Katja Kettu y su novela “La Comadrona”, un amor en
medio de la guerra
Por Adán Salgado Andrade
Previo a la segunda guerra mundial., Finlandia sostuvo batallas contra
la URSS, por cuestiones territoriales, durante la llamada “Guerra de Invierno”
(Winter War). Luego, cuando Alemania le declara la guerra a la URSS, Finlandia
se alía con aquélla, y de nuevo lucha contra los soviéticos. Al final, cuando
la casi ya derrotada Alemania es asediada por los Aliados, Finlandia se pone en
su contra y se une con la URSS. Eso es a finales de 1944 y hasta que concluyó
la guerra (ver: https://en.m.wikipedia.org/wiki/Military_history_of_Finland_during_World_War_II).
Es en ese año, poco antes de que se enemistaran Finlandia y Alemania,
en el que se desarrolla la novela “La Comadrona” (The midwife), escrita por la finlandesa Katja Kettu (Muhos,
Finlandia, 1978), la cual recibió varios premios literarios por su crudeza.
La historia se basa en decenas de testimonios reales, sobre el cuerpo
de enfermeras finlandesas, obligadas a trabajar en los campos de concentración
que Alemania había establecido en Finlandia, cuando aún eran países “aliados”.
Aunque Finlandia nunca fue sometida por los nazis, ni los finlandeses-judíos
fueron perseguidos, sí le exigieron que sus fuerzas militares combatieran a los
soviéticos. Y a los soldados y soldadas de la URSS que tomaban prisioneros los
alemanes o finlandeses, los encerraban en esos campos de concentración.
Es justo en el campo Titovka, cercano a la frontera con la Unión
Soviética, en donde tiene lugar la novela.
Tardíamente se tradujo al español, hasta el 2015, justo cuando se
estrenó la cinta, titulada en inglés “The midwife”, dirigida por el también
finlandés Antti Jokinen, la que igualmente ganó varios premios.
Es lo malo de algunas novelas de famosos de otros países, que suelen
publicarse hasta años más tarde en español. Por eso, es mejor leer las
ediciones en inglés, que son las que casi de inmediato se publican, si la
novela es un éxito, claro.
En fin, sirvan todos esos antecedentes, para dar paso a la historia,
protagonizada por la enfermera Schwester (fräulein Schwester), cuyo nombre
nunca se menciona (aunque en la cinta, la llaman Helena), quien decidió
trabajar en el campo de concentración de Titovka, pues una vez tuvo un
encuentro con un teniente alemán de las SS, Johannes Angelhurst, quien estaba
comisionado para tomar fotos de todo lo que sucedía en esos lugares, incluso,
cuando se sepultaba masivamente a los que eran asesinados en grupos. Se enamoró
perdidamente de aquél.
La historia es basada en ficticios diarios que el padre de la enfermera
Schwester conservó guardados en una solitaria cabaña, que era conocida como la
“Cabaña del Hombre muerto”, localizada en el fiordo del mismo nombre.
Y en esos documentos, el padre de la enfermera Schwester, conocido como
“Cara quemada” (pues le había sido quemada con cigarrillos de soldados
alemanes, apagados en ella, cuando lo tenían preso por supuesta traición), le
platica a su hija de todo lo que había tenido que hacer para “salvar el
pellejo”, de ser soplón tanto de alemanes, así como de los aliados. Y le dice
que la ama mucho, así como a su fallecida madre.
Todos esos documentos son mencionados, al inicio, en unas “palabras preliminares”,
por la nieta de Johannes y la enfermera Schwester, Helena Angelhurst. Sus
abuelos protagonizan la historia de amor elocuentemente descrita en la historia
(el personaje Helena también es ficticio. La novela se trata de presentar como
un testimonio verídico, que construyó Helena, basada en los diarios. Pero, como
señalé antes, es la suma de decenas de historias que convergen tanto en
sufrimientos, así como al mostrar la dura vida de las enfermeras finlandesas en
los campos de concentración).
Entonces, luego de conocer a Johannes, se enlista la enfermera Schwester
en el campo de concentración Titovka, en donde él está asignado, para trabajar
como tal, enfermera, asistiendo a mujeres parturientas, a las que, simplemente,
daba sustancias para que abortaran. De allí el título de la historia, “La
comadrona”, pues poseía un don natural para ayudar a las mujeres a concebir a
sus hijos. Irónicamente, ella era infértil o, eso suponía, hasta que le llegó
el momento de la apasionada intimidad con Johannes, que queda encinta, como
veremos.
Los fetos que extraía a las prisioneras (productos de las acostumbradas
violaciones diarias por soldados y prisioneros), se sumaban a la colección de Herman
Gödel, quien era el demente comandante nazi que dirigía las operaciones en ese
lugar. Era muy amigo de Johannes, desde la infancia, y frecuentemente lo
hostigaba por su relación con la enfermera.
Dentro de todo el sufrimiento e inhumanos horrores vividos por los
desdichados prisioneros (muertos en vida), la enfermera Schwester va relatando
el proceso de cómo se fue enamorando más y más de Johannes, a pesar de que,
muchas veces, él no le correspondió su amor como ella habría querido, sobre
todo, cuando la traiciona con otra mujer, Lissu, una chica muy frívola, quien sólo
buscaba “amarrarse” a un militar alemán de alto rango.
Mientras platica la enfermera sobre su tórrido romance (más de parte de
ella), da cuenta de las cosas que se hacían en Titovka, cuando llegaban
prisioneros, que, a muchos, los mataban de inmediato, y dejaban sólo a algunos,
para trabajar, justo, en la vigilancia y aniquilación masiva de otros desdichados,
especialmente los judíos rusos.
Ella, como señalé, era la encargada de que las prisioneras que eran
dedicadas a aplacar los deseos sexuales de prisioneros y soldados, abortaran, mediante
sustancias que ella les daba o, cuando no era posible, usando fórceps.
Justo fue lo que hizo cuando su rival de amores, Lissu, logró
embarazarse de Johannes. Cuando Lissu la fue a ver para contarle del “milagro”
de que se hubiera embarazado doblemente de Johannes, la enfermera le administra
un fuerte sedante para dormirla y le arranca, llena de rabia, los dos fetos
que, en efecto, se habían formado en su matriz.
La enfermera era aparentemente dura, pero sólo con quienes le hacían
directamente daño. Sin embargo, se seguía conmoviendo con los horrores que
veía, los que no comprendía muy bien por qué sucedían, como le comentaba a
Johannes, a quien pedía explicaciones.
Una perra, Hela, que era la que se amarraba a algunos prisioneros, para
evitar que escaparan, fue muy querida de ella. La siguió hasta la cabaña del
hombre muerto, en donde fue asesinada, atravesada por una barra de acero por los
enemigos de la enfermera (muchos y muchas la aborrecían, por terminar con la
vida de infantes en gestación).
Masha es otro personaje, una niña rusa de trece años, que había sido
tomada como prisionera, quien es adoptada por la enfermera. Pero por
mucho que la protegió, no pudo evitar que una ocasión fuera violada masivamente
y que le dañaran sus orificios anal y vaginal, rompiendo el músculo intermedio.
“Me costó trabajo limpiarle el excremento de su vagina, pero no podía hacerle
la cirugía completa, pues estaba fuera de mis facultades”, hace una dramática
reflexión.
En una ocasión, va con Johannes y Jouni, hermano de Lissu, a la cabaña
del hombre muerto y allí, en una fría noche, tienen su primer encuentro íntimo,
del que ella queda embarazada, a pesar de su edad y de que, le decían, no podía
tener hijos, “pues de chica, te enterraste una rama en tu vagina, cuando te
caíste un día de una bicicleta”. En realidad, era que un tío la había violado,
quien la tuvo a su cargo desde niña, pues huérfana, como era (o creía), no
tenía a nadie más que al tío y a la familia de él.
Es en esa cabaña, que halla, en un “precioso cofre de madera”, los
diarios de Cara Quemada, que contienen bitácoras sobre los movimientos de los
enemigos. Pero como era doble espía, trabajaba para aliados y alemanes. También
la enfermera halla cartas de su padre, dirigidas a ella. La enfermera pensaba
que su padre estaba muerto de hacía muchos años. Pero alguien le dice que Cara
Quemada era su progenitor. “Bueno, ya no supe qué pensar, cuando me enteré que
mi padre sí estaba vivo y era el
hombre con la cara terriblemente deformada por quemaduras. Supongo que debió
sorprenderme, pero ya nada lo logra”, reflexiona.
Como señalé, en esa cabaña, Johannes y la enfermera Schwester consuman
su apasionado romance. Y ella logra preñarse, algo que la confunde, pero la
alegra, pues siempre supuso que era infértil. Además, por su edad, 36 años, era
más remota la posibilidad.
A partir de saberse embarazada del “amor de su vida”, su narración
sobre el “gran romance”, se vuelve más profunda, más intensa, más atrevida,
diciéndole que no le importaba morir por él, pues ya llevaba en sus entrañas al
producto de su amor.
Luego de ello, la enfermera decide huir definitivamente de Titovka,
cuando se dio cuenta que ya los alemanes eran declarados enemigos de Finlandia
y que ahora la URSS sería su “aliada”, así que ya no era seguro que ella, una
enfermera colaboracionista de los nazis, siguiera allí.
Regresa a la cabaña del hombre muerto con Masha y Hela, en donde se las
arregla por varias semanas.
Allí, da a luz a su hija (la madre de Helena Angelhurst).
Johannes, quien ya también huye de los soviéticos, va a verla allí –
habían jurado que en esa cabaña se encontrarían, sucediera lo que sucediera – y
la encuentra, sola, pues Masha se había ido a Helsinki, junto con Jouni y Heta,
la mujer de éste. No pudieron convencerla, a la enfermera, de que se fuera con
los salvoconductos y pasaportes falsificados que todos tenían, para ponerse a
salvo.
Llegó Johannes, tal y como le había prometido que se encontrarían en
esa cabaña, y por varios días disfrutan de ese amor, tan anhelado por ambos. Y
se alegra Johannes de tener a una “hija tan linda”.
En el epílogo se narra que, como ya en el fiordo del Hombre Muerto,
tenían ordenado, quienes lo vigilaban, matar a cualquiera, pues sería tomado
como un nazi, ambos son asesinados.
Pero la niña sobrevive.
Y esa niña, que tampoco tiene nombre, es la madre de Helena Angelhurst,
la que posee los papeles de Cara Quemada, el padre de la enfermera, gracias a
los cuales, ella puede reconstruir esa historia de amor. “Mis abuelos fueron
asesinados, pero el producto de su intenso amor, mi madre, sobrevivió, a pesar
de las condiciones tan precarias en las que nació”, cuenta.
Repito, la novela es la suma de testimonios de decenas de personas que
vivieron cosas tan terribles, producto de una absurda guerra, que, como
siempre, tuvo su origen en cuestiones económicas, por los sueños de grandeza de
Hitler y su necedad de convertir a los alemanes en la raza dominante, sin
importar tantas demenciales atrocidades, como las practicadas en los campos de
concentración (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/06/el-tercer-reich-el-gran-negocio-de.html).
Es una de tantas historias que han salido de ese conflicto y, aunque
parezcan personales, seguramente tienen en común el haber vivido tantos
horrores colectivos.
Por desgracia, cuando esto escribo, nuevas guerras se están gestando. En
pleno siglo veintiuno, lo que menos se vislumbra es una duradera paz mundial.
La humanidad sigue sin entender que, con su beligerancia, se dirige a
su mortífera eliminación masiva.
Contacto: studillac@hotmail.com