombardeo, de los que se escuchan constantemente”, dice en un mensaje de voz, en desesperado tono.
Comparten su esposo, sus dos hijos y ella, una casa en Khan Youris, junto con otros 70 parientes. “Sólo tenemos un baño para todos, debemos de racionar el agua (un vaso diario) y la comida (frecuentemente, sólo una porción de pan). Pero creo que estamos mejor que en el refugio en donde está mi madre enferma”.
Su madre, sobreviviente de cáncer, tiene una condición intestinal, por lo que debe de usar mucho el baño. “Eso es imposible en el refugio. Le toco la puerta del baño a la persona que esté allí, para que le deje usar el baño. No puedo hacer más por ella. Me siento inútil, no puede usted imaginarse por lo que he pasado”.
Dicen las reporteras que había una clase media que salía adelante, a pesar de tantos ataques, bloqueos y más infamias que han impuesto los judíos. “Tenían casas propias, confortables, negocios, bungalós en la playa y mandaban a sus hijos a colegios prestigiosos para que recibieran buena educación. Pero ahora eso se ha esfumado y sólo tratan de sobrevivir en hacinados refugios, orando, pidiendo a Dios no morir en un bombardeo”.
“¡Hace un mes, tenía grandes sueños, pero ahora esto es la peor de mis pesadillas!”, declara la ingeniera.
Como casi todos, tampoco ya ve un futuro en Gaza.
Muy maléfico plan el de los genocidas judíos. Con la destrucción de media Gaza, seguramente esperan que la mayoría abandonen ese mutilado, destruido territorio, para ocuparlo y extender su, también, reducido país (más bien, enclave neocolonial).
Así que esos son unos cuantos ejemplos, pero suficientes, para entender lo que hasta ahora están sufriendo los palestinos a manos de los genocidas judíos. Y esto, llamarlos genocidas, no es antisemitismo (como han querido declarar los mafiosos judíos en el poder, junto con los supremacistas, que cualquier crítica que una personalidad emita contra ellos, es tomada como absurdo antisemitismo).
Y, como dije antes, quién sabe si al final, los descritos sobrevivientes lleguen vivos al concluir los intensos ataques que el corrupto, carnicero Netanyahu dice que seguirán hasta “borrar del mapa a Hamas”.
Con su sangrienta, excesiva venganza, está borrando del mapa a todos los palestinos.
¡Maldito sea ese imbécil, mafioso, desgraciado sediento de venganza!
Contacto: studillac@hotmail.com