sábado, 20 de abril de 2019

Medicinas caras y medicinas falsas


Medicinas caras y medicinas falsas
Por Adán Salgado Andrade

Recientemente, directivos y líderes de empresas farmacéuticas fueron convocados por el comité de finanzas del Senado estadounidense, para que dijeran por qué daban tan caras sus medicinas para enfermedades como el cáncer, por ejemplo. Y los “argumentos” que dieron fueron, francamente, absurdos, por no decir estúpidos (ver: https://gizmodo.com/here-are-the-three-dumbest-claims-pharma-ceos-made-when-1832908340?).
Las empresas reunidas fueron Bristol-Myers Squibb, Johnson & Johnson, Merck, Pfizer, Sanofi, AbbVie y AstraZeneca, todas ellas productoras de las medicinas más caras del mundo, para enfermedades muy específicas, que sólo los ricos o personas que tengan seguros médicos o pertenezcan a organismos de salud pública, pueden adquirir.
Su primer argumento fue que los precios altos, no son culpa de tales empresas, sino de intermediarios que buscan reducir los precios, al comprarlos de mayoreo, de los medicamentos para, después, revenderlos y quedarse ellos con las ganancias adicionales. Puede ser cierto, pero, de todos modos, los precios son altos pues, a pesar de los intermediarios, tales empresas los ofrecen altos de origen.
Analistas han rebatido esa pobre justificación, señalando que los intermediarios sólo lo hacen con el 4% de las drogas, correspondiendo a 23 mil millones de dólares, de la venta anual total, que fue de 480 mil millones de dólares (mdd), tan sólo en el 2016. Sin embargo, la ganancia neta de las farmacéuticas es de dos tercios de los 480 mil mdd, es decir 323 mil mdd para ese año, muchísimo dinero. Eso indicaría que sólo un tercio es el gasto en inversión para fabricar los medicamentos, 107 mil mdd. Si sólo se agregara la ganancia industrial media, un 10%, los caros medicamentos que producen bajarían muchísimo, pero no lo harán pues, como toda industria del capitalismo salvaje, se trata de ganar lo más posible.
Otro “argumento” fue que si los precios de los medicamentos se mantuvieran bajos, eso “desalentaría” el desarrollo de nuevos fármacos, pues, señalan esas empresas, que resulta muy caro hacerlo, tanto la formulación, la experimentación – que puede llevarse años –, así como todo lo que demanda idear cualquier nuevo medicamento. Por tanto, se oponen totalmente a que las entidades públicas establezcan el precio de los medicamentos, pues eso desalentaría la investigación.
Sin embargo, cuando el senador Wyden le preguntó al directivo Richard Gonzalez, de AbbVie, si no ganaba su empresa en países en que había control de precios, como en Alemania, forzadamente contestó que sí tienen, en efecto, ganancias en todos los países industrializados, hasta en los que se controlan los precios. Cuando quiso argumentar que si Estados Unidos (EU) estableciera control de precios, la inversión en investigación y desarrollo (R&D) podría bajar, a lo que Wyden le replicó que tan sólo lo que gana esa empresa en EU, supera el monto que invierte en R&D en todo el mundo. Dejó sin palabras, ni argumentos a Gonzalez.
Igual sucedió con los pobres argumentos del resto de los directivos de tales empresas. Se vio que los senadores iban muy bien preparados y con datos para rebatir su mezquindad corporativa.
Un tercer argumento, también absurdo, fue que la culpa la tenía la entidad pública Medicare, que es una especie de financiamiento público de salud estadounidense, para los enfermos que cuentan con él. Según las farmacéuticas, el hecho de que Medicare “obligaba” a pagar 13% de su bolsillo a los pacientes, para que adquirieran éstos sus medicamentos, “encarece al precio”. Según ellos, solo debería de obligarse a los pacientes a pagar 3%, como hacen con los gastos hospitalarios.
Pero tampoco esa “justificación” pudo sostenerse, pues si los medicamentos no fueran tan caros, el 13% que pagan los pacientes por el Medicare, no sería tan alto.
No, ningún argumento pudo justificar precios de medicinas tan escandalosamente altos.
Uno de ellos es el medicamento Orkambi, producido por la empresa Vertex. Dicho medicamento, según la empresa, combate de raíz la enfermedad pulmonar llamada fibrosis cística, un mal crónico degenerativo que va inhabilitando a los pulmones. No tenía cura hasta que Vertex lo sacó al mercado, al prohibitivo precio, para casi todos los enfermos, de £105 mil libras esterlinas anuales, casi $137 mil dólares ($2,510,000 pesos) (ver: https://www.theguardian.com/society/2019/feb/10/vertex-revenue-hike-orkambi-drug-nhs).
La empresa aduce la “gran inversión” hecha para desarrollarlo, pero investigadores afirman que gastó apenas 11.5 millones de dólares para crearlo, así que con la venta de 85 dosis ($11.645 millones) recuperaría tal inversión.  Eso deja ver la mezquinad con que actúa esa farmacéutica.
Cínicamente, Vertex declara que tuvo un incremento en sus ganancias, para el último trimestre del 2018, de 40%. Por ello, sus ganancias netas ascendieron a $337 mdd, además de que sus activos bancarios son de $2990 mdd. O sea, no está en bancarrota, y si bajara considerablemente, digamos 80% el precio del Orkambi, seguiría ganando la empresa.
Se calcula que sólo en Inglaterra hay unos diez mil enfermos de fibrosis cística y por el exagerado costo del Orkambi, el Sistema Nacional de Salud (NHS) de ese país, no puede costearlo como medicamento público. Así que todos esos enfermos sólo podrán tomar los medicamentos que hasta ahora han ingerido, los que solamente palian los síntomas, pero no impiden su avance. Y así estarán, hasta que mueran.
Muchos críticos dicen que debería emplearse una obscura cláusula de 1977, de la Ley de Patentes, que indica que el Estado puede, en afanes del interés nacional, desestimarlas. En este caso, podría fabricar el Orkambi por su propia cuenta, pero muy rara vez se ha usado tal provisión. Claro, pues cualquier empresa alegaría una muy grave violación a su patente, su propiedad intelectual, a fin de cuentas. Y dentro del capitalismo salvaje, un país que haga eso es considerado un criminal, un paria (como han hecho varios países en África, al fabricar retrovirales por su cuenta, infinitamente más baratos que los originales, para combatir la pandemia del VIH).  
El subsecretario de salud de Inglaterra, el señor Jon Ashworth, ha dicho que se reunirá con los ejecutivos de Vertex para ver qué puede hacerse con respecto al exorbitante precio del Orkambi. Rebecca Hunt, vicepresidenta de la empresa dice que ésta ha acordado la reunión, pero rehúsa decir que se hará allí. Seguro que no cederán en bajar el precio del medicamento.
Mientras tanto, una de tantos miles de enfermas y enfermos es Carlie Pleasant, quien a los nueve años contrajo el padecimiento. Como dije, la fibrosis cística va inhabilitando la capacidad pulmonar, llenando de flemas a los pulmones. La digestión también se afecta, además de ocasionar una debilidad corporal que obliga a reposar muy frecuentemente. Pleasant tiene ya 29 años, está casada, tiene un hijo. Es, digamos, “feliz”, pero siempre tiene presente que una severa crisis respiratoria la puede matar en cualquier momento.
Cuando escuchó hablar del Orkambi, sus esperanzas de vivir una existencia plena se renovaron. Pero cuando acudió con sus padres al hospital, para solicitar el medicamento, le dijeron que el NHS no lo podía costear y que sólo los pacientes que pudieran comprarlo, podrían curarse. No es su caso, por supuesto, ni el de miles, pacientes pobres que sufren tal enfermedad (ver: https://www.theguardian.com/news/audio/2019/feb/07/new-drugs-who-decides-price-of-life-cystic-fibrosis).
Es la “lógica” del capitalismo salvaje, que existe una demanda (necesidad), por ejemplo, esos enfermos de fibrosis, pero si no tienen con qué pagar el medicamento, ni hablar, dirán los ejecutivos de Vertex, que se curen los que tengan para pagar nuestro carísimo medicamento.
Por ello, en países de pobres en donde existen pandemias de enfermedades curables, pero que no hay medicamentos modernos para combatirlas, se ha recurrido a viejas medicinas, porque a ninguna farmacéutica le interesa desarrollarlos, pues sus “clientes” serían marginados que no podrían pagarlos. Uno de esos casos se da en la República Democrática del Congo (ver: https://www.theguardian.com/news/audio/2018/nov/23/is-big-pharma-ignoring-the-poor).
En ese país, tuvieron que hacer uso de una medicina que estaba descontinuada, netopremazol, con la cual, se logró atacar la enfermedad del sueño, producida por el piquete de la mosca tse-tsé, que inocula al parásito que la ocasiona. Al principio del presente siglo había unos 30 mil enfermos de eso, y ahora, gracias a esa abandonada medicina, ya sólo hay unos 350 casos. Las farmacéuticas no invierten en hallar una moderna cura, pues eso les costaría alrededor de $2700 mdd, prohibitivos, dado que el número de enfermos es limitado, además de que son pobres, y no podrían asumir el alto costo del medicamento que se hiciera. Sucedería algo similar que con el Orkambi, así que esos enfermos y esos países son dejados a su pobre suerte.
La doctora Els Torreele, directora ejecutiva de Médicos sin Fronteras indica que, en efecto, a las grandes farmacéuticas no les interesa desarrollar medicamentos para los pobres, no es costeable y, menos, si es para uso de una sola vez, como para la enfermedad del sueño, que atacaría al parásito y lo mataría, con una sola toma. Por eso, se prefiere no hacerlo y, mejor, abocarse a desarrollar medicinas para enfermedades crónicas, como diabetes, cáncer, asma, sida o cosas así, que no se quitan nunca y se tiene que tomar toda la vida el caro “medicamento”, que no cura y sólo mantiene viva o vegetando a la persona.
Esa es la realidad de la “moderna medicina”.
Lo peor es que, tan lucrativos son algunos medicamentos que no podría faltar una, aun mayor, infamia: las medicinas falsas (ver: https://www.theguardian.com/science/2019/mar/11/fake-drugs-kill-more-than-250000-children-a-year-doctors-warn).
La mezquindad del capitalismo salvaje, que valora ganancias y lo material, por sobre la compasión, la honestidad, la ayuda desinteresada… ha contagiado a casi toda la sociedad de sus egoístas acciones, no importando que el planeta se deprede, se contamine, la sociedad se empobrezca, se muera de hambre, se enferme y pelee entre sí (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/01/depredacion-ambiental-planetaria-accion.html).
Y encima de que se enferme la sociedad mundial, justamente por tanta contaminación y depredación, todavía debe de enfrentar mayor infamia, al adquirir, de buena fe, caros y falsos medicamentos que no combatirán, de ninguna forma, o, poquísimo, la enfermedad, crónica y grave, en la mayoría de los casos, que se adolezca.
Son más perniciosas las medicinas falsas usadas en niños, pues por su nula acción, se estima que mueren al año alrededor de 250,000 tan sólo por haberlas empleado para tratar malaria o neumonía.
Otros miles mueren por emplear, sin saberlo, vacunas o antibióticos falsos, aplicados en infecciones agudas y males tales como hepatitis, fiebre amarilla y meningitis.
Muchas de tales muertes suceden en países en donde la alta demanda de ciertos medicamentos se combina con una muy pobre vigilancia, bajo control de calidad y regulaciones, lo que facilita que criminales organizados y cárteles infiltren el mercado. En las pocas ocasiones en que son descubiertos en sus criminales acciones, simplemente se les aplica una multa de risa y son liberados, para que continúen delinquiendo.
Pruebas hechas a tales “medicamentos”, muestran la gran variedad de los que se han falsificado, incluyendo los de anti-malaria, antibióticos, cardiovasculares y contra el cáncer. La mayoría de falsificaciones se dan, nada menos que, en China y en la India. Y si allí mismo se venden, de verdad que esas bandas criminales carecen totalmente de principios, precipitando más rápidamente a sus conciudadanos enfermos a una segura muerte.
Esos “medicamentos” contienen desde tinta para impresoras, pintura, hasta arsénico. Medicamentos para la impotencia sexual, como la Viagra, son los más falsificables. Pero, bueno, en este caso, no pasaría de que el hombre que la ingiriera no tendría erección, a la hora de estar en la intimidad con su elegida. Pero una droga falsa que se usara para combatir el VIH, como un retroviral, podría significar una temprana muerte.
Mas nada de eso importa a los malditos falsificadores de medicamentos.
Claro que también hay las medicinas mal hechas o que no se disuelven todo lo rápido que se requiriera, como los llamados “medicamentos similares” o las que están a punto de vencerse, que, aunque no son falsas, sí retardan la cura o, simplemente, ya no sirven por estar caducas. De todos modos, tampoco se justifica su comercialización.
La venta de medicinas falsas es considerada ya una emergencia mundial de salud pública. El American Journal of Tropical Medicine and Hygiene, AJTMH, ha publicado artículos de doctores, universidades y hasta de la empresa Pfizer (causante, de alguna forma, de la piratería de medicamentos, por los precios tan altos de muchos de sus productos), que advierten que además del daño que hacen al no curar, y el robo – pues eso es, un robo –, las medicinas malas o falsas también acrecientan la resistencia antimicrobial, lo que estimula el mayor desarrollo de súper bacterias, las que, de por sí, se han seguido fortaleciendo, aún con medicamentos y antibióticos legítimos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/12/la-fortalecedora-evolucion-de-bacterias.html).
Se considera que más del 10% de las medicinas vendidas en países de medios y bajos ingresos – como en México –, son de baja calidad o falsas, costando a las economías locales entre $10,000 y 200,000 mdd al año ese fraude. Y el problema empeora, de acuerdo con el citado AJTMH. En el 2018, Pfizer identificó 95 falsificaciones en 113 países, muy arriba de las 29 existentes en el 2008 en 75 países. Un alza de 264%, en las falsificaciones, y de casi 51%, de los países afectados. Muy infames cifras.
La Organización Mundial de la Salud, OMS, ha hecho muchas recomendaciones para combatir los “medicamentos” falsos, como el que las administraciones de salud pública de los países tengan pleno control sobre las medicinas que se comercializan, que haya leyes que garanticen la extradición de los criminales que hacen las falsificaciones, para que reciban justo castigo, que se controle la corrupción pública (otro azote mundial), entre otras. Pero pocos países han hecho caso de tales recomendaciones, por lo que sigue y crece el problema.
Hace poco, la mencionada OMS, lanzó una alerta sobre una de esas falsificaciones, que circulaba en Europa y EU. Ese falso “medicamento” supone ser Iclusig, un anticancerígeno usado para tratar a adultos con leucemia mieloide crónica y leucemia linfoblástica aguda. Esa píldora falsa no contiene más que paracetamol (han de haberse tentado el corazón sus falsificadores, metiéndole, al menos, algo para el extremo dolor que suponen tales formas de cáncer de sangre).
Obviamente, la medicina original es muy cara y las falsas, cuestan centavos de dólar producirlas, así que el beneficio económico que dejan – o dejaban, si ya están controlando su distribución –, es mayúsculo. Y esos falsificadores, de seguro, se dan la gran vida, viviendo a todo lujo, en mansiones, manejando autos caros, poseyendo yates… a costa de que maten a la gente que confía ciegamente en la “medicina” que adquirió. ¡Una grave, inmoral infamia, más allá de todo reproche!
Michael Deats, quien dirige la vigilancia de medicamentos falsos por parte de la OMS, en Génova, afirma que sólo una verdadera vigilancia pública hará que ese infame comercio baje. Señala que más de 110 países han reportado más de 2000 casos de medicinas falsas, gracias a esa coordinación entre gobiernos y OMS.
Otro problema es que muchas de esas falsificaciones se venden por Internet, y eso suma un problema más, pues es difícil diferenciar un sitio legítimo, de uno falso, afirma el investigador de la Universidad de Oxford Bernard Naughton.
El problema, por tanto, seguirá, y cientos de personas morirán, creyendo que el caro precio pagado por una “medicina”, ganado muy probablemente con grandes esfuerzos, habría de curarlos.
Y, de todos modos, los que no tengan para pagar caros, legítimos medicamentos, estarán condenados igualmente a morir.
Así que, las muertes ocasionadas por medicamentos súper caros o “medicamentos” falsos, sólo serán “daños colaterales”, mientras los responsables, empresas farmacéuticas o bandas criminales de falsificadores, ambos, comparsas del capitalismo salvaje, seguirán disfrutando de una existencia poblada, ésa, sí, de verdaderos, no falsos, carísimos lujos.