sábado, 2 de octubre de 2021

Los fanatizadores, lucrativos cultos

 

Los fanatizadores, lucrativos cultos

Por Adán Salgado Andrade

 

Las religiones fueron creadas por la necesidad de mujeres y hombres de explicarse, todo aquello que no pudiera establecerse cómo había sido creado. Resultó más cómodo concebir un todopoderoso ser, a quien se pudiera achacar la creación del mundo, de los seres vivos, los mares… ¡todo!

Y las religiones que se crearon, sean catolicismo, judaísmo, islamismo… pasaron a convertirse, no sólo en una forma de fanatizador control, sino, igualmente, en excelentes negocios.

Por lo mismo, hay oportunistas que han creado sus propios “cultos”. Y suelen enraizarse tanto, que hasta son fatales. Es el caso del que inició Marshall Applewhite (1931-1997), estadounidense que creó el grupo religioso “La Puerta del Cielo” (Heaven’s Gate), en los 1970’s. Les aseguró a sus seguidores que extraterrestres tomarían sus espíritus para llevarlos a un paraíso, pero que tenían que morir en este mundo, para dejar sus “defectuosos cuerpos”. Así, en marzo de 1997, todos los miembros, vestidos con la misma ropa, tenis y corte de pelo, guiados por su mentor espiritual, cometieron suicidio masivo. Sus cuerpos, fueron hallados en una mansión alquilada para dicho fin, el 26 de marzo. Treinta y nueve cuerpos, incluido el de Applewhite, fueron hallados. Se habían quitado la vida, ingiriendo somníferos y, cuando estaban por dormirse, se colocaron bolsas plásticas en la cabeza, para asfixiarse (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Marshall_Applewhite).

Otro oportunista, creador de su propio culto, el de los davidianos, fue el igualmente estadounidense David Koresh (1959-1993) – quien cambió su nombre original, a ese, pues Koresh, es el nombre bíblico de Cyrus el Grande, rey persa que es considerado un mesías, pues liberó a los judíos de su cautividad en Babilonia, en tanto que David, simboliza descendencia directa del rey David –, que aunque él no fue el fundador original, siguió practicándolo. Fue un paraíso  para él mismo, pues la mayoría de sus seguidores eran mujeres, con varias de las cuales, sostuvo relaciones sexuales y hasta concibió doce hijos, según él mismo afirmó en un documental. Vivían en una granja, en Waco, Texas. Luego de acusaciones de abuso infantil y otras, cosas, como almacenar armas, el FBI y la ATF, atacaron el sitio, el que se incendió, todavía no se sabe cómo, y murieron dentro Koresh y 79 davidianos, entre los que estaban 21 niños, menores de 16 años (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/David_Koresh).

En la cinta italo-mexicana “Santa Sangre”, dirigida por el chileno-francés Alejandro Jodorowsky (Chile, 1929), estelarizada por Blanca Guerra, podemos darnos una idea de la fuerza que toma el culto de lo que sea. En una de las escenas, Concha (Blanca Guerra), es la lideresa espiritual de la orden de la Santa Sangre. Habían construido un templo para honrar a la niña mártir que, en ese sitio, años antes, dos violadores, habían amagado, para violarla. Como había opuesto resistencia, le habían cortado los brazos y así la ultrajaron. Eran decenas las seguidoras y seguidores de ese culto, vestidas y vestidos con túnicas naranjas, como Concha.

“Todo el sitio quedó cubierto con su sangre, y ella estaba sobre ese charco sanguinolento, sin sus brazos”, explica Concha a un monseñor, quien es enviado por la iglesia para que averiguara en qué consistía ese culto. Como el dueño del terreno en donde construyeron ilegalmente ese templo, quería demolerlo, Blanca confía en que el citado monseñor, pudiera evitarlo, si le da su aval. De todos  modos, tanto Concha, como sus seguidoras y seguidores, se  muestran dispuestas y dispuestos a “dar la vida”, si fuera necesario, con tal de defender su templo de la demolición. Piquetes de policías auxilian a las máquinas pesadas para que la acción sea consumada. Las fanáticas y fanáticos están agrupados frente al templo, gritando contra los policías. Luego, entonan, junto con Concha, una canción dedicada a la mártir.

El religioso, de entrada, se exalta, viendo que la “santa” era una burda muñeca sin brazos, hecha de cartón. “¡Esto no es una santa!”, exclama. Pero lo que más lo puso fúrico, fue cuando Concha le muestra una especie de piscina con agua enrojecida, que era en donde sus adeptos eran sumergidos, para que fueran bautizados. “¡Esta es santa sangre!”, exclama Concha, como poseída, inmune a las reclamaciones del monseñor, de que eso no estaba bien, no era “santo”. El tipo sumerge una mano en el agua y le grita “¡No, no, esto es agua con pintura, esto es una herejía!”, pero Concha se le va encima, diciendo que “¡Sí es, es santa sangre!”.

Entonces, muy enojado, el religioso sale del sitio, acompañado del monaguillo que lo había acompañado desde el principio, a quien dice “¡Vámonos, no quiero que tus ojos castos vean esta depravación!”. Acto seguido, ordena que “¡Destruyan esa porquería!”, procediendo los buldóceres a hacerlo, a pesar de gritos y esfuerzos de Concha y sus adeptas y adeptos, por evitarlo.

Esa escena, repito, refleja muy bien los niveles de fanatismo a los que se puede llegar cuando se defiende un símbolo religioso (muy buen ejemplo lo tenemos en la ciudad de México, cada doce de diciembre, cuando las y los guadalupanos, suceda lo que suceda, irrumpen masivamente en la ciudad, para pedirle milagritos de todo tipo a su Virgen de Guadalupe. Este culto, por desgracia, es un resabio impuesto por el colonialismo).

El documental mexicano “El niño Fidencio: el taumaturgo de Espinazo”, de 1980, filmado por Nicolás Echevarría (Nayarit, 1947), es otra muestra de los alcances que puede tener el culto a la personalidad. En este caso, el “santo” es el curandero José de Jesús Fidencio Sintora Constantino (1898-1938), quien, aseguran sus adeptos, curó a mucha gente, incluso a Plutarco Elías Calles, como expresa su supuesto hermano Joaquín, quien sale hablando en el citado documental, “y curó a gente con cáncer, lepra, hidropesía, locos, maternidad y otros males, que los operaba con vidrios y no cobraba nada. Los regalos que le daban, los repartía entre la gente pobre”.

Resultan bastante dramáticas las escenas de sus fieles, avanzando de rodillas sobre el polvoso suelo, otros, girando, con tal de mostrar su fervor y lograr la tan ansiada “curación”. Los fidencistas, en otra escena, se ven “aliviando” a los enfermos, algunos, con parálisis en sus piernas. Los “curan” administrándoles fuertes sobadas en la cabeza, en el cuerpo, sobándoles los brazos, las piernas, tronando sus cuellos (muy peligrosa práctica, pues se podría desnucar a una persona). A otros, les cubren la cabeza con una manta y les soplan aguardiente con la boca.

Una escena que resulta particularmente nauseabunda es cuando son congregados los fanáticos en una especie de estanque, conteniendo aguas lodosas. Allí, los “curanderos” tocan las cabezas de los enfermos y los empujan, para que se sumerjan en esas aguas lodosas, grises. La insalubridad es evidente, no sólo por las mismas aguas, sino por tantas personas que son sumergidas en ellas, contribuyendo a la insalubridad. Y se ve que tragaban ese grisáceo líquido. Imagino que si no se curaban, sí se enfermaban de una difteria o tifoidea.

Pero nadie objeta ser sumergido en ese insalubre, acuoso lodo, muy entregado al ritual de su sanación.

Esa particular escena, da idea del fanatismo al que se llegaba, sin importar las consecuencias, como dije, de que se adquirieran enfermedades parasitarias en intestinos, o infecciones en ojos y piel (el documental está disponible en la plataforma cinematográfica FilminLatino: https://www.filminlatino.mx/).

Y el culto sigue, a pesar de que no está reconocido por la “iglesia católica”. Su templo, se ubica en el ejido Espinazo, cerca de Torreón, Coahuila (ver: https://www.milenio.com/cultura/fidencismo-un-culto-que-no-se-olvida).

En Japón, existen unos 183,000 cultos, “registrados y quizá miles más sin registrar” (ver: https://factsanddetails.com/japan/cat16/sub183/item597.html).

Y han llegado a niveles de fanatismo hasta criminal. El 27 de junio de 1994, hubo un ataque de gas sarín por parte de la secta apocalíptica Aum Shinrikyo, al metro de Tokio, en el que trece personas murieron y más de 500 fueron heridas. La secta era dirigida por el líder espiritual Shoko Asahara (1955-2018), un hombre que estaba casi ciego, quien fue ejecutado mediante la horca, junto con sus discípulos, en el 2018, por su directa responsabilidad en ese artero ataque (ver: https://gulfnews.com/world/asia/the-fatal-lure-of-cults-in-japan-1.65299887).

Asahara les ordenó a sus discípulos atacar el metro, “para que derrocaran al gobierno y lo hicieran a él emperador de Japón” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Shoko_Asahara).

Lo sorprendente, en todos los casos mencionados, es la facilidad con que los seguidores son manipulados, hasta el punto de, en efecto, dar sus vidas por la causa, como en el caso de los fanáticos de Applewhite.

Y  no paran de sorprender los cultos que siguen naciendo. Uno de ellos, es el fundado por la señora Gwen Shamblin (1955-2021),  del programa “Taller para Bajar de Peso” (Weigh Down Worshop). Recientemente Gwen, junto con su esposo, el actor Joe Lara, su yerno Brandon Hannah y otros cuatro de sus seguidores, murieron en un accidente de aviación, el 29 de mayo pasado. Muy seguramente su fallecimiento, hará más famoso el culto que ella fundó. 

Gwen, era dietista de profesión. En 1980, fundó el citado taller, que no ponía límites a lo que había que comer. Tampoco imponía ejercicios o que se cuantificaran las calorías. Desde el inicio, ligó sus pláticas con iglesias cristianas, para darle el carácter religioso, con tal que tuviera más impacto, por lo cual, fue muy criticada. La forma extra en que relacionó su taller con Dios, fue que “el amor por la comida, debería de ser transformado en amor por Dios, a dividir las porciones de comida a la mitad y comer sólo cuando se tuviera hambre y el estómago lo denunciara mediante retortijones”.

Por eso, también la llamó la “Dieta Cristiana”. Y escribió, en 1997, el libro The Weigh Down Diet (La dieta para bajar de peso), que ha vendido más de 1.2 millones de copias. Ha escrito más libros, en los que ha relacionado a las dietas con el amor a Dios, todos los cuales han tenido muy buenas ventas.

En 1999, fundó la Remnant Fellowship Church (La iglesia del culto al remanente). Con eso, materializó su culto. No sólo eso, sino que de tanto dinero acumulado por libros, conferencias, programas de televisión, artículos en periódicos y revistas y los abundantes “donativos” de sus seguidores, se construyó un edificio en “40 acres (16.18 ha.) que su esposo adquirió en Brentwood, Tennessee”. Por supuesto, es una muy amplia y lujosa construcción, muy acorde con la fama que el culto a la dieta cristiana debía de tener (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Gwen_Shamblin_Lara).

Como dije, seguramente su trágico fallecimiento engrandecerá y hará más famoso el culto, así como sucedió cuando El Niño Fidencio falleció en 1938, pues, había dicho a sus fieles seguidores “Me voy, pero regresaré en los cuerpos de ustedes, para que sigan curando”. Y el culto que fundó, se sigue sosteniendo gracias a los generosos donativos de las más de 200,000 personas que asisten cada año al templo, que también se construyó para honrarlo.

El fanatizador, enajenador culto de Gwen, mereció que se le hicieran una serie de documentales, producidos por Marina Zenovich y Nile Cappello, en el que, incluso, se denuncia que entre sus adeptos, se han dado casos de maltrato infantil, como el de dos miembros, Joseph y Sonya Smith, que fueron sentenciados a 30 años de prisión por haber matado a golpes al hijo de ambos, Josef, de 8 años, por “castigo” al haber comido de más (ver: https://www.theguardian.com/tv-and-radio/2021/sep/29/gwen-shamblin-docuseries-the-way-down-remnant-fellowship).

Así que, en vista de lo exitosos y lucrativos que son los cultos, incluidas religiones, fundemos uno personal. Podría ser sobre nuestros pantalones rotos, que se llamara culto de “Los pantalones rotos anunciando el Apocalipsis”, asegurando que se rompieron porque vaticinan el fin del mundo, ¿no creen?

 

Contacto: studillac@hotmail.com