lunes, 12 de octubre de 2020

Cruceros de lujo, vendidos como chatarra, por pandemia

Cruceros de lujo, vendidos como chatarra, por pandemia

por Adán Salgado Andrade

 

El capitalismo salvaje, no tiene piedad ni de sí mismo. Si una empresa, banco o corporación, comienzan a perder dinero, a no obtener ganancias, van a la quiebra, irremediablemente, ya sea que cierren o sean adquiridas por otra empresa, que, así, se deshace de un rival, absorbiéndolo o desapareciéndolo del mapa.

Eso han estado haciendo los monopolios tecnológicos, como Apple, Google, Amazon, Facebook o Netflix, muy favorecidos, además, por la pandemia, pues los servicios digitales, como el streaming o las compras en línea, se dispararon bastante, gracias a la emergencia tecnológica, con lo que esas corporaciones, pudieron desplazar a todo tipo de negocios, fueran físicos o digitales. De paso, eso ocasionó millones de despidos. Millones de estadounidenses, están sufriendo hambre, mientras personas como Jeff Bezos, ganan hasta once mil dólares por segundo (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/08/el-mezquino-capitalismo-salvaje.html).

La mencionada pandemia, afectó a todo tipo de empresas presenciales, o sea, aquéllas que necesitan que la gente acuda, para existir.

Sobre todo, aquéllas dedicadas a la industria del ocio, tales como los parques de diversiones, las ferias, los cines, los teatros, los bares… o las de los alimentos preparados, como restaurantes, o las que inducen al consumismo, como las plazas comerciales… es decir, casi todos los negocios.

Como durante la pandemia, se prohibió el contacto social, la mayoría de esas empresas, debió cerrar, lo que afectó severamente a muchas, como los cines, que varias cadenas ya quebraron permanentemente (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Impact_of_the_COVID-19_pandemic_on_cinema).

Los restaurantes, en el caso de México, “no han podido levantar, pues la gente tiene temor, a pesar de las medidas sanitarias que se han tomado”, según señala la cámara que representa a los restauranteros, la Canirac (ver:  https://www.jornada.com.mx/2020/10/11/economia/013n1eco).

Y es que los cines y los restaurantes, por ser sitios cerrados, en donde la gente come las golosinas de la dulcería de los primeros o los alimentos, de los segundos, incrementan las posibilidades de contagio, pues no se usa el tapabocas al comer ( https://www.businessinsider.com/coronavirus-dining-restaurant-may-heighten-risk-cdc-2020-9?r=MX&IR=T).

Una de las industrias del ocio, que más duramente ha sido afectada, es la de los cruceros de lujo, la cual, hasta antes de la pandemia, era considerada como muy selecta, glamurosa. Quien viajaba en un crucero de lujo, como los de la empresa Carnival, además de mostrar su nivel económico, se consideraba de otra categoría social, pues era de los “exclusivos”, que podían darse ese gusto. No es barato viajar en un crucero, pues, hasta antes de la pandemia, un paquete de siete días, por Carnival, podía costar desde $450 dólares, hasta $1,600 por persona. El precio se incrementaba, según se incrementaran los lujos, pues $450 dólares ($9,542 pesos), “pagaban una habitación sencilla”, en tanto que $1,600 ($33,927 pesos), una suite. Pero, además, fuera de una cena o comida, lo demás, era extra, todo lo cual, sumaba unos 650 dólares, no los $450 del pago mínimo (ver: https://traveleatblog.com/destinations/central-america/carnival-cruise-cost/).

Sin embargo, llegó la pandemia y, con ella, la prohibición de emprender los viajes en esos “maravillosos” cruceros de lujo.

De hecho, la pandemia se propagó muy rápidamente en cruceros, desde los primeros meses del 2020, por estar confinados los pasajeros y haberles prohibido, en los destinos finales, descender de esos barcos. De hecho, epidemiólogos dijeron que, al no haberlos dejado descender en puertos, se aceleraron los contagios, como sucedió en uno de ellos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/05/el-mal-manejo-que-se-dio-de-la.html).

Y, al menos en Estados Unidos, que es el país que cuenta con el mayor número de empresas de cruceros, la prohibición de que naveguen, sigue, por lo menos, hasta el 31 de octubre, emitida por el CDC (Centro para el control de enfermedades).

Así que muchas de tales empresas, con tal de no seguir generando gastos con tanto crucero inactivo, han decidido que lo mejor es venderlos, como chatarra, a los más viejos, para que los deshagan, en astilleros especializados en eso, como informa el artículo “Estos cruceros de lujo, están siendo vendidos como chatarra”, firmado por Jody Serrano (ver: https://gizmodo.com/these-luxury-cruise-ships-are-being-sold-for-scrap-meta-1845328219).

Las fotos con las que se acompaña el artículo, producen una mezcla de irónica tristeza, al mirar vistas aéreas de esos colosos, que, cuando estuvieron activos, eran la delicia de sus pasajeros.

A pesar de que, como comenta uno de los lectores, al parecer, son barcos de hace unos 25 años, que quizá pudieron haber funcionado otros cinco, se prefirió llevarlos al deshuesadero, a que los desarmen y recuperen metal, madera y otros materiales y cosas que puedan venderse, como los muebles o las camas de los dormitorios, pues supongo que se venden con todo.

“Desde lejos, los barcos, en estas fotos, parecen como juguetes, como modelos de LEGO, que se están desarmando para hacer otras nuevas figuras. Pero no son juguetes, sino verdaderos cruceros de lujo. Se están deshaciendo, pues son otras víctimas de la pandemia viral, la que ha anclado en puertos a varios barcos, alrededor del planeta”, dice Serrano, describiendo las fotos.

Y continúa, comentando que no siempre fue así la vida para esos cruceros, los que, como dije, estaban hechos para proporcionar “viajes de ensueño, teniendo al mar y al cielo, como únicas referencias visuales, ofreciendo todo tipo de “amenidades”, que iban desde la simple contemplación del mar, junto a los barandales de la cubierta, así como ver cine, entrar a un bar, jugar golf, nadar en una alberca, jugar boliche… y cuanta cosa podría hallarse en tierra firme.

Debo decirles que no me atrae, en lo más mínimo, la idea de viajar en una de esas lujosas moles, pues, más bien, me parecería monótono el viaje. Además, con peligros como tormentas, que pueden voltear y hundir a uno de esos cruceros, prefiero un viaje por tierra firme.

Pero, como dije, hay aquéllos a los que parece “de ensueño” un viaje por mar. Bueno, cada quien sus gustos.

Sin embargo, los cruceros, si es que algún día vuelven a recuperar todo su glamur, “son una industria que estaba condenada, desde antes de la pandemia”.

Para comenzar, son fuentes de contaminación. Por un lado, como usan combustibles muy densos y aceitosos, por sus motores, emiten hollín, de tal manera que sus propios pasajeros están expuestos a tanta polución. Cada año, uno de tales cruceros, emite gases contaminantes, equivalentes a los que soltarían un millón de autos.

No sólo eso, sino que todo el tiempo van arrojando los desperdicios sanitarios que sus cientos de pasajeros producen, “dejando heces, orines y otra basura que va de sus drenajes, directamente al mar”. Por tanto, si hay parásitos como cólera u otros, entre las aguas negras arrojadas, todo eso quedará en el mar, siendo fuente de contagio para las especies marinas y para los humanos que ingieran muchas de ellas.

Por otro lado, la mayoría de las personas que emplean, son muy mal pagadas y sobrexplotadas, además de que, por ejemplo, durante la pandemia, son de los que más han salido contagiados, pues las empresas no tuvieron mínimos protocolos para evitar que el virus se propagara, y obligaron a su personal a seguir laborando, aun cuando muchos de los pasajeros, ya estaban enfermos (ver: https://earther.gizmodo.com/ban-cruises-1843160777).

“Era una industria del ocio que dejaba ingresos por $150 mil millones de dólares anualmente y empleaba a 1.2 millones de explotadas personas. Antes del coronavirus, era vista como una vibrante actividad. Pero todo lo detuvo en seco la pandemia”, señala Serrano.

Como dije, muchos tuvieron que seguir viajando, debido a que no se les dejaba desembarcar, pues llevaban a pasajeros contagiados, así como a su personal. Eran los modernos leprosos, que eran echados de pueblos y bosques, en la antigüedad, con tal de que no propagaran su deformante, putrefactiva enfermedad.

Por eso, la orden de que hasta después del 31 de octubre, puedan reanudar sus actividades, sigue vigente. Y en cuanto a los cruceros de otros países, a los que se ha permitido navegar, la CDC advierte que “han continuado dándose los contagios en su interior, a pesar de estrictas medidas sanitarias”.

Y es que, imaginen, un mes dentro de uno de esos cruceros, es un lugar confinado, finalmente, así que estarán expuestos a todos los puntos o áreas comunes, en donde el virus puede permanecer hasta días, en objetos y en el ambiente.

“El CDC, reporta que del 1º de marzo, al 29 de septiembre, hubo al menos 3,689 casos de Covid-19 o de enfermos con síntomas parecidos, en cruceros que surcaron aguas de Estados Unidos, así como, al menos, 41 fallecidos”, continúa Serrano, mientras se ofrecen las tristes imágenes de esos, antes, lujosos colosos, ahora desarmados, tres de ellos, a más de un tercio de su estructura.

Y como el paro de operaciones es casi total, llevó a muchas empresas a preguntarse qué hacer para no seguir teniendo más gastos. “Algunas, han decidido vender sus barcos como chatarra, para que se recicle su metal. Esos barcos, pueden costar de $500 a $1000 millones de dólares para construirse y tener una vida útil de 40 años. El Financial Times reporta que vender un barco como metal, que puede rendir hasta 25,000 toneladas, sin los otros materiales, puede darles a sus vendedores unos 4 millones de dólares. No es nada, dado lo que costó una lujosa mole como esas, pero debe de ser mejor para sus dueños, supongo, a seguir gastando en su mantenimiento y almacenamiento.

Los cinco cruceros que se muestran en las fotos, terminarán trágicamente su existencia, no con final romántico, anclados en alguna paradisiaca isla, con una puesta de Sol, al fondo, sino estacionados en el muelle del astillero turco de Aliaga, en Turquía, para ser desarmados. “Kamil Onal, jefe de una asociación turca de recicladores, comentó que antes de la pandemia, los astilleros que desarmaban barcos, sólo lo hacían con cargueros y barcos-tanque, pero ahora esperan varios cruceros”.

Vaya si destacan los cruceros del resto de los barcos dados de baja, que todavía lucen sus, prontos a desaparecer, lujos, aun cuando, como señalé, tres ya llevan un avance de desarmado de un treinta por ciento.

Y se observa que eran cruceros que pudieron permanecer, al menos, otros diez años, navegando.

Son unos 2,500 obreros, los que trabajan en el muelle que los deshace, y que “puede llevar unos seis meses desarmar un crucero completamente. Onal, dice que ese astillero, tiene como objetivo, incrementar el acero obtenido de esos barcos, de 700,000 toneladas que produjo en enero, a 1.1 millones, para finales del año. ‘Estamos tratando de sacar ventajas de esta crisis’, Onal dijo a Reuters”.

Pues sí, para ellos, es una oportunidad.

No para esos cruceros, que, ni así, con tanto lujo, pudieron evadir la ley del capitalismo salvaje, de que, cuando algo no es ya útil, sea una cosa, una empresa… ¡hasta una persona, que es, para aquél, simple mercancía!, irá a la basura.

Así, como, aceleradamente, tanta depredación y contaminación, pronto mandarán a todo el planeta al basurero.

Y, junto con él, el nefasto capitalismo salvaje, muy pronto, se irá a la basura.

 

Contacto: studillac@hotmail.com