martes, 24 de julio de 2018

John Dos Passos y su visión de la frivolidad y la lucha obrera de los años 1920’s en Estados Unidos


John Dos Passos y su visión de la frivolidad y
 la lucha obrera de los años 1920’s en Estados Unidos
por Adán Salgado Andrade

John Dos Passos (1896-1970), fue un escritor estadounidense, a quien sus biógrafos señalan como un autor comprometido con la causa obrera de los años 1920’s, hasta revolucionario, pero solamente en sus tres primeras novelas: 1919, The 42nd Parallel y The Big Money. A partir de ésta última, publicada en 1936, cuando aún persistía la profunda depresión capitalista de 1929, Dos Passos sufrió una muy radical transformación, de alguna forma decepcionado por el activismo sindical y obrero estadounidenses, de las primeras cuatro décadas del siglo veinte, quizá sin comprender del todo que en la lucha obrera siempre han existido altibajos, oportunismos, errores y otras situaciones, a pesar de las cuales, en ciertas cuestiones, los obreros en la actualidad están mejor que hace ochenta años, por tener un punto de comparación.
Como señala Louis Adamic (1898-1951) – contemporáneo de Dos Passos, periodista y activista obrero, inmigrante austro-húngaro, naturalizado estadounidense – en su libro Dynamite (1934, Viking Press) “la clase obrera estadounidense será violenta hasta que los trabajadores se vuelvan revolucionarios en sus mentes y motivos, y organicen su espíritu revolucionario en fuerza, en sindicatos con objetivos revolucionarios para alcanzar el poder. Hasta entonces, serán capaces de prescindir de la pura fuerza bruta”.
Con la frase “pura fuerza bruta”, Adamic se refería a las prácticas dinamiteras con que algunos sindicatos – como la American Federation of Labor en sus inicios – actuaban para, digamos, “defender” sus derechos, incluso, asociándose con los gánsteres, tipo Al Capone, para ejercer mayor presión sobre los patrones abusivos. Esas anárquicas prácticas deben de haber decepcionado a aquéllos que no entendían bien el proceso de lucha de la clase obrera, como debe haberle sucedido a Dos Passos.
Luego de escribir The Big Money, Dos Passos se transformó en su forma de pensar, se hizo del establishment, y sus novelas no fueron las mismas, rayando, incluso, en la mediocridad. Sin embargo, en The Big Money, considerada por muchos como su mejor novela, entre ellos, el editor Maxwell Geismar (1909-1979), Dos Passos supo plasmar muy bien qué pasaba en los años 1920’s en Estados Unidos (EU), no sólo en cuanto a la clase adinerada, frívola y derrochadora, como muy bien es descrita en el libro “El gran Gatsby”, de Scott Fitzgerald, sino, también, qué pasaba con los pobres, los obreros, ávidos de justicia social, de mejores condiciones laborales y de líderes que los guiaran correctamente, sin corromperse éstos. Refleja muy bien la novela los anhelos de los menos favorecidos por sobresalir y triunfar – o sea, hacerse ricos y famosos –, en una sociedad en constante competencia, en donde, como en una selva, sólo triunfa el más apto y fuerte.
La edición en inglés que leí es de la editorial estadounidense Cardinal Pocket Books, de 1955. Justamente es Maxwell Geismar quien hace una crítica introducción, indicando, como ya señalé, el cambio tan radical que tuvo Dos Passos, luego de escribirla.
La estructura de la novela, en sí misma, no es convencional, pues las historias de los personajes, Dos Passos las va intercalando con encabezados y notas periodísticas – que él llama Newsreel –, así como de datos biográficos de personajes que, a consideración de Dos Passos, fueron muy influyentes en la historia, tanto de forma positiva, como de forma negativa. Por otro lado, los personajes principales en torno a los cuales se desarrolla la novela, comienzan separadamente, cada uno su propia historia y, luego, muy hábilmente, Dos Passos los va entrelazando.
Son cuatro, tales personajes principales, bastante contrastantes entre sí: Charles Anderson, Mary French, Margo Dowling y  Richard Ellsworth Savage, cada uno, imbuido de sus propias perspectivas de cómo triunfar en la vida o hacer algo por la sociedad.
Ambientada en la segunda mitad de los años 1920’s, arranca la novela con Charles Anderson, quien regresa a EU, habiendo concluido la primera guerra mundial, en donde él intervino como piloto aviador. Fueron tan satisfactorios sus servicios, que hasta lo condecoraron. La primera escena es de Anderson, cuando todavía está en el crucero que lo llevó de regreso a EU, reponiéndose de una severa borrachera, que habrá de caracterizar toda su vida, pues podría decirse que el alcohol es el que lo mata y que, de no haber sido por su alcoholismo, podría haber sido un rico empresario aeronáutico, precisamente lo que tanto había estado anhelando. De alrededor de treinta años al llegar a EU, primero anda deambulando por aquí y por allá, buscando relacionarse con gente de la que pudiera colgarse para costearse su estancia en Nueva York. Allí, simplemente se comporta como un vividor, pero deseoso de, muy pronto, tener su propio dinero. Luego, en vista de que las cosas no se dieron como esperaba, se va a su pueblo natal, en donde vive su madre, su hermano Jim y la esposa de éste. Allí, Jim le muestra la “agencia” de Ford que había abierto, para vender sus autos.
Eso hace referencia a la cuestión de que, como Ford Motor Company estaba produciendo muchísimos autos, buscaba la mayor distribución posible, y eso lo estaba haciendo gracias al “hombre común”, quien hasta en el granero establecía una “agencia de autos” de Ford, pero que le debía de pagar por adelantado sus vehículos, para que, así, la empresa no se endeudara con los bancos y siguiera adelante. Lo que hacía esa empresa era la distribución de la crisis entre la gente, cargándole sus propias deudas.
Justamente Henry Ford (1863-1947) es uno de los personajes del que proporciona Dos Passos un agudo bosquejo biográfico, señalando cómo, cuando inició la primera guerra mundial, Ford trató de pacificar a los europeos, alquilando un barco, el Oscar II, para que los llevara a él y a una delegación de académicos, científicos y artistas a Noruega, con el cometido de la pacificación. Nada logró, excepto que se burlaran de todos. A su regreso, Ford aplicó la máxima de “si no puedes contra ellos, úneteles” y se puso a fabricar tanques y carros de combate, con lo que incrementó bastante las ganancias de la empresa. Muy irónico el cambio sufrido por tal “emprendedor”. Muy probablemente, el personaje de Anderson, lo base Dos Passos en tipos como Henry Ford, los característicos selfmade estadounidenses, quienes no reparaban en esfuerzos, ni en aplastar a otros, con tal de imponerse sobre los demás y lograr que sus ambiciones se materializaran.
El otro personaje histórico que se intercala en la historia de Anderson es Frederick Wilson Taylor (1856-1915), creador del manejo científico del trabajo, lo que se dio en llamar taylorismo. Con éste, Taylor tenía la intención original de que a la par que un obrero trabajara más, que fuera más productivo, se le debía de pagar más, pero en todas las empresas en donde aplicó eso, lo despedían, sólo tomaban lo de rendir más. Claro, querían sólo mayor eficiencia de sus obreros, pero no pagarles más. Fue a dar al hospital por una neumonía. Murió a los 59 años, a las cuatro treinta de la mañana. La enfermera que lo encontró muerto, lo vio con el reloj en la mano, preguntándose muchos si habrá cronometrado Taylor su propia muerte.
Y menciona también a los hermanos Orville Wright (1871-1948) y Wilbur Wright (1867-1912), quienes una mañana del 17 de diciembre de 1903, lograron que su avión volara algunos metros. No les interesó demasiado, durante su vida, tener mucho dinero o estar entre la farándula industrial, sólo volar y que su invención se vendiera.
Y también Dos Passos da testimonio de la vida de Frank Lloyd Wright (1867-1959), visionario arquitecto estadounidense, a quien se debe el diseño de las ciudades, tal y como las conocemos. Son de los emprendedores que se precian en la novela.
Regresando a la historia de Anderson, a los pocos días del arribo a su pueblo natal, su madre muere. Ya, cuando, luego del entierro, va toda la familia a ver al abogado que está leyendo lo del testamento de la madre, la que había repartido sus pertenencias entre todos, Anderson le dice a su hermano que le den 500 dólares y él se olvidará de todo. Su cuñada le reprocha que, por su falta de solidaridad, evitará que la agencia de autos crezca. No le importó, ni siquiera porque le estaba trabajando a Jim como mecánico. Su actitud, finalmente, era la del selfmade, nada de familia, ni amistades, ni sentimentalismos baratos, solo la actuación mezquina. Anderson estaba aferrado en hacer fortuna fabricando aviones, algo que, se describe en la novela, en esos años, alrededor de 1920, motivaba una burlona sonrisa, pues nadie esperaba que la aviación se desarrollara más allá de un arma de guerra. Pero Anderson estaba dispuesto a demostrar que los aviones podían crecer, también, como una forma de transportación civil, igual o más importante que los autos.
Busca en Nueva York a su amigo Joe Askew, con quien se asocia. Empiezan a relacionarse con inversionistas ávidos de ganancias. En el proceso de convertirse en millonario, Anderson se esforzaba por presumir lo que no era, sobre todo cuando trata de conquistar a Doris, una chica de mediana condición social, que lo veía como un simple amigo, a pesar de que Anderson estaba loco por ella. Sin embargo, Doris no lo veía a su altura, y simplemente le daba por su lado. Anderson pensaba que cuando fuera rico, la conquistaría.
En efecto, al comenzarle a ir bien a ir bien, le propuso a ella casarse, pero Doris se apresuró a escribirle una carta de despedida, diciéndole que se casaría con un hombre muy rico de Inglaterra, un lord, que Anderson había conocido cuando ella regresó de un viaje a Europa y él la fue a recoger a la terminal del tren. Tanto Doris, como su madre, prefirieron, como aún se estila, la frivolidad estatutaria, pues no era lo mismo para ella, casarse con ese lord, que con un vulgar mecánico, que nunca tendría la clase. 
Se reflejan, sobre todo en esta parte, los “valores” prevalentes en EU en los años 1920’s, como siempre ha sido en el capitalismo, la búsqueda del estatus, de la fortuna, de valer por lo material, de simular, de buscar el convertirse en el millonario, más que otros, una época de excesos, de que en ese país se pensaba que el capitalismo salvaje era la máquina del movimiento eterno y que siempre habría fortuna suficiente para el derroche, como los presentados en la ya mencionada novela El gran Gatsby. De hecho, en el ya también mencionado libro de Louis Adamic, hay referencias de las fastuosamente obscenas fiestas que se hacían, incluso, hasta para celebrar el cumpleaños del perro, sí, estupideces de ese tipo (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2018/01/los-origenes-del-sindicalismo-obrero-en.html).
De la decepción, Anderson decide cambiar de vida, yéndose a la capital industrial de EU, que era, en ese entonces, Detroit, en donde estaban bien establecidas tanto fábricas de autos, así como las pioneras de aviones. Desde allí, Anderson siguió el curso de la planta que había dejado en Nueva York, bautizada como Askew-Merrit, en atención a los inauguradores, pues, de todos modos, era accionista. No le importó dejarla, a pesar de que su amigo Joe Askew le había pedido que no lo hiciera. De nuevo, el egoísmo y el individualismo, prevalecen por sobre la amistad.
Como le estaba yendo muy bien a Anderson, le “urgía” casarse, pues consideraba que era parte del prestigio, del estatus de las personas a quienes les va bien en la vida, casarse y tener una familia. Conoce a Gladys, la que fue, primero, novia de un hermano de la hija de su jefe de producción, con la que, finalmente, se casó, pero de haber sido al principio todo muy idílico, se va convirtiendo en algo insoportable para Anderson, pues Gladis era una mujer fría, que sólo lo veía a él como un procurador, pero no lo amaba y, quizá, ni lo quería.
Luego, Anderson sufre un accidente, estrellándose en un avión de su diseño, que él y Joe, su mecánico en jefe, prueban. Éste, muere, en tanto que Charles se fractura una pierna y sufre otras heridas, que lo obligan a estar en convalecencia por varios meses, hasta que Farrell, uno de sus socios en la fábrica de Detroit, le dice que se vaya a vacacionar a Miami, a Jacksonville, en donde se encuentra con otro de los personajes que se desarrollan en la novela, Margo Dowling, con la que traba una inicial amistad, que después se convierte en noviazgo. Gladis le descubre sus “infidelidades” y le pide el divorcio. Le saca todo, con tal de arruinarlo, como suelen hacer las mujeres ricas a sus maridos ricos.
A Margo Dowling, la novela la describe como una chica inteligente, quien a pesar de haber tenido un padre alcohólico, que la trataba bien en su juicio, pero mal cuando estaba borracho, tanto a ella, como a Agnes, su madrastra, aquélla se va abriendo camino en la vida. Sueña con ser cantante.
Como señalé, Dos Passos va intercalando historias de personas famosas, que van a tono con sus personajes. En el caso de Margo, toma como modelo a Isadora Duncan (1877-1927), quien fuera una bailarina franco-estadounidense que se basó en los clásicos griegos para proponer su particular estilo de danzar. Es la icónica, glamurosa diva que muere cuando, al viajar en un convertible, su larga mascada se extiende y se enreda en una de las llantas, estrangulándola.
También menciona a Rodolfo Valentino (1895-1926), inmigrante italiano que era muy bueno bailando y que se convierte en una luminaria cinematográfica. Cuando murió, de una peritonitis, fue una tragedia nacional que provocó un severo caos, de mujeres histéricas y desmayando por su repentino deceso.
Margo Dowling, al igual que tales luminarias, quiso hacerla en grande. Incluso, a pesar de que Frank, la pareja de Agnes, cuando ésta dejó al padre de Margo, la viola, no se amedrenta. Su primer intento para lograr su objetivo es cuando conoce a un cubano, Tony, con quien se va a Cuba y se casa, creyendo que sería la pura vida, riqueza y placer, pero no fue así, pues el tipo ni le hacía caso, ni tenía dinero y nada más estaba encerrada. Se embarazó, pero también contrajo la sífilis que Tony le contagió. Dio a luz una niña que salió ciega y murió a los pocos días. Y el doctor le dijo la enfermedad que tenía y que por eso había salido mal su hija.
Margo decidió huir. Regresó a EU, en donde siguió haciendo teatro, hasta que conoció a Tad, un hijo de un rico, quien se enamoró de ella (era muy bella, según se describe), pero Margo no lo toma muy en serio, aunque se da cuenta de que sería buen partido, como le dice Agnes. Un día, Tad la invita a ella y a una amiga, Queen, a Florida, a Jacksonville, cerca de Miami. El padre de Tad tiene un yate y él les propone un recorrido. Margo acepta y va con Queen por tren. El viaje se frustra porque el yate se descompone. Pero, para complicar más las cosas, Margo se encuentra a su aún esposo cubano, Tony, quien está muy enfermo. Como Tad la deja por cuestiones que debe de arreglar con su padre, ella se compadece y decide darle cobijo en su cuarto de hotel a Tony. Éste, se cura y, muy mal agradecidamente, un día se va y la roba. Sólo le quedan ochenta y cinco centavos a Margo, que usa para ir a un restaurante y pedir un café y un sándwich. Y en eso está, cuando se encuentra con Anderson. Es en donde se da esta coyuntura de personajes. De hecho, como dije antes, se va dejando ver y está muy bien lograda.
Luego de que se conocen, entablan un breve noviazgo. Aunque él es algo mayor, Margo está encantada, sobre todo, porque la consiente mucho, le da dinero y la invita a lugares caros, además de que no es cualquier persona, sino todo un empresario aeronáutico. Se regresan a Nueva York, a darse la “gran vida”. Otra vez, como puede verse, el estatus sobresale.
Pero no todo es idílico. Uno de los socios de Anderson, Nat Benton, en la Askew-Merrit, le informa que las acciones están bajando terriblemente. Muy seguramente aquéllas estaban a la baja, acorde con el reflejo general del crash bursátil de 1929, que ya se acercaba.
Le recomienda que de nuevo se vaya a Miami, para despejarse y acabarse de curar la pierna, que se había herido desde el accidente en el avión. Decide irse con Margo. Allí, un juez, que se lo recomienda un amigo senador, le dice que el boom en Miami será la construcción del  nuevo aeropuerto y que todo está creciendo muchísimo y eso entusiasma mucho a Anderson, quien se cree un inteligentísimo emprendedor, que todo lo puede.
Sin embargo, el problema de Anderson, como señalo al principio, es el alcoholismo, el que finalmente lo mata. Anda ya muy tomado y por quedar bien con una chica que acababa de conocer en un salón de baile, en el que estaba con Margo y con el mencionado juez, la lleva a dar la vuelta en su Lincoln. Sin embargo, por tratar de ganarle al tren, éste, los arroya. La chica se salva, pero Anderson queda muy mal herido, con una peritonitis. Él piensa que va a salir y se la pasa hablando y hablando, o eso cree, pero, para los demás, sólo balbucea.
Dos Passos lo mata repentinamente, lo que se conoce por Margo, quien lo comentó con Agnes, a la que pidió ir a Miami, para que la ayudara con las cuestiones legales, como pelear las acciones que Anderson le había dejado, pero que debía enfrentar a Gladis, la ex esposa y viuda. Margo le dice que los primeros que estuvieron presentes al morir Anderson, habían sido, nada menos que su hermano Jim y su cuñada, para ver qué era lo que podían sacar. Irónicamente, cuando Anderson se casó con Gladis, que invitó a Jim y a su cuñada, ni siquiera le contestaron la invitación, pero, al morir, llegaron, muy prestos, jactándose de que él “había sido un gran hombre” y para reclamar la herencia. En esta parte, Dos Passos destaca el mezquino interés de los parientes, cuando alguien con mucho dinero se muere.
Margo, en vista de que no sería fácil hacerse de lo poco que había dejado Anderson, por tantos problemas legales, buscó la forma de seguir desarrollándose. Tuvo trabajos eventuales y poco trascendentes, como extra en cintas, hasta que fue redescubierta por Sam Margules, el fotógrafo que alguna vez le había tomado fotos de modelaje, meses antes, cuando Anderson aún vivía. Desde entonces, Margules se había impactado por su inigualable belleza.
Margules, quien ya era todo un director y productor cinematográfico, se felicitó de su muy buena suerte al haberla hallado nuevamente. Y la contrató, pues la seguía viendo lindísima, además de que le pidió matrimonio. La anuncia como la diva de su siguiente cinta y, cuando ya es su esposa, la lleva a presumir a una fiesta, exhibiéndola como un gran trofeo. Pero para Margo es, justamente, la materialización de su meta: haberse hecho rica y famosa.
Otro personaje que inserta Dos Passos, ya muy avanzada la novela, es el de Richard Ellsworth Savage, conocido por el apócope de Dick, quien trabajaba para la firma publicitaria J.W. Moorehouse. Esta firma estaba preparando la publicidad para una empresa de naturismo, propiedad de E. R. Bingham, septuagenario que presumía de ser muy sano y “moral”, que sólo comía verduras y frutas, nada de café y menos fumaba. Muy hipócritamente “decente”, E. R. salió, de repente, bien libidinoso, porque casi obligó a Dick a que lo llevara a un burlesque. El pretexto fue porque, como sus hijas estaban “muy lindas”, quería ver a chicas guapas, desnudas, para que “se las recordaran”.
En esta parte, Dos Passos resalta la hipocresía de las clases adineradas. No que no adolezca el género humano de ser hipócrita, es algo congénito, pero que se dé en grupos sociales que presumen de ser sumamente morales, es una burla. Es, por mencionar un ejemplo, el caso de los “sacerdotes” pederastas, pues, podríamos preguntarnos, ¿con qué cara pueden dar un sermón, hablando, digamos, de los “pecados capitales”, si el día anterior violaron a un niño? 
Volviendo a Dick, éste propuso una publicidad que tomaba en cuenta todo lo que E. R. decía sobre lo natural de sus remedios y el septuagenario, realmente sin revisarla del todo, “estuvo encantado”. J. W. estaba seguro de que fue la socialización de Dick con E. R. lo que logró la firma del contrato. Incluso, J. W. estimó conveniente que Dick se casara con una de las hijas de E. R., con tal de asegurar para siempre el compromiso.
Resulta más que evidente que muchos de los compromisos matrimoniales, sobre todo entre ricos, es por mero interés, nada que ver con el “amor verdadero”, que sería lo primordial en los asuntos de pareja, ¿no?
Sin embargo, había un problema para los productos naturistas y muchos otros remedios, y ése era un proyecto de ley para que no se permitiera la automedicación. J. W. y otro de sus asociados, eran los principales opositores y, en su favor,  alegaban con el senador que había propuesto esa iniciativa, que la intención, seguramente, era para que los doctores recetaran en todo, hasta en qué cepillo de dientes usar, y que eso se oponía al progresismo de EU y a las libertades de los “americanos”.
Eso podría asemejarse con lo que hicieron hace algunos años en México, en cuanto a los antibióticos, que ahora, por cualquier infección bacteriana, se debe de acudir forzosamente al doctor, para que los recete. Curiosamente, en las farmacias de similares de todo tipo, hay un consultorio, el que, vaya casualidad, estará presto a atender tales emergencias y a recetar, muy oportunamente, los antibióticos que serán surtidos en la farmacia para la que trabaja tan diligente.
Quizá debido a la crisis económica de 1929 que se avecinaba, se querían idear formas para obligar al consumo, aunque fuera de los servicios de los doctores.
Regresando a la historia, cuando ya habían terminado la discusión con el senador y éste se había retirado sin ofrecer nada, a J. W. le dio un ataque al corazón, que lo sacaría de la jugada por varios meses, debido al estricto reposo recomendado por el doctor. Al principio, Dick consideraba que le debía lealtad a J. W., pero cuando se da cuenta de que él mismo sigue siendo un don Nadie, que aún vive con su madre, que muchas veces pierde el tiempo alcoholizándose en sitios baratos, decide tomar cartas en el asunto. Incluso, considera muy en serio lo que le había dicho J. W., de que se casara con una de las hijas de E. R., que era música, lo cual, al principio, le pareció absurdo. Cuando la chica le envía una invitación para que la escuchara tocar, la acepta.
Eso lo decide porque así podría tener más dinero, subir rápido de categoría, y cambiarse de domicilio. Debía actuar rápidamente, porque el mismo día en que se había aprobado el contrato con E. R., estúpidamente se fue a celebrar con una amiga a un club nocturno de poca monta en el Harlem, en donde hasta se pone a bailar con un hombre. Se había emborrachado tanto, que un par de chicos negros lo llevaron a su casa. Amanece allí, sin dinero y sin reloj, asustado de que ya sabían esos muchachos todo de él y seguramente lo chantajearían. Por eso, pensó, si en adelante tenía que sustituir a J. W., ni hablar, era él o su jefe. Es decir, individualismo y egoísmo puros.
Algo que se debe de resaltar también en la novela es que al alcoholismo siguió, a pesar de la así llamada prohibición. Los lugares en donde se vendía alcohol, los speakeasy’s, nunca dejaron de existir. Alcohol de todo tipo siguió habiendo, pero, eso sí, más caro. Y gracias a la “prohibición”, florecieron tanto los gánsteres, haciéndose ricos con el tráfico ilegal de alcohol, como, por ejemplo, Lucky Luciano. Irónico.
 Los personajes famosos que intercala aquí la novela, por prepotentes y mezquinos, son, el primero, William Randolph Hearst (1863-1951), el magnate estadounidense del periodismo manipulado, quien hasta inventó noticias para que se hicieran ataques o iniciaran guerras. Al otro inescrupuloso empresario que menciona es a Samuel Insull (1859-1938), inmigrante inglés, quien comenzó como contador de las empresas eléctricas de Tomás Alva Edison, y llegó a ser el magnate de un súper monopolio corporativo de compañías, sobre todo eléctricas, pero también de distribución de gas. Fue tanto su control y dominio en el mercado de la energía eléctrica, que sus empresas llegaron a producir un doceavo de la producción total. Sin embargo, cometió algunos “errores”, como así se les llama a los fraudes que esos megalómanos ávidos de poder realizan. Esos “errores” fueron el haber vendido acciones de esas compañías durante el crash de 1929 a accionistas que confiaban en él. Tuvo que huir a Italia, Francia y luego a Grecia, hasta que lograron extraditarlo los turcos.
Declaró ante el juez que había tenido un desfalco de diez millones de dólares, pero cuando habló en el juzgado, de cómo desde ser un chico pobre, que comenzó como oficinista, fue subiendo hasta construir ese gran imperio, le aplaudieron y lo declararon no culpable. Incluso, fue laureado hasta por los inversionistas quienes, por su culpa, habían perdido millones de dólares. He aquí la canonización de los bandidos.
El personaje que quizá es más afín a  la mentalidad de ese entonces de Dos Passos, es Mary French. Ella tiene varias hermanas. Su padre es un doctor muy noble, que cura a mineros y mucha gente, aunque no le paguen. Su madre reniega de eso y le exige que cobre. Margo decide irse de su pueblo y se vuelve reportera. Quiere cubrir eventos de obreros o causas injustas, pero en el primer periódico en donde trabajó, no quieren eso, quieren cosas sociales. Renuncia y, relacionándose con activistas, le dan trabajo en una organización obrera. Luego, conoce a un supuesto conferencista, quien habla a favor de los obreros, pero que, en la realidad, detesta las huelgas. Y eso se lo increpa Mary, quien hasta rechaza la propuesta matrimonial de ese farsante.
Acorde al activismo de Mary, Dos Passos menciona al estadounidense Thorstein Veblen (1857-1929), quien fuera un economista marxista. Veblen hablaba del “consumo conspicuo” o compulsivo – yo lo llamaría así –, y del consumo placentero, ambos, para demostrar riqueza o que se tiene un estatus social muy alto. Por desgracia, su defecto fue que era un mujeriego, además de liberal, siempre a favor de las causas obreras, por lo que constantemente tuvo problemas laborales y murió en la pobreza. A pesar de tales “defectos”, fue muy importante su contribución para el entendimiento de la forma en que la clase en el poder domina, el señuelo de que lo material es lo más importante, más que los verdaderos, intangibles valores humanos.
Luego, Margo Conoce a Ben Compton, quien se muestra como un marxista radical, del tipo que sacrifica todo, hasta a su familia y sus amoríos por la causa obrera. Justo por su radicalismo, fue que rechazó formar una pareja con Mary, a pesar de estar ella embarazada de él. Tuvo que abortar, sin que a Ben lo afectara en lo más mínimo. “Todo sea por la causa revolucionaria”, fue su seca “justificación”.
De todos modos, Mary no pierde las esperanzas de conocer a alguien, de combinar el activismo con el amor. Luego de su decepción con Compton, se enamoró de Don Stevens, quien también se muestra muy radical, incluso, de los que viajaban a la URSS, o Rusia, como incorrectamente llamaban a ese país (de hecho, la mayoría de los estadounidenses siempre se han referido a Rusia con ese nombre, a pesar de que por varios años fue la URSS).
Aquí, vuelvo a insistir con la cuestión de que en la lucha obrera estadounidense, la URSS tuvo una gran influencia, tal como lo indica el mencionado Adamic, pues si al principio del sindicalismo en EU, se veía hasta con simpatía todo lo socialista, cuando se da la revolución rusa y que se incrementan los atentados dinamiteros en EU por el radicalismo obrero, entonces, la URSS, el socialismo y el comunismo, comienzan a verse como una mala influencia, Pero eso, la URSS lo aprovechó, para imponer su influencia en EU, el centro del capitalismo mundial ya desde entonces.
Por tal razón, los activistas estadounidenses que se definían como bolcheviques, se iban a la URSS a adoctrinarse, para tomar experiencias de cómo agitar a los obreros estadounidenses y “hacer la revolución”.
Ese tipo de activismo es lo que hace Mary, quien apoya a las huelgas y a los mineros, cuyas condiciones de trabajo son pésimas, así como sus vidas y las de sus familias. Pide donaciones a cuantas personas puede, no cobra por su trabajo, le ruega préstamos a su madre, pero siempre es poco, no alcanza para surtir convenientemente el banco de leche para los hijos de los mineros. Cuando Don regresa de la URSS, ella va a recibirlo, pues, considera, aún es su pareja. Aquél se sorprende de verla y le dice que luego la buscará, así, muy seco. Después se entera Mary, por una amiga, que aquél se casó con una activista inglesa. Al parecer, ni siquiera había ido a Rusia, sino que su cometido era casarse con aquélla. Vaya “activismo” tan hipócrita.
Mary se va con su amiga Ada, flautista, que también tiene dinero y ésta la invita a una fiesta de ricos, en donde Mary se pone a beber mucho. Allí, acude Margo Dowling, con su esposo y el galán de cine con el que actúa. Es donde hacen coyuntura Mary con Margo. Recuérdese que ésta ya había hecho coyuntura con Anderson en Miami. Esa fiesta ocurre en la casa de Eveline Johnson, quien sale muy al principio de la novela, una mujer que no sabe lo que quiere, tiene problemas “existencialistas”. Quiso convertirse en actriz de teatro, con una obra que le había escrito un amigo, pero no pudo hallar patrocinadores. Y no le quedó de otra más que seguir haciendo fiestas, como siempre había acostumbrado, a las que todos los famosos acudían (como ya mencioné, Eveline sale muy al principio de la novela, estando “felizmente casada”, con un hijo. Pero no es así, y eso lo demuestra el que tenga una “aventurilla” con Anderson y hasta haberle propuesto que era capaz de divorciarse por él. Era, pues, una mujer “infeliz”).
En esa fiesta se rumoró que Margo Dowling, a pesar de ser una nueva diva cinematográfica, no tenía ya futuro en el cine, pues ya comenzaban a producirse los filmes parlantes – o talkies, como se les llamaba –, y su voz era muy chillona. Irónico que le hubiera durado tan poco la fama y la fortuna.
A Eveline, la depresión se apodera de ella, esa “depresión” que no tiene una causa material, como la que podría tener un pobre obrero que, a pesar de trabajar tanto, no tiene ni para comer, una “depresión” surgida de situaciones light, y termina por suicidarse.
Mary se centra de nuevo, viendo que la vida de Ada y sus conocidos es muy superficial y al otro día regresa otra vez a su trabajo como activista. Allí, le informan que uno de los colaboradores, quien tenía un camión para hacer las entregas de material sindical y alimentos, es asesinado. Dos Passos resalta bastante la represión policial contra los obreros, calificándola de cobarde e innecesariamente excesiva.
En esos momentos, Margo recibe la llamada de Ada, avisándole que la “pobre” de Eveline se había suicidado. Margo, irritada, le dice que tiene mucho trabajo, que no está para escuchar tonterías y le cuelga.
Al final, Mary le dice a otro activista que deben de irse a Pittsburg, pues allí es más adecuada la lucha sindical y le pide que ya no le pase más a Ada. No está dispuesta a escuchar más sobre el frívolo suicidio de Eveline.
En esta parte, Dos Passos enfatiza mucho el contraste entre los personajes supuestamente opulentos, como Eveline, lo que aparentan, sus excesos, vida superficial, confrontados con las paupérrimas condiciones obreras, hambrientos, vistiendo harapos, viviendo en insalubres barriadas… algo como lo que muy bien contrasta Louis Adamic, de las pésimas condiciones de los trabajadores, contra la obscena fastuosidad de los ricos.
Y termina Dos Passos comparando a un pobre obrero golpeado y humillado, sin comer, con la ropa sucia y rota, con los adinerados que ya hasta viajaban en avión – gran negocio ya las aeronaves –, para los que nunca faltará nada.
Bueno, al menos Dos Passos nos dejó esa última obra, de cuando abrazó la causa obrera. Lástima que cambió su mentalidad. Quizá habría seguido produciendo excelentes novelas, como The Big Money.