La difícil y peligrosa vida de los traileros
Por Adán Salgado Andrade
Hace años había una estación de radio, que transmitía un programa nocturno dedicado a los camioneros y traileros. Mientras pasaban canciones populares, de banda o rancheras, en los intermedios, los traileros hablaban, comunicándose por banda sibil para saludar a familiares, felicitar al programa o dar avisos sobre accidentes que se encontraban en el camino o para platicar anécdotas sobre sus viajes.
Conocí de cerca a un camionero, hace años (padre de la que era, por entonces, mi pareja) y se trataba de una persona hosca, agresiva y golpeador de mujeres – su esposa y sus hijas –, con quien alguna vez hasta tuve un enfrentamiento a golpes, justo porque acababa de darle una golpiza a su esposa.
Por los viajes tan largos que hacía, a veces de dos días completos, sin dormir y casi sin parar, excepto para ir al baño o comer algo en el camión – uno tipo Torton, que son los de redilas que pueden cargar diez o más toneladas –, debía de tomar pastillas para no dormir – que ignoro cómo hacía el señor para conseguirlas –, como anfetaminas. Y esos barbitúricos, eran los que lo habían afectado bastante.
Vivía en constante tensión y agresividad, agravadas por los peligros del camino. Como una vez, en que un auto pequeño, se impactó detrás de su camión. Ni sintió el golpe. Y sólo hasta que una patrulla le hizo la señal de que se detuviera y lo hizo bajar del vehículo, para que se diera cuenta de lo que llevaba arrastrando, vio el auto incrustado. Lo detuvieron una semana, hasta que la autopsia del conductor del auto incrustado, reveló que el hombre, ya mayor, había sufrido un ataque cardiaco. Por ello, perdió el control y aceleró, supongo que cuando agonizaba, y chocó contra el Torton. Aunque lo absolvieron, de todos modos tuvo que pagar una “multa” (corrupta, pues no fue su culpa) y una fianza.
Varios años después, entrevisté a un conductor de un tráiler, de los que transportan autos nuevos (“madrinas”, les llaman). También me comentó que tenía que hacer largos viajes transportando, a veces, unos quince autos nuevos compactos, en el doble remolque. Igualmente, tomaba anfetaminas para no dormir, café y otros estimulantes. Por tantos años de ingerirlos, reconocía que tenía un carácter explosivo y violento, casi incontrolable, sobre todo en situaciones extremas. Una vez, halló a su esposa con un amante en su casa y casi los mata a golpes. “Actué muy irracionalmente. Mejor me hubiera ido y la hubiera abandonado”, él mismo reconoció. Y se encomendaba, siempre, a la “Santa Muerte”, de la que tenía dos estatuillas en la cabina, “pero soy católico también”, se justificó.
Me explicó la complejidad de manejar un largo transporte como esos, que tienen cuatro espejos de cada lado del tractor, para que no quede ningún “punto ciego”, aunque hay que tener experiencia, pues esos espejos, muestran los autos reducidos, no a tamaño real, engañoso. De hecho, me contó que le llevó, cuando era muy joven, tres meses para aprender a manejar una de esas moles y que en ese entonces, 2016, llevaba veinte años conduciendo (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2016/02/conversando-con-un-transportista-de.html).
Así que más o menos sé lo difícil y peligrosa que es la vida de un trailero. Y arriesgan la vida, y la de otros, en cada viaje. Son incontables los accidentes de tráileres que se quedan sin frenos, que se les rompe el eslabón que enlaza el segundo remolque – siguen permitiéndose, por negligencia de las “autoridades” mexicanas los dobles remolques, a pesar de que son muy peligrosos – o que los conductores se quedan dormidos, debido al cansancio y ocasionan horribles tragedias, que cuestan bastantes vidas (ver: https://www.youtube.com/watch?v=Wh8GBupLWuo).
Sin embargo, sus servicios de transporte de todo tipo de mercancías, son imprescindibles, pues este sistema capitalista salvaje, requiere de la obligada circulación de aquéllas, para que el consumidor final tenga acceso a millones de impuestos productos, y se complete el circuito de obtención de la ganancia al venderlos. Por ejemplo, durante la pandemia, aunque infinidad de labores fueron suspendidas, los servicios de los conductores de tráileres, siguieron, quizá a menor intensidad, pues bajó el consumo de muchos productos no esenciales, pero allí estuvieron.
De todos modos, en todo el mundo, se enfrentan a los mismos problemas, dificultades y peligros, como los que referí antes.
Como en Estados Unidos, en donde también hay cientos de miles de traileros, pues en ese país, centro del capitalismo mundial, la movilización de mercancías es intensa y constante, nunca se detiene.
Fue lo que investigó Andrew Kay, en su artículo, publicado por el portal Wired, titulado “La vida como trailero del siglo 21”, quien introduce a su trabajo, diciendo que “la tecnología, la codicia empresarial, y el desorden en las cadenas de suministros, están transformando la vida detrás del volante de un tráiler. Fui de viaje en uno, para ver cómo es dicha afectación” (ver: https://www.wired.com/story/life-as-a-21st-century-trucker/).
En el trabajo, Kay abarcó varios aspectos. En uno, se refirió a Jay Lerette, un predicador empírico que difunde la “palabra de Dios”, desde un tráiler que está permanentemente estacionado a un lado de la carretera I-39, en Illinois. El tráiler, luce una cruz y varias frases tomadas de la Biblia, por todos lados. Es una especie de capilla rodante.
El hombre de 64 años, hace un servicio a bordo del remolque, cada día, transformado muy bien en la referida capilla, en donde tiene también su oficina. Vive cerca del sitio, con su esposa. Gusta de vestir a la cowboy y hasta tiene un caballo, con el que suele pasear entre los largos camiones. “Lerette busca dar esperanza a la difícil vida de los traileros, animándolos en todo momento, diciéndolos que se entreguen a Dios, que Él los recibirá si se encomiendan con fervor. Y muchos, lo buscan, tratando de hallar paz con sus vidas, su difícil trabajo, sus tristezas, sus emociones”. Pero dice Lerette que algunos, muy enojados de que no hallan la paz con Dios, hasta han tratado de matarlo. “Alguna vez, uno me apuntó con un revolver en la frente. Me sentí hombre muerto, pero la bala, se amartilló. Fue un mensaje de que tenía que seguir con mi misión”, le dijo a Kay.
Se dedicó a predicar, luego de que estuvo en la cárcel, por robo. Allí, se inició. Luego, un inversionista le llamó porque quería instalar una parada para traileros, pero también quería una capilla. Es parte de una organización religiosa que no pertenece a ninguna orden, llamada Transport For Christ (Transporte para Cristo), “que ahora se denomina TFC Global”, dice Kay. Y eso fue en 1991. Y, desde entonces, Lerette se dedica a dar ánimos “espirituales” a todos los traileros que pasan por allí, los que pueden donar directamente “o hacerlo por tarjeta”. Como siempre, esas sectas, finalmente, son buenos negocios que lucran con la fe (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2021/10/los-fanatizadores-lucrativos-cultos.html).
Se refiere Kay a que por años de estar sentados y comer mal, “se observan los estragos que han sufrido los cuerpos de los traileros, todos con sobrepeso y deformados por las malas posturas”. En efecto, comen cualquier cosa y hasta mueren en el camino. Uno de ellos, le refirió que un compañero, sufrió un infarto mortal que le hizo “estallar el corazón”. El tráiler, perdió el control y fue a estrellarse contra una farmacia, dejando incontables daños y muertos. Ese mismo trailero le dijo que “seguramente, moriré en el volante”, pues es el temor de todos, fallecer, ya sea por algún infarto o un accidente, del que ni siquiera ellos son culpables.
Kay entrevistó a varios, que le contaban anécdotas similares, como otro que casi perdió la razón, porque al ir manejando en lluvia, un automovilista imprudente, lo rebasó a más de cien kilómetros por hora. Por el resbaladizo asfalto, el auto derrapó y fue a colocarse justo en la trayectoria del tráiler “Sólo vi la desesperada cara del conductor y a su esposa, que me miró por una fracción de segundo, y luego, me les fui encima, pues no pude frenar”. El hombre murió y la mujer quedó cuadripléjica.
Lo cual me recuerda a la cinta Black Dog, de 1998, protagonizada por Patrick Swayze (1952-2009), y dirigida por Kevin Hooks, sobre un trailero que, precisamente en una noche lluviosa, embiste a un auto, cuando vio a un “perro negro”, que le hizo perder el control (son comunes los supuestos encuentros aparentemente sobrenaturales que algunos traileros narran). El camionero, Jack, interpretado por Swayze, quedó muy traumado, además de que le retiraron su licencia y pasó algunos años en la cárcel (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Black_Dog_(film)).
Son vehículos que, en efecto, requieren “la longitud de tres campos del futbol para frenar, cuando circulan a ochenta kilómetros por hora”. Sí, son mortales, cuando un automovilista les corta repentinamente el paso por un enfrenón.
De hecho, en varias carreteras de México, en pronunciadas cuestas, se colocan rampas de emergencia para que sean usadas por vehículos pesados, que se queden sin frenos, muy común, sobre todo, si no les dan mantenimiento o son muy viejos, pues ni frenando con “velocidad” (tratan de meter un engrane de baja velocidad para disminuirla), pueden detener el vehículo, que la inercia de la cuesta abajo y la carga, aceleran.
Se refiere también a cómo los están vigilando digitalmente en la actualidad, mediante rastreadores y cámaras, instaladas obligatoriamente en las cabinas, que transmiten todos sus movimientos. Por una nueva legislación, ahora no pueden trabajar más de once horas diarias y deben de descansar como mínimo, tres. Si violan eso, son multados, se les puede retirar la licencia “y comprometer el récord de seguridad de las empresas transportistas”. “Ya no podemos hacer lo que queramos. Ahora, nos vigilan, hasta para comer o ir al baño”, le dijo uno, muy molesto. Por eso, ya varios han renunciado.
Igualmente, los camiones modernos, tienen computadoras para todo, velocidad, volante, frenado, “reduciendo a los conductores a lo que se llama ‘manejo zombi’, pues casi se limita su actuar a ir con las manos sobre el volante. A veces, ni siquiera pueden cambiar de carril, si la computadora de navegación juzga que no es posible”.
Y, supuestamente, tanto por la pandemia, así como por las restricciones actuales impuestas por esa vigilancia digital, hay un déficit de camioneros, que han tratado de sustituir las empresas, contratando a jóvenes, “a los que dan, primero, cursos para operar las unidades. Lo hacen las grandes compañías”. Supuestamente, como es entrenamiento y cuesta, tienen que aguantar los contratados un año con bajo salario. “Y si renuncian, son demandados y se les exige que devuelvan el dinero del entrenamiento. Por eso, casi todos, tratan de estar el año, como mínimo, para no meterse en problemas legales con las empresas grandes que casi monopolizan esa importante labor”.
Buscan, mejor, trabajar con empresas chicas, que tengan entre veinte y cincuenta tráileres, “pues son menos exigentes”.
Por ello, es que renuncian antes o durante el primer año, 90 por ciento de los traileros novatos, “ siendo uno de los empleos que más renuncias presenta”.
Otro problema es que, desde hace años, se quieren inventar tráileres “totalmente autónomos”. Se esgrime como justificación, que ya no tendría que ejecutarse esa cansada y peligrosa labor, por humanos. Pero si eso fuera posible, se eliminarían de dos a tres millones de conductores, de una fuerza total de 3.5 millones, incrementando el desempleo considerablemente en ese sector.
“Sin embargo, eso no será posible. Un robot, no podría responder tan inmediatamente, como lo hace un ser humano en un caso de peligro”, le comentó a Kay, Anthony Levandowsky, cofundador de la división de Google, de vehículos automotores y ahora CEO de la empresa Pronto, que busca inventar vehículos totalmente autónomos. “Yo pienso que es porque todavía los vehículos autónomos, no entienden bien el mundo real, no pueden reaccionar a situaciones imprevistas, como un vehículo que se les cierre repentinamente, como lo hace una persona. Esa es una traba en el desarrollo”. Una empresa, TuSimple, “pudo conducir un tráiler, durante un viaje, pero con auto que iba al frente y otro atrás, listos para actuar ante cualquier emergencia. Eso, no es autonomía total”.
Y a pesar de ser tan difícil la labor, cada año, ganan menos. “En 1980, el salario promedio de un trailero era de $100,000 dólares anuales. Ahora, es de $48,310, lo que no es muy estimulante, dados tantos peligros y dificultades”.
Y han ido envejeciendo pues, en efecto, los más experimentados y demandados son los que tienen más edad. “De los 3.5 millones de conductores estadounidenses, 75 por ciento, tienen más de 40 años, alrededor de 40 por ciento no son blancos y cuando mucho, 10 por ciento, son mujeres, a las que esa actividad, no ha logrado que se integren mucho”.
De hecho, Kay se encontró con dos mujeres. Una, de unos setenta años, que solía acompañar a su esposo a todos lados. “Él, murió hace un año, así que ahora, yo me dedico a manejar”, le dijo, acompañada de sus tres perros spaniel, “mis compañeros inseparables”. Otra, una afroestadounidense, le dijo que “las empresas, nos tratan como basura. Todo son ganancias, no les importamos”.
Claro, lo que menos importa a las empresas, sobre todo a los monopolios, son sus trabajadores, a los que consideran desechables y fácilmente reemplazables.
Por lo mismo, ya se han formado dos organizaciones, Freedom Convoy y People’s Convoy, “quienes han organizado bloqueos entre las fronteras de Estados Unidos y Canadá, exigiendo mejores tratos, mejores salarios y menos vigilancia digital”.
Por último, Kay arregló con un trailero, Jason Childs, que lo pudiera acompañar en un viaje, en que el hombre tenía que transportar maíz para una empresa en LaBelle Florida, que hace totopos y tortillas.
Y resultó un tipo peculiar, que iba acompañado por su hijastro de once años, hijo de su más reciente chica. “He tenido contacto con unas 300 mujeres en mi vida y tengo once hijos con diez de ellas”, le dijo, muy casual. Childs le contó que quedó huérfano a temprana edad y que “he tratado de sustituir el amor materno con muchas mujeres”. Eso se lo dijo, “cuando su hijastro ya se había dormido en la cabina trasera”.
“Pero es un hombre que conduce responsablemente”, dice Kay. Además, tampoco cree en la autonomía. “Eso, nunca será posible, no lo creo, no puede sustituir una máquina a un ser humano en esta labor tan difícil”.
Estuvieron a punto de sufrir un accidente terrible, pues un tráiler de doble remolque, trató de rebasarlos en una carretera de doble sentido. “Ese camión aceleró y apenas pudo evitar el choque frontal con varios vehículos que venían del otro lado”. Fumaba mucho, unos cinco cigarros por hora y llamaba por Bluetooth a su actual pareja, preguntándole por la niña que tuvieron entre ambos. “Como la vigilancia digital le indicó que debía descansar, luego de once horas de manejo, Childs buscó un sitio para estacionarse. Cuando logró hacerlo, saltó a la cabina, para dormir un rato con su hijastro”.
Dice Kay que los traileros se comparan mucho a los cowboys de antes, que eran tan necesarios para transportar el ganado. “Por ello, muchos, visten como cowboys, así como hace Lerette, muy identificado con la vida de ellos”.
El otro problema que enfrentan es que cuando llegan al destino, muchas veces, no hay quien atienda y, mucho menos, que descargue lo que transportan, “lo que les hace perder mucho tiempo y dinero”.
Luego de que, por fin, entregaron la carga de 17,236 kilogramos de maíz, recogió tubos de acero en otro sitio, cercano a donde estaba la fábrica de totopos, por la mañana, para llevarlos hasta Tampa. “Los acompañé otro día, pero cuando llegamos al sitio, nadie nos abrió, ni a los otros tráileres que también fueron llegando, con sus respectivas cargas de tubos de acero. Y allí, me despedí de Childs, pues por mis ocupaciones, ya no podía esperar más, agradeciéndole bastante. Y salí de tráiler, en medio de una torrencial lluvia, buscando el Uber que había pedido, para que me llevara al aeropuerto y dirigirme a Nueva York”.
Así que, aunque los traileros traten de llegar en el menor tiempo posible, tienen esos problemas de una falta de logística, de empresas a las que no les importa hacerlos esperar.
Esas con, por tanto, las dificultados y los peligros que enfrenta esos modernos cowboys del volante.
Complicada, pero loable su labor.
Y, como me dijo en su momento el conductor de la madrina, al hacerle ver que muchos manejan como cafres, “es que así nos traen las compañías de movidos”.
Como se ve, a esas codiciosas empresas de transporte, no les importan ni las vidas de sus conductores, ni las de otros.
Las ganancias, son primero.
Contacto: studillac@hotmail.com