Medicinas caras y medicinas falsas
Por Adán Salgado Andrade
Recientemente, directivos y líderes de empresas farmacéuticas fueron
convocados por el comité de finanzas del Senado estadounidense, para que
dijeran por qué daban tan caras sus medicinas para enfermedades como el cáncer,
por ejemplo. Y los “argumentos” que dieron fueron, francamente, absurdos, por
no decir estúpidos (ver: https://gizmodo.com/here-are-the-three-dumbest-claims-pharma-ceos-made-when-1832908340?).
Las empresas reunidas fueron Bristol-Myers Squibb,
Johnson & Johnson, Merck, Pfizer, Sanofi, AbbVie y AstraZeneca, todas ellas
productoras de las medicinas más caras del mundo, para enfermedades muy
específicas, que sólo los ricos o personas que tengan seguros médicos o
pertenezcan a organismos de salud pública, pueden adquirir.
Su primer argumento fue que los precios altos, no
son culpa de tales empresas, sino de intermediarios que buscan reducir los
precios, al comprarlos de mayoreo, de los medicamentos para, después, revenderlos
y quedarse ellos con las ganancias adicionales. Puede ser cierto, pero, de
todos modos, los precios son altos pues, a pesar de los intermediarios, tales
empresas los ofrecen altos de origen.
Analistas han rebatido esa pobre justificación,
señalando que los intermediarios sólo lo hacen con el 4% de las drogas,
correspondiendo a 23 mil millones de dólares, de la venta anual total, que fue
de 480 mil millones de dólares (mdd), tan sólo en el 2016. Sin embargo, la
ganancia neta de las farmacéuticas es de dos tercios de los 480 mil mdd, es
decir 323 mil mdd para ese año, muchísimo dinero. Eso indicaría que sólo un
tercio es el gasto en inversión para fabricar los medicamentos, 107 mil mdd. Si
sólo se agregara la ganancia industrial media, un 10%, los caros medicamentos
que producen bajarían muchísimo, pero no lo harán pues, como toda industria del
capitalismo salvaje, se trata de ganar lo más posible.
Otro “argumento” fue que si los precios de los
medicamentos se mantuvieran bajos, eso “desalentaría” el desarrollo de nuevos
fármacos, pues, señalan esas empresas, que resulta muy caro hacerlo, tanto la
formulación, la experimentación – que puede llevarse años –, así como todo lo
que demanda idear cualquier nuevo medicamento. Por tanto, se oponen totalmente
a que las entidades públicas establezcan el precio de los medicamentos, pues eso
desalentaría la investigación.
Sin embargo, cuando el senador Wyden le preguntó al
directivo Richard Gonzalez, de AbbVie, si no ganaba su empresa en países en que
había control de precios, como en Alemania, forzadamente contestó que sí
tienen, en efecto, ganancias en todos los países industrializados, hasta en los
que se controlan los precios. Cuando quiso argumentar que si Estados Unidos
(EU) estableciera control de precios, la inversión en investigación y
desarrollo (R&D) podría bajar, a lo que Wyden le replicó que tan sólo lo
que gana esa empresa en EU, supera el monto que invierte en R&D en todo el
mundo. Dejó sin palabras, ni argumentos a Gonzalez.
Igual sucedió con los pobres argumentos del resto de
los directivos de tales empresas. Se vio que los senadores iban muy bien
preparados y con datos para rebatir su mezquindad corporativa.
Un tercer argumento, también absurdo, fue que la
culpa la tenía la entidad pública Medicare, que es una especie de
financiamiento público de salud estadounidense, para los enfermos que cuentan
con él. Según las farmacéuticas, el hecho de que Medicare “obligaba” a pagar
13% de su bolsillo a los pacientes, para que adquirieran éstos sus
medicamentos, “encarece al precio”. Según ellos, solo debería de obligarse a
los pacientes a pagar 3%, como hacen con los gastos hospitalarios.
Pero tampoco esa “justificación” pudo sostenerse,
pues si los medicamentos no fueran tan caros, el 13% que pagan los pacientes
por el Medicare, no sería tan alto.
No, ningún argumento pudo justificar precios de
medicinas tan escandalosamente altos.
Uno de ellos es el medicamento Orkambi, producido
por la empresa Vertex. Dicho medicamento, según la empresa, combate de raíz la
enfermedad pulmonar llamada fibrosis cística, un mal crónico degenerativo que
va inhabilitando a los pulmones. No tenía cura hasta que Vertex lo sacó al
mercado, al prohibitivo precio, para casi todos los enfermos, de £105 mil libras esterlinas
anuales, casi $137 mil dólares ($2,510,000 pesos) (ver: https://www.theguardian.com/society/2019/feb/10/vertex-revenue-hike-orkambi-drug-nhs).
La empresa aduce la “gran inversión” hecha para
desarrollarlo, pero investigadores afirman que gastó apenas 11.5 millones de
dólares para crearlo, así que con la venta de 85 dosis ($11.645 millones)
recuperaría tal inversión. Eso deja ver
la mezquinad con que actúa esa farmacéutica.
Cínicamente, Vertex declara que tuvo un incremento
en sus ganancias, para el último trimestre del 2018, de 40%. Por ello, sus
ganancias netas ascendieron a $337 mdd, además de que sus activos bancarios son
de $2990 mdd. O sea, no está en bancarrota, y si bajara considerablemente,
digamos 80% el precio del Orkambi, seguiría ganando la empresa.
Se calcula que sólo en Inglaterra hay unos diez mil
enfermos de fibrosis cística y por el exagerado costo del Orkambi, el Sistema
Nacional de Salud (NHS) de ese país, no puede costearlo como medicamento
público. Así que todos esos enfermos sólo podrán tomar los medicamentos que
hasta ahora han ingerido, los que solamente palian los síntomas, pero no
impiden su avance. Y así estarán, hasta que mueran.
Muchos críticos dicen que debería emplearse una
obscura cláusula de 1977, de la Ley de Patentes, que indica que el Estado
puede, en afanes del interés nacional, desestimarlas. En este caso, podría
fabricar el Orkambi por su propia cuenta, pero muy rara vez se ha usado tal
provisión. Claro, pues cualquier empresa alegaría una muy grave violación a su patente, su propiedad intelectual, a fin de cuentas. Y dentro del capitalismo
salvaje, un país que haga eso es considerado un criminal, un paria (como han
hecho varios países en África, al fabricar retrovirales por su cuenta,
infinitamente más baratos que los originales, para combatir la pandemia del
VIH).
El subsecretario de salud de Inglaterra, el señor
Jon Ashworth, ha dicho que se reunirá con los ejecutivos de Vertex para ver qué
puede hacerse con respecto al exorbitante precio del Orkambi. Rebecca Hunt,
vicepresidenta de la empresa dice que ésta ha acordado la reunión, pero rehúsa decir
que se hará allí. Seguro que no cederán en bajar el precio del medicamento.
Mientras tanto, una de tantos miles de enfermas y
enfermos es Carlie Pleasant, quien a los nueve años contrajo el padecimiento.
Como dije, la fibrosis cística va inhabilitando la capacidad pulmonar, llenando
de flemas a los pulmones. La digestión también se afecta, además de ocasionar
una debilidad corporal que obliga a reposar muy frecuentemente. Pleasant tiene
ya 29 años, está casada, tiene un hijo. Es, digamos, “feliz”, pero siempre
tiene presente que una severa crisis respiratoria la puede matar en cualquier
momento.
Cuando escuchó hablar del Orkambi, sus esperanzas de
vivir una existencia plena se renovaron. Pero cuando acudió con sus padres al
hospital, para solicitar el medicamento, le dijeron que el NHS no lo podía
costear y que sólo los pacientes que pudieran comprarlo, podrían curarse. No es
su caso, por supuesto, ni el de miles, pacientes pobres que sufren tal enfermedad
(ver: https://www.theguardian.com/news/audio/2019/feb/07/new-drugs-who-decides-price-of-life-cystic-fibrosis).
Es la “lógica” del capitalismo salvaje, que existe
una demanda (necesidad), por ejemplo, esos enfermos de fibrosis, pero si no
tienen con qué pagar el medicamento, ni
hablar, dirán los ejecutivos de Vertex, que se curen los que tengan para
pagar nuestro carísimo medicamento.
Por ello, en países de pobres en donde existen
pandemias de enfermedades curables, pero que no hay medicamentos modernos para
combatirlas, se ha recurrido a viejas medicinas, porque a ninguna farmacéutica
le interesa desarrollarlos, pues sus “clientes” serían marginados que no
podrían pagarlos. Uno de esos casos se da en la República Democrática del Congo
(ver: https://www.theguardian.com/news/audio/2018/nov/23/is-big-pharma-ignoring-the-poor).
En ese país, tuvieron que hacer uso de una medicina
que estaba descontinuada, netopremazol, con la cual, se logró atacar la
enfermedad del sueño, producida por el piquete de la mosca tse-tsé, que inocula
al parásito que la ocasiona. Al principio del presente siglo había unos 30 mil
enfermos de eso, y ahora, gracias a esa abandonada medicina, ya sólo hay unos
350 casos. Las farmacéuticas no invierten en hallar una moderna cura, pues eso
les costaría alrededor de $2700 mdd, prohibitivos, dado que el número de
enfermos es limitado, además de que son pobres, y no podrían asumir el alto
costo del medicamento que se hiciera. Sucedería algo similar que con el
Orkambi, así que esos enfermos y esos países son dejados a su pobre suerte.
La doctora Els Torreele, directora ejecutiva de Médicos
sin Fronteras indica que, en efecto, a las grandes farmacéuticas no les
interesa desarrollar medicamentos para los pobres, no es costeable y, menos, si
es para uso de una sola vez, como para la enfermedad del sueño, que atacaría al
parásito y lo mataría, con una sola toma. Por eso, se prefiere no hacerlo y,
mejor, abocarse a desarrollar medicinas para enfermedades crónicas, como
diabetes, cáncer, asma, sida o cosas así, que no se quitan nunca y se tiene que
tomar toda la vida el caro “medicamento”, que no cura y sólo mantiene viva o
vegetando a la persona.
Esa es la realidad de la “moderna medicina”.
Lo peor es que, tan lucrativos son algunos
medicamentos que no podría faltar una, aun mayor, infamia: las medicinas falsas (ver: https://www.theguardian.com/science/2019/mar/11/fake-drugs-kill-more-than-250000-children-a-year-doctors-warn).
La mezquindad del capitalismo salvaje, que valora
ganancias y lo material, por sobre la compasión, la honestidad, la ayuda
desinteresada… ha contagiado a casi toda la sociedad de sus egoístas acciones,
no importando que el planeta se deprede, se contamine, la sociedad se
empobrezca, se muera de hambre, se enferme y pelee entre sí (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/01/depredacion-ambiental-planetaria-accion.html).
Y encima de que se enferme la sociedad mundial,
justamente por tanta contaminación y depredación, todavía debe de enfrentar
mayor infamia, al adquirir, de buena fe, caros y falsos medicamentos que no
combatirán, de ninguna forma, o, poquísimo, la enfermedad, crónica y grave, en
la mayoría de los casos, que se adolezca.
Son más perniciosas las medicinas falsas usadas en
niños, pues por su nula acción, se estima que mueren al año alrededor de
250,000 tan sólo por haberlas empleado para tratar malaria o neumonía.
Otros miles mueren por emplear, sin saberlo, vacunas
o antibióticos falsos, aplicados en infecciones agudas y males tales como
hepatitis, fiebre amarilla y meningitis.
Muchas de tales muertes suceden en países en donde
la alta demanda de ciertos medicamentos se combina con una muy pobre
vigilancia, bajo control de calidad y regulaciones, lo que facilita que
criminales organizados y cárteles infiltren el mercado. En las pocas ocasiones
en que son descubiertos en sus criminales acciones, simplemente se les aplica
una multa de risa y son liberados, para que continúen delinquiendo.
Pruebas hechas a tales “medicamentos”, muestran la
gran variedad de los que se han falsificado, incluyendo los de anti-malaria,
antibióticos, cardiovasculares y contra el cáncer. La mayoría de
falsificaciones se dan, nada menos que, en China y en la India. Y si allí mismo
se venden, de verdad que esas bandas criminales carecen totalmente de
principios, precipitando más rápidamente a sus conciudadanos enfermos a una
segura muerte.
Esos “medicamentos” contienen desde tinta para
impresoras, pintura, hasta arsénico. Medicamentos para la impotencia sexual,
como la Viagra, son los más falsificables. Pero, bueno, en este caso, no
pasaría de que el hombre que la ingiriera no tendría erección, a la hora de
estar en la intimidad con su elegida. Pero una droga falsa que se usara para
combatir el VIH, como un retroviral, podría significar una temprana muerte.
Mas nada de eso importa a los malditos falsificadores
de medicamentos.
Claro que también hay las medicinas mal hechas o que
no se disuelven todo lo rápido que se requiriera, como los llamados
“medicamentos similares” o las que están a punto de vencerse, que, aunque no
son falsas, sí retardan la cura o, simplemente, ya no sirven por estar caducas.
De todos modos, tampoco se justifica su comercialización.
La venta de medicinas falsas es considerada ya una
emergencia mundial de salud pública. El American
Journal of Tropical Medicine and Hygiene, AJTMH, ha publicado artículos de
doctores, universidades y hasta de la empresa Pfizer (causante, de alguna
forma, de la piratería de medicamentos, por los precios tan altos de muchos de
sus productos), que advierten que además del daño que hacen al no curar, y el
robo – pues eso es, un robo –, las medicinas malas o falsas también acrecientan
la resistencia antimicrobial, lo que estimula el mayor desarrollo de súper
bacterias, las que, de por sí, se han seguido fortaleciendo, aún con
medicamentos y antibióticos legítimos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/12/la-fortalecedora-evolucion-de-bacterias.html).
Se considera que más del 10% de las medicinas
vendidas en países de medios y bajos ingresos – como en México –, son de baja
calidad o falsas, costando a las economías locales entre $10,000 y 200,000 mdd
al año ese fraude. Y el problema empeora, de acuerdo con el citado AJTMH. En el
2018, Pfizer identificó 95 falsificaciones en 113 países, muy arriba de las 29
existentes en el 2008 en 75 países. Un alza de 264%, en las falsificaciones, y
de casi 51%, de los países afectados. Muy infames cifras.
La Organización Mundial de la Salud, OMS, ha hecho
muchas recomendaciones para combatir los “medicamentos” falsos, como el que las
administraciones de salud pública de los países tengan pleno control sobre las
medicinas que se comercializan, que haya leyes que garanticen la extradición de
los criminales que hacen las falsificaciones, para que reciban justo castigo,
que se controle la corrupción pública (otro azote mundial), entre otras. Pero
pocos países han hecho caso de tales recomendaciones, por lo que sigue y crece
el problema.
Hace poco, la mencionada OMS, lanzó una alerta sobre
una de esas falsificaciones, que circulaba en Europa y EU. Ese falso “medicamento”
supone ser Iclusig, un
anticancerígeno usado para tratar a adultos con leucemia mieloide crónica y
leucemia linfoblástica aguda. Esa píldora falsa no contiene más que paracetamol
(han de haberse tentado el corazón sus falsificadores, metiéndole, al menos,
algo para el extremo dolor que suponen tales formas de cáncer de sangre).
Obviamente, la medicina original es muy cara y las
falsas, cuestan centavos de dólar producirlas, así que el beneficio económico
que dejan – o dejaban, si ya están controlando su distribución –, es mayúsculo.
Y esos falsificadores, de seguro, se dan la gran vida, viviendo a todo lujo, en
mansiones, manejando autos caros, poseyendo yates… a costa de que maten a la
gente que confía ciegamente en la “medicina” que adquirió. ¡Una grave, inmoral
infamia, más allá de todo reproche!
Michael Deats, quien dirige la vigilancia de
medicamentos falsos por parte de la OMS, en Génova, afirma que sólo una
verdadera vigilancia pública hará que ese infame comercio baje. Señala que más
de 110 países han reportado más de 2000 casos de medicinas falsas, gracias a
esa coordinación entre gobiernos y OMS.
Otro problema es que muchas de esas falsificaciones
se venden por Internet, y eso suma un problema más, pues es difícil diferenciar
un sitio legítimo, de uno falso, afirma el investigador de la Universidad de
Oxford Bernard Naughton.
El problema, por tanto, seguirá, y cientos de
personas morirán, creyendo que el caro precio pagado por una “medicina”, ganado
muy probablemente con grandes esfuerzos, habría de curarlos.
Y, de todos modos, los que no tengan para pagar
caros, legítimos medicamentos, estarán condenados igualmente a morir.
Así que, las muertes ocasionadas por medicamentos
súper caros o “medicamentos” falsos, sólo serán “daños colaterales”, mientras
los responsables, empresas farmacéuticas o bandas criminales de falsificadores,
ambos, comparsas del capitalismo salvaje, seguirán disfrutando de una
existencia poblada, ésa, sí, de verdaderos, no falsos, carísimos lujos.
Contacto: studillac@hotmail.com