lunes, 27 de septiembre de 2021

Pobreza extrema y delincuencia imperan en Haití

 

Pobreza extrema y delincuencia imperan en Haití

Por Adán Salgado Andrade

 

Los haitianos que están buscando refugio, ya sea en México o en Estados Unidos, son ya miles (ver: https://www.france24.com/es/am%C3%A9rica-latina/20210924-migrantes-haitianos-crisis-mexico-deportaciones).

Estados Unidos, ha optado por repatriar a muchos de ellos, o simplemente enviarlos a México, usando incluso la fuerza policial para hacerlo (ver: https://www.usatoday.com/story/news/politics/2021/09/20/white-house-horrific-see-horseback-cpb-agents-chasing-haitians/5785870001/).

Pero sólo hay que ver el estado tan deplorable y triste en que se encuentra Haití, para comprender porqué, esos miles de refugiados, mujeres y hombres de todas las edades, están abandonando eso que es su “país”. Nación pobre, azotada por enfermedades, terremotos, huracanes, quizá esté al borde del colapso.

Un artículo de la agencia Associated Press, titulado “Los haitianos están regresando a un Haití que no los recibe con los brazos abiertos”, firmado por Alberto Arce y Rodrigo Abd, da cuenta de esa lastimera, desastrosa, violenta situación (ver: https://apnews.com/article/haiti-port-au-prince-texas-border-immigration-5cc131fe86e3b5953df0ae70d1f9913d/gallery/d7471745e77748c880cfafa96d3ee629).

Varias fotos abren el artículo. En una, se aprecia una barricada, levantada en el barrio Bel Air, en la capital Port-au-Prince, hecha con costales de arena y tabiques. Es para “delimitar” el territorio de una de las pandillas que controlan esa área. “Más que una ciudad, Port-au-Prince es un archipiélago de islas controladas por pandillas. Algunos barrios, están abandonados. Otros, han levantado barricadas de fuego, carros destruidos y montañas de basura, que vigilan hombres fuertemente armados”, anotan los reporteros.

En otra imagen, se puede ver a un miembro de una de esa pandillas, encapuchado y luciendo una pistola en su mano derecha. Está en medio de una construcción incompleta. Otra imagen, muestra a gente desplazada por la violencia de las pandillas, a la que se ha dado refugio en una escuela. Se les ve viviendo precariamente, alumbrados con velas y durmiendo en improvisados lechos. Se nota que es gente muy pobre, de triste mirar y sin expectativas futuras, languideciendo en ese improvisado “refugio”.

Una más, muestra un “palacio de justicia” vacío, en donde, en una pared, está grafiteada la frase “Abajo la inseguridad”. El “gobierno” es débil, casi inexistente, sobre todo, desde el asesinato del presidente Jovenel Moise, un verdadero acto de barbarie, en julio del 2021. En otra foto, se ve una cámara del senado vacía, sin funciones.

Otra imagen, muestra a una mujer en un “mercado”, con su puesto de verduras, esperando a algún ocasional cliente. El “mercado”, más bien parece un tiradero de basura de todo tipo, que se ve que lleva meses de no recogerse, denotando la falta total de servicios públicos de limpieza o algo que busque ordenar ese anárquico caos. La mujer se ve resignada, inmune, por lo visto, a la miseria que la rodea.

En otra foto, un matrimonio le describe al reportero cómo su comunidad, La Piste, fue incendiada por un ataque policiaco que buscaba “pandilleros”, pero como éstos estaban escondidos entre la gente del barrio, decidió, para mayor “eficiencia” quemarlo todo. “Nos dejaron sin nuestra casa”, dicen la mujer y el hombre, muy tristes.

Otra imagen, muestra a varios refugiados en una especie de instalación deportiva, durmiendo sobre mantas. Un hombre joven, de mirada inquisitiva, mira a la cámara.

En otra, mujeres rayan col, que venden en su puesto, a un lado del ya citado “mercado”, que, como dije, más parece un relleno sanitario. De verdad que es increíble la decadencia mostrada en esas imágenes. Cuando un país llega a esos niveles de desorden urbano, combinado con precariedad y pobreza extrema, debe estar a un punto de su desaparición, como formación social. Eso ocurrió, por ejemplo, con Biafra, un país africano que dejó de existir, debido a la guerra y a la hambruna, en 1970. Muy famosas fueron las imágenes de adultos y niños en los huesos, provocados por la hambruna que ocasionó la guerra entre Biafra y Nigeria, país del que se había independizado en 1967 (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Biafra). 

Podría suceder algo similar con Haití.

En otra imagen, se observa una barricada levantada por la más temible y poderosa pandilla, que controla el centro de Port-au-Prince. Es la G9, liderada por Jimmy Cherizer, nada menos que un ex policía, apodado el “Barbacoa”. Es una imagen decadente, mostrando las barricadas, hechas de basura de todo tipo, y el abandono en que se encuentra esa zona de la ciudad. Sucede en Haití lo que pasa en Somalia, en donde un grupo de “señores de la guerra” dominan a ese país, uno de los más pobres de África (ver: https://www.cigionline.org/articles/warlords-somalia/).

En otra imagen, una mujer está bañando en plena calle a un hombre. Como no puede hacerlo dentro del refugio en donde se alojan, lo debe de hacer afuera. En situaciones así, el pudor es lo de menos, supongo.

En otra foto, una mujer lleva, en una silla de ruedas, unos contenedores de agua. Camina por una “calle” vacía, llena de basura de todo tipo. Repito, es evidente la decadencia en la que ha caído Haití, al observar esas desgarradoras vistas de la ciudad.

Otra foto, muestra a un hombre que vende pedazos de madera para prender fogatas. Me imagino que la mayoría de la gente cocina en fogones y por eso se requiere de esa madera para hacerlo. Aunque debe de ser un material cada vez más escaso, pues Haití ha diezmado sus bosques (pueden verlo en imagen satelital de Google Maps).

Otra imagen, muestra a mujeres, hombres, niñas, niños, durmiendo sobre mantas y colchonetas en un refugio para los desplazados por la violencia de las pandillas. Quizá duerman para que no los asalte el hambre, pues no deben de estar bien alimentados.

En otra, una mujer muestra la fotografía de su hijo, sordomudo, del que no sabe nada, luego de un ataque policiaco al barrio en donde vivían. “Por favor, quiero que me informen de él, no sé si esté vivo o muerto. Sólo sé que los que nos atacaron eran policías”. Un drama personal dentro de un drama colectivo.

En otra foto, un hombre invidente, narra cómo fue el ataque a La Piste, por la policía, y cómo todo fue destruido. “La policía nos atacó, no se diferencian en nada de las pandillas que nos atemorizan a diario”, declara.

En otra imagen, manifestantes muestran armas de juguete, que usaron unos músicos, cuando estaban filmando un video musical. La policía, creyendo que eran reales, les disparó y mató a uno de ellos. Dicen los ciudadanos que son igualmente temibles los “policías” que los pandilleros. Sólo se ven los pies de esos manifestantes, casi todos calzando sandalias o desgastados y sucios tenis. También quemaron llantas, en protesta por la muerte del músico, como se ve en otra foto.

En otra imagen, un vendedor de plátanos fritos, los fríe, ante la mirada de inanición de varios chicos, quizá esperando una caridad del hombre. Está en el citado mercado, el que hace dos años fue parcialmente quemado por unos pandilleros. Nunca se reconstruyó, ni se hará, por lo visto.

En otra foto, una mujer embolsa carbón en costales, para irlos a vender al citado mercado. Se ve que los pocos empleos que hay son precarios, vendedores, principalmente. Pero en un país con una devastada economía, uno se pregunta, ¿quiénes son los compradores?

Una foto más, muestra a una chica, de no más de veinte años, muy delgada, que alimenta a su hijo, recién nacido. Se refugian en una escuela abandonada que les sirve de precario alojamiento. Los signos de desnutrición son evidentes en madre e hijo.

En otra foto, un hombre corre, en medio de una calle, pues disparos ocasionales son hechos por las bandas rivales y pueden herir o matar a la gente que sea víctima de ese fuego cruzado. Irónicamente, detrás del hombre que corre, hay una especie de altar, mostrando la imagen de la Virgen María, que, por lo que se ve, ya abandonó a sus hijos, los haitianos.

Una última foto, muestra un ataúd sin terminar. La carpintería que lo está haciendo, se encuentra igualmente, en un barrio controlado por pandillas rivales que han hecho de ese sitio una muy peligrosa zona de guerra.

El artículo inicia mencionando a un repatriado, Pierre Charles, quien llegó a Port-au-Prince, y que ve a su ciudad natal “más peligrosa que cuando la dejé hace cuatro años”.

Para llegar a su barrio, trató de abordar apretujados camiones, pero no pudo. Y cuando les pidió a motociclistas que lo llevaran, no accedieron, pues le dijeron que era muy peligroso ir a Carrefour, en donde Pierre vivía y llegó de nuevo a hacerlo. Finalmente, alguien accedió a llevarlo. “Yo sé que hay barricadas y tiroteos, pero no tengo a dónde ir”, declara Pierre, resignado.

“Al menos 2,583 haitianos, deportados de Texas, han llegado aquí en la pasada semana con entre $15 y $100 dólares de efectivo y un ‘buena suerte’, de agentes migratorios estadounidenses. Muchos de esos haitianos, pisan su país por primera vez en mucho tiempo, incluso, en décadas”, dicen los reporteros.

La mayoría de la población de Port-au-Prince no tiene acceso a servicios públicos básicos, como luz, agua, o recolección de basura. Por eso, se percibe a esa ciudad tan decadente, llena por todos lados de basura, ruinas y pobreza.

Dicen los reporteros que de los más de 18,000 desplazados internamente, sólo entre 5,000 y 7,000 han podido ser ayudados por la Organización Internacional para la Migración, IOM (por sus siglas en inglés).

“Estamos negociando que podamos ayudar al resto”, dice Giuseppe Loprete, jefe de la IOM, citado por los reporteros.

Cuentan la historia de Elice Fleury, quien tenía una panadería. Una pandilla se apoderó de su barrio, Martissant, con lujo de violencia, pues es vital, porque por él pasa un camino que conecta a la capital haitiana con el sur del país, por el que circulan transportes que acarrean mercancías. Por fortuna, toda su familia logró reunirse y actualmente, viven en un refugio, habiéndolo perdido todo. “Pero tampoco queremos regresar, pues es seguro que nos matarán si lo hacemos”. Así que todo lo perdieron y ya abultan el ejército de pobres extremos que viven en esos refugios.

Todos los habitantes de Port-au-Prince, declaran miembros de Médicos sin Fronteras, “sufren en menor o mayor medida la violencia de las pandillas. Muchos, han formado autodefensas, pero cuando no pueden contener más a los pandilleros, abandonan sus barrios y éstos se convierten en territorios abandonados, azolados por esos delincuentes”.

Todo eso vuelve muy peligroso el regreso de los deportados, como es el caso de Justin Pierre, de 31 años, estudiante de leyes, quien, al llegar al aeropuerto de Port-au-Prince, siendo recibido por la IOM, protestó, con gritos, frente a otros deportados, de que “!No es este el momento adecuado para deportarnos a Haití. Haití no está listo para recibir a deportados, pues su situación es caótica. Es un país que vive una crisis económica, política, social y de inseguridad, estamos rodeados por pandillas por todos lados. Nos deberían de haber permitido solicitar asilo como refugiados!”.

Eso lo dijo, porque Estados Unidos les ha negado asilo a la mayoría, prefiriendo su pronta expulsión. Mucha de la situación que vive Haití actualmente, se debe a los distintos controles colonialistas que sufrió, comenzando con los franceses. Estados Unidos, lo ocupó por casi dos décadas “y desde entonces, sufriendo golpes de Estado, terremotos, huracanes, líderes de Estados Unidos y de la comunidad internacional, han contribuido al caos y tratado, sin éxito, de reconstruir a ese país”, anotan los reporteros, acertadamente.

Fue por esa situación de nula ayuda, que el funcionario estadounidense Dan Foote, enviado especial de Estados Unidos para Haití, renunció a su cargo, pues no es posible, declaró, que “sean regresados haitianos a un país en donde los funcionarios de la embajada estadounidense deben de estar confinados en lugares seguros, por el peligro que bandas armadas representan para la vida diaria. Sólo vamos a lograr que crezca la migración en nuestras fronteras, pues estamos contribuyendo a ahondar la inaceptable miseria de Haití”.

Pues qué bien que Foote, haya tenido dignidad y haya renunciado a ese cargo, que sólo busca seguir deportando a pobres haitianos.

Se calcula que hayan unas 100 pandillas que, a diario, siembran el terror en la capital. Un residente, Jean Baptiste Nevelson, quien vive en Bel Air, dice que se han armado sus vecinos, para defenderse. “Ya no confiamos en ningún gobierno, no confiamos en la policía. Sólo nos tenemos nosotros… para ser honestos, llegamos a un punto en donde este barrio sólo puede ser defendido con nuestras armas”.

Muy fuerte, emotiva y desesperada declaración.

Aquí, en México, hay varias localidades en sitios como Guerrero o Michoacán, que han huido de la violencia ejercida por grupos de narcotraficantes, que los azuelan sin piedad. Y han optado, en efecto, por defenderse a sí mismos, como se hace en Michoacán, por ejemplo, que hasta mujeres han formado autodefensas (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2021/01/mujeres-de-michoacan-formaron-un-grupo.html).

Es entendible lo que Nevelson declara, más, si está en juego todo, hasta la vida de sus vecinos y la de él.

Se han apoderado esas pandillas de todo. Y controlan el tráfico de mercancías, cobrando extorsiones a los transportistas que las acarrean.

En cambio, los ricos – que en todos países, por muy pobres que sean, los hay – viven en el suburbio de Petion-Ville, “en casas amuralladas, vigiladas por guardias privados, bien protegidos de la violencia y de las extorsiones”.

A los pobres, no les queda más que pedir agua, comida. Decenas de niños “descalzos, desnudos, deambulan por áreas ruinosas, cerca de bodegas y estaciones policiacas abandonadas, que han sido vandalizadas y robadas”.

Los reporteros dicen que varias calles que se cruzan, son muy peligrosas, “y hombres armados, hablan por sus celulares, mientras nos ven pasar, recelosos”.

Un guía, Andy, trató de acompañarlos a recorrer el mercado, pero, de repente, fueron detenidos por hombres que dijeron ser de la “seguridad”. Fue cuando la amabilidad de Andy se perdió y les gritó que se fueran pues “¡puede haber un ataque en cualquier momento!”.

El mencionado Jean Baptiste Nevelson dice que “El futuro será malo, caótico y violento”.

Muy bien resumido lo que le espera a Haití y a los deportados que, por la falta de coordinación y solidaridad internacional, deberán de regresar a ese caótico infierno.

 

Contacto: studillac@hotmail.com