Los insectos pueden sustituir a la carne y abonar cultivos
Por Adán Salgado Andrade
En México, es milenario el consumo de ciertos insectos. Los chinicuiles, gusanos del chile, se comen, al igual que los gusanos de maguey, los chapulines, los escamoles (que son larvas de la hormiga güijera), los jumiles (una especie de chinche comestible), las hormigas chicatanas, entre otros, se preparan en distintas formas desde hace siglos (ver: https://audinewsletter.com.mx/audi-trends/insectos-comestibles-de-mexico/).
No sólo en México, sino en otros países, es práctica común. Proporcionan proteínas y nutrientes. Sin embargo, en países “ricos”, sería algo inconcebible comerse a un chapulín, por ejemplo.
Pero ya varios estudios, están mostrando que sería una opción alimentaria futura, sobre todo porque podrían sustituir a la producción de carne, la que es sumamente contaminante. De acuerdo con la empresa analista Chatham House, “la industria cárnica global produce más emisiones de gases de efecto invernadero que todos los carros, aviones y barcos combinados”. Es justamente la industria del ganado bovino (carne roja), la que más contamina. Por ejemplo, las flatulencias de las vacas y borregos, así como su estiércol, son responsables del 15% de las emisiones globales de metano, un gas que atrapa el calor 30 veces más efectivamente que el CO2. Tan sólo la industria del ganado vacuno y lechero produce el 65% de todas las emisiones de la industria cárnica.
Cada año, alrededor de ¡56 mil millones de animales! de todo tipo son sacrificados para satisfacer el apetito cárnico de millones de personas, sobre todo en países desarrollados, como Estados Unidos, que está en el tercer lugar de consumo, siendo nada menos que China, la que ya ocupa el primer lugar mundial en consumo de carne, engullendo sus habitantes alrededor de ¡80 millones de toneladas de carne por año!, debido a la supuesta elevación en el estándar de vida de una parte de sus habitantes.
Esa pasmosa cifra de tantos millones de animales sacrificados correspondería, en relación a los 7,900 millones de personas que somos, a poco más de 7 por persona, lo cual, de entrada, es una total desproporción, muestra de una sociedad depredadora.
No conformes con eso, la dieta carnívora se estima que se incrementará 75% para el año 2050 y 65%, en el caso de la ingesta de lácteos. En cambio, el consumo de cereales sólo crecerá en un 40%, lo que significa que la gente, a nivel mundial, consumirá más carnes, que vegetales (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/01/la-eliminacion-de-la-produccion-de.html).
Además, la ingesta de carne, provoca enfermedades crónico degenerativas, como obesidad, cáncer, diabetes y otras. Los hombres que consumen sólo vegetales, por ejemplo, tienen hasta 31% menor riesgo de contraer cáncer de próstata, según informa un reciente estudio (ver: https://www.theguardian.com/lifeandstyle/2022/feb/24/vegetarians-have-14-lower-cancer-risk-than-meat-eaters-study-finds).
Pero hay gente que siempre ha comido carne y nunca dejará de hacerlo. Sin embargo, la mala noticia para ellos y los que vienen, es que no será posible sostener tanta producción de la carne que se requerirá para alimentar a tanto carnívoro. Si realmente se quieren reducir sustancialmente las emisiones contaminantes y que la temperatura global no suba más allá de 1.5º C, para evitar mayores desastres climáticos, un requisito es la eliminación, casi en su totalidad, de la producción mundial de carne. Sería algo sólo para ricos y de forma muy limitada.
Pero como es algo totalmente utópico, preparémonos para que la temperatura global ascienda 2, 3 o más grados centígrados y que la crisis climática empeore (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2021/08/la-crisis-climatica-es-irreversible-y.html).
Ya se está produciendo carne de laboratorio, prácticamente idéntica a la original, “obtenida a partir del cultivo de células animales, que también se conoce como agricultura celular”, para ver si los carnívoros se convencen y la ingieren (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Cultured_meat).
Por lo pronto, ya, en Singapur, se aprobó su consumo (ver: https://www.aljazeera.com/economy/2020/12/2/got-chicken-singapore-becomes-first-to-approve-lab-grown-meat).
Pero otra alternativa sería convencer a esos carnívoros de que consumir a los mencionados insectos, es una opción. El investigador Marcel Dicke, de la Universidad de Holanda, recientemente publicó un estudio con otros colaboradores, en el que señala los beneficios de criar insectos para “reforzar nuestra seguridad global alimentaria. En el artículo, los autores describen el valor de los insectos, como una excelente fuente de proteína, pero también de que pueden usarse en fertilizar cultivos sustentables, lo cual es poco comentado”.
En la nota del portal ZME Science, firmada por Tibi Puiu, señala, humorísticamente, que las “hamburguesas de cucarachas podrían ser algo cotidiano, más pronto de lo que se piensa”. Probablemente no se llegue a tan radical, no muy grata medida, pero, sí, a ingerir insectos que en países como México, se ingieren cotidianamente, como los mencionados chapulines o los gusanos de maguey (ver: https://www.zmescience.com/science/insects-could-replace-both-beef-and-toxic-synthetic-fertilizers/).
Dicke dice que tiene muchos años estudiando las interacciones entre plantas e insectos, “las que se entrelazan con los que son enemigos de los que las atacan o de los microbios que les ayudan a mantener sanas sus raíces. Y también he estudiado que muchos insectos pueden ser una buena fuente alimenticia”.
Los insectos ayudan a las plantas de dos formas. Cuando mueren, dejan sus exoesqueletos (exuvia), ricos en quitina, que al descomponerse, proporcionan muchos nutrientes. La otra forma, es a través de sus heces (frass), las que también son excelente fertilizante, por ser ricas en nitrógeno. Ambas, son naturales, y se podría prescindir de fertilizantes químicos, los que dañan en exceso las tierras y hasta las pueden dejar estériles.
No sólo eso, sino que también podrían combatir pestes de algunos cultivos, pues la quitina, atrae a bacterias que ayudan a alejarlas.
“Además, es más eficiente criar insectos. Mientras pueden requerirse 25 kilogramos para producir un kilogramo de carne de res, la misma cantidad serviría para obtener diez veces más de proteína comestible de insectos. Eso se debe a que los insectos sintetizan mejor a la proteína, y también que el 90% de su masa corporal es comestible, comparada con sólo el 40% de una vaca”.
Muy cierto, pues los huesos de una vaca, no se pueden comer. Eso llevó a que, en los 1950’s, los estúpidos ganaderos ingleses, con el afán de que nada se desperdiciara, molían los huesos de las vacas sacrificadas, y los mezclaban con la pastura de las vacas que criaban. Ese canibalismo, fue el origen del mal llamado de las “vacas locas” (encefalopatía espongiforme bovina, BSE, por sus siglas en inglés), pues el comer esas vacas desperdicios de las sacrificadas, fue degenerando a su cerebro y creando una maligna proteína, que las llevaba a enloquecer y a ir muriendo lentamente, de forma terrible. Y ese mal, se les pasó a varias personas que ingerían carne de las vacas enfermas, pues, con tal de no perder nada, los rastros, también las sacrificaban. Véase, nada más, cuántos males gratuitos ha creado esta mezquina humanidad, guiada sólo por el deseo de la ganancia óptima, impuesto por el capitalismo salvaje (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2007/11/tecnoecologa-y-antitecnoecologa.html).
Los sobrantes de los insectos criados, como los exoesqueletos y sus heces, serían, como señalé arriba, usados como muy bien fertilizante natural para cultivos.
Dicke dice que en los países en donde se consumen insectos, se recolectan naturalmente, “pero eso, debe de cambiar, tenemos que comenzar a criarlos masivamente”.
En efecto, aquí, cuando hay plagas de chapulines, la gente se pone a recolectarlos. Luego, los hierven, los fríen y los salan, quedando muy buenos.
Y para que la gente, sobre todo europeos o estadounidenses, se animen a comerlos, Dicke “hasta ha preparado un recetario con sabrosas formas de prepararlos”.
Así como deben de criarse insectos, Dicke dice que también la agricultura debe de cambiar, pues en la forma en que se sigue haciendo actualmente, tampoco será sostenible. La agricultura emite alrededor del 18% de los gases que calientan al planeta. En el 2021, fueron de 36,700 millones de toneladas, tan sólo de CO2, así que la agricultura, la mayoría, monocultivos, produjo unas 6,606 millones de toneladas únicamente de ese gas.
Muchas cosas tendrían que cambiar, si realmente queremos que el planeta siga siendo habitable para nosotros. Si desaparecemos, la Tierra continuará y solamente albergará a las especies vegetales y animales que puedan adaptarse.
Y también, dichos cambios tendrán que darse, si queremos que haya alimentos suficientes para los millones de personas que irán incrementando año con año la población mundial.
Entre esos cambios, que los carnívoros le entren a chapulines, chinicuiles, gusanos de maguey y otros insectos y que los complementen con una buena ensalada.
Pero, seguramente, preferirán que al planeta se lo lleve el infierno, antes que renunciar a sus jugosos bistecs de res, barbacoa y tacos de carnitas.
Contacto: studillac@hotmail.com