La elitista criptoespeculación
Por Adán Salgado Andrade
Las criptomonedas, son producto de complicados algoritmos, que sirven para encriptar las transacciones comerciales de todo tipo, hechas por línea, con tal de que queden registradas como un eslabón de la llamada blockchain. Todo ese esfuerzo, comenzó a premiarse, digamos, con tokens, es decir, las criptomonedas. La primera creada fue el bitcoin y fue Japón, el primer país en reconocer al bitcoin como medio de pago legal. Supuestamente, es obra de un programador japonés, Satoshi Nakamoto, pero muchos investigadores y expertos afirman que ni siquiera existe esa persona y lo han adjudicado a otros, como Paul LeRoux, criminal traficante de drogas a nivel mundial, quien pudo haber diseñado al bitcoin para facilitar sus negocios ilícitos y que no se detectaran (ver: https://www.wired.com/story/was-bitcoin-created-by-this-international-drug-dealer-maybe/).
Pero dado que el bitcoin no podría abracar todos lo cientos de miles de transacciones hechas a diario, se han creado otras criptomonedas, como Ether, Litecoin, Monero y muchas más. De hecho, hasta febrero del 2022, se han creado más de 10,000 criptomonedas. La mayoría, tienen muy poco o nulo valor, pues son producidas por pequeños grupos, que quieren entrarle a la lucrativa criptoeconomía, por lo que son llamadas shitcoins (de la palabra inglesa shit, excremento), o sea, monedas basura (ver: https://www.investopedia.com/tech/most-important-cryptocurrencies-other-than-bitcoin/).
Es lo que ocasionó que se, digamos, “legalizara” al bitcoin, hace más de diez años, y se recompensara a los programadores que generaban las criptoclaves que legitimaban cada transacción hecha por internet. Por ello, al principio, como eran muy pocos los que lo hacían, y no se le daba tanta importancia, los primeros bitcoins valían apenas unos cuantos dólares. Pero con el paso del tiempo, la especulación ha llevado a esa criptomoneda a alcanzar absurdos valores. Otras, están pasando por la misma tendencia, como la mencionada Ether, la Litecoin, la Dogecoin, la Ren o la SushiSwap.
Sin embargo, eso está creando una burbuja financiera que pronto estallará, pues esos absurdos altos valores, ya no tienen que ver con su, digamos, valor tecnológico – servir para validar una transacción monetaria –, sino porque han servido para realizar millones de transacciones comerciales a diario. El bitcoin, en lo que va del año, ha perdido 13 por ciento de su valor, y el Ether, 15 por ciento (la plataforma que valida a la Ether, se llama Ethereum, como es más conocida dicha criptomoneda. Más adelante, abordo esa cuestión).
Por lo mismo, se están creando nuevas criptomonedas, con la finalidad de atraer inversionistas, para hacerse, los creadores, de dinero fácil. Es el caso, por ejemplo, del llamado Wolf Game, un “criptojuego” en el que se adquieren ovejas, del creador de tal juego, quien se identifica como el “pastor”, y se le dejan, para que las guarde en un “granero”, con tal de ganar intereses esos compradores (obviamente, las compran con dinero real, como dólares). Los pagos a su inversión son en $wool, un token digital que puede usarse como forma de pago en la plataforma Ethereum – que ya mencioné que es otra criptomoneda –, en la cual está basado tal juego. Y si los “jugadores” quieren recoger su borrego del granero, deben de pagar un impuesto del 20 por ciento a los que compraron imágenes digitales de lobos. Pero hace poco, tal “criptojuego”, cerró por un tiempo, pues su creador, comprobó que era muy hackeable, hasta que logró arreglar las vulnerabilidades. Graham Friedman, quien se dice muy adepto de las criptomonedas, director de Republic Crypto, una empresa que maneja valores digitales, invirtió en comprar borregos $20,000 dólares. “Tuve mucho temor cuando la empresa cerró, para arreglar las vulnerabilidades, pero fue una gran jugada, pues mi inversión se triplicó ya, y ahora vale unos $60,000 dólares”, dice, muy orgulloso (ver: https://www.nytimes.com/2022/01/27/business/crypto-price-bubble.html).
Tuvo suerte, pues miles han perdido totalmente su dinero, tratando de especular con inversiones en criptomonedas que recientemente se crearon y se caen al poco tiempo.
En mi opinión, sucede con las criptomonedas, como en todo: sólo las que se crearon primero, como el bitcoin, el Ether y unas diez más, tienen suerte en alcanzar los (volátiles) altos valores a los que han llegado.
Pero la mayoría de las más de 10,000 que se han hecho, desaparecerán, así como en el capitalismo salvaje, desaparecen todo tipo de empresas. Impera la salvaje ley del más fuerte.
Las criptomonedas creadas se, digamos, almacenan en las llamadas blockchains, definidas como un “registro de bloques inmutables, ligados entre sí, para crear una historia encriptada de transacciones”. Por ejemplo, la del Ether, se llama Ethereum (ver: https://www.foley.com/en/insights/publications/2021/08/blockchain-buzzwords-common-blockchain-definitions#validatingablock).
En esas blockchains, participan varios usuarios – en el caso del bitcoin, son millones ya, unos 26 –, cada uno de los cuales es llamado nodo. Cada nodo, tiene una cartera electrónica (digital wallet), que es en la que almacena sus criptomonedas, en la que recibe los pagos de su inversión. Además, tienen total acceso a todas las transacciones que se hacen, es decir, no hay posibilidad de que una pase desapercibida, ni la actividad de cada uno (ver: https://coinmarketcap.com/alexandria/glossary/wallet).
Cabe aclarar que otra cosa son los mineros de criptomonedas, que son los programadores que, mediante complicados algoritmos matemáticos, producen cada eslabón de las blockchain. Son los que reciben como “premios”, criptomonedas o fracciones de éstas. Desgraciadamente, es una actividad que, como demanda mucha energía, es bastante contaminante. La electricidad empleada para minar al bitcoin y a otras criptomonedas, equivale a la de países como Lituania, Eslovenia o Etiopía, pues sus emisiones de CO2 anuales, son del orden de 17.29 millones de toneladas, por la cantidad de combustibles fósiles, como petróleo o carbón, requeridos para producir la enorme cantidad de energía que requiere tanto trabajo computacional (ver: https://www.zmescience.com/science/emissions-bitcoin-country-17112019/).
Así que minar criptomonedas, contribuirá al calentamiento global, no es ecológicamente sustentable esa especuladora actividad.
Los nodos, o sea, los usuarios de las mencionadas blockchains, ganan si la criptomoneda en la que invirtieron, sube de precio. Es como si invirtieran en la acciones de una empresa. Pero en este caso, es algo tangible, pues si la empresa, por ejemplo, Ford, vende muchos autos, es señal de que le está yendo bien. El bitcoin, sólo ha subido su valor porque cada vez se acepta más como medio de pago. Incluso, en países como El Salvador –uno de los países más pobres de Centroamérica –, la actual mafia en el poder, lo hizo obligatorio como moneda de “curso legal” en el 2021. No lleva muchos meses de haberse impuesto y ya la gente, se está quejando de su infiabilidad, además de que la aplicación que sirve para administrar la compra y venta de bitcoins, advierte que “no se hace responsable de las pérdidas que el usuario pueda tener al usarla”. Esa advertencia se hizo por lo volátiles que son las criptomonedas, ya que no se basan en valores tangibles, sino, como señalé, en el caso del bitcoin, en las transacciones comerciales de venta-compra que se efectúen con él y en los mencionados inversionistas que compran bitcoins (ver: https://www.jornada.com.mx/2021/09/11/economia/020n1eco).
Por eso, muchos expertos, no los recomiendan como inversión, pues su valor es inestable, por lo que ya señalé. Por si fuera poco, son monedas que los hackers pueden robar muy fácilmente. Por ejemplo, hackers coreanos robaron casi 400 millones de dólares equivalentes en criptomonedas en el 2021. Como no es un valor que esté guardado en un solo sitio, como en una bodega de un banco, por ejemplo, es bastante rastreable y robable, por lo mismo (ver: https://www.wired.com/story/north-korea-cryptocurrency-theft-ethereum/).
Pero a pesar de tantas desventajas – son volátiles, muy robables y muy contaminantes – como suele suceder en el capitalismo salvaje, ya se han tomado como instrumentos de especulación financiera. Las blockchains, equivaldrían a las casas de bolsa, en donde se compran acciones de las empresas que allí cotizan.
No sólo eso, sino que si nos quedáramos sin electricidad en todos los países, esas criptomonedas desaparecerían del planeta, pues sólo existen en los discos duros de computadoras.
Pero muchos, las defienden, así como a las blockchains, diciendo que, a diferencia de esos organismos, controlados por una autoridad central – las casas de bolsa, son controladas por organismos estatales –, todos sus usuarios son los vigilantes. “Y se han popularizado tanto, que han alcanzado un valor de $250,000 millones de dólares, a finales del 2021. Tan sólo Ethereum, alcanzó un valor de operaciones de 7,000 millones de dólares” (ver: https://www.wired.com/story/blockchain-cryptocurrency-economics/).
Así que asistimos a otro muy buen negocio en el que un adelanto tecnológico – las criptomonedas –, finalmente, se aplica para invertir, hacerse de una buena fortuna.
Los 26 millones de nodos que poseen bitcoins y especulan con ellos, equivalen al 0.34 por ciento de los habitantes de este planeta. Y todos los otros que especulan con el resto de las criptomonedas invertibles, – que muchos, tienen varias en sus carteras digitales – no llegarán, seguramente, ni al 2 por ciento.
De nuevo, sólo una minoría puede acceder a la criptoespeculación.
Y no les interesa que su mezquina actividad, deprede y contamine más al planeta y, de paso, que estas infamias, sigan empobreciendo profundamente a millones de personas.
Contacto: studillac@hotmail.com