Al capitalismo salvaje no le
perturba el desempleo provocado por la automatización
por Adán Salgado Andrade
Desde
sus orígenes, el sistema capitalista, hoy en su fase salvaje, ha buscado
“optimizar” sus sistemas productivos para generar más y más mercancías, sobreproducir,
y así aumentar su ganancia. No importa si para ello, al trabajador se le tenga
que explotar más, a riesgo de su integridad física o mental, ni si se le tenga
que despedir, sin tentarse el corazón al hacerlo. Ni tampoco si en ese proceso
de producir más y más objetos vendibles, el planeta sea más depredado,
contaminado y llenado con más y más desperdicios en tierras, aire y mares (ver:
http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/01/depredacion-ambiental-planetaria-accion.html).
Como
dije, si el avance en los sistemas productivos requiere de explotar al máximo
al trabajador o, irónicamente, va prescindiendo gradualmente de aquél, no
importa, pues la “máxima” del capitalismo salvaje ha sido siempre hacer más con menos. No menos materias
primas, por supuesto, pues la sobreproducción requiere del brutal aumento en el
uso de aquéllas, pero, sí, de menos trabajadores. Eso es absurdo, pues son
éstos, el capital variable, la base de la plusvalía, o sea, la parte del
capital invertido que genera la ganancia.
Pero
eso no importa, aunque, en la práctica, sea dañino para el capitalismo salvaje,
pues al haber menos gente trabajando, habrá menos consumidores, los que adquieren
lo producido. Entonces, si disminuye el consumo, disminuye la ganancia, pues
los bienes ofertados no se venderán todos y no se completará el ciclo económico
de invertir, producir, vender y recuperar lo invertido, más la ganancia.
Pero
eso, pues, es lo de menos para el capitalismo salvaje, que siempre actúa para
su propio beneficio, como si fuera un ente aislado, cuyas funciones no
dependieran del resto del sistema social.
Ya,
cuando Henry Ford aplicó su sistema de fabricación en serie, que eliminó muchos
empleos al “optimizar” las funciones de los obreros en sus fábricas, ni
siquiera se le ocurrió que tantos millones de vehículos producidos, tanto por
él, como por otras empresas, por una proporción cada vez menor de obreros, iban
a terminar por superar al consumo. En 1925 comenzaron a disminuir drásticamente
las ventas de todos los fabricantes de vehículos, incluidos los de Ford Motor
Company.
Y
esa situación estalló brutalmente con el crash bursátil de 1929, cuando el
capitalismo salvaje experimentó una más de sus frecuentes y muy profundas
crisis – así, como la actual (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/11/henry-ford-impulsor-de-la.html).
Y, muy faltos de visión, los empresarios de
ese entonces hacían declaraciones – y las siguen haciendo – que parecían
emitidas por idiotas faltos de visión, como la que el activista y escritor
Louis Adamic (1898-1951), inmigrante austro-húngaro, naturalizado
estadounidense, cita en su libro “Dinamita”, publicado en 1935: “Negocios son
negocios. El objetivo de la industria es hacer dinero, estamos determinados a
hacer dinero. Nos concentramos sólo en ese objetivo. Si estamos satisfechos con
que una fusión de un billón de dólares va a significar mayores ganancias, nos
encargaremos de realizar todos los procedimientos. Uno de los sistemas más
fáciles de cortar sueldos es reduciendo el salario y los turnos. Y despedimos
obreros para que esto sea así. Si los obreros más viejos se han vuelto más
lentos en su trabajo, es, justo, por sus años laborando, así que lógicamente
son los primeros a los que despedimos (nótese la mezquindad, pareciera de una
película distópica). Por supuesto que los mayores recursos resultantes de
grandes conglomerados son empleados para adquirir lo último en maquinaria, que
emplee menos gente, por lo cual, aumentan los despidos. En nuestra opinión, el
mejor ejecutivo es aquél que puede producir lo más que se pueda, con el menor
número posible de trabajadores – a menor número de trabajadores, corresponde
una menor nómina. Nuestra tecnología de punta nos permite prescindir de muchos
obreros. Es frecuente ahora realizar con una máquina, operada con sólo doce
hombres, lo que antes hacían 50 o 100 de ellos. Y, sí, sabemos que a causa de
nuestra creación de gigantescas empresas – manufactura, distribución, venta al
menudeo y otras – y a través de nuestros enormes gastos en investigación,
invención, maquinaria, hemos causado una grave ruptura en el empleo, pero en
lugar de ser criticados por todo este desempleo tecnológico, deberían de
celebrarnos, pues es prueba conclusiva de nuestra maestría en la ciencia de la
administración. Lo que pase con todas las hordas de trabajadores que
despedimos, no nos concierne (vean, otra vez, una declaración de verdaderos
dictadores, muy distópica). Nuestra responsabilidad comienza y termina con
administrar nuestros negocios con incomparable eficiencia, lo que significa con
un mínimo de labor humana (filosofía pura del egoísta capitalismo salvaje). No,
el desempleo por esas causas creado, de ninguna manera entra en nuestros
cálculos. Nuestro limitado deber es ejercer toda onza de ingenuidad que
poseamos para disminuir los empleos, no crearlos. Nuestro objetivo es dinero,
más y más dinero, no más y más hombres, pero menos y menos hombres. Estamos tan
absortos en obtener ganancias, como para pensar en qué sucede a causa de la
reducción de los hombres empleados. Como encargarse del desempleo, es cosa para
otros de resolver, dejemos que George lo haga (se referían a George Washington,
o sea, al Estado). No tenemos el tiempo para preocuparnos de eso. No es nuestro
problema” (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/01/los-origenes-del-sindicalismo-obrero-en.html).
Sí, más claro no podría decirse. El párrafo
anterior declara, sin disimulos, todo lo que siempre el capitalismo salvaje ha
tenido como único objetivo: imponer sus intereses por encima de la sociedad y
seguir enriqueciéndose.
Y así está sucediendo en esta “cuarta
transformación industrial”, como se le ha dado en llamar a la aplicación de la
inteligencia artificial, IA, en combinación con la robotización, que pretenden
ir sustituyendo a los trabajadores de todo tipo, que estén tanto en los
procesos industriales, como administrativos, con máquinas “inteligentes” que
desempeñen mucho mejor y óptimamente, sin “errores”, sus actividades (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2015/08/inteligencia-artificial-otra.html).
Por supuesto que no faltan las declaraciones
que precian los “avances” de la robotización “inteligente”, como hizo recientemente
el Banco Mundial, BM, las que discute el analista Brian Merchant en la
prestigiada publicación digital Gizmodo (ver: https://gizmodo.com/the-world-bank-says-robots-arent-killing-jobs-yet-don-1831474589?utm_source=gizmodo_newsletter&utm_medium=email&utm_campaign=2019-01-04).
Merchant enfatiza que hay que tener mucho
cuidado con la declaración principal del reporte del BM, que pide no temer lo
que se dice de que los “robots estén matando empleos humanos”. “No lo
escuchen”, aconseja aquél.
Y presenta las vagas consideraciones en que
se basa el BM, como la afirmación hecha por Pinelopi Koujianou Goldberg,
economista en jefe de aquél, quien sostiene que “el temor de que los robots
eliminen empleos, hasta ahora, no está apoyado por evidencias reales. Más bien,
lo que se ha visto es que, por cada empleo perdido, se han creado otros. Esta
es la cuarta transformación industrial, ha habido tres anteriormente, y en cada
caso hemos podido ajustarnos, así que no es el caso de que las máquinas
eliminen completamente a los humanos”.
Eso, objeta Merchant, es hablar sin tener una
idea real, o fingiendo no tenerla, de todo el daño que ha hecho la
automatización, no sólo ahora, sino desde que en las anteriores
“transformaciones tecnológicas” se suprimieron empleos.
Con ello se refiere a que, desde siempre,
para realizar tales cambios, se fue despojando a los obreros de su know how, o sea, sus habilidades y
conocimientos técnicos, para irlos incorporando a las máquinas. Con ello, se
fue abaratando la fuerza de trabajo, pues sólo se le dejó su fuerza física para
realizar tareas repetitivas (como hizo el ya mencionado Henry Ford), las que
cualquiera podría hacer, con un mínimo entrenamiento y un salario miserable,
pues habría miles solicitando esa repetitiva tarea.
Es lo que está sucediendo en la actualidad,
pues, por ejemplo, un software que sustituya tareas administrativas o contables
que un administrador o un contador antes hacían, puede operarse por alguien
que, sin tener alguna de tales profesiones, sólo aprenda a usar dicho software,
ganando una fracción de lo que habrían percibido aquéllos, de haber sido
contratados.
¿Que no hay afectación, según el BM? ¡Por
supuesto que sí, pues, de acuerdo al caso mencionado, se dejaron de contratar a
dos profesionistas y sólo se empleó a una persona! Los beneficios, como
siempre, son para la empresa que los habría contratado, pues se ahorra sus
medianos sueldos y paga un salario mísero a la que contrató. Justo es lo que
señala Merchant que, implícitamente, da a entender el BM que la “tecnología es
una fuerza elemental de la Naturaleza, de la cual, las grandes corporaciones se
benefician, y que los trabajadores deben de estar siempre al tanto de sus
avances, con tal de que tales corporaciones se sigan beneficiando”. Más claro
no puede decirse, pues como ya declaraban los mezquinos capitalistas en 1925,
en el párrafo citado arriba, que “El objetivo de la industria es hacer dinero,
estamos determinados a hacer dinero. Nos concentramos sólo en ese objetivo”,
sin importar los daños que ello conlleve.
El cínico reporte del BM especifica que los
trabajadores tendrán que estarse “reentrenando” toda su vida. “Los días en que
un trabajador estaba toda su existencia con una sola empresa se terminaron. En
la tecnificada, moderna economía, los trabajadores tendrán que saber más y más,
tendrán que estar aprendiendo todas sus vidas”, se señala. Merchant revira que
es una forma interesante de referirse a la “interminable precariedad”, pues,
fuera de que se diga que el “trabajador despedido deba de adaptarse”, no se
menciona en ningún lugar el que tuvieran la obligación las corporaciones o el
Estado de acompañar tal adaptación con una mejor vida, una mejor retribución
salarial.
Enfatiza Merchant otra parte del reporte en donde,
empleando el clásico vocabulario tecnocrático, se dice que los avances
tecnológicos han “liberado a los trabajadores de tereas repetitivas, han
abierto otras tareas, que antes se pensaban eran producto de la
ciencia-ficción. Al avanzar la tecnología, las corporaciones adoptan nuevos
métodos de producción, los mercados se expanden y las sociedades evolucionan.
Se apoyan en nuevas técnicas para empelar mejor el capital, superar barreras de
la información, subcontratan e innovan.
Gracias a eso, las corporaciones hacen partes en un lugar, en otro, las ensamblan
y en un tercero venden los productos terminados. Gracias a ello, los
consumidores gozan de más productos a menores precios”. Sí, todo se presenta
como muy ideal, muy perfecto. Merchant, irónico, dice que todo se reduce a que las
compañías recorten, maximicen sus ganancias, innoven… y que todos los
habitantes de este depredado planeta obtengan “mierdas” más baratas.
Mejor explicación no pudo haber dado, pues,
en efecto, como siempre lo digo en todos mis análisis económicos, el único que
busca beneficiarse de todos los cambios inducidos, sean tecnológicos,
económicos, sociales, “culturales”, “educativos”, alimentarios, de poder… en
fin, de todo lo habido y por haber, no es otro que el capitalismo salvaje (los
modelos educativos, particularmente, son creados a partir de las necesidades de
producción de la industria. Véanse, por ejemplo, los bachilleratos tecnológicos
de México, hechos para que los egresados salgan con alguna habilidad útil para
las empresas).
Y eso de que se “estén creando más empleos”
gracias a la automatización es totalmente falso, señala Merchant – y yo lo
corroboro –, pues tan sólo en Estados Unidos “en las pasadas dos décadas la
automatización ha eliminado millones de empleos. Un tercio de los
estadounidenses vive de un precario trabajo temporal y los daños ocasionados a
las zonas fabriles (como en Detroit, citaría yo), son permanentes e irrecuperables”
(ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2011/10/desempleo-en-eu-agudizada-tendencia-del.html).
El problema, enfatiza Merchant, es que tanta
demagogia, proveniente de una “prestigiada institución” como el BM, podría
propiciar a que se siga con esa tontería de que la automatización “es buena y
para nada dañina”.
Cita el caso de la empresa Amazon, una simple
distribuidora de productos, que ya llega a 1.1 billones de dólares en valor, la
que, gracias a su automatización, cada vez emplea a menos y menos personas,
además de que a las empleadas, les paga salarios de hambre (ver: https://www.theguardian.com/commentisfree/2018/jul/20/amazon-workers-employees-unions-regulations).
Su propietario, el nefasto Jeff Bezos, es ya
el hombre más rico del mundo, mientras que miles de sus trabajadores en Estados
Unidos deben de solicitar estampillas gubernamentales para alimentos para
completar sus raquíticos salarios (otro ejemplo de terrible mezquindad
capitalista).
Si ese es el tipo de trabajos a los que se
refiere el BM, que creará la automatización, mal pagados y en los servicios (o
sea, trabajos no productivos), de nada servirá.
Por esa acelerada pérdida de empleos es que,
para millones de personas en todo el planeta, la solución para sobrevivir ha
sido incorporarse a la llamada “informalidad”, un trabajo por cuenta propia,
muchos vendiendo las “baratijas” a las que tan pomposamente se refiere el BM,
ganando incluso más que si tuvieran los trabajos “formales” que la
automatización ha, según, creado (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2012/12/economia-informal-la-verdadera.html).
Pongamos un ejemplo más sobre qué tipo de
empleos crearía, si así fuera, la automatización. Veamos el caso de Uber,
empresa que “proporciona” el servicio de taxis vía teléfono celular o, más
bien, el software para hacerlo, pues es del nuevo tipo de compañías que no
cuentan con una infraestructura física para otorgar sus “servicios”, sino sólo
con la logística (los autos y celulares, los deben de proveer los “socios”
conductores, como eufemísticamente se les llama. Es el caso, igualmente, de
Facebook, que sólo tiene el software para conectar a sus millones de usuarios,
quienes son, en realidad, sus activos). Uber (o ya también Didi) es una
alternativa para miles de personas, en todo el mundo, que gracias a esa
plataforma, a pesar de que cobra altas cuotas, tienen una forma de ganarse la
vida (siempre y cuando tengan un auto, ya sea que lo estén pagando a crédito o
que lo subarrienden de otra persona y un celular “inteligente”). Pero Uber está
pensando en que en un no lejano futuro pueda disponer de vehículos propios
autónomos. Vamos a suponer que lo lograra (porque aún son muy fallidos los
intentos de colocar un taxi totalmente autónomo en las calles, como demostró un
reciente lanzamiento hecho por Google: https://www.wired.com/story/waymo-self-driving-taxi-service-launch-chandler-arizona/?CNDID=32248190&CNDID=32248190&bxid=MjM5NjgxMDQ2MjQ0S0&hasha=710e2640ceccb95884594f5b77687780&hashb=652a426c407c58c9511f22771978171dce1aef11&mbid=nl_120518_daily_list3_p3&utm_brand=wired&utm_mailing=WIRED%20NL%20120518%20(1)&utm_medium=email&utm_source=nl
).
Si, como dice la señora Pinelopi Koujianou,
la economista principal del BM, la automatización crea otros empleos, ¿de qué tipo
serían los que puedan obtener todos los desplazados conductores que tendrían
que dejar de laborar si esa empresa los sustituyera a todos por autos
autónomos?, ¿como mecánicos de esos autorobóts? No, creo, pues ya contarían con
las empresas que se los vendieron a Uber para darles mantenimiento y quizá ésas
sólo emplearían robots, para esos tiempos. ¿O como limpiadores de esos
autorobóts? Tampoco lo creo, pues también habría ya empresas encargadas de la
limpieza de dichos vehículos, dedicadas a asearlos, supongo. Quizá absorbieran
a unos cuantos de los ex conductores, que asistieran a las lavadoras
automáticas, en caso de falla, pero a muy pocos. Entonces, ¿el resto, qué
haría? Habría que preguntarle a la señora Koujianou, quien dice que “todo está
muy bien pensado”.
A la larga, habrá cada vez más y más
desempleo, menos consumidores y más frecuentes y muy profundas crisis
económicas, gracias a que las “estrategias” siempre serán para favorecer a los
poderes fácticos corporativos que nos dominan.
Otro artículo de Brian Merchant, titulado The shutdown reveals just how automated our
government already is (El cierre revela que tan automatizado nuestro
gobierno ya está), muestra que de la automatización, hasta las mafias en el poder
se sirven (ver: https://gizmodo.com/the-shutdown-reveals-just-how-automated-our-government-1831671311
).
En este caso, como el retrasado mental de
Trump, por capricho de que el Congreso no le ha querido soltar dinero para que
construya el retrógrada muro (para “proteger” a EU de los peligrosos mexicanos),
no ha permitido que fluyan los fondos públicos para que todas las oficinas y
agencias públicas funcionen, miles de empleados gubernamentales han debido
dejar de trabajar pues no hay dinero para pagarles.
Merchant dice que la automatización le cayó
de perlas al “gobierno”, pues gracias a sistemas automáticos, funciones tan
vitales como el cobro de impuestos pueden seguir, aunque no haya trabajadores o
poquísimos. Igualmente la transportación de mercancías, así como la inspección
fronteriza han seguido, gracias a sistemas automatizados que requieren un
mínimo de personal.
Merchant señala que no sólo busca el “gobierno”
prescindir temporalmente de, en este caso, un millón de trabajadores, sino que
espera que en los siguientes años se prescinda totalmente de muchos de tales
trabajadores, gracias a la mencionada automatización. La Oficina de Manejo de
Personal (OPM) en abril del 2018 dio a conocer su Reporte Federal Sobre las Prioridades
del Personal, en el que detalló que muchos de los empleos federales podrían
automatizarse por completo, “estimando que la automatización podría recortar
cargas de trabajo del 30% para el 60% de los empleados y que para un 5% de
todos ellos, sus labores serían totalmente obsoletas, además de que 45% de
actividades podrían hacerse de inmediato por máquinas”. Eso ya se está
haciendo, ejemplifica Merchant, en el caso de las revisiones aduanales en los
puertos, las que se han agilizado muchísimo gracias a la citada automatización.
También, como señalé, el cobro de impuestos
es automático y sólo algunas tareas, como la aplicación de la justicia, las investigaciones y el trabajo técnico para cerciorarse de que
las computadoras funcionen bien, son hechos por personal (aunque no le paguen).
En la NASA, la agencia espacial, tienen un
robot, llamado George Washington, que la ayuda a distribuir los fondos públicos
en horas, en lugar de días, como era antes, con empleados.
También los controladores aéreos están
automatizando sus servicios, dado que miles de sus colegas están en “descanso
obligatorio”. Pero señalan que, a diferencia de que el sistema automatizado del
cobro de impuestos falle y no haga bien su tarea o de que una revisión aduanal también
lo haga, no hay tanta afectación. Pero en el caso de que un sistema automático
para dar direcciones a un avión, con tal de que aterrice, falle, podría derivar
en que tal avión se accidentara.
Pero, como concluye Merchant, es lo que menos
importa hasta al “gobierno”, sobre todo si los “cierres” son más frecuentes,
por los caprichos de los “presidentes” en turno (por otro lado, considero que
esa ley, que da tanto poder la “mafioso” en turno, ya es arcaica y debería de
eliminarse o reformarse).
Además, al igual que para las corporaciones,
si un “gobierno” puede “administrar” (controlar) a un país, no sólo en Estados Unidos,
sino en muchos otros, con menos personal administrativo y hasta obtener más
impuestos y otros beneficios, adoptando la automatización, con la inteligencia
artificial y/o con robots, sin tocarse el corazón, lo hará, pues, como he
estado diciendo, lo importante es la ganancia material.
Para el capitalismo salvaje y poderes
fácticos que lo acompañan, la riqueza social, sale sobrando.
Contacto: studillac@hotmail.com