martes, 20 de julio de 2021

Los niños alemanes adoptados que vivieron en casas de pedófilos

 

Los niños alemanes adoptados que vivieron en casas de pedófilos

Por Adán Salgado Andrade

 

El neurólogo australiano Sigmund Freud (1856-1939), es el fundador del psicoanálisis, un método para analizar a una persona con problemas psicológicos, mediante un diálogo, pues es una forma, para el terapeuta, de llegar a problemas del inconsciente, que son todas las situaciones que una persona, digamos, “esconde” en lo profundo de su cerebro, por haber sido traumáticas, pero que, al seguir allí, son responsables de complejos, conductas equivocadas, filias, fobias y cosas por el estilo.

Comparaba Freud a la mente con un iceberg, en donde “la superficie, describe la consciencia, que consiste en esos pensamientos que son nuestro foco de atención en la actualidad y esta es la punta del iceberg. La preconsciencia, abarca todo aquello que podemos recordar de nuestra memoria. Y la tercera, más significativa región, es el inconsciente. Aquí, están los procesos que son la verdadera causa de la mayor parte de nuestro comportamiento. Como un iceberg, la parte más importante de la mente, es la que uno no puede observar” (ver: https://www.simplypsychology.org/Sigmund-Freud.html).

Una de las teorías de la Alemania de la posguerra, que trató de explicar porqué los nazis desarrollaron tan brutales, destructivas conductas, fue que, como todos, por una cuestión disciplinaria impuesta por el intolerante nacional-socialismo de Adolf Hitler (1889-1945), en lo que menos debían de pensar era en el sexo. Tal represión, de acuerdo con el sociólogo alemán Klaus Theweleit (1942) es destructiva (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Klaus_Theweleit).

A esa conclusión llegó al estudiar crónicas de paramilitares alemanes, los llamados freikorps, “que eran tropas irregulares y otras unidades militares europeas, quienes existieron desde el siglo 18 hasta inicios del 20” (ver: https://en.wikipedia.org/wiki/Freikorps).

Debe de haber bastante de cierto en ello, pues sólo así podemos entender porqué, tal represión sexual, transforma, casi siempre en masivos violadores, a los soldados que salen victoriosos en las guerras, siendo las mujeres las pasivas víctimas de esos ataques sexuales (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2021/05/mujeres-violadas-y-sodomizadas-danos.html).

Seguramente la obligada abstinencia sexual, combinada con traumas sexuales, convierte a soldados, sobre todo, entre los que haya menos disciplina, en esos feroces depredadores sexuales.

Bien, pues sirva la anterior introducción para referirme al artículo de The New Yorker titulado “El experimento alemán que permitía a niños adoptivos estar con pedófilos”, firmado por Rachel Aviv, quien agrega como subtítulo que “Con la aprobación del gobierno, un renombrado sexólogo, se encargó de un peligroso programa. ¿Pero cómo pudo suceder esto” (ver: https://www.newyorker.com/magazine/2021/07/26/the-german-experiment-that-placed-foster-children-with-pedophiles).

Aviv nos presenta a Marco, uno de tales niños-víctima de esa aberración, que poniendo como justificación que los niños adoptivos “necesitaban amor”, fue a dar a la casa de un pedófilo – de entre varios que existieron –, para que “tuviera suficiente amor”. De 37 años en la actualidad, Marco está casado con una estilista, tiene dos hijos pequeños y vive una existencia “normal”. “Bueno, no he podido conseguir un trabajo, pero creo que es resultado de lo que viví”, le dice a Aviv.

Y su testimonio refleja lo que muchos niños vivieron, cuyas familias eran disfuncionales y, de acuerdo con los trabajadores sociales, “no eran capaces de dar una buena existencia y, sobre todo, amor, a sus hijos”. Eso sucedió con Marco, quien a los cinco años, fue atropellado por un auto. Decidieron seguir esos trabajadores sociales los consejos del fundador del programa de pedófilos cuidando niños adoptivos, el señor Helmut Kentler.

Kentler, quien murió en el 2008 y, por lo mismo, no tuvo problemas legales, fue hijo de un hombre macho y fascista, quien decía que la educación se debía impartir “mediante el garrote y el cinturón”. Apoyador de Hitler, durante su campaña para hacerse canciller alemán y, luego, activo soldado, estaba en todo momento a favor de la rígida disciplina y, sobre todo, la intolerancia sexual. Era seguidor de “Daniel Gottlob Moritz Schreber (1808-1861), una autoridad en el cuidado de los niños, cuyos libros eran muy vendidos en Alemania, quien ha sido descrito como el ‘precursor espiritual del Nazismo’. Schreber describió los principios de cómo debían de criarse los niños, para hacerlos una raza más fuerte, eliminándoles la cobardía, la holganza y las involuntarias muestras de vulnerabilidad y deseo”, dice Aviv.

Le tomó un fuerte odio Kentler a su padre, sobre todo porque tuvo que ocultar su homosexualidad, a riesgo de que si no lo hacía, hubiera sido capaz hasta de matarlo.

Kentler estudió psicología y esa profesión, combinada con su mala experiencia paterna, lo llevaron a concebir la teoría de que los niños adoptivos podían ser “buenas personas en su vida adulta” si quien se encargara de su custodia les daba mucho amor.

Retomando las teorías de que la represión sexual había creado los horrores de la guerra y la aberración del Nazismo, en los 1960’s, el gobierno alemán, trató de recurrir a todo, con tal de asegurar al mundo que eso ya no se repetiría. Fue así que se dio luz verde a que niños adoptivos fueran cuidados por pedófilos, pues, según Kentler, “eran muy amorosos, lo mejor para que esos niños crecieran normalmente”.

Así que, en 1988, cuando Marco sufre el accidente, fue a dar a una casa-hogar que estaba al cuidado de un hombre apellidado Henkel. “Marco era el octavo hijo adoptivo al cuidado de Henkel, quien comenzó a operar esa casa-hogar desde 1973”, señala Aviv.

Y como Marco vivió en esa casa hasta el 2003, en que Henkel la cerró, cuando tenía 21 años, “realmente nunca supo si lo que ese hombre le hacía, de acariciarlo y sostener relaciones con él, era normal o no”. “Yo creía que no era malo y lo aceptaba, porque, fuera de eso, Henkel nos trataba muy bien a los que vivíamos allí”, le dice a Aviv.

Tuvo a otro compañero, un niño sirio medio año menor que él, Sven, quien fue llevado a esa casa, por trabajadores sociales, pues estaba en la calle, enfermo de hepatitis. “Sven y yo, nos llevábamos muy bien y nunca discutimos sobre la conducta de Henkel. Cuando su cuarto estaba vacío, ya sabía yo que estaba con Papa”, dice Marco.

De hecho, Henkel era tan posesivo que muy pocas veces permitió que los padres de Marco, lo visitaran. “Mi madre atendía una salchichonería y mi padre, era un palestino desempleado, que me pegaba. A veces, yo quería ver a mi madre, pero Papa me decía que era mejor que no lo hiciera”. Seguramente era porque aquél pedófilo no quería que se enteraran de sus prácticas sexuales con Marco.

Esas prácticas, en todo momento, eran defendidas por Kentler, quien decía que era mejor “un pedófilo amoroso que un padre golpeador”.

Y como era tomado por una “autoridad nacional”, nunca nadie cuestionó sus métodos.

De todos modos, cuando la casa-hogar en donde vivía Marco cerró, no hubo ningún cargo ni contra Kentler, quien, como dije, murió en el 2008, ni contra Henkel, quien falleció en el 2015, de cáncer.

Marco supo que él había sido una victima de esa aberración hasta que leyó un artículo en un periódico, en el 2017, firmado por Teresa Nentwig, que se refería al escandaloso “experimento”. “Yo, con mucha pena, me comuniqué con ella, diciéndole que yo había sido afectado”, dice Marco. Nentwig pensó que esas casas-hogar se habían suprimido en los 1970’s, pero cuando supo que Marco había vivido hasta el 2003, en la que operaba Henkel, prometió ayudarlo.

Como los dos responsables directos ya estaban muertos, no había mucho por hacer. Y, extrañamente, no había archivos que dieran fe de esas aberraciones. “El gobierno les ofreció a Marco y a Sven una compensación por un poco más de cincuenta mil euros ($1,187,368 pesos), que finalmente aceptaron”.

Christoph Schweer, un consejero de un partido político alemán de derecha, Alternativa para Alemania, trató de usar a Marco como bandera política, para criticar al actual gobierno, “pero me di cuenta de lo que quería y decidí ya no seguir sus consejos”, dice Marco.

Cuando vio morir a Henkel, su severo cuidador y hostigador sexual, en una cama de hospital, pues le avisaron que agonizaba, Marco dice que se sintió aliviado. “Hasta ese momento, me sentía perseguido. Pero al verlo morir, me vino una especie de libertad, poco a poco. Mi voz interna me dijo que no tengo que vivir una vida como él me la enseñó, que yo puedo valerme por mí mismo”.

Qué bien que Marco, al final de ese duro trance de su existir, haya sido capaz de superarlo, seguir con su vida, haberse casado, tener a sus dos hijos.

Muchos otros, víctimas de ese aberrante experimento, quizá prefirieron el suicidio, como muchos lo hicieron, a seguir traumatizados por el resto de sus vidas.

Contacto: studillac@hotmail.com