El fascista Bolsonaro también permite alto
uso de pesticidas en agricultura brasileña
Por Adán Salgado Andrade
El fascista mafioso en
el poder brasileño, Jair Bolsonaro, es un individuo acomplejado, que no acepta
críticas de nadie, a pesar de estar tomando erróneas acciones que afectan, no
sólo a su país, sino al planeta.
Una de ellas, fue la de
permitir que ganaderos estén quemando, con toda la criminal intención, zonas de
la selva brasileña, con tal de que, donde antes había altos y frondosos
árboles, ahora haya pasto para que vacas, toros, chivos… se alimenten y se
incremente la producción de carne, leche y otros productos pecuarios (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/09/los-criminales-provocados-incendios-de.html).
No le importaron las
críticas que le llovieron de personalidades políticas, culturales y artísticas
de todo el mundo. Simplemente, dijo que en la política interna de Brasil “nadie
podía meterse”, pues era para beneficio de los brasileños. Claro, para
beneficio de los ganaderos brasileños, en perjuicio del medio ambiente mundial,
pues la selva amazónica, es el pulmón del planeta que ¡entrega el 20% del
oxígeno que a diario respiramos!
No conforme Bolsonaro
con ese criminal nivel de destrucción ambiental, ahora también está permitiendo
el masivo uso de pesticidas para mantener “saludable” la agricultura brasileña.
Un artículo de la
publicación digital OZY, firmado por Beatriz Miranda, da cuenta de ello (ver: https://www.ozy.com/news-and-politics/pesticides-are-booming-in-brazil/261883/).
Comienza el artículo
señalando que en el 2019, el Instituto Nacional Brasileño de Cancerología
esperaba ver un incremento de 600 mil nuevos casos de cáncer, que es la segunda
causa de muerte en ese país. “Eso es un incremento del 75% en los diagnósticos
de esa enfermedad desde el año 2000”.
Y muchos de esos
cánceres están ligados con el empleo de pesticidas en Brasil. “Pero eso no es
todo, pues defectos de nacimiento se reportan más en áreas agrícolas, que son
en donde más se usan esos pesticidas. Y mientras otras naciones han tratado de
restringir y reducir el empleo de pesticidas, mostrando con eso su
preocupación, no sólo por la salud humana, sino por especies tan útiles e
imprescindibles, como las polinizadoras abejas, Brasil se aleja de esa
tendencia”, dice Miranda.
Se ha demostrado muy precisamente
como herbicidas como el Round Up – conocido en castellano como Glifosato –,
producido por la nefasta Monsanto, son muy dañinos a la salud y medio ambiente
(ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Roundup_(herbicide)#Acute_toxicity).
Por eso se ha prohibido
sus uso en países en donde prevalece una consciencia ecológica.
Señala Miranda que de
los pesticidas “52 entraron al mercado brasileño en los primeros cien días del
gobierno de Jair Bolsonaro. Los pesticidas están formados por 96 sustancias, 25
de las cuales son consideradas extremadamente tóxicas para los humanos.
Veintiocho de esas sustancias están prohibidas en la Unión Europea y 30 son
ilegales en India”.
Los fabricantes de esos
pesticidas, tratan de vender su tóxica mercancía en donde se pueda. Y es en
países pobres, con laxas leyes – como en México –, altos niveles de corrupción
y contubernio entre mafias locales, en donde hacen su gran negocio, como la
citada Monsanto.
Brasil, dice Miranda,
es de los más altos consumidores de pesticidas desde el 2013 (antes de
Bolsonaro, lo que indicaría que previamente a este fascista había gran apoyo a
la compra de pesticidas, pero ahora se ha incrementado). Cita a Alan Tygel,
coordinador de la Campaña Permanente en Contra de los Pesticidas y Por la Vida,
quien afirma que “En términos de las ventas, Brasil es quien lleva la delantera
en este sector. Y en términos de cantidad, Brasil es probablemente también el
campeón, aunque no existen estadísticas confiables de los Estados Unidos, su
mayor rival en la carrera por los pesticidas”.
En efecto, Estados
Unidos es uno de los países que también emplea demasiados pesticidas, pues por
sus prácticas de pocos monocultivos, como el maíz, la papa, el trigo, la
manzana o el arroz, se tiende a hacer más vulnerables a dichos cultivos a
plagas, a las que se combate con tales pesticidas. Y de todos modos, esas
plagas, con el tiempo, se están inmunizando a los pesticidas. Vaya
inconveniente para las agroquímicas.
Pero no sólo matan a
plagas los pesticidas, sino a especies útiles, como a las abejas, las que han
disminuido muchísimo en su población mundial. En Estados Unidos, por ser cada
vez más escasas y valiosas, hasta ya hay ladrones de cajones de abejas, que los
roban y los revenden muy bien (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/07/el-lucrativo-robo-de-abejas.html).
Y como tantos
pesticidas matan, como dije, a otras especies de plantas y animales, se está
acabando aceleradamente con la biodiversidad, ya de por sí afectada por el
cambio climático (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/03/la-perdida-de-biodiversidad-la-perdida.html).
La reacción de
Bolsonaro ha sido cínica, pues ante la idea de que los pesticidas son veneno,
dice que “sería imposible alimentar al mundo sin el empleo de pesticidas”. El
anterior Partido del Trabajo apoyaba los agronegocios, pero “también prestaba
atención a la ecología. Ahora todo ha cambiado”. Como dice Tygel, “todas las
políticas hechas para promover la agroecología y la agricultura familiar, se
están destruyendo”.
Mientras tanto, fuera
de Brasil se trata de disminuir los pesticidas, cuyo uso en el 2012 era, en
promedio, de 2.67 kg. Pero para el 2017, disminuyó algo, 2.58 kg. De todos
modos, es mucha cantidad de pesticidas usados “normalmente”, pues, para los 7,760,209,000
personas que somos, significa que se usan 20,021,339,000 kg al año, 20.02
millones de toneladas de venenos, que eso son los pesticidas. Por eso el
articulo comienza mostrando las cifras del incremento de cáncer. A nivel
mundial eta enfermedad crónica-degenerativa está incrementándose
aceleradamente. La Organización Mundial de la Salud señala que “en el año 2018
hubo 18.1 millones de nuevos casos de cáncer y 9.6 millones de muertes. Un
hombre de cada cinco y una mujer de cada seis, desarrollan cáncer en su vida y
uno de cada ocho hombres y una de cada once mujeres, mueren. A nivel mundial,
las personas que sobreviven cinco años, llamada la prevalencia de cinco años,
se estima que suman 43.8 millones (ver: https://www.who.int/cancer/PRGlobocanFinal.pdf).
No respeta edad, ni
sexo, ni condición social. Seguramente han escuchado casos de parientes o
amigos que padecen cáncer o han muerto por esa causa.
Y es por tanto contaminante
que dejan transportes, industrias, agricultura, incendios… y agréguese a eso,
los pesticidas.
Continúa el artículo
señalando que, mientras pesticidas como los clorpirifos, también severamente
dañinos a la salud, ya están prohibidos en la Unión Europea, pues dañan los
cerebros de niños, en Brasil, nada de eso importa y siguen usándose mucho.
Y como Bolsonaro y sus
secuaces quieren mostrar las “bondades” de los pesticidas, están prohibiendo
que se use el término “agrotóxico” en escuelas y universidades y sea sustituido
por el de “defensa fitosanitaria”. Vaya forma de referirse a esos venenos. Es
como si les llamaran a las pistolas en Estados Unidos “elementos de defensa
social”, en lugar de instrumentos de
muerte.
Muy similar a lo que ha
hecho Trump en Estados Unidos, al prohibir el empleo de conceptos como
“calentamiento global” o “cambio climático”, vedados incluso para los empleados
que trabajan en la Agencia de Protección Ambiental (EPA), muchos de los cuales
han sido despedidos por emprender acciones contra la contaminación de
industrias o agricultura.
Como muchos de esos
pesticidas son producidos por empresas químicas multinacionales, el contubernio
entre ellas y la mafia en el poder, con Bolsonaro a la cabeza, es perfecto. “Otro
contingente en favor de los pesticidas son las transnacionales con intereses en
Brasil, como Bayer-Monsanto, Dow, DuPont y Syngenta. Esas compañías, junto con
impulsores del uso de los pesticidas, han justificado, desde hace tiempo, que
los químicos son esenciales para producir suficientes alimentos para la
humanidad”. Como se responsabiliza a la agricultura de los intensos, constantes
incendios de las selva amazónica, se busca que las tierras incorporadas por ese
agresivo, no sustentable método, rindan lo más posible. Y también, para
lograrlo, muy apuntadas, estarán esas agroquímicas. Seguramente, ofrecerán sus
contaminantes fertilizantes para incrementar el rendimiento, sin informar,
claro, de los efectos colaterales a suelos, mares y salud humana que ocasionan
aquéllos.
Cita el artículo a
Antonio Andrioli, profesor de agroecología en la Universidad Federal de la
Frontera Sureste, quien dice que esa perniciosa influencia de las agroquímicas
ha logrado que “los granjeros se hayan vuelto más dependientes de ellas,
gracias a la consolidación de semillas transgénicas, las que están directamente
ligadas a los pesticidas”.
En efecto, Monsanto
obliga a la compra de su mortal pesticida, Glifosato, a los que adquieren su
carcinógeno maíz Terminator o los
otros cultivos genéticamente alterados que produce (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2014/04/monsanto-arremete-de-nuevo-con-caras.html).
Además, la siembra de
transgénicos está ocasionando otros problemas ambientales, pues como se talan
bosques completos para sembrarlos, se modifican las condiciones hidrológicas o,
incluso, geológicas, como ha sucedido en Argentina, en donde la masiva siembra
de soya transgénica, que sustituyó a árboles de largas raíces, que eran los que
absorbían buena parte de las aguas subterráneas, está acabando con la capacidad
de almacenamiento de agua de los subsuelos, lo que está formando nuevos y
grandes ríos, que arrasan, no sólo con las zonas agrícolas, sino con ciudades
cercanas (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/04/los-nuevos-rios-argentinos-productos-de.html).
Tygel señala que
también los pesticidas sirven para obligar a comunidades pobres a dejar sus
tierras, pues sus fuentes de agua son contaminadas con aquéllos. “Son como
armas químicas”, declara. Eso es verdad, pues si una empresa agroindustrial o
alguna megaminera quisieran apoderarse de tierras campesinas, simplemente con
crear condiciones adversas para habitarlas, lo lograrían. La organización de
Tygel hizo un estudio de agroquímicos y halló que una de cada cuatro
municipalidades de Brasil ha sido contaminada con 27 pesticidas, 16 de los
cuales son considerados extremadamente tóxicos por la Agencia Brasileña de
Regulación de la Salud (ANVISA). Ese estudio también muestra que los límites de
residuos de pesticidas existentes en el agua, superan en ¡5000 veces los
permitidos en la Unión Europea!
De esos pesticidas, 10
son dañinos, incluso en pequeñas cantidades, halló Monica Ferreira, inmunóloga
de la Universidad de Sao Paulo.
Pero como allí también
hay cacería de brujas con funcionarios honestos, a Monica la despidieron de su
puesto como directora del laboratorio de inmunología de la universidad. El
trabajo lo hizo por encargo del Ministerio de Salud de Brasil, el que concluyó
que su investigación “no era fiable”. Además, también la acusaron de que hacía
investigaciones “independientes”. “Eso no es verdad, pues me lo encargó el ministerio
de salud”, dice Ferreira.
Es, como dije, el
efecto Trump, que prohíbe a cualquier trabajador público brasileño hablar de
problemas ambientales o de sus efectos. Todo debe de ser mostrado como un
paraíso.
De todos modos,
Ferreira no se desmoraliza y dice que está planeando estudiar el agua, que,
señala, está llena de pesticidas.
Dice que, no sólo
ANVISA, sino que el Ministerio de Salud y el Ministerio de Agricultura, han
presentado datos que confirman la presencia de pesticidas en el agua y comida,
incluyendo pesticidas no autorizados. Esos tóxicos presentan riesgos de salud a
la gente. Pero, a pesar de eso, hay políticos esbirros de las empresas y la
mafia en el poder que cuestionan tales resultados, arguyendo que los métodos
con los que se obtuvieron “son dudosos”. Defienden los intereses de las
agroquímicas y de sus secuaces mafiosos en el poder.
Y está en proceso de
ser aprobada una enmienda legal que sería todavía más permisiva con los
pesticidas, para abrirles a todos por igual las puertas en Brasil. Le dicen el “Paquete
Venenoso” sus opositores.
Así que Bolsonaro “está
muy firme en abrirle el camino seguro a los pesticidas”, que son muy lucrativos
para todos los involucrados, sobre todo, las agroquímicas.
Sí, es un gran negocio,
pues, dice Tygel, “si solo 10% del dinero invertido en pesticidas, durante los
últimos 60 años, hubiera sido invertido en agroecología, Brasil sería
totalmente agroecológico ahora”.
Sí, por desgracia,
resulta más lucrativo depredar el medio ambiente, que contribuir a su salud.
Contacto: studillac@hotmail.com