domingo, 22 de noviembre de 2020

Estadounidenses solicitan más licencias de cacería para distraerse de pandemia

Estadounidenses solicitan más licencias de cacería para distraerse de pandemia

por Adán Salgado Andrade

 

Entre los obscuros, violentos orígenes de los Estados Unidos (EU), está la cacería, que fue, por varios años, la principal fuente de alimentos, para tanto buscador de tierras y oro. De hecho, una forma de acabar con los nativos, fue la de, prácticamente, extinguir al búfalo, que era uno de los sustentos alimenticios de éstos. No sólo cazaban búfalos, sino “pieles rojas”, con tal de limpiar las tierras conquistadas, por el simple latrocinio. Los cazadores de “pieles rojas”, cobraban por cabellera entregada (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/08/indios-buenos-e-indios-malos-en-el.html).

Por otro lado, la “constitucionalidad” en el uso de las armas, dio un pretexto más para ir de cacería, pues buena parte de tales armas, por ejemplo, rifles, son para tal fin, claro, cuando no son usadas en tiroteos masivos, que son algo ya cotidiano en EU (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2012/07/de-tiroteos-estrenos-hollywoodescos-y_26.html).

Y ese par de enraizadas características de la sociedad estadounidense, perduran, sin visos de que alguna vez renuncien a ellas, sobre todo, al sacrosanto derecho de poseer armas, como fue dispuesto desde la arcaica constitución de 1789 (ver: https://www.archives.gov/founding-docs/bill-of-rights).

Y por supuesto que la cacería de animales “salvajes”, como venados, conejos, aves y otras especies, que habitan los bosques de EU, es otra primitiva actitud, que tampoco se ve que vaya a acabarse. Eso lo expone el artículo de la agencia Associated Press, titulado “Las licencias para cacería se disparan, pues estadounidenses aburridos de la pandemia, buscan los espacios abiertos”, firmado por John Flesher y Anna Liz Nichols, en el que narran cómo, para muchos estadounidenses, actualmente, cazar, es una forma de “distraerse” o, para algunos, además de “distracción”, les sirve para proveerse de alimentos, en estos tiempos de “inseguridad alimentaria”, provocada por tantos millones de desempleados que ha provocado la presente pandemia (ver: https://apnews.com/article/hunting-licenses-soar-us-outdoors-38cb1118ff3f2844e94dc3e8f3d274a6).

Citan Flesher y Nichols el caso de Zane Goucher, quien, cuando era niño, cazaba con su padre en los bosques de Maine. Luego de 22 años de ausencia, regresó, y ahora comparte esa nefasta afición con su hija, a la que enseñará, no a amar a los animales, sino a cazarlos por “diversión”.

Como muchos estadounidenses están haciendo, Goucher “es uno de miles que solicitan licencias para cazar y/o pescar, como una forma de salir del encierro, buscando soledad en los espacios abiertos. Es una tendencia que crece, luego de muchos años de que había declinado. Para infinidad de familias, es una forma de hacerse de comida, debido a que los alimentos han sido difíciles de adquirir, para muchos, durante la pandemia ”.

Esto último, tendría sentido, sobre todo para aquéllos que, como menciono arriba, no tienen trabajo y, por lo mismo, no tienen dinero para adquirirlos.

Pero para los que matan animales por diversión, es verdaderamente deleznable. Más, para los que llevan a sus hijos, a enseñarlos a cazar, en lugar de cuidar y amar a los animales.

De hecho, organizaciones defensoras de animales, como PETA, están en contra de esa arcaica práctica. Como señala en su página de internet, “La cacería, pudo haber sido necesaria para la sobrevivencia humana en tiempos prehistóricos, pero actualmente, los más de los cazadores, acechan y matan animales simplemente por la emoción, no por necesidad. Esta innecesaria, violenta manera de ‘entretenimiento’, divide familias de animales y deja a cientos huérfanos o malheridos, cuando los cazadores fallan al dispararles. Las muertes rápidas, son raras y muchos animales sufren prolongadamente dolorosas muertes, cuando los cazadores sólo los hieren. Un miembro de la alianza de cazadores con arcos, estima que un 50 por ciento de los animales, a los que se dispara con arcos, sólo son heridos, no asesinados. Un estudio de 80 venados de cola blanca, mostró que de 22 venados que fueron atacados con arcos, 11 fueron heridos, pero nunca hallados. Un estudio británico, halló que 11 por ciento de los venados asesinados por cazadores, morían sólo después de haberles disparado dos o más veces y que algunos de los heridos, sufrían más de quince minutos, antes de morir. Veinte por ciento de los zorros heridos, sufren un segundo tiro; 10 por ciento, logran escapar, pero ‘se mueren de hambre’, dice un veterinario. La cacería, también rompe los ciclos de migración e hibernación y destruye familias. Para animales tales como los zorros y los gansos, que hacen parejas de por vida y habitan en unidades familiares muy cercanas, la cacería puede devastar comunidades enteras. El temor por el ruido de los inescapables disparos y otros peligros que representan los cazadores, ocasiona gran estrés en los animales perseguidos. Esto afecta sus rutinas y hábitos alimenticios, haciéndoles difícil que almacenen grasas y energías para sobrevivir durante el invierno. Fuertes ruidos, pueden afectar los rituales de apareamiento y ocasionar que los animales, abandonen sus madrigueras y nidos, dejando a sus crías vulnerables a los depredadores. A la cacería, se le llama deporte, con tal de que esa cruel, innecesaria actividad, sea socialmente aceptable, sin embargo, los deportes, implican una competencia entre dos partidos, que se ponen de acuerdo, y entre los que media un referí. Y ningún deporte termina con la deliberada muerte de un participante involuntario” (ver: https://www.peta.org/issues/animals-in-entertainment/cruel-sports/hunting/).

Claro, esos juegos, en donde alguien muera, son sólo temas hollywoodescos, como en las cintas “Los juegos del hambre”, (2012), en las que humanos, cazaban humanos. En el “deporte" de la cacería, las víctimas, son involuntarios, indefensos animales.

A pesar de todos estos correctos señalamientos, hechos por esta organización y otros grupos de activistas defensores de los derechos de los animales, el Departamento de Recursos Naturales, expide cada año licencias para, literalmente, asesinar animales.

“Más de 545,000 cazadores en Michigan, habían comprado licencias hasta el 11 de noviembre, más de 10 por ciento, en relación con la  misma fecha del 2019. Significativamente, el número de los que han tramitado una licencia por primera vez, ha subido 80 por ciento, a unos 84,500”, señalan Nichols y Flesher.

O sea, el instinto asesino ha surgido durante la pandemia. Seguro han de decir los que se animaron a cazar que, es preferible matar animales, a gente, supongo. Pero si de eso se tratara, los pobres animales, son los que pagarán las consecuencias de un país, en el que corresponden 1.2 armas por ciudadano, siendo EU, la nación con más de ellas, de todo el mundo (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Estimated_number_of_civilian_guns_per_capita_by_country).

Abre el artículo, una foto de Goucher, con su “adorable hija Annabelle”, quien, a sus doce tiernos años, carga un arco para cacería, muy seguramente un regalo hecho por su consentidor padre, para que asesine a pobres, indefensos animales. Y, como vimos arriba, esos arcos, las más de las veces, sólo hieren al pobre animal al que se dispara. Inaudito, que en lugar de fomentarle Goucher a su hija, el amor por tales animales, le enseñe a asesinarlos.

Ambos, lucen grandes sonrisas, para la foto.

Según Goucher, el regreso a la cacería, se debió al encierro en que se encuentra su familia, “sobre todo, que mis hijos tomen clases en línea. Eso, ha cambiado varias rutinas”. ¡Vaya forma de aprovechar el tiempo, matando a seres inocentes!

“En el vecino estado de Wisconsin, las licencias para arquería han subido 12 por ciento y licencias para armas, 9.5 por ciento. Maine, reporta un récord, para el estado, de permisos para cacería, en tanto que Vermont y Nevada, tienen incrementos de dos dígitos para licencias de cazadores. Las licencias para pesca, también se han disparado. En Luisiana, el total concedido en abril, poco después de que el gobernador emitió la orden de estar en casa, casi se duplicaron, comparadas con el mismo mes del 2019. En Idaho, nuevos cazadores y pescadores, se incrementaron 30 por ciento en relación al año pasado. Y la tendencia es al alza, en todo el país”.

Muy hipócrita acción, pues se le permite cazar a la gente “legalmente”. Sí, que asesinen a miles de animales, pero “apegados a las leyes”. Pero no pueden cazar sin permiso, ¿está claro?

La pandemia, declara Nick Buggia, de la Fundación del Deporte, es la que ha disparado las licencias, las que habían ido declinando con los años.

Y eso, tenía “muy preocupadas” a la agencias reguladoras de la vida salvaje, “cuyos presupuestos, dependen bastante de las licencias, además de que es una forma de controlar las sobrepoblaciones de venados”.

Pero eso, de que sirven para “controlar la sobrepoblación”, señala PETA, que es otra mentira, pues “contrario a lo que los cazadores dicen frecuentemente, en la defensa de su cruel pasatiempo, la cacería no tiene nada que ver con la ‘conservación’ o el ‘control poblacional’. De hecho, hay animales especialmente criados para que sean asesinados por los cazadores. Si se dejan inalterados por los humanos, el delicado balance de los ecosistemas naturales, asegura la sobrevivencia de la mayoría de especies. Los depredadores naturales, ayudan a mantener este balance, matando sólo a los más enfermos y débiles”.

En efecto, en muchos hábitats invadidos por humanos, los depredadores han tenido que alimentarse de basura o de las mascotas de esos invasores, a falta de animales para cazar (ver: https://www.wired.com/story/wild-predators-are-relying-more-on-our-food-and-pets/).

O sea, finalmente, no es más que un buen negocio la cacería, para la mafia en el poder, pues cada permiso cuesta, en promedio, $51.02 dólares, para residentes, y $178.2, para no residentes de un estado (ver: https://wildlife.ca.gov/licensing/hunting).

Supongamos que se expidan unos 20 millones de “licencias” para cazar. Sin son de residentes, generaría ingresos por $1,020.4 millones de dólares. Y si fueran todas de no residentes, $3,564 millones de dólares. ¡Así que no se detengan, apasionados cazadores, asesinen a cuanto animal cazable vean!

De nuevo, por la pandemia, muchos de los comisionados de las agencias que expiden las licencias, justifican que, por eso, se han disparado los “permisos”. Pero muchos de los cazadores, simplemente, donan sus presas, o sea, no tienen real necesidad de comérselas y sólo lo hacen por la “emoción de acechar y cazar a un animal”.

Claire Gribsby, otra tierna adolescente, de 14 años, de Traverse City, Michigan, dice que “me gusta cazar, con mi papi, además de que nos alimentamos. Mi parte favorita es, justamente, que pueda estar entre la Naturaleza y ver venados y pájaros y toda clase de animales”.

Pues debería de ser su “parte favorita”, el amarlos, en lugar de asesinarlos, aunque sea para comer. Como dije, qué triste que a temprana edad, a niños y adolescentes, sus padres les enseñen esa sádica “diversión”

Si se trata de eso, mejor deberían de cultivar huertos familiares. Así, tendrían saludables vegetales, y no, dañina carne, obtenida, además, de animales que sufrieron gran estrés, antes de morir y que, por lo mismo, contiene más toxinas.

Y si se tratara de disponer de animales para que comiera tanto hambriento, activistas que protegen animales, dieron cuenta de que grandes instalaciones para criar animales, como cerdos – lo que yo llamo fábricas de animales –, dada la falta de demanda, por tanto desempleado, los asesinaban masivamente, de manera bastante cruel, lenta y dolorosa, asfixiándolos con monóxido de carbono (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/08/rastro-de-eeuu-asesina-cerdos.html).

Pudo haber una coordinación con la mafia en el poder, para que se donaran tantos millones de cerdos – y de gallinas, que también se estuvieron sacrificando, a “falta de demanda” – y que se alimentaran a los hambrientos.

Pero no se hizo, pues eso, no es “divertido, ni emocionante”.

Nunca se va a terminar con esa deleznable práctica, que “está en la sangre” de muchos estadounidenses.

A ver hasta cuándo podrán hacerla, antes de que, por tanta depredación y contaminación ambiental, ya ni ratones queden, para que los cazadores “se diviertan sanamente matándolos”.

 

Contacto: studillac@hotmail.com