Transporte público gratuito, podría bajar
contaminación y pobreza
Por Adán Salgado Andrade
Uno de los grandes problemas en las ciudades, es el uso desmedido de autos particulares. En la ciudad de México, por ejemplo, el 68% de los viajes se realizan en autos particulares, o sea, 68 de cada cien personas, viajan solas (ver: https://www.animalpolitico.com/2018/02/auto-traslados-cdmx-edomex/ ).
Muchas, lo hacen en vehículos grandes, como SUV’s – ¡vaya desperdicio –, lo que implica más concentración vehicular, mayor tráfico y mayores tiempos de traslado, que se traducen en que la gente rinda menos, por esos largos traslados, no sólo por la fatiga, sino porque llegan tarde a sus centros de actividades, sea el trabajo o la escuela.
Por ello, en varios países, se está experimentando con la idea de hacer gratuito el transporte público, como expone el artículo del portal Wired, titulado “La propuesta de hacer gratuito el transporte público en todos lados”, firmado por Nicole Kobie, en el que agrega que “desde España, pasando por Alemania, Luxemburgo y Estonia, más y más países están experimentando con transporte público gratuito” (ver: https://www.wired.com/story/free-public-transit/ ).
No es mala la idea que se maneja, pues, de entrada, se apela a la cuestión psicológica, de que si algo imprescindible es gratuito, puede animar a la gente que usa auto a emplear transporte público y si éste, es eficiente, más se decidirían a dejar de usar sus vehículos o con menos frecuencia.
Dice Kobie que “si usted gasta cientos de dólares en transporte público cada mes, pronto, dependiendo en donde viva, todos los autobuses, trenes y otros transportes, podrían ser gratuitos. Claro, los operadores de esos transportes, ganarían menos. Pero varios están dispuestos a tomar el riesgo, con tal de ver si se pueden reducir los viajes por autos particulares y hacer que el tráfico en las ciudades sea más eficiente”.
Sólo imaginen, si en la ciudad de México, eso se pudiera implementar y que los que usan auto, emplearan el metro gratuito, y que pudieran reducirse los autos circulando, supongamos, al 30%, en efecto, se reduciría el tráfico bastante. Se calcula que hay unos 10 millones de autos en la zona metropolitana (ver: https://www.eleconomista.com.mx/politica/La-Ciudad-de-Mexico-duplico-el-parque-vehicular-en-10-anos-20170801-0114.html).
Eso significaría que 7 millones de vehículos, dejarían de circular en esta congestionadísima ciudad, en donde, en horas pico – casi la norma –, el promedio de velocidad es de 4.5 km/h.
Claro, es una utopía, de momento, pero podrían Claudia Sheinbaum, la presente jefa de gobierno, y sus empleados, considerar la propuesta.
Dice Kobie que los resultados han sido controversiales, “pero se ahorra en el costo de hacer los boletos, además de que los autobuses circulan puntualmente. Si parece extraño no pagar, los expertos hacen paralelismos con los hospitales públicos, bibliotecas y escuelas, que son gratuitos. Al remover pasajes, para que la gente vea que puede ir a donde quiera, eso se convierte en un bien público. El transporte terrestre es responsable de una décima parte de las emisiones globales de bióxido de carbono y el alza en los combustibles, todavía complica más los presupuestos familiares”.
Y hay varios países que lo están haciendo, como España, que ha hecho gratuitos algunos tramos de trenes. También en Alemania, se introdujo un pase que cuesta nueve euros para todo un mes. Irlanda, bajó los pasajes, lo que no había hecho en 75 años. En Italia, se emitió un voucher de 60 euros, para trabajadores de ingresos bajos. Lo mismo han hecho Luxemburgo y Estonia, que han eliminado los pasajes desde hace años, con tal de que la gente deje de usar sus autos. Igualmente, lo ha hecho Austria, con un boleto de 3 euros por día, lanzado el año pasado, que se puede usar en todo el país.
Como señalo arriba, los resultados son mixtos, con países en donde sí ha bajado el empleo de autos, como en Alemania, pero en otros, sólo ha llevado a peatones y ciclistas a usar más el transporte público, “pero en eso, no hay tanto impacto, pues son los que menos contaminan y hacen tráfico”.
Pero también se ha visto que, en estos momentos en que los combustibles se han encarecido tanto, por la pandemia, así como por la guerra entre Rusia y Ucrania, el transporte público gratuito, ha ayudado a la gente a no gastar tanto, prefiriendo dejar sus autos y usarlo.
En Estados Unidos, en donde se envía a la cárcel a los que no pagan su boleto, en Washington, las autoridades de la ciudad, votaron por bajar mucho las tarifas, además de que no se encarcele a los que no pagan, porque se vio que nueve de cada diez personas encarceladas, son afroestadounidenses. Al hacer gratuito el pasaje, “se evitan esas acciones discriminatorias”.
Otra cosa que se logró, es el mencionado ahorro en hacer boletos. En Boston, por ejemplo, el haber hecho gratuito el transporte, se debió a que se querían invertir mil millones de dólares en un “nuevo sistema de boletaje, absurdo, pues los autobuses de esa ciudad, sólo perciben 60 millones de dólares anualmente. Además, al no pagar boleto, el tráfico se agiliza, pues la gente aborda más rápidamente. Es mejor método para reducir los tiempos de salida de autobuses, que otros más costosos” (por ejemplo, en estos días en que se está remozando costosamente la línea uno del Metro, en efecto, si la gente no pagara sus boletos, se agilizaría el abordaje y la salida de autobuses).
Claro, si se hace gratuito el servicio, “se corre el riesgo de que empeore, pues habrá más gente dispuesta a usarlo”. En España, no se están mejorando las frecuencias de los trenes gratuitos, “los que se saturan”. Lo mismo sucede en Alemania.
Así que la gratuidad, debe de ir acompañada de una verdadera mejoría en los sistemas públicos de transporte.
Por otro lado, el dinero para hacerlos gratuitos, “debe de venir de algún lado. En España, se está aplicando un impuesto a las empresas energéticas y a los ricos, de lo que se espera recaudar unos siete mil millones en dos años”, señala Kobie.
De todos modos, los transportes, como el Metro de la ciudad de México, se subsidian con impuestos. Podría ser, en efecto, más barato el hacerlo gratuito, pues no se gastaría en hacer boletos o tarjetas y se prescindiría de las taquillas, de las colas de usuarios tratando de comprar los boletos y otras ventajas. Y, como hicieron en España, si se les aumentan los impuestos a los ricos y a los bancos, podría sacarse el dinero para hacerlo gratuito. Que le apliquen impuestos a los mexicanos más ricos y es seguro que habrá más dinero que por el pago de pasajes.
También dice Kobie que durante la pandemia, en los países en los que se depende mayoritariamente de la tarifa, se afectaron sus finanzas. Es lo que sucedió en la ciudad de México con el Metro, que llevaba poca gente y seguía funcionando. De algún lado, debieron de salir los fondos para que siguiera funcionando.
“De todos modos, un transporte gratuito, lograría que algunos dejaran de usar sus autos, lo que bajaría las emisiones. Y en el caso de la gente pobre, le ayudaría a ahorrar algo de sus, de por sí, bajos salarios”.
Sirva de ejemplo que hace poco platicaba con uno de mis estudiantes, quien, por su difícil situación económica, se le hacía oneroso pagar los diez pesos diarios, dos boletos del metro, para trasladarse a la escuela. “Son cincuenta pesos de toda la semana, profesor”, me dijo, compungido.
Para ese chico, cincuenta pesos, pueden significar que pueda comerse un día una torta.
Finalmente, como dice Jenny Mcarthur, investigadora de infraestructura urbana en la University College London, “dejando de lado cifras de costos y estadísticas sobre los pasajeros que usan transporte público, éste, debería de considerarse un derecho humano, al igual que se hace con la educación o la salud. El transporte público, es un muy eficiente medio de trasladar a la gente. Los autobuses y los trenes son eficientes, no sólo para quien los emplea, sino para los que no”.
Tiene razón Mcarthur, pues en un sistema que nos obliga a trasladarnos, en la mayoría de los casos, por largos trayectos, para ir de nuestros hogares a nuestras respectivas actividades, en efecto, el transporte, debería de ser un derecho humano gratuito.
Pero como en el capitalismo salvaje todo se mercantiliza, eso sería imposible.
Así que se seguirá así, con gente, como en México, en la capital, que gasta a veces más de la mitad de su precario salario para trasladarse.
Podrán no comer, pero tienen que ir a su trabajo, pagando caro pasaje. No viven de su trabajo, sino para su trabajo.
Ahora que Sheinbaum, con tal de dejar su huella, se lanzó a hacer una muy costosa remodelación de la línea uno del Metro – unos 1850 millones de dólares, pagaderos a veinte años –, podría dejar un mejor legado si hiciera gratuito el metro, como sugieren planeadores urbanos como Mcarthur.
Quizá le saldría más barato, a que emprender costosas remodelaciones.
Contacto: studillac@hotmail.com