sábado, 16 de julio de 2022

En Japón, el conformismo social lleva a extremos, como el asesinato de Shinzo Abe

 

En Japón, el conformismo social lleva a extremos, como el asesinato de Shinzo Abe

Por Adán Salgado Andrade

 

El asesinato del ex primer ministro japonés Shinzo Abe, conmocionó a una sociedad caracterizada por un bajo índice de criminalidad. A diferencia de países como Estados Unidos, los crímenes en Japón, al año, son bajísimos. Menos aún, con armas de fuego, pues sus leyes contra la posesión de armamento, son muy rígidas y es difícil tener una. El índice de asesinatos es muy bajo. Por ejemplo, en el 2017, hubo 0.2 personas asesinadas por cada cien mil, es decir, unas 252 (ver: https://worldpopulationreview.com/country-rankings/murder-rate-by-country).  

Tetsuya Yamagami, el asesino, es ex miembro de la marina japonesa y sabía cómo hacer un revolver casero, que fue con el que mató a Abe. Muy rudimentario, por cierto, pues si ven una foto del arma, consta de tubos, madera, algunas conexiones, baterías y todo sujeto con bastante cinta negra de aislar.

Lo detuvieron cuando se iba, muy tranquilo, en su bicicleta. Uno de los poco competentes guardaespaldas de Abe, lo sujetó y lo tiró al piso, como muestra una de las fotos del artículo de AP, titulado “El asesinato de Abe, inquieta a Japón con el problema de las pistolas hechas a mano”, firmado por Yuri Kageyama (ver: https://apnews.com/article/shinzo-abe-japan-crime-tokyo-gun-politics-6ef3aa271e147bf2426363448ecd9f1b)

Señala Kageyama que, en efecto, el asesinato de “alto perfil”, conmocionó a Japón, más aun, porque fue hecha a mano la rudimentaria arma que acabó con la vida de Abe. “Una redada en al casa de Yamagami, detectó varias armas. A diferencia de las armas fabricadas, las armas artesanales son prácticamente imposibles de rastrear. Tales armas, son empleadas rara vez en Japón, en donde, la mayoría de los ataques, se hacen con armas blancas o incendiando algún sitio o manejando un auto a toda velocidad por las calles contra la gente”.

Por las estrictas leyes japonesas, en contra de la posesión de armas, el asesino optó por hacerse una, “pues sabía cómo. Los expertos en criminalística, dicen que instrucciones sobre cómo hacer armas, pueden encontrarse en el internet y con una impresora 3D, es muy fácil fabricarlas”.

Sí, desgraciadamente, el internet se ha vuelto una fuente, no sólo de cosas positivas, sino de negativas. Y cuando se trata de hacer maldad, ahí están los resultados.

El motivo por el cual Yamagami asesinó a Abe, todavía no está claro. Algunos analistas dicen que es un “terrorista solitario”. Pero, aparentemente, la “justificación”, si es que un asesinato puede tenerla, fue que la madre del asesino, era fanática de uno de los cientos de cultos que abundan en Japón. Por darles tanto apoyo económico, la familia comenzó a tener problemas financieros. Abe, presuntamente, apoyaba a tal secta. Y el odio de Yamagami hacia tal secta, lo desquitó con el ex premier japonés.

En efecto, los cultos en Japón, pueden llegar a ser extremos. Y han llegado a niveles de fanatismo hasta criminal. El 27 de junio de 1994, hubo un ataque de gas sarín por parte de la secta apocalíptica Aum Shinrikyo, al metro de Tokio, en el que trece personas murieron y más de 500 fueron heridas. La secta era dirigida por el líder espiritual Shoko Asahara (1955-2018), un hombre que estaba casi ciego, quien fue ejecutado mediante la horca, junto con sus discípulos, en el 2018, por su directa responsabilidad en ese artero ataque (ver: https://gulfnews.com/world/asia/the-fatal-lure-of-cults-in-japan-1.65299887).

Seguramente, la madre de Yamagami, estaba tan fanáticamente enajenada, que no tuvo empacho en gastarse los ahorros bancarios, con tal de apoyar al culto. Pero fue una forma muy absurda con la que su hijo trató de “resolver” su problema. Quizá habría sido más conveniente enviar a la señora a un psicólogo, para que le tratara su adicción.

Pero, no. La acción de Yamagami, fue absurdamente radical.

Continúa Kageyama, señalando que “Japón ha visto ataques a políticos en el pasado. En 1960, el abuelo de Abe, en ese entonces, primer ministro, Nobusuke Kishi (1896-1987), fue acuchillado, pero sobrevivió. En 1975, el también primer ministro Takeo Miki (1907-1988), fue atacado por otro extremista, Hiroyoshi Fudeyasu, pero sobrevivió. Miki había asistido al funeral del primer ministro Eisaku Sato (1901-1975), quien, a su vez, era tío abuelo de Abe. Luego de ese ataque, Japón creó un equipo de seguridad, similar al del Servicio Secreto estadounidense”.

Por lo que se ve, ya le rondaba a Abe un ataque, mortal, en su caso.

Pero, de acuerdo con la observación de Hideto Ted Osanai, jefe ejecutivo de la Asociación Internacional de Guardaespaldas, de Japón, y de otros expertos, creen que los guardias de seguridad, sólo aprenden cosas superficiales, limitándose a seguir a un personaje, en lugar de cómo prevenir un atentado, “lo que es crítico, en cuestión de seguridad”.

Yasuhiro Sasaki, presidente de Safety-Pro, una empresa de seguridad establecida en Tokio, dice que “los japoneses están tan acostumbrados a llevar vidas pacíficas, que a los guardaespaldas, los sorprendieron durmiendo. La verdad, no puedo entender cómo nadie se movió, para proteger a Abe entre los segundos que pasaron entre el primer y el segundo tiro”, refiriéndose a esa escena que, muy morbosamente, se estuvo transmitiendo por muchos medios por internet. Lo cual lleva a pensar en que, en medio de tanto bombardeo de hechos, la gente hasta se insensibiliza. Los videos y fotos de tragedias, vistos casi en tiempo real, han ido endureciendo a las personas, las que solamente se preocupan por saciar su curioso morbo, no del hecho transmitido en sí, como el asesinato de Abe (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2021/03/videos-y-fotos-al-instante-nos-hacen.html).

Sasaki agrega que “Los guardias, pudieron haber actuado físicamente, jalando a Abe del peligro. Y más me sorprendió que ni siquiera hayan sospechado de una persona, que se iba acercando y que sacó una coas que pudo ser un arma de una bolsa. No me lo explico”.

Pero Isao Itabashi, jefe de la división de investigaciones del Consejo de la Política Pública, encargado de vigilar tales riesgos, dice que “es un desafío, proveer seguridad en una campaña, pues el objetivo principal es que los políticos se acerquen a la gente”.

Sí, tiene razón, es más popular y carismático un político que saluda a todos cuando va a un acto de campaña. Pero Abe, no contaba que uno de ellos, el asesino, lo odiaba porque apoyó a una secta que explotaba a la madre de éste.

Nadie iba a suponer que entre los asistentes, había un tipo frustrado armado, como señala Itabashi. Si en Estados Unidos se recurre a los vidrios a prueba de balas, “en Japón, es rarísimo”.

El mencionado Osanai, está preocupado de que más gente pueda emplear pistolas caseras, como la usada contra Abe y que se puedan dar crímenes copycat. Dice que ha notado que hay mucha gente inconforme, que está provocando crímenes aleatorios, desquitando su descontento contra cualquiera que se les ponga enfrente. “La cultura de conformismo, de uniformidad existente en Japón, hace difícil para algunos, que se sientan libres y se presionan mucho. Cuando se culpan a sí mismos, se suicidan. Cuando culpan a otros, cometen crímenes contra cualquiera”, agrega Osanai.

Es cierto lo que comenta, pues chicos que se suicidan en edad escolar, es porque trataron de salir de lo estándar, llevar útiles distintos a los obligatorios o diferir en las ideas o porque no alcanzaron la más alta posición. Constituyen el 3.5%, de los suicidios. Entre los hombres adultos, se dan porque se encuentran desempleados o ganan poco. Constituyen el 28.2% de los suicidios. Y los que trabajan por su cuenta y no les va bien, son el 7.1% de los que se suicidan. En el 2017, Japón, estuvo en el séptimo lugar de suicidios (jisatsu), con un promedio de 14.9 personas por cada cien mil, “pero Aokigahara, en el 2003, tuvo 105 suicidios en ese año, estableciendo el record más alto con respecto a todos los anteriores” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Suicide_in_Japan).

Pero, como dice Osanai, cuando no se suicidan, buscan con quién desquitarse, como hizo Yamagami.

Agrega Kageyama que: “el año pasado, 2021, un hombre que vestía un disfraz del Guasón y portaba un cuchillo, inició un tiroteo en un tren de Tokio, hiriendo a 17 personas. En diciembre del 2021, un incendiario prendió fuego a una clínica en Osaka, matando a 25 personas. Y en el 2019, otro incendiario, prendió fuego a un estudio de animación de Kioto, asesinando a 36 personas”.

Como se ve, aunque es una mínima fracción de los asesinatos cometidos en Japón, comparados con Estados Unidos – en donde hay unas 45,000 víctimas cada año, con armas de fuego, entre suicidios y asesinatos –, equivaldrían, en espectacularidad, a los tiroteos masivos estadounidenses. Los agresores, buscarían gran cantidad de víctimas, con tal de desquitarse.

Y si así, asesinando a quien sea, se quieren diferenciar del “conformismo y uniformidad” que los rodea, mejor que sigan conformándose y se mantengan uniformes, podríamos pensar.

 

Contacto: studillac@hotmail.com