El calentamiento oceánico altera los patrones de sonido de los animales marinos
Por Adán salgado Andrade
Los océanos, están absorbiendo el 90% del calentamiento global, que tanta depredación y polución ambiental, debida al capitalismo salvaje, están ocasionando. No sólo eso, sino que el mar se está llenando de todo tipo de contaminación, pues allí, son arrojadas aguas negras, plásticos, derrames petroleros, peligrosas sustancias radioactivas, restos de “ensayos” nucleares o naufragios de cargueros. Además, recientes estudios, concluyeron que las ballenas que a veces encallan en playas y mueren, lo hacen porque no resiste su agudo oído, el sonido de los sonares usados por barcos militares, en ejercicios bélicos para “detectar submarinos”. Las ballenas, suben de improviso a la superficie, desde bastante profundidad y esa súbita descompresión, les daña los pulmones y las lleva a dirigirse a playas, tratando de respirar, pero mueren allí (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2020/09/las-ballenas-encallan-en-la-playa.html).
Otras investigaciones, están profundizando en cómo el calentamiento marino incrementa sonidos, como los de los sonares, todavía más, pues dicho calentamiento, disminuye la densidad marina, lo que hace que se propaguen más rápidamente tales ondas. No sólo eso, sino que está alterando los sonidos de los que se valen ballenas o delfines para comunicarse entre sus especies. Es lo expuesto por el artículo de Matt Simon, publicado por el portal Wired, titulado “Los océanos, no sólo se están calentando. También, sus patrones de sonido, están alterándose”, y agrega que “los humanos, están contaminando los mares con sonido, en tanto que el calentamiento marino, cambia la forma en que el sonido se propaga. ¿Qué implica eso para ballenas y otros animales” (ver: https://www.wired.com/story/oceans-arent-just-warming-their-soundscapes-are-transforming/).
Dice Simon que los animales terrestres usan el sonido como forma de comunicación y, sobre todo, para avisar de potenciales peligros. Lo vemos, por ejemplo, cuando los pájaros comienzan a piar alarmantemente, en presencia de algún peligro. Pero en el aire, no se propaga el sonido tan fácilmente como en el agua. “Las ballenas se hablan entre ellas, y navegan, guiándose por las olas rompiendo contra las playas. Los delfines, ubican a sus presas mediante ecos. Los peces que habitan los corales, nacen en el mar abierto, pero ubican los sonidos de esos corales, para hallar sus hábitats. Y a esos sonidos, se unen los de los sistemas terrestres: los vientos, surcan la superficie de los mares, y se intensifican durante las tormentas. Los terremotos y deslizamientos submarinos, envían sacudidas a lo largo de los océanos. Los tsunamis resultantes, se aceleran sobre la superficie, produciendo estruendos, a los cuales, la fauna marina está perfectamente acostumbrada”.
Así que es vital para distintos animales marinos la propagación del sonido. Pero, a pesar de ello, apenas hace 10 o 15 años, que comenzó a existir un interés científico por revisar cómo el calentamiento, la salinidad y la presión, han modificado la forma en que los sonidos en el mar se desplazan. En condiciones normales, “una ballena, puede escuchar el sonido de otra, a varios kilómetros de distancia, pero se pueden alterar por la temperatura, salinidad y la presión”.
Es decir, que se está alterando la manera en que el sonido de una ballena se propaga y eso estaría alterando su supervivencia, pues sólo piensen en si se acerca algún peligro, un tsunami, digamos. Podría no ubicar una ballena la distancia adecuadamente y ser víctima de tal fenómeno. O, como se menciona en el artículo, cuando se fuera acercando un barco, no lo detectaría a tiempo. De hecho, unas veinte mil ballenas, mueren cada año, víctimas de fuertes golpes de barcos de todo tipo, desde cargueros, hasta cruceros de lujo. Muy probablemente, no logren detectar a tiempo los sonidos de esas embarcaciones (ver: https://www.earth.com/news/thousands-of-whales-are-killed-by-ship-strikes-each-year/).
El problema se agrava en las aguas cercanas al Ártico y al Antártico, pues el descongelamiento de los hielos polares, “lleva agua dulce a salada, alterando la salinidad y la densidad. En consecuencia, la propagación del sonido se altera, se vuelve más lento, y el sonido de las ballenas, pudiera viajar a menos distancia. Y no sabemos cómo eso alteraría su existencia, como el de la ballena que vive en el Atlántico Norte. Así que si usted se imagina a una ballena, como una fuente de ondas acústicas, importa saber en dónde está. Si está en aguas profundas o superficiales, el mismo sonido variará en la forma en que se propague”, dicen las investigadoras Alice Affatati y su colega, Chiara Scaini, del Instituto de Oceanografía y Geofísica Aplicada de Italia.
Claro, pues las ballenas deben de estar, digamos, “acostumbradas” a sus medios ambientes y a comunicarse a través de éstos, pero si están alterándose, también se alterará su forma de comunicación.
Otra especie que peligra mucho es la ballena azul, el animal más grande que todavía existe en el planeta y que ya está en vías de extinción, debido a sobrepesca, a contaminación y, ahora, a cambios en los patrones de sonido.
“Para el año 2100, la propagación del sonido, por tantos estresantes, se incrementará 1.5%, y seguramente alterará la forma en que se comunican los animales marinos”, dicen las investigadoras.
De por sí, como señalé, ya hay tantos otros sonidos que interfieren con los de la fauna marina. “Los barcos, los puentes de autos que cruzan sobre aguas y otros, están alterando la habilidad de la fauna marina de emplear el sonido como una herramienta”.
Es muy claro, pues piensen en que cuando caminamos por una calle muy ruidosa, si vamos acompañados de alguien, conversando, no podemos hacerlo. Lo mismo debe de sucederle a ballenas, delfines, peces. Incluso, las aves marinas, deben de sufrir alteraciones en la forma en que se comunican entre sí.
Los científicos están estudiando las alteraciones sonoras mediante hidrófonos, que son micrófonos marinos que “recogen dos terabytes de información mensualmente y detectan cambios de presión. Al analizarlos, podemos distinguir el sonido de un barco, del de una ballena”, dice John Ryan, oceanógrafo del Monterey Bay Aquarium Research Institute, MBARI (Instituto de investigación del acuario de la bahía de Monterey). “Esperamos que estos estudios ayuden a cambiar, por ejemplo, las rutas de los barcos”.
Sería deseable. Pero como al capitalismo salvaje nada de eso le importa, más que la eficiencia para transportar tanta cháchara que produce, lo más seguro es que nada se haga o muy poco.
Simon comparte la liga de tal instituto, en donde pueden escucharse sonidos, al momento, de uno de tales hidrófonos. Se distinguen gritos de ballenas, como si fueran lamentos (ver: https://www.mbari.org/soundscape-listening-room/).
Produce una sensación muy triste el escucharlos.
Quizá las pobres ballenas se quejen de tanto daño que les hemos ocasionado. Y que seguirán sufriéndolo, hasta que ya no quede ninguna de ellas.
Contacto: studillac@hotmail.com