domingo, 24 de diciembre de 2023

Costureras de Bangladesh deben de prostituirse para compensar su bajo salario

 

Costureras de Bangladesh deben de prostituirse para compensar su bajo salario

Por Adán Salgado Andrade

 

Las grandes empresas de la confección, siempre están en busca de países en donde paguen salarios de hambre, con tal de maximizar sus ganancias (como hacen compañías de todo tipo, siempre en busca de zonas salariales bajas, sobre todo ahora que en China se ha encarecido la mano de obra. Ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2023/01/china-esta-dejando-de-ser-la-exclusiva.html).

Empresas inglesas como los supermercados Tesco, los Matalan o el proveedor de ropa para toda la familia y enseres domésticos Next, recurren a países pobres, en donde les hagan la ropa que venden. Uno de esos países es Bangladesh, que ha desarrollado bastante la industria de la confección, gracias a los muy bajos salarios que se pagan. Recientemente, hubo un paro obrero, en demanda de un incremento en el salario mínimo, pues el que se percibía, era totalmente insuficiente. Han sido tan violentas las protestas de los huelguistas – que también exigen la renuncia del Primer Ministro Sheikh Hasina –, que hasta un tren de pasajeros incendiaron, dejando 4 personas fallecidas (ver: https://www.reuters.com/world/asia-pacific/bangladesh-train-blaze-kills-four-opposition-calls-strike-2023-12-19/).

Es que llega el momento en que la gente se colma, pierde la paciencia y llega a esos extremos, en donde hasta personas que nada tienen que ver son afectadas o asesinadas.

Es entendible, aunque no justificable, sobre todo si se conocen historias individuales de bangladesíes, que apenas si sobreviven con los magros salarios que perciben.

Una de ellas es Ruby Rafiq – cuyo nombre ha sido cambiado –, madre soltera de dos hijos, Maya, una chica de 13 años, y Sakib, su hijo de 16. Ella es sólo un caso de los cuatro millones de trabajadores que mueven la industria de la confección en Bangladesh “que a pesar de que es uno de los mayores productores de la moda desechable (fast fashion), todavía tiene uno de los salarios mínimos más bajos del mundo, el que ha permanecido en 8,000 taka ($1,240 pesos) mensuales desde el 2018”.

Es lo que expone el artículo de The Guardian, titulado “Una mujer que confecciona jumpers navideños para Inglaterra, también se dedica al trabajo sexual para alcanzar a pagar todos sus gastos”, firmado por Thaslima Begum, en el que agrega como subtítulo que “la terrible historia de una trabajadora de la confección en Bangladesh, en donde trabaja para una fábrica que hace ropa para marcas como Tesco, Matalan o Next, destaca el bajo salario que percibe” (ver: https://www.theguardian.com/global-development/2023/dec/23/woman-making-christmas-jumpers-for-uk-turns-to-sex-work-to-pay-bills).

Es entendible que con ese miserable “salario”, muchas empresa que venden ropa, busquen que se las hagan allí, para ganar aún más. Y nada les importa de cómo sobrevivan los trabajadores que perciben esa burla o si logren sobrevivir. Por eso se dio la huelga y las actuales protestas. Como dije, es entendible.

La mujer, luego de su cansada jornada, se pone un rebozo, buscando ocultarse lo más posible de los vecinos, y camina hacia el mercado, por la calle paralela al río Buriganga, que está en Keraniganj, a las afueras de Dhaka – la capital de Bangladesh –, “en donde espera que hombres se le acerquen”.

Eso lo hace por pura y simple necesidad, pues su sueldo no le alcanza para mantener a sus hijos y a ella misma.

“No siempre fue así. Antes, a su hija, le preparaba el lunch para que lo llevara a la escuela. Pero su esposo la abandonó y comenzaron los problemas. Tuvo que pedir un préstamo, que con muchos trabajos logró saldar. Su hijo pasa hambre y ha tenido que robar. Por eso, con toda la pena, Rafiq decidió vender su cuerpo”, dice Begum.

Menciona Begum las huelgas que se dieron en noviembre del 2023, en donde los trabajadores exigían 23,000 taka ($3,562 pesos) de salario mínimo “que se tornaron violentas porque el gobierno sólo accedió a pagar 12,500 taka ($1,936 pesos), muy por debajo de lo necesario para vivir”.

Aunque les hubieran autorizado los 23,000 taka, $3,562 pesos, es realmente absurdo. Ya ni aquí, que el salario mínimo actual es de $207.44 pesos diarios, $6,223 pesos mensuales, que de todos modos son insuficientes (por cierto, que en la Constitución, se establece que el salario mínimo debería de ser suficiente para satisfacer las necesidades normales de quien lo perciba, no que ni sobreviva con ese emolumento. Debería de ser el salario mínimo de al menos $25,000 pesos mensuales, para cumplir con esa demanda “constitucional”).

Cita declaraciones de trabajadores que confeccionan ropa para Inglaterra, en las que afirman que “no les ha quedado de otra más que robar comida o recoger sobras de los campos agrícolas para alimentar a sus hijos” (ver: https://www.theguardian.com/global-development/2023/nov/07/workers-for-fast-fashion-brands-fear-starvation-as-they-fight-for-higher-wages).

Desde hace meses, Rafiq estuvo confeccionando jumpers navideños para tiendas inglesas, decorados con el perro de los Simpsons o con el Grinch, “que aunque nunca he visto la película, me gusta mucho ese personaje”, dice Rafiq.

Pero lo que no le gusta para nada es que aunque trabaje diez horas diarias, por las horas extras, lo más que percibe son 15 dólares a la semana, “que no es ni lo que cuesta un solo jumper en una tienda”, señala Begum.

Por eso la exigencia de un mayor salario mínimo, “que tendría que haber entrado en efecto en diciembre del 2023”.

“Por eso me he dedicado a prostituirme, para tener algo más de dinero”, dice Rafiq, resignada.

Cobra 200 taka ($31 pesos, una miseria también. Ninguna trabajadora sexual en México cobraría algo tan ridículo) por cliente. “Hace podo tuve une horrible experiencia. Un hombre se acercó y me ofreció 500 taka ($77 pesos) si iba a su domicilio. Acepté, considerando que así, regresaría temprano a casa. Antes de subir a su auto, le encargué a un amigo de una tienda mi dinero, para que me lo guardara. Lo hago por seguridad. Pero cuando llegamos a la casa del hombre, había otros diez. Le dije que no, que yo no iba a estar con tantos. Se enojó y se puso violento y me exigió que le devolviera su dinero. Como le dije que no lo tenía, comenzó a romperme la ropa para buscarlo. ¡Luego, ese monstruo, me comenzó a golpear y azotó mi cara contra una mesa! ¡Y así, sangrando de la nariz, medio desnuda me arrojó a la calle! ¡Fue horrible, horrible, creí que moriría! Pensé en mis hijos, que qué harían si yo hubiera muerto… ¡que a lo mejor mi hija tendría que haberse dedicado a lo mismo para sobrevivir!”, comenta entre llantos, por el brutal recuerdo, Rafiq.

Eso que gana en el trabajo sexual, lo dedica a comprar comida, pagar los recibos de luz, agua y los gastos escolares de sus hijos, “pues lo que gana en la fábrica, se le va en pagar renta”.

“Casi siempre llego después de la media noche a casa. Y al otro día, a levantarme temprano para ir a trabajar. No sé cuánto más mi cuerpo pueda aguantar. Cuando termino mi turno, busco si alguna compañera no fue a trabajar, para cubrirla. Pero no siempre pasa. Por eso, en la noche voy en busca de clientes”, agrega Rafiq, apenada.

Cuando llega a su casa, junta madera de la calle, para hacer una pequeña fogata y poder calentarse las manos (una foto muestra sus cansadas, curtidas, resecas manos. Apena el verlas así, tan descuidadas).

Begum preguntó a Tesco su opinión y, como siempre, diplomáticas como son esas empresas, le respondieron “que estamos comprometidos a lograr salarios decorosos y apoyamos un mayor salario mínimo. Buscamos compras responsables y queremos que todos en nuestras cadenas de suministros reciban un pago justo, al mismo tiempo que queremos que nuestros clientes estén satisfechos con sus adquisiciones”.

Muy fácil decirlo, pero otra cosa es hacerlo. Si así fuera, podrían aumentar el precio que pagan por cada prenda, con tal de mejorar los salarios de los pobres trabajadores de Bangladesh, como Rafiq. Pero la mezquindad y la ganancia, van primero.  

Y sólo para recordar que son trabajadores tan mal pagados como Rafiq los que fabrican los “preciosos jumpers navideños”, dice que “si usted está vistiendo uno de esos jumpers navideños, que tanta alegría le provocan, solo recuerde que somos trabajadores como yo, los que se la damos. Y a cambio, recibimos una vida llena de humillaciones y miseria. Somos gente, no robots”.

Pero para las grandes empresas y para la mafia en el poder que controla Bangladesh, en efecto, no son más que reemplazables robots.

 

Contacto: studillac@hotmail.com