En EEUU un empresario vendía secretos militares invocando el acceso a la información
Por Adán Salgado Andrade
En Estados Unidos (EU), una batalla dada en los 1950’s, por el congresista demócrata John Moss (1915-1997), logró que se instituyera la Freedom of Information Act, FOIA (Acta para la libertad de información) y que un reacio Lyndon B. Johnson (1908-1973), entonces presidente, la firmara el 4 de julio de 1966 (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/John_E._Moss#Freedom_of_Information_Act).
Desde entonces, muchos han apelado a esa ley, como periodistas, con tal de que salgan “secretos de seguridad nacional” y otras obscuras cosas que manejan las “autoridades estadounidenses” en sus distintas agencias.
Y hasta empresas le han sacado ventaja. Una de ellas es Newport Aeronautical Sales, NAS (Ventas aeronáuticas Newport), dirigida por George MacArthur Posey III, como expone el artículo del portal Wired, titulado “La familia que explotó la información del Pentágono para hacerse rica”, firmado por Mark Harris, quien agrega que “el Acta para la Libertad de la Información, ayuda a los estadounidenses a aprender qué hace el gobierno. Los Poseys la explotaron y se volvieron fuertes defensores de la transparencia” (ver: https://www.wired.com/story/pentagon-data-profit-freedom-information-of-information-act/).
Describe Harris las actividades de NAS, dedicada a buscar partes que los aviones y helicópteros del ejército estadounidense requería cuando se tenían que reparar. Irónicamente, a pesar de que es un país que gasta mucho en armamento, “usa sus aviones y helicópteros más allá de su vida útil, así que se requieren partes para repararlos”.
Lo que NAS hacía era buscar planos de los aparatos, con tal de saber todas las piezas con que contaban, para venderlos a empresas, que se dedicaban a fabricar tales piezas. Al principio, a Posey, le negaron los informes, pero apeló a la FOIA, diciendo que “de no permitirle esos informes, cuando se requirieran reparaciones, sería más difícil hacerlas, además de que sería más costoso”. Incluso, amenazaba siempre con demandar, si no le soltaban la requerida información.
Su argumento era irreprochable, así que le fueron soltando los militares información sobre las partes que se iban requiriendo, conforme aviones o helicópteros, se reparaban.
Posey, al principio, acudía a las bases, pero se dio cuenta de que podía obtenerlas a distancia.
Y le funcionó el negocio, pues sólo tenía que gastar unos cinco o diez dólares, por el pago de las copias fotostáticas de los planos y venderlas caras.
Todos consideraban que su labor era hasta peligrosa, pero Posey se “consideraba un patriota que luchaba por el bien y los intereses de su país”.
Esas copias baratas, las vendía en unos doscientos dólares a las empresas interesadas. Y éstas, como veían la facilidad con que Posey conseguía planos de aviones y helicópteros, hasta le hacían pedidos especiales. Poco a poco, su negocio fue creciendo y él, haciéndose rico.
Incluso, trabajó con Merex, empresa estadounidense, propiedad del comerciante pakistaní Arif Durrani, “quien hacía negocios con países que tenían aparatos estadounidenses, y que requerían refacciones”.
Contactado por Harris, Durrani le explicó que Posey le vendía componentes a Israel, para que técnicos de este país le arreglaran aviones estadounidense, nada menos que a Irán. Una Ironía, pues Irán nunca se ha llevado bien con Israel, pero negocios son negocios. “Yo presentía que Posey sabía que esos equipos eran para Irán”.
Fue precisamente por esas ventas de planos para arreglar los aviones de Irán, que el FBI comenzó a investigar a Posey, pues Irán, “es enemigo de EU”.
Luego, Posey intentó una venta de $98,000 dólares a Sudáfrica, que entonces, en 1987, todavía estaba bajo el régimen del infame apartheid. Como EU estaba en contra de esa infamia, consideró que Posey estaba violando las sanciones contra ese país, así que fue detenido en febrero de ese año.
Invocó su abogado que no había nada ilegal en sus acciones y que estaban apegadas a la FOIA.
De todos modos, le hicieron un juicio y lo condenaron a 10 años de cárcel, “pero sólo sirvió cuatro meses, pues se amparaba por su derecho a la información y por hacer actividades patrióticas, luego de lo cual, volvió a sus negocios con NAS”.
No se amedrentó y siguió haciendo lo que quería.
De todos modos, ya varias empresas sabían de sus obscuras actividades. Así que Lockheed Martin y Airbus le “pidieron que dejara de anunciar, reproducir, vender o publicar cualquiera de sus materiales protegidos por los derechos de copyright”.
Luego, los ataques a las Torres gemelas de septiembre del 2001, restringieron más la información que el Pentágono estaba dispuesto a dar.
Así que Posey y su hijo, Mac, recurrieron a la ilegalidad, contactando a empleados que trabajaban en el Pentágono, a quienes sobornaban, a cambio de información. Por una de las más sensibles, pagaron $589,000 dólares, de lo que ganaron $2.1 millones de dólares. Posey hasta se jactó, publicando en FB que “mi hijo, está llevando muy bien a la empresa y le está haciendo ganar mucho dinero. Estoy muy orgulloso de él”. Y seguro, también estaba orgulloso de que fuera igual de tramposo que él. Muy “profundos valores”, le enseñó a su hijo.
Eso, ya fue demasiado para el FBI y Pentágono, y así como fue juzgado Posey en 1987, su hijo Mac, también enfrentó un juicio, por traición a la patria y traficar con documentos ultrasecretos militares.
Dice Harris que, a la fecha, no ha sabido cómo va el juicio contra Mac. “He solicitado información, pero los encargados, me la han negado. Y un oficial de la Fuerza Aérea, me dijo que recurra a la FOIA. Lo hice y todavía espero una respuesta”. Vaya ironía.
Así que vean, la “seguridad” que el Pentágono, tanto alardea que tiene. Una empresa pequeña, se la estuvo explotando por tantos años.
Quizá por ello, haya muchas armas similares a las estadounidenses, como las chinas, pues debieron de haberla copiado de tantos planos que NAS estuvo vendiendo por muchos años.
Eso demuestra que no hay secreto tan seguro, que no pueda violarse.
Contacto: studillac@hotmail.com