La falta de lluvias redujo cosechas en un poblado hidalguense
por Adán Salgado Andrade
Nopala, Hidalgo. Doña Guadalupe, nos muestra los elotes, muy pequeños, que obtuvo de la cosecha de maíz de este año. Por la falta de lluvias, hubo poca agua para que su sembradío de maíz creciera adecuadamente. Las milpas, apenas si se desarrollaron a la mitad. De frijol, sólo obtuvieron menos de diez kilos, que guardan en un bote, no muy grande. Estamos dentro del cuarto de ladrillo blanco, láminas, y piso de cemento, en donde guarda la familia, los elotes y el frijol que cosechan cada año.
Fuera de allí, todo está muy seco, polvoso, muy diferente de cuando hace un año, en diciembre del 2019, antes de la pandemia, lo vi. Verde pasto lo cubría todo y el cerro que queda hacia atrás del terreno de doña Guadalupe, lucía, también, muy verde. Ahora, sólo los nopales y algunos huizaches, son la vegetación que impera en esta semiárida región hidalguense.
“Casi ni llovió, el jagüey está bien seco, ni pa’ los animales tenemos agua”, dice, lamentándose. En efecto, el jagüey, una represa pequeñas que la gente construye, simplemente, cavando un gran agujero, está totalmente seco y polvoso. “La poquita agua que tenía, l’usamos para regar”, agrega.
Por fortuna, tienen algo de agua en la cisterna, construida hace años, que se llena con el servicio municipal de agua potable. “¡Huy, pero tenía como cinco semanas que no nos llegaba l’agua… apenas nos llegó y con ésa, les estamos dando de beber a los animales!”.
Como en varias partes del país, esta es una escena muy frecuente, tierras casi yermas, por la falta de lluvia, pues más del 70% de las que aún son cultivables del país, son de temporal, es decir, regadas por las lluvias. El calentamiento global está provocando extremos cambios climáticos, como largas sequías, y es lo que está afectando a Nopala y varios municipios aledaños – y a gran parte del país y del mundo(ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2019/01/la-muy-larga-y-severa-sequia-australiana.html).
“Tiene como dos años que no llueve”, dice, doña Guadalupe. La presa de Nopala, construida hace más de cien años, este año, se secó. La gente de la redonda, aprovechó lo que quedó de humedad, para sembrar maíz. “Se les dieron como tres cosechas de maíz”, dice la mujer, de unos 42 años, de muy quemada piel, curtida por el sol y una evidente falta de cuidado, nada de cremas o lociones.
Su esposo, Pedro, tiene magueyes y los “raspa”, o sea, les extrae el aguamiel, todos los días. Obtiene un muy buen pulque, que es el que estamos tomando a esa hora, las doce, de un día muy cercano al fin del pandémico 2020, que vende a sólo diez pesos el litro. “L’otra vez tuvo que tirar como cincuenta litros, porque no hubo quien lo comprara y se echó a perder”, dice, pero, al poco rato, varias personas llegaron que querían y “pos ya no hubo… es que p’adivinarle cuándo van a querer”.
Sí, así es eso de la venta, sobre todo, ahora, en estos tiempos en que la pandemia, ha trastocado, no sólo la salud mundial, sino la economía global. El PIB (Producto Interno Bruto) mundial se reducirá, al menos, en un 4.9 por ciento en este dramático año de pandemia y de desastres ambientales (ver: https://www.imf.org/en/Publications/WEO/Issues/2020/06/24/WEOUpdateJune2020).
Es contrastante que, mientras se dieron fuertes y recurrentes inundaciones en el sureste del país, como en Tabasco, la mayor parte del país haya recibido pocas lluvias. Lo lógico sería que tanta agua excedente, de presas colmadas, se pudiera aprovechar, no tirar, quizá con acueductos que la condujeran hasta sitios más secos. Pienso que serían obras costosas, evidentemente, pero asequibles, sobre todo, durante las emergencias hídricas.
En fin, eso es algo que no creo que pase por la mente de doña Guadalupe en ese momento. Pero sí, los efectos de la recesión, que hasta en esos apartados lugares ha pegado.
Así como la pandemia. Doña Guadalupe y su esposo, tuvieron que comprar un módem portátil, de Telmex, la acaparadora de ese servicio en estos lugares, y otra computadora, adicional a la que el mayor de sus hijos, Salvador, ya tenía, para que el hijo menor, Leonardo, pudiera tomar sus clases en línea de la secundaria. Aquí es donde no me explico cómo algo tan centralizado, como el Google classroom, pueda funcionar, con referencias “pedagógicas” tan urbanas, en medio de toda esta ruralidad, con un par de caballos encerrados, junto con tres vacas, en un rudimentario establo, hecho de paredes de piedra cortada, techo de polines y de lámina y una desvencijada puerta de madera.
El precio de ese módem, fue de dos mil pesos, más una renta mensual de cien. “Sí, lo tuve que comprar para que pudieran tomar sus clases”, dice doña Guadalupe, resignada. Su marido y ella, debieron desembolsar ocho mil pesos más, para comprar una nueva computadora. “Ésa, se la di a Salvador, porque la qu’él tenía, ya no servía bien. Y la d’él, se la di a Leonardo”. Es de suponerse que Salvador, que está estudiando psicología en una universidad de Actopan, otra localidad de Hidalgo, tenga la mejor de las dos laptops, pues es nivel licenciatura, superior al de secundaria, de Leonardo. Quizá el empleo de las “videoclases”, demande una mejor máquina, aunque dudo que el mencionado módem, tenga la capacidad de transmitir imágenes, con una señal de internet que, apenas si llega, como puedo comprobar en mi celular, que la muestra muy débil, solamente una “raya”.
Pero, al menos, en la cuestión sanitaria, en esos sitios en que la densidad poblacional es escasa, el virus no se ha diseminado tanto. Estamos allí, por primera vez, sin tapabocas, en tantos meses, incluso, habiéndonos olvidado de la pandemia, allí, tomando ese buen pulque, que nos servimos de un jarro de barro, de un litro de capacidad, en vasos de vidrio, proporcionados por doña Guadalupe. Algunas moscas, han caído dentro del envase. “Es que s’embriagan y se cain”, dice la mujer, mientras las saca con una vara que halló por allí. No nos inmuta su acción, en medio de la citada ruralidad. En la ciudad, eso, sería sinónimo de insalubridad. No aquí, en donde es hasta natural.
Platica que hace medio año, compró una vaca en catorce mil pesos. “Ha salido bien güena, da diez litros diarios”. Venden el litro a cinco pesos, a una persona que diario pasa a recogerla. Y afirma que esa vaca da leche todo el año, aunque va disminuyendo. “Le va bajando, luego, le da ocho, seis… y hasta que nada más le da dos litros, pero todo el año”. Las otras dos vacas que tiene, todavía no han comenzado a dar leche. “Pos si no dan, las vendo”, dice, pues no conviene tenerlas y alimentarlas, para ellos, que tan precarios ingresos tienen y que necesitan vender la leche que den.
Se entiende, pues deben de gastar en pastura, ocasionales medicamentos, pipas de agua – por esta sequía – e inesperados gastos. “Es que ‘horita, luego no se comen el zacate. Mi esposo, l’otra vez, les echó aguamiel y bien que se lo comieron”. Con ese aguamiel, pudieron haber hecho más pulque, pero como cada vez se consume menos, además de por el frío – es cuando más rinden los magueyes y menos se consume –, “ni modo, se lo damos a los animales”. Es un extra, inesperado gasto.
El año pasado, vi que tenía en un corral, tres guajolotes. Le pregunto por ellos. “¡Huy, se los comió el coyote!”, exclama. Dice que hay muchos coyotes por allí y que, junto con perros “callejeros” – o quizá tendríamos que decir terracereros, pues los alrededores son caminos de terracería –, los devoraron, al igual que a varias gallinas.
Por desgracia, todos esos animales silvestres, cada vez tienen menos presas, como conejos, qué cazar, pues los hábitats en los que viven, se han ido invadiendo aceleradamente. En este sitio, con los sembradíos, que cada vez se extienden más hacia el cerro, muchas menos presas tendrán los coyotes y otros depredadores. “Luego l’oyía que estaba chillando por allí y que le digo a Pedro que ‘chara un tiro, pa’ que lo espantara… y ya no se oye”, dice doña Guadalupe. Es entendible que se preocupe de los coyotes, pues una porción de su sustento, esas gallinas y guajolotes, ya es parte de la dieta de aquéllos. “Voy a echar piso, y a poner bien la malla, pa’ que ya no se metan”, asegura.
Otros ingresos, los obtienen con las paletas que diariamente vende su esposo en el centro del pueblo. El señor cumplió 79 años, pero “todavía está refuerte”, declara. Don Pedro, toma su bicicleta y recorre los tres kilómetros que los separan de allí. En una casa, le guardan su carrito de paletas. Ya tiene una persona que se las entrega a diario. “Se saca como ciento cincuenta o doscientos pesos diarios”, dice doña Guadalupe.
Así que con la leche que venden, las paletas, y alguna ayuda que les da el estado, sobreviven.
A unos quinientos metros de donde estamos, se distingue el inútil costoso lienzo charro, que la corrupta pasada administración de la mafia política “Partido Verde” construyó.
A un lado, en una explanada, hay ocho camiones de basura que, se ve, son casi nuevos. Y un tractocamión. Le pregunto a doña Guadalupe sobre esos vehículos. “Pos dicen que son de Cuauhtémoc Ochoa, que como perdió la elección, se los trajo”. ¡Vaya mafioso corrupto “político”! Cuauhtémoc Ochoa Fernández, ha tenido muchos cargos en Hidalgo y en la Federación, en los que el manejo de amplios recursos, seguramente le ha permitido el enriquecimiento pronto ilícito. Otro corrupto, Enrique Peña Nieto – ya investigado por su mafioso desempeño –, durante su mafiosa administración, lo nombró “subsecretario de fomento y normatividad ambiental, de la Secretaría del Medio Ambiente y Recursos Naturales” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Cuauht%C3%A9moc_Ochoa_Fern%C3%A1ndez).
Y parte de su corrupto desempeño es, por lo que se ve, haber comprado camiones de basura, con el erario público, y, al no haber ganado en las recientes elecciones legislativas llevadas a cabo en Hidalgo, decidió “esconderlos” en ese apartado sitio, como diciendo “¡Ya que no gané, a ver con qué recogen su basura!”.
Muy corrupta mezquindad, pero ni siquiera con el dinero de ese corrupto individuo, sino, repito, con el dinero del pueblo. ¿Nadie hará algo para que esos vehículos sean devueltos al municipio al que pertenecen y sigan cumpliendo su función de recolectar basura? Parece que la impunidad sigue, a pesar de la Cuarta Transformación.
Acabamos nuestro pulque. Le doy a doña Guadalupe quinientos pesos, que se rehúsa a aceptar, pero le insisto, “es su aguinaldo”, le digo.
Y nos despedimos, volteando a ver, una vez más, a esos abandonados vehículos, producto del corrupto dispendio de tantas mafias políticas que han saqueado por tantas décadas a este sufrido país y a sus empobrecidos habitantes.
Contacto: studillac@hotmail.com