viernes, 22 de febrero de 2019

Los no muy efectivos trasplantes de manos


Los no muy efectivos trasplantes de manos
por Adán Salgado Andrade


Los trasplantes de órganos han sido una alternativa médica para miles de personas que requieren urgentemente una parte corporal que sustituyera a la que estaba fallando.
El primer trasplante efectuado fue de un hígado, practicado por el doctor estadounidense Thomas Starzl (1926-2017), en 1963, aunque el paciente murió debido a una incontrolable hemorragia operatoria. Luego, en 1967, de nuevo Starzl efectuó otro trasplante de hígado a una niña de 19 meses, que fue, ese sí, exitoso, aunque la niña sólo vivió un año (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Liver_transplantation).  
Luego de ese trasplante de hígado vino el del corazón, el primero practicado por el polémico doctor  sudafricano Christiaan Barnard (1922-2001), el 3 de septiembre de 1967. Se trató del corazón de Denise Darvasil, una mujer fallecida en un accidente, que fue colocado en el pecho del paciente de 54 años Louis Washkansky, quien estuvo consciente, pudo platicar con su esposa y vivió 18 días, pero murió de neumonía, pues las drogas que se emplearon para que su cuerpo no rechazara el implantado corazón, neutralizaron su sistema inmune y no resistió la infección bacteriana. Pero su segundo trasplante, practicado en 1968 a Philip Baliberg, fue más exitoso, pues salió del hospital por su propio pie y pudo vivir un año y medio. El tercer paciente, Dirk van Zyl, quien recibió un nuevo corazón en 1971, vivió 23 años y es el que más ha durado (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Christiaan_Barnard#First_human-to-human_heart_transplant).
Desde entonces, los trasplantes de órganos se han generalizado y no sólo se hacen de corazón, sino, también, de riñón, hígado, pulmones, páncreas, intestino y timo. También se hacen de huesos, tendones, corneas, piel válvulas cardiacas, nervios y venas. Y ha sido también gracias al empleo de drogas que impiden que el cuerpo los rechace, como la ciclosporina, el tracolimo, esteroides y otras menos agresivas.
Pero hay una muy reciente tendencia de trasplantar manos y hasta rostros. Los trasplantes de órganos no sólidos, como también se les llama.
La revista tecnológica Wired recientemente publicó un artículo firmado por David Dobbs, titulado “La devastadora atracción de los milagros médicos”, que se enfoca en la experimentación que un grupo medico ha hecho desde hace algunos años en cuanto al delicado y no muy efectivo trasplante de manos, tendencia que existe desde hace algunos años en varios países (ver: https://www.wired.com/story/devastating-allure-of-medical-miracles/).
El artículo refiere el caso de Sheila Advento, inmigrante filipina a Estados Unidos, quien vivía en Nueva Jersey. Un día, en el 2003, repentinamente, sufrió un ataque infeccioso en el torrente sanguíneo, sepsis, que casi la mata. Sobrevivió pues fue llevada rápidamente al hospital por su madre, que es enfermera, pero perdió las manos y las piernas, de las rodillas para abajo.
Sin embargo, muy animosa, no se dio por vencida y rápidamente se adaptó a las prótesis que sustituyeron sus amputados miembros.
Eso duró hasta que se enteró en el 2009 que la Universidad de Pittsburgh estaba buscando pacientes para un programa experimental de trasplante de manos. Ese programa estaba dirigido por el doctor W. P. Andrew Lee, originario de Taiwan. Fue hasta el 2010, ocho meses después de que Sheila solicitó el trasplante, que le llamaron.
El antecedente del trasplante de manos se dio en Francia, en 1998, cuando se hizo el primero, empleando una técnica llamada VCA (vascularized composite-tissue allotransplantation). Sin embargo, en el 2001, por varias razones, se le removió la mano al paciente. Eso no descorazonó a otros cirujanos, y la tendencia siguió en varios países. En 1999, Warren Breindenbach fue el primer cirujano estadounidense en realizar un trasplante de mano con la técnica VCA al paciente Matt Scott de 37 años, quien había perdido la suya por un cohete pirotécnico. Varias ciudades siguieron, como Los Ángeles, Paris, Innsbruck y otras.
La universidad de Pittsburgh se unió a la moda y, dirigida por el mencionado pionero cirujano Thomas Starzl, se propuso realizar también trasplantes de manos. Contrataron a Lee y el programa echó a andar.
La operación hecha para implantarle las manos a Sheila y a otros pacientes es muy complicada, pues son microcirugías, tardando de 10 a 15 horas, conectando docenas de tendones, músculos y venas tan delgadas como un fideo. Luego de ello, el paciente debe de adaptarse a la mano o manos, pasando por un largo y penoso proceso mediante el cual se deben de ir regenerando los impulsos eléctricos para mover músculos, huesos, nervios… y así, hasta que, algunos, lo logran. Otros, no, y, en esos casos, las manos deben removerse.
Cuando los pacientes logran tener movilidad total en las manos injertadas, además, deben de emplear, desde el primer momento las mencionadas drogas anti rechazo, para evitar que el sistema inmune las ataque. La que Lee empleó en estos casos fue el tacrolimo, pero en dosis excesivas. Esa droga tiene efectos adversos, el peor de todos, daño irreversible al riñón.
La recuperación de Sheila coincidió con la de otra paciente, Jessica Arrigo, quien también casi se muere por un ataque de sepsis. Ella perdió también piernas y una mano, que le fue trasplantada por Lee. Sin embargo, lo que ambas sufrieron, como muchos otros pacientes, fueron los terribles efectos del tacrolimo sobre los riñones.
Pero, como dije, algunos pacientes, ni con esa droga logran detener los efectos del rechazo. A Jessica le tuvieron que remover, en el 2015, la mano implantada por terribles reacciones que, finalmente, le ocasionaron la muerte en noviembre del 2017 por isquemia mesentérica, que fue el diagnóstico de su muerte por los doctores que la asistieron, aunque no hubo autopsia.
Otros pacientes parecieron adaptarse muy bien, como Josh Maloney, quien hasta tomó un curso de mecánica automotriz y trabajó de eso, pero la grasa en las manos que implica ese de ese empleo, no se llevaba con los cuidados que deben tenerse con un miembro implantado. Además, comenzó a tener los problemas de rechazo, que ocasionan otros trastornos físicos, así que pidió que se la removieran. Prefirió seguir con su prótesis, menos problemática que la mano injertada, como le comentó a Dobbs.
Dobbs investigó a algunos de los ocho pacientes de trasplantes de Lee. El más reciente, Eric Lund, quien perdió ambos brazos por una bomba en Afganistán, lleva dos años con los trasplantados y le dijo que iba bien, hasta ese momento, aunque no podía mover aun las manos. Está contento con la operación y espera mejorar. Otro paciente, Brendan Marrocco, no le regresó las llamadas, en las que le preguntaba por su salud, pero, al parecer, está bien. Jessica Arrigo, como se mencionó, murió por complicaciones del rechazo. Chris Pollock también se encuentra feliz, incluso, ya corta el pasto y cocina. Jeff Kepner dice que las manos trasplantadas no le sirven, que estaba mejor con sus prótesis, porque sí podía hacer cosas. El mencionado John Maloney, quien comenzó a presentar problemas de rechazo, no se arrepiente de haberse desprendido de esa mano injertada. Sheila presenta daño renal irreversible, pero está contenta con sus manos.
El programa de Lee fue suspendido porque el Departamento de defensa, que es el principal proveedor de fondos, se los retiró. Al parecer, no convencieron los esfuerzos, ni la falta de protocolos científicos adecuados, ni que no hayan hecho un seguimiento de los pacientes  a los que les fueron removidas las manos,  como a Jessica o a Maloney.
Y de hecho, Lee ya no trabaja en el hospital John Hopkins, pues tomó un empleo en la Universidad de Texas, en la escuela de medicina. Así que ya nada tiene que ver con los trasplantes.
Supuestamente todos los pacientes debían de firmar formularios en los que se les advertía de los riesgos, que ellos aceptaban, como el daño renal, el peor de todos, aunque Sheila dice que no lo recuerda, pero Lee asegura que sí se le dejó muy claro.
Mientras tanto, ella está en espera de un riñón, ya que los suyos están totalmente dañados por el tacrolimo.
Dice que está muy encantada con sus manos injertadas, porque ya hace todo y que, por ellas, se la está jugando, esperando que haya pronto un donador de riñón.
¿Valdrá la pena? Eso no lo sabríamos hasta que, no lo quiera Ometeotl, perdiéramos una mano y estuviéramos en ese dilema.