martes, 20 de octubre de 2020

Por la pandemia, niñas en Kenia, han debido prostituirse

Por la pandemia, niñas en Kenia, han debido prostituirse

por Adán Salgado Andrade

 

La presente pandemia, ha dejado, además de millones de contagios y decesos, fuertes problemas económicos, sobre todo, de empresas y negocios que se nutren de que la gente esté presente, en las instalaciones que tales empresas operan.

Por ejemplo, los cruceros de lujo, son una de las industrias del ocio, brutalmente afectada, dado que están prohibidos sus viajes en muchos países, como en Estados Unidos, en donde más demanda tenían. Los dueños de empresas, como Carnival, han tenido que vender varios de sus barcos más viejos, como chatarra, para que reciclen su acero y otros materiales, para no generar más gastos (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/10/cruceros-de-lujo-vendidos-como-chatarra.html).

Igualmente, los bienes raíces en Estados Unidos, se han afectado mucho. Hoteles, edificios de departamentos, plazas comerciales, locales, restaurantes, bares… y otros sitios, a falta de gente que compre, rente un departamento o alquile una habitación de hotel, están quebrando y no pueden cumplir con sus obligaciones bancarias, como préstamos o hipotecas (ver: https://www.politico.com/news/2020/10/18/next-economic-crisis-empty-retail-space-429994).

El PIB (Producto Interno Bruto) de Estados Unidos, disminuirá 32.5% en el 2020, debido a la presente pandemia (ver: https://www.nytimes.com/2020/07/30/business/economy/q2-gdp-coronavirus-economy.html).

Obviamente, en países muy pobres, los devastadores efectos en sus precarias economías por la pandemia, son peores, como en Kenia, nación africana pobre, que todavía depende mayormente de la agricultura. Un 75% de la población de ese país – 53,527,936 habitantes –, unos 48.5 millones, trabajan, total o parcialmente, en actividades agrícolas, así que todavía es una nación eminentemente rural. Sólo 28% de su población, vive en ciudades, las que sufren problemas de hacinamiento, delincuencia o insalubridad. Por ejemplo, es uno de los países africanos con la más alta tasa de enfermos de SIDA, con 1.6 millones, un 4.7% de la población. Con un ingreso per cápita de $3,500 dólares anuales (73,827 pesos), ocupa el sitio 187, de ese índice (ver: https://www.cia.gov/library/publications/the-world-factbook/geos/ke.html).

Es necesario señalar que el ingreso per cápita, es un engañoso índice que se obtiene de dividir toda la economía de un país, entre su población. Pero eso involucra, por ejemplo, los capitales de los ricos, su actividad económica y todo lo demás. Entonces, sí, al dividir, por ejemplo, toda la actividad económica, incluyendo las fortunas de los ricos, evidentemente, dará mucho dinero por persona, pero eso dista de la realidad.

Por ejemplo, para México, el ingreso per cápita es de $19,340 dólares, $407,950 pesos anuales. Absurdo, pues, piensen, por ejemplo, en alguien que perciba un salario mínimo, $123.32 pesos por día, lo que daría $45,121 pesos anuales, apenas 11% del ingreso per cápita señalado. Los que ganaran tres veces el mínimo, que son la mayoría de la población, apenas percibirían $135,363 pesos, 33% del mencionado ingreso per cápita.

Así que es un índice que falsea la realidad, oculta la pobreza de la mayoría de la población.

Como hace el índice per cápita, mencionado para Kenia.

Haciendo esa aclaración, se comprenderá que es un país que, si tenía una precaria economía antes de la pandemia, ahora, ha empeorado, como muestra el artículo de la agencia Associated Press titulado “De ‘niñas modelo’ a tener que convertirse en trabajadoras sexuales: el trabajo infantil en Kenia, crece”, firmado por Tom Odula, en el que se relata la vida de varios chicos y chicas, de entre 10 y 17 años, que han debido ponerse a trabajar, pues por la pandemia, sus padres, perdieron sus empleos y ahora, ellos, son la esperanza.

“Las chicas adolescentes, no recuerdan con cuántos hombres han debido acostarse, durante los siete meses que el Covid-19 cerró sus escuelas o cuántos de ellos, usaron protección. Dolorosamente, ellas recuerdan el tiempo en que fueron asaltadas sexualmente y, luego, golpeadas, cuando pidieron que les pagaran – cuando mucho, un dólar –, con tal de ayudar a sus familias, quienes han perdido sus empleos. Desde su cuarto rentado en Nairobi, capital de Kenia, las chicas dicen que el riesgo de ser infectadas por el Covid-19 o el SIDA, no les importa demasiado, en una época en que sobrevivir es mucho más importante”, señala Odula.

Por desgracia, la prostitución infantil es una constante en todo el mundo, sobre todo, en países en donde el futuro de las mujeres jóvenes o niñas, es incierto. En países como Bangladesh, en donde la prostitución es “tradicional” por sus burdeles, miles de mujeres, adolescentes la mayoría, son raptadas y vendidas a los proxenetas que operan tales sitios, los que hacen buen dinero de explotarlas (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/07/esclavas-sexuales-en-bangladesh.html).

Y el tráfico humano, sobre todo, de mujeres, es mundial, y muy lucrativo (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2007/11/trfico-humano.html).

En el caso de las chicas de Kenia, aparentemente es “voluntaria”, su decisión de prostituirse, pero, detrás de esa dura elección, están sus familias, que dependen de su trabajo para sobrevivir.

Cita Odula a una chica de 16 años que dice “Si tú consigues cinco dólares en estas calles, es oro”. Comparte un cuarto con sus “mejores amigas de toda la vida”, una, de 17 años y, la otra, de 18. “Se reparten la renta de veinte dólares, en un edificio en donde todas las habitaciones, las habitan trabajadoras sexuales”.

Muy triste que su futuro dependa de su trabajo sexual. Lo peor es que pueden infectarse de SIDA, que no es curable. Pero, como ellas mismas dicen, la necesidad, supera ese muy alto peligro. Como señalé, Kenia, es uno de los países africanos con el mayor índice de personas enfermas de SIDA.

Dice Odula que, de acuerdo con la UNICEF, la agencia para la atención  de la niñez, lo que se había ganado en disminuir el trabajo infantil, se ha perdido debido a la pandemia. “El mundo podría ver el primer gran incremento de niños trabajando, desde el año 2000. Millones de niños podrían ser forzados a trabajar en empleos sobrexplotados y peligrosos, sobre todo, porque las escuelas han cerrado”.

Y es que, explica Odula, muchas familias kenianas, se rehúsan a que sus hijos estén sin hacer nada. Por ello, los envían a trabajar, incluso, a prostituirse, como es el caso de miles de chicas adolescentes, sin importarles las consecuencias. No cabe duda que eso evidencia el nivel de destrucción de los valores familiares y sociales, exponer a una hija o hijo, a una peligrosa, humillante ocupación, a cambio de unos cuantos dólares. Por mucha que sea su necesidad, al hacerlo, sus padres muestran una gran indolencia. Es entendible, pero no justificable que los expongan como simples objetos mercantilizables.

Aunque hay padres o madres que se han puesto a trabajar, junto con sus hijos, que entienden que, juntos, es como deben de salir adelante, como veremos adelante.

“Mary Mugure, una ex trabajadora sexual, lanzó Night Nurse (Enfermera Nocturna), para rescatar a niñas que siguieron su camino. Dice que, desde que las escuelas cerraron en marzo, más de 1,000 chicas que estudiaban, se han convertido en trabajadoras sexuales, en tres barrios de Nairobi que ella monitorea. Casi todas buscan ayudar a sus padres con los gastos de sus hogares. La más joven, apenas tiene 11 años, dice Mugure”.

Como dije, triste que sus padres lo permitan, aunque tengan demasiada necesidad.

“Cada una de las tres chicas citadas arriba, tienen varios hermanos. Vieron los ingresos de sus madres, esfumarse, cuando el gobierno de Kenia cerró todo, con tal de prevenir que el virus se esparciera".

Pero, como ha sucedido en todo el mundo, se cerró todo, sin implementar medidas que ayudaran a la gente, que se quedó sin trabajo, a sortear la crisis ocasionada. Que, de todos modos, el virus ha seguido contagiando a millones de personas, ya más de 41, en el más reciente conteo (ver: https://www.worldometers.info/coronavirus/?utm_campaign=homeAdvegas1?).

Las madres de dos de ellas, lavaban ropa de gente que vivía cerca de sus muy pobres barrios, pero cuando surgió la pandemia, esas personas, ya no quisieron que fueran. La madre de la tercera, vendía papas en la calle, pero, también, le prohibieron hacerlo por la pandemia. Como ellas son las mayores de sus familias, por eso se pusieron a trabajar sexualmente. Antes, se dedicaban a bailar en eventos y fiestas, pero como también eso se cerró, se quedaron sin trabajo. “Ahora, le llevo a mi madre $1.84 dólares diarios y eso le ayuda para alimentar a los otros”, una de las chicas dice.

A menos, se me ocurre ingenuamente pensar, que sus madres, no sepan a lo que se dedican. No lo creo. Quizá, al ver el dinero diario, se hayan resignado.

Sí, pues, al final, la resignación, es el bálsamo que cura el alma. “Me resigno a que mi hija se prostituya, ni modo”, podrían decir sus madres. Y aunque sea una inmoralidad, una acción falta de ética, de sus madres, podría pensarse, es lo que mantendrá vivas a sus familias.

Repito, es entendible, mas no, justificable.

Hay madres que, como señalé antes, se han unido a sus hijos, para realizar labores no mal vistas. Es el caso de la madre soltera Florence Mumbua y sus tres hijos, de 7, 10 y 12 años, los que parten piedras en una cantera local, con el sol a todo lo que da, cayendo sobre ellos.

El artículo, se acompaña de dramáticas fotos, que, les recomiendo, encarecidamente, que puedan ver, en la liga que di, para que se den idea de lo que sufren todas esas niñas, niños y sus familias.

“El trabajo es duro, queda la espalda molida, pero no tuve de otra, pues como me quedé sin trabajo de afanadora, en la escuela privada que cerró, es lo que ahora hago. Trabajo con mis hijos, porque si lo hiciera yo sola, no me saldría para comer todos. En equipo, nos sale para desayunar, comer y cenar ”, dice Mumbua, de 37 años. Como se ve, aun trabajando los cuatro, apenas si sale sólo para la comida, nada más.

En Dandora, un suburbio de Nairobi, Dominic Munyoki, de 15 años, y Mohamed Nassur, de 17, pepenan metal de basureros, para subsistir. La madre soltera de Munbyoki, Martha Waringa, de 35 años, que también recolecta metal, dice que lo que su hijo gane, será para pagar las cuotas escolares que les pedirán a sus ¡siete hermanos!, una vez que regresen a clases.

La madre de Nassur, no ve mal que su hijo trabaje. “Con lo que se gana, pagamos varias cosas”, dice, resignada. “Cando empezó a trabajar, vi que era mejor, pues no pierde el tiempo en casa o jugando videojuegos. Además, se compra ropa y zapatos”. Al menos, no se prostituye, podría pensarse.

“Philista Onyango, que preside la organización establecida en Kenia, Red Africana de Protección y Prevención del Abuso y Negligencia contra Menores, dice que con las escuelas cerradas, los padres de barrios pobres, prefieren tener a sus hijos trabajando, en lugar de estar en la casa, en donde pueden ser víctimas de drogas y crimen”, señala Odula. Y, en efecto, con tanta drogadicción y altas tasas de criminalidad permeando a Kenia, es fácil que el ocio, lleve a eso.

Pero ¿y las chicas que se prostituyen?, ¿no piensan sus padres y madres que eso también está mal?, podría uno preguntarse.

Como dije, la resignación, lo permite y justifica todo, hasta lo socialmente condenable.

Las leyes son laxas, en cuanto a la labor infantil, señala Onyango. La ley de Kenia, define como niño, a alguien menor a 18 años, “y permite el empleo de medio tiempo y en labores ‘ligeras’ a niños de 13 a 16 años. Los que tienen entre 16 y 18 años, pueden trabajar en la industria y la construcción, pero no de noche”. Gran consuelo.

Y aunque la mafia en el poder keniana, ha hecho mucho por eliminar las peores formas del trabajo infantil, tal como la explotación sexual, como siempre, “queda mucho por hacer”.

Kenia, sólo tiene 85 inspectores laborales, “muy pocos para vigilar a una población laboral de más de 19 millones de trabajadores”. Y si consideramos la corrupción, mucho menos van a reportar a una empresa que emplee a menores o a las chicas que se prostituyen.

Aunque Kenia, ya comenzó a relajar algunas de las restricciones impuestas por la pandemia, así que, pronto, muchas escuelas abrirán. “Pero muchos de los niños que dejaron de asistir a sus escuelas, no regresarán”, dice Onyango. Claro, sus padres, ya estarán acostumbrados al dinero que les llevan.

De todos modos, según la UNICEF, en África subsahariana, están los mayores índices de niños que no asisten a la escuela. “Casi un quinto de niños, entre 6 y 11 años, y más de un tercio de aquéllos, entre 12 y 14, no van a la escuela”, indica la agencia.

Las chicas que se prostituyen, le dijeron a Odula que, esperan, no hacer eso el resto de sus vidas. La chica de 16 años dice que “De donde venimos, nos veían como modelos a seguir, porque si tienes 16 años, no te has embarazado todavía y sigues estudiando, ya la hiciste. Como no nos habíamos embarazado, estábamos muy cerca de graduarnos, pero… vino la pandemia y eso quedó atrás”, se lamenta, suspirando.

Y eso, que su dignidad como mujer, haya sido humillada, quizá sea peor efecto ocasionado por la pandemia, que el daño económico.

Si se contagian de SIDA, ella y sus amigas, no se aliviarán, cuando acabe la pandemia.

Allí estará ese incurable mal, acompañándolas en su incierto futuro.

 

Contacto: studillac@hotmail.com