Los no muy efectivos trasplantes de manos
por Adán Salgado Andrade
Los trasplantes de
órganos han sido una alternativa médica para miles de personas que requieren
urgentemente una parte corporal que sustituyera a la que estaba fallando.
El primer trasplante
efectuado fue de un hígado, practicado por el doctor estadounidense Thomas
Starzl (1926-2017), en 1963, aunque el paciente murió debido a una
incontrolable hemorragia operatoria. Luego, en 1967, de nuevo Starzl efectuó
otro trasplante de hígado a una niña de 19 meses, que fue, ese sí, exitoso,
aunque la niña sólo vivió un año (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Liver_transplantation).
Luego de ese trasplante
de hígado vino el del corazón, el primero practicado por el polémico doctor sudafricano Christiaan Barnard (1922-2001), el
3 de septiembre de 1967. Se trató del corazón de Denise Darvasil, una mujer fallecida
en un accidente, que fue colocado en el pecho del paciente de 54 años Louis
Washkansky, quien estuvo consciente, pudo platicar con su esposa y vivió 18
días, pero murió de neumonía, pues las drogas que se emplearon para que su
cuerpo no rechazara el implantado corazón, neutralizaron su sistema inmune y no
resistió la infección bacteriana. Pero su segundo trasplante, practicado en
1968 a Philip Baliberg, fue más exitoso, pues salió del hospital por su propio
pie y pudo vivir un año y medio. El tercer paciente, Dirk van Zyl, quien
recibió un nuevo corazón en 1971, vivió 23 años y es el que más ha durado (ver:
https://en.wikipedia.org/wiki/Christiaan_Barnard#First_human-to-human_heart_transplant).
Desde entonces, los
trasplantes de órganos se han generalizado y no sólo se hacen de corazón, sino,
también, de riñón, hígado, pulmones, páncreas, intestino y timo. También se
hacen de huesos, tendones, corneas, piel válvulas cardiacas, nervios y venas. Y
ha sido también gracias al empleo de drogas que impiden que el cuerpo los
rechace, como la ciclosporina, el tracolimo, esteroides y otras menos
agresivas.
Pero hay una muy
reciente tendencia de trasplantar manos y hasta rostros. Los trasplantes de
órganos no sólidos, como también se les llama.
La revista tecnológica Wired recientemente publicó un artículo
firmado por David Dobbs, titulado “La devastadora atracción de los milagros
médicos”, que se enfoca en la experimentación que un grupo medico ha hecho
desde hace algunos años en cuanto al delicado y no muy efectivo trasplante de
manos, tendencia que existe desde hace algunos años en varios países (ver: https://www.wired.com/story/devastating-allure-of-medical-miracles/).
El artículo refiere el
caso de Sheila Advento, inmigrante filipina a Estados Unidos, quien vivía en
Nueva Jersey. Un día, en el 2003, repentinamente, sufrió un ataque infeccioso
en el torrente sanguíneo, sepsis, que casi la mata. Sobrevivió pues fue llevada
rápidamente al hospital por su madre, que es enfermera, pero perdió las manos y
las piernas, de las rodillas para abajo.
Sin embargo, muy
animosa, no se dio por vencida y rápidamente se adaptó a las prótesis que
sustituyeron sus amputados miembros.
Eso duró hasta que se
enteró en el 2009 que la Universidad de Pittsburgh estaba buscando pacientes
para un programa experimental de trasplante de manos. Ese programa estaba
dirigido por el doctor W. P. Andrew Lee, originario de Taiwan. Fue hasta el
2010, ocho meses después de que Sheila solicitó el trasplante, que le llamaron.
El antecedente del
trasplante de manos se dio en Francia, en 1998, cuando se hizo el primero,
empleando una técnica llamada VCA (vascularized
composite-tissue allotransplantation). Sin embargo, en el 2001, por varias
razones, se le removió la mano al paciente. Eso no descorazonó a otros
cirujanos, y la tendencia siguió en varios países. En 1999, Warren Breindenbach
fue el primer cirujano estadounidense en realizar un trasplante de mano con la
técnica VCA al paciente Matt Scott de 37 años, quien había perdido la suya por
un cohete pirotécnico. Varias ciudades siguieron, como Los Ángeles, Paris,
Innsbruck y otras.
La universidad de
Pittsburgh se unió a la moda y, dirigida por el mencionado pionero cirujano
Thomas Starzl, se propuso realizar también trasplantes de manos. Contrataron a
Lee y el programa echó a andar.
La operación hecha para
implantarle las manos a Sheila y a otros pacientes es muy complicada, pues son
microcirugías, tardando de 10 a 15 horas, conectando docenas de tendones,
músculos y venas tan delgadas como un fideo. Luego de ello, el paciente debe de
adaptarse a la mano o manos, pasando por un largo y penoso proceso mediante el
cual se deben de ir regenerando los impulsos eléctricos para mover músculos,
huesos, nervios… y así, hasta que, algunos, lo logran. Otros, no, y, en esos
casos, las manos deben removerse.
Cuando los pacientes
logran tener movilidad total en las manos injertadas, además, deben de emplear,
desde el primer momento las mencionadas drogas anti rechazo, para evitar que el
sistema inmune las ataque. La que Lee empleó en estos casos fue el tacrolimo,
pero en dosis excesivas. Esa droga tiene efectos adversos, el peor de todos,
daño irreversible al riñón.
La recuperación de
Sheila coincidió con la de otra paciente, Jessica Arrigo, quien también casi se
muere por un ataque de sepsis. Ella perdió también piernas y una mano, que le
fue trasplantada por Lee. Sin embargo, lo que ambas sufrieron, como muchos
otros pacientes, fueron los terribles efectos del tacrolimo sobre los riñones.
Pero, como dije,
algunos pacientes, ni con esa droga logran detener los efectos del rechazo. A Jessica
le tuvieron que remover, en el 2015, la mano implantada por terribles
reacciones que, finalmente, le ocasionaron la muerte en noviembre del 2017 por
isquemia mesentérica, que fue el diagnóstico de su muerte por los doctores que
la asistieron, aunque no hubo autopsia.
Otros pacientes
parecieron adaptarse muy bien, como Josh Maloney, quien hasta tomó un curso de
mecánica automotriz y trabajó de eso, pero la grasa en las manos que implica
ese de ese empleo, no se llevaba con los cuidados que deben tenerse con un
miembro implantado. Además, comenzó a tener los problemas de rechazo, que
ocasionan otros trastornos físicos, así que pidió que se la removieran. Prefirió
seguir con su prótesis, menos problemática que la mano injertada, como le
comentó a Dobbs.
Dobbs investigó a algunos
de los ocho pacientes de trasplantes de Lee. El más reciente, Eric Lund, quien
perdió ambos brazos por una bomba en Afganistán, lleva dos años con los
trasplantados y le dijo que iba bien, hasta ese momento, aunque no podía mover
aun las manos. Está contento con la operación y espera mejorar. Otro paciente,
Brendan Marrocco, no le regresó las llamadas, en las que le preguntaba por su
salud, pero, al parecer, está bien. Jessica Arrigo, como se mencionó, murió por
complicaciones del rechazo. Chris Pollock también se encuentra feliz, incluso,
ya corta el pasto y cocina. Jeff Kepner dice que las manos trasplantadas no le
sirven, que estaba mejor con sus prótesis, porque sí podía hacer cosas. El
mencionado John Maloney, quien comenzó a presentar problemas de rechazo, no se
arrepiente de haberse desprendido de esa mano injertada. Sheila presenta daño
renal irreversible, pero está contenta con sus manos.
El programa de Lee fue
suspendido porque el Departamento de defensa, que es el principal proveedor de
fondos, se los retiró. Al parecer, no convencieron los esfuerzos, ni la falta
de protocolos científicos adecuados, ni que no hayan hecho un seguimiento de
los pacientes a los que les fueron
removidas las manos, como a Jessica o a
Maloney.
Y de hecho, Lee ya no
trabaja en el hospital John Hopkins, pues tomó un empleo en la Universidad de
Texas, en la escuela de medicina. Así que ya nada tiene que ver con los trasplantes.
Supuestamente todos los
pacientes debían de firmar formularios en los que se les advertía de los
riesgos, que ellos aceptaban, como el daño renal, el peor de todos, aunque
Sheila dice que no lo recuerda, pero Lee asegura que sí se le dejó muy claro.
Mientras tanto, ella
está en espera de un riñón, ya que los suyos están totalmente dañados por el
tacrolimo.
Dice que está muy encantada
con sus manos injertadas, porque ya hace todo y que, por ellas, se la está
jugando, esperando que haya pronto un donador de riñón.
¿Valdrá la pena? Eso no
lo sabríamos hasta que, no lo quiera Ometeotl, perdiéramos una mano y
estuviéramos en ese dilema.
Contacto: studillac@hotmail.com