El muy lucrativo tráfico ilegal de órganos
Por Adán Salgado Andrade
Desde que los trasplantes de órganos se generalizaran e hicieran populares y aceptados, ha crecido la demanda de aquéllos como corazones, hígados, pulmones y riñones, entre otros.
Enfermedades como la hipertensión, la obesidad y la diabetes, además de las malas dietas, dañan a los riñones, que son como el filtro que limpia de impurezas a nuestra sangre. Muchas empresas genéticas han tratado de suplir la gran demanda que tienen los riñones, tratando de obtenerlos de cerdos genéticamente modificados, pero, hasta ahora, no han dado buenos resultados. Los pacientes que han recibido esos riñones han fallecido al poco tiempo del procedimiento (ver: https://www.npr.org/2024/05/12/1250835113/pig-kidney-transplant-richard-slayman).
Por eso es que son tan demandados los riñones humanos, pues, hasta ahora, son los que realmente garantizan una existencia estable a quien los recibe (he conocido muchos caso de personas que han recibido un riñón del algún familiar y hasta ahora, su existencia y la del donador, han sido normales).
Así que, como todo en el capitalismo salvaje es muy buen negocio si tiene demanda, el tráfico de riñones humanos también lo es. Y resulta muy ganancioso para los que lucran con las personas que, por pobreza extrema, aceptan la donación de uno de sus riñones, a cambio de una prometida cantidad, la cual, en la mayoría de los casos, no es la prometida.
Eso es lo que comenta el artículo de The Guardian, titulado “’Para mí, no hubo otra opción’: dentro del tráfico ilegal global de órganos”, firmado por Seán Columb, profesor de la Universidad de Liverpool, quien agrega al título que “Hablé con docenas de personas – de donadores a los negociadores – para encontrar cómo este comercio tan explotador sale adelante en medio del caos y la desesperación” (ver: https://www.theguardian.com/news/article/2024/sep/10/for-me-there-was-no-other-choice-inside-the-global-organ-trade).
De hecho, hace algún tiempo escribí una novela, “Asilado Político”, que versaba sobre el tema de los traficantes de órganos, los que buscaban a indigentes, a los que engatusaban con mentiras para matarlos y quitarles cuantos órganos saludables tuvieran.
Luego de leer el artículo de Columb, me pareció que no estuve muy lejos de la realidad. Columb platicó con Yonas (a todos los que menciona, les cambió los nombres), quien era de Eritrea, país africano, muy pobre y sus intentos de llegar a Europa para conseguir un buen empleo y ayudar a su familia. Pero los tres intentos de llegar allá, finalizaron con detenciones y que para soltarlo, le pedían sumas de $3,000 a 7,000 dólares. Tuvo que conseguirlos con distintos prestamistas. Las deudas se fueron acumulando, además de que su familia le había proporcionado el dinero inicial para que emprendiera el viaje.
“Rebasado por tantas deudas, tuvo que aceptar lo que un hombre, Ali, un sudanés, le propuso, que podía vender uno de sus riñones, hacer mucho dinero y salvar una vida en el proceso”.
Ante tantas dificultades que había tenido (estuvo a punto de ahogarse con otros cien migrantes en una frágil embarcación) y como estaba tan endeudado, aceptó. Estaba en ese tiempo en El Cairo. Lo llevaron a Alexandria, bajo los efectos del Xanax. Ali, en todo momento, dice Yonas, se portó muy amigable, asegurándole que nada le sucedería y que viviría bien, que podría pagar todas sus deudas y hasta le sobraría dinero para irse a Europa.
Yonas, muy ilusionado, aceptó todo lo que viniera. Y eso, fue entrar a una “unidad médica”, que estaba en un edificio, debiendo recorrer un pasillo y bajar unas escaleras a un sótano, en donde, luego de que le quitaron la venda de los ojos con la que lo habían llevado todo el tiempo, vio a dos hombres que, uno de ellos, se le figuró que sería el “doctor”. Eso fue en abril del 2018.
Le hicieron la operación, “y cuando desperté, sentí mucho miedo. Luego, llegó Ali, y ya muy cambiado en su forma de ser, me ordenó vestirme y me llevaron de regreso a El Cairo, en donde estuve dos semanas en convalecencia en un departamento, pero en lugar de los $10,000 dólares que me había prometido, Ali sólo me dio $6,000 dólares. Fui con la policía para denunciarlo que estaba traficando con órganos, pero no me hicieron caso, que mi acento no era egipcio y que podían deportarme o encerrarme, porque estaba de ilegal en el país… ¡me arrepentí de haber acudido a la policía!”
Dice Columb que “de acuerdo con el Observatorio Global de Donación y Trasplantes (OGDT), sólo el 10 por ciento de la demanda de trasplantes se satisface. La creciente demanda de trasplantes de riñones, en particular, se ha exacerbado por la falta de donaciones altruistas y un limitado acceso a los servicios de trasplantes. Esto ha conducido a una creciente dependencia de redes criminales que obtienen órganos de individuos vulnerables”.
Muestra el artículo fotos de personas a las que les han extraído sus riñones. Lo peor es que, como señalé antes, a muchas ni siquiera les pagan nada y las amenazan de que las van a denunciar de estar ilegalmente en el país en donde les practican esa cirugía.
Tan sólo en el 2018 la ONU identificó 700 casos de tráfico ilegal de órganos.
Claro, eso se da por la demanda de sectores pudientes que pueden pagar el costo del órgano traficado y del trasplante. Son los llamados “turistas de trasplantes”, “los que pueden pagar entre $50,000 y 100,000 dólares por todo el proceso”.
Y por esos riñones, los negociadores pagan entre $2,000 y $5,000 dólares (dicen $10,000 para atraer a los necesitados) y los llegan a vender hasta en $20,000 dólares. ¡Vaya mezquinos!
Como ven, el dinero y la necesidad, llevan a que gente de países pobres deba de sacrificarse por gente adinerada de países ricos, con tal de tener una mejor calidad de vida. Son las mezquindades de este sistema. Y se conectan con “negociadores”, encargados de buscar a gente saludable, que tenga mucha necesidad de vender un riñón. Y esos negociadores arreglan todo, hasta la hospitalización, para efectuar el trasplante (no aclara Columb si se hace al momento de extraer el riñón saludable, pero supongo que así debe de ser).
Dice Columb que platicó con Hakim, un negociador, quien le dijo que se encargaba de llevarle reclutas a su tío, “que es el que tiene todos los contactos”. “¿No te arrepientes de lo que haces?”, le preguntó Columb. “Siento algo de remordimiento, pero por eso, yo sí les pago lo prometido. Pero hay otros que simplemente desaparecen y no les pagan nada. Eso sucede un 40 por ciento de las veces”.
Pero dice que también tienen que ver que hay doctores corruptos que se prestan a esas cosas. Claro, en todo debe de existir una cadena de corruptelas, incluso, hasta en las “autoridades”.
Y aunque es ilegal en todo el mundo vender un órgano, como señalé, la necesidad lleva a eso. Irónicamente, se puede encarcelar a alguien que venda un órgano, al igual que el que comercia con él.
Se encontró Columb con una joven madre soltera, quien había vendido un riñón para apoyar a su hija. “Me prometieron $10,000 dólares, pero sólo me entregaron $4,000”, dice lamentándose. “Como me hicieron firmar un papel en donde decía que yo estaba donando mi riñón, no pude hacer nada legal, pues podrían encarcelarme. No pude hacer nada”.
Dice Hakim que la guerra en Sudán, entre dos facciones militares, que ha dejado cientos de muertes, provocado una gran hambruna y desplazado a millones, le ha proporcionado muchos reclutas, pues buscan salir de su violento país para llegar a Europa.
Se encontró Columb con dos amigas de Jartum, la capital de Sudán, Rania y Fatima, que huyeron de la violencia de Sudán. “Queríamos ir a Egipto, pero nos dijeron que era mejor ir a Kampala (la capital de Uganda, país limítrofe), así que nos dirigimos a Renk, un pueblo en Sudán del Sur. Allí, hay mucha gente, todo es insalubre, hay muchos mosquitos. Unos soldados nos ofrecieron unos boletos de avión para salir de allí, que son parte de los corredores humanitarios para ayudarnos a los refugiados, pero los precios son exorbitantes y a diario suben. Y nos dijeron que si no teníamos dinero, que tuviéramos sexo con ellos. Como nos negamos, nos dijeron que había otra forma, vendiendo un riñón. Dos hombres aceptaron, pero no los volvimos a ver. Por fortuna, no tuvimos que hacer eso, pues nuestras familias nos enviaron dinero y ya estamos en Kampala, en donde tenemos familiares”.
Tuvieron suerte las chicas, pero no otros, a los que sólo les queda vender un riñón. Fatima dice que “mire, si le contamos esto, es porque necesitamos desesperadamente ayuda para la gente atrapada en Sudán. En Darfur, se está cometiendo genocidio, pero nadie habla de ello. Las mujeres son violadas todos los días. Los niños son secuestrados y asesinados. La gente está desesperada. Y es cuando venden sus riñones”.
Más dramático y crudo, no puede ser su testimonio.
Contacto: studillac@hotmail.com