En Estados Unidos, contratan a indigentes para cuidar casas en venta
por Adán Salgado Andrade
En Estados Unidos (EU), crece el número de personas que deben de vivir en las calles. En cualquier noche, hay unas 553,742 personas en ese país, sin un hogar en donde dormir, de acuerdo con una estimación hecha en enero del 2017 (ver: https://endhomelessness.org/homelessness-in-america/homelessness-statistics/state-of-homelessness-report-legacy/).
Es una ironía que en el centro del capitalismo salvaje mundial, suceda eso. Pero es la tendencia de ese irracional sistema económico, a ir empobreciendo a más y más millones de personas, alrededor del mundo, dejando a unos cuantos ricos, que se siguen haciendo más y más acaudalados (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/08/el-mezquino-capitalismo-salvaje.html).
La pobreza es creciente en EU y ahora, con la pandemia, se ha agudizado, pues millones de personas se quedaron sin trabajo, y sus ahorros, no les sirvieron más que para uno o dos meses. Tienen que hacer, a diario, enormes filas, en sus autos nuevos, que deben, para conseguir una ración semanal de alimentos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/10/inseguridad-alimentaria-en-estados.html).
Así que parece muy oportuno que algunas inmobiliarias, den trabajo a gente que vive en la calle, con tal que cuiden las casas que están en venta y no sean invadidas, como ilustra el artículo de la revista The New Yorker, titulado “Contratando a gente sin hogar, para que cuiden casas vacías”, firmado por Francesca Mari, quien agrega como subtítulo a su trabajo que “Mientras la pandemia empeora una crisis de falta de casas, una nueva versión de cuidar un inmueble, es señal de un mercado de bienes raíces quebrado” (ver: https://www.newyorker.com/magazine/2020/12/07/using-the-homeless-to-guard-empty-houses).
Comenta eso Mari, pues las casas tardan meses en venderse, además de que han bajado sus precios y hasta son entregadas en malas condiciones, pues las inmobiliarias, lo único que desean, es darlas cuanto antes al comprador y que sea éste, el que deba de lidiar con los problemas que vayan saliendo.
De todos modos, como esas casas duran mucho tiempo vacías, por no venderse, algunas de tales inmobiliarias, han optado por contratar a gente en condición de calle, con tal de que nadie las invada, además de que no les pagan mucho dinero.
Es el caso de Augustus Evans, afroestadounidense contratado para cuidar una casa ubicada en el 265, de Robinson Road, en el noroeste de Pasadena, California, una casa vacía de “entre trece bungalós, casas dúplex y casas multifamiliares, que habían estado vacías en los últimos quince años. Doce, siguen sin ocuparse” señala Mari, quien describe cómo fue recibida por Augustus, muy amablemente.
Diane Montano, una mujer que administra una empresa llamada Weekend Warriors, especializada en proporcionar seguridad para casas solas, fue la que lo contrató. En los últimos siete años, Evans ha protegido más de veintidós casas, en trece barrios, alrededor de Los Ángeles, casi todos, comunidades latinas y negras. “Cuidé una casa que le habían heredado a un muchacho. Pero como estuvo pidiendo mucho dinero prestado, la hipotecó. Pero era demasiado dinero, así que la perdió. Y antes de irse, le echó cemento a toda la tubería. Yo la cuidé, mientras se reparaba”, dice Evans, sonriendo por la anécdota.
También le platicó a Mari que fueron unos policías a detenerlo, cuando recién había llegado al 265, pero él les mostró su contrato con Montano, y lo dejaron libre.
Dice Mari que “las casas vacías son algo extraño de ver, sobre todo, en un área, en donde muchas personas quisieran poseer una vivienda. Los Ángeles, tiene los precios medios más altos de casas, en relación al ingreso, además de que es el lugar con el menor número de propietarios de cualquier otra ciudad. Y tampoco es fácil rentar. El área, casi no tiene departamentos desocupados y la renta promedio es de $2,200 dólares mensuales. En cualquier noche, unas sesenta mil personas duermen en sus autos, en albergues o en la calle, un incremento del trece por ciento, con respecto al año pasado”.
O sea que, aunque hay tanta gente sin casa, varias, están vacías, pues no tienen dinero para compararlas.
Así sucede en este sistema tan irracional, que siendo un hogar, un producto de primera necesidad, muy pocos lo pueden adquirir, además de los ricos, claro. Los que no lo son, generalmente es con crédito, sea bancario o, como aquí, por medio del INFONAVIT o el FOVISSSTE. Aunque muchas de las casas que se adquieren en México con esos créditos gubernamentales, no son prácticas, pues a los que obtienen los créditos, sólo les alcanza para comprarlas en otros estados, siendo que, su prioridad, sería tenerlas aquí. Por tanto, esas casas, sólo son “de descanso”, para pasar los fines de semana, pues hasta están diseñadas para eso, con albercas centrales y otras cosas, con tal de encarecerlas mucho más. No son casas para ser habitadas permanentemente, a menos que el comprador se fuera a vivir en donde la tuviera. Pero eso no es posible, en la mayoría de los casos, pues sus empleos están en esta concentrada ciudad (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2009/02/creditos-gubernamentales-para-vivienda.html).
En EU, también se dan créditos públicos, pero cada vez son los menos y se exigen muchos requisitos y trámites. Pero, además, la crisis económica del 2008, una de tantas, se produjo porque se otorgaron cientos de miles de créditos hipotecarios a personas que no eran solventes, sólo porque habían manipulado un índice llamado FICO, que, si era de siete u ocho, se les daba el crédito. Pero ese índice, era muy fácil de alterar, con tal de que los solicitantes, lo tuvieran alto, y obtuvieran una casa. Al final, no pudieron pagarlas (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2008/03/la-crisis-de-los-crditos-en-estados.html).
Además, como dice Mari, a los afroestadounidenses, son a los que menos créditos se han otorgado históricamente, pues hasta en eso los discriminan. Por situaciones raciales, Los Ángeles, que inicialmente fue diseñado para albergar unas diez millones de personas, fue eliminando zonas habitacionales, sobre todo, las ocupadas por negros. “Para 1990, tras décadas de reducción de áreas habitables, redujeron ese número a 3.9 millones, más o menos la población actual de la ciudad. Entonces, en el 2008, la crisis hipotecaria (a la que aludo arriba), se dio y en los diez años siguientes, miles de casas se subastaron. Como tenían que comprarse en efectivo, muchas de ellas, fueron adquiridas por ricos inversionistas, fondos hipotecarios y otras empresas de bienes raíces, dejando menos inventarios para compradores individuales. Al final, la crisis del 2008, encareció las viviendas en California”, señala Mari.
Justo el 265, siguió una trayectoria así. Y la inmobiliaria Wedgewood, que la adquirió hace años, contrató a Weekend Warriors para que enviara una persona a cuidarla. Y esa persona es Evans. “Sí, en una ocasión, una pareja trató de meterse. Pero los enfrenté y les dije que qué deseaban y se fueron, muy apenados”.
Evans, de 68 años, condujo a Mari por toda la casa (fue en el 2019), y le mostró el sitio en donde él dormía, sobre un colchón inflable. “Muy respetuoso de todo y vigilaba que hagan bien las cosas, cuando iban a hacerle reparaciones a la casa”.
El hombre es poeta, además de que ha escrito un par de obras de teatro, o sea, todo un intelectual. “Así es como conservo mi salud mental”, le dijo. Estudió sólo la High School, pero es autodidacta en su poesía y sus obras de teatro, le comentó a Mari.
En su juventud hizo de todo, vender productos de limpieza, drogas, afanador y hasta robó un banco. “Nos pusimos máscaras de Johnson, Nixon, Ford, Reagan y robamos doscientos veintiocho mil dólares” del American Savings and Loan. Lo dice, sonriendo, recordando, quizá, la cómica escena de cuatro tipos con máscaras de ex presidentes. Eso fue en 1983. Hasta inspiró a la cinta “Point Break” (filme de 1991, dirigido por Kathryn Bigelow y estelarizado por Keanu Reeves).
Se pasó siete años en la cárcel,
En 1998, conoció a la que sería su esposa, con la que tuvo dos hijos. Como no tenían dónde vivir y ganaban poco, se fueron a la casa de su suegra y su cuñado. Luego, con el segundo hijo, se pusieron a rentar, pagando entre dos mil a cuatro mil pesos mensuales. Mucho dinero para el matrimonio.
En el 2010, su esposa le pidió el divorcio, sobre todo porque como él quería ser un gran poeta, esperaba su “gran oportunidad” pero nunca llegó. “No estaba aportando dinero al hogar, por eso nos separamos.
Eché mis cosas en una bolsa de basura y, desde entonces, viví en la calle”.
Le dieron trabajo en una tienda y alojamiento. Hasta que un cliente, le consiguió el trabajo con Montano.
Tomó muy en serio ese empleo de cuidar casas, y no ha tenido problemas desde entonces.
Las reglas son simples, debe de estar todo el tiempo allí, excepto para ir de compras, además de que lo va a visitar una persona de la compañía, una vez a la semana, para revisar que todo esté bien.
No se queja de lo que le pagan, pues hasta adquirió un auto y puede ahorrar. “Me doy mis escapadas para visitar a mis hijos”, dice. Ellos viven en Moreno Valley, a una hora de donde él estaba en ese entonces.
Esa casa, en el 265, finalmente se vendió, a fines del 2019, por $930,000 dólares, habiendo costado $420,000, en el 2005. Eso muestra por qué las inmobiliarias están ávidas de comprar casas baratas, para medio arreglarlas y venderlas carísimas después.
Evans, recibió el aviso de Montano de que se iría a cuidar otra casa, al sur de Los Ángeles, en Compton. Dice que nunca, en los siete años que lleva trabajando, ha visto a su patrona.
En esa casa, ya había otro hombre cuidándola, Mansa Moosa-El, también afroestadounidense, con quien, muy pronto, se estableció una buena amistad.
Compton es un barrio casi negro, producto de la discriminación inmobiliaria, que sólo permitía a los afroestadounidenses, como señalo antes, establecerse en ciertas áreas. Los padres de Mansa, compraron una casa allí. Pero, cuando en los 1980’s perdieron su trabajo, también la perdieron. Murieron al poco tiempo, quizá por la mortificación.
Y, desde entonces, Mansa ha estado sin hogar, excepto cuando se casó. “Pero cuando me divorcié, mi esposa me corrió, y otra vez me quedé en la calle”, le platicó a Mari.
Y por eso, también aceptó cuidar casas, para no vivir en la calle.
Con la pandemia, “la crisis de falta de casas, está peor. Por primera vez, en más de una década, las rentas han dejado de subir, pero el ingreso ha caído muchísimo. Se estima que, entre los que buscan viviendas para renta en el condado de Los Ángeles – un grupo que es desproporcionadamente latino y negro –, al menos trescientos sesenta y cinco mil hogares, no tienen un adulto trabajando con suficiente dinero para pagar la renta. A pesar de que sólo ocho por ciento de los residentes de Los Ángeles, son negros, ellos son el cuarenta y dos por ciento de la población en condición de calle”, señala Mari.
Como se ve, la mayoría de los afroestadounidenses siguen sufriendo de su histórica pobreza.
Cuando Mansa se divorció y lo dejaron en la calle, su hermano trabajaba para Montana y le pasó el número.
“Y me puse a cuidar casas. No me gusta servirle a los blancos, pero, ¡qué remedio!”, le dijo a Mari.
Sin embargo, en estos momentos, por la pandemia, su ex esposa, le permitió que se fuera a vivir de nuevo con ella y sus hijos, por un tiempo.
Pero Evans, se la pasa muy bien. Durante la crisis sanitaria, ha estado cuidando un condominio en Panorama City, un barrio predominantemente latino. “Fui a sustituir a otro cuidador, pues Montana ya no confiaba en él”.
Por la pandemia, las ventas de bienes raíces, se han visto igualmente afectadas. Evans ha tenido que estar en ese condómino desde enero del 2020. “Pero no me afecta, leo, escribo… estoy acostumbrado a estar solo”, dice. Comparte con Mari uno de sus recientes poemas: “Millonarios y billonarios y trillonarios; ustedes no se moverán de esta Tierra a otro planeta; ustedes no importarán agua para iniciar una civilización en la Luna; mi nombre es Augustus y estoy aquí, para anunciarles su caída; quiero que me vean a la cara y lean mis labios, antes de que se vayan a viajar en naves espaciales, tratando de huir de la airada población”.
Su mayor deseo, sería tener una casa, para compartirla con sus hijos. “Quise ver si podía comprar una de interés social, pero las listas de espera van de cinco a diez años”, le dijo, algo desalentado.
De todos modos, es feliz. “Y mientras haya casas para cuidar, aquí seguiré”, concluye.
Sí, seguramente seguirá cuidando casas, pues, como dije, no es tan fácil que algo que es de primera necesidad, pueda adquirirse.
Así es este maldito capitalismo salvaje de irracional. No importan las necesidades sociales, sino las ganancias corporativas.
Podemos tener hambre, sed, necesitar una casa, pero si no tenemos dinero suficiente para hacerlo, nos moriremos de hambre, de sed y viviremos en la calle.
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