Guardias de prisiones y otras agencias de EEUU son extremistas del Ku Klux Klan
Por Adán Salgado Andrade
La escritora estadounidense supremacista Margaret Mitchell (1900-1949), en su novela racista Gone with the Wind (Lo que el viento se llevó), presenta a los extremistas racistas del Ku Klux Klan, KKK, que asesinaban a ex esclavos negros como “héroes”. En un pasaje del libro, Rhett Butler, el enamorado de Scarlett O’Hara, la “heroína” casi es atrapado por la policía, luego de que había ido a buscar y asesinar a un “negro insurrecto”. Lo presenta Mitchell como modelo a seguir para otros de los personajes (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.com/2017/07/lo-que-el-viento-se-llevo-o-los.html).
Esa obscura organización de supremacistas extremos, por desgracia, sigue vigente. Y varios de sus miembros, han adoptado tácticas para seguir operando y, sobre todo, asesinando a afroestadounidenses que, según su criterio, lo “merezcan”.
Un articulo de la agencia Associated Press se refiere a ello. Titulado “Dentro de un complot para asesinar del KKK: Atrápenlo y llévenlo al río ”, firmado por Jason Dearek, da cuenta de ello (ver: https://apnews.com/article/government-and-politics-race-and-ethnicity-racial-injustice-only-on-ap-1ccd048d18f05f2e91cbdc3971aac381).
Los sucesos narrados ocurrieron en Florida, en Palatka, una población mitad blanca y mitad afroestadounidense. Implicaron a Warren Williams, un afroestadounidense interno del penal rural en Florida del Norte, el Reception and Medical Center. Allí, trabajaba de custodio Thomas Driver, un miembro del KKK, de los muchos que se infiltran en prisiones, agencias policiacas y otras áreas gubernamentales, “para contrarrestar los golpes que el FBI les dé”, dice Dearek.
El problema lo ocasionó el propio Driver, quien estaba castigando a Williams por haber perdido su gafete de identificación, que es una “falta” para esa prisión. Eso fue en agosto del 2013.
Williams estaba sirviendo una sentencia de un año, por haber agredido a un policía, pero se la habían reducido, a cambio de buen comportamiento y de que tomara terapias psicológicas, pues padece ansiedad y otros trastornos mentales. Driver, como para provocarlo, estaba fumando y le echaba el humo de su cigarro en la cara, a pesar de que Williams le pidió no hacerlo varias veces. Eso bastó para que éste enfureciera y se lanzara contra Driver, a quien mordió en un brazo. A Williams, le dieron una paliza entre Driver y otros custodios.
Tuvieron que examinar a Driver para confirmar que no tenía hepatitis C o SIDA, como precaución.
No la tuvo, pero fue suficiente para que Driver contactara a sus amigos del KKK, entre ellos, Sarge Moran, quien también trabajaba en el departamento de prisiones de Florida. Eso fue en el 2014, en una “secreta reunión” con otros miembros del KKK, dispuestos a ayudar a Driver a tomar venganza contra Williams, quien ya había salido de prisión y regresado a vivir a su casa, con su madre y hermanas menores.
Parecen anacrónicas las reuniones del KKK en Florida, uno de los estados sureños que más se opusieron a la liberación de los esclavos, pues eran su imprescindible mano de obra para sus plantaciones cañeras, pero siguen vigentes, siguiendo una añeja tradición, pues todavía en los 1920’s, se linchaban a afroestadounidenses. Y lo hacían hasta sheriffs, “como R. J. Hancock, quien ayudó a establecer un reinado del terror, en donde las turbas linchadoras, dominaban la vida civil. Para detenerlos, el gobernador de Florida de entonces, amenazó con imponer ley marcial en 1926”, dice Dearek.
El FBI, por lo mismo, también infiltra a agentes, para seguir los pasos y los complots del KKK “moderno”. Uno de ellos era Joseph Moore, a quien se presentó a esos enajenados como “veterano condecorado del ejército y quien tenía muchas muertes en su haber, pero todo era mentira, sólo para impresionar”. Fue de entre los que estuvieron en la secreta reunión para “vengar al hermano Thomas”.
El otro racista, era Charles Newcomb, quien fue el que planeó “minuciosamente el plot”.
El plan era que irían a sacar de su casa a Williams, lo llevarían al río cercano y le inyectarían dos dosis de insulina, para que muriera al bajarle el azúcar aceleradamente. “La insulina inyectada a gente sin diabetes, la mata rápidamente y no se detecta al hacer la autopsia, pues los niveles de la glucosa bajan en los fallecidos rápidamente, sean o no diabéticos. Y como las agujas son muy delgadas, es difícil detectarlas”, explica Dearek.
El elegido para efectuar tan “brillante plan” fue Moore, “a quien el FBI había provisto de sistemas de grabación en vivo en su camioneta, para grabar lo que los conspiradores para asesinar a Williams planearan”.
Moore “se arriesgaba a que lo asesinaran, si se descubría que era un infiltrado del FBI, pero, por fortuna, eso no sucedió”.
La noche en que lo tenían todo planeado, gracias a la transmisión en vivo desde la camioneta de Moore, la policía se enteró de los planes para asesinar a Williams y rodeó su casa con patrullas.
Newcomb se “encabronó”, por lo que tuvieron que regresar a su casa. En ésta, un letrero colocado en la entrada, mostraba un rifle y una frase que decía “No hay nada aquí, como para que te arriesgues a morir, así que largo”. Vaya intimidatoria forma de asustar a forasteros. Me recuerda a las mantas que en la ciudad de México, se han puesto en algunas calles, advirtiendo que se linchará al ratero que sea atrapado in fraganti.
Moore, días más tarde, tuvo que ponerse de acuerdo con la policía y con el propio Williams, para simular su muerte. Lo preparó, mojándolo y rompiéndole la camisa y pidiéndole que se acostara boca abajo en el piso. Le tomó una foto y se la mostró a Newcomb, Moran y a Driver, quienes quedaron muy complacidos de que ese “maldito negro, hubiera ya mordido el polvo”.
Todo eso también lo grabó Moore y fue lo que se presentó como evidencia cuando, días más tarde, al apresar a esos tres, fueron juzgados por intento de asesinato, condenados a doce años de cárcel cada uno, sobre todo, porque se trataba de empleados de prisiones, que se estaban adjudicando tareas de un grupo violento y racista.
Moore fue “convenientemente ocultado y ya no se sabe de él, con tal de que no vayan a tomar venganza airados miembros del KKK, amigos de los traicionados”.
Pero Williams teme por su vida, pues Driver, por “buena conducta” saldrá en un año.
La madre de Williams, Latonya Crowley, es diabética y sospecha que Newcomb robó las dosis de insulina de la casa de ellos, cuando no había nadie. También teme por la vida de su hijo. “Yo no veo mejoría en su salud mental. Cada vez está peor”, dice ella.
En efecto, parecería el plot de una cinta de horror, que cuando el potencial asesino salga, pueda, finalmente, concretar su criminal acción contra Williams.
Nadie mejoraría de su sanidad mental bajo esa amenaza.
Así que sigue el KKK actuando, una anacrónica, racista agrupación de enajenados, idiotizados por el argumento de que “la raza blanca es la mejor”. Muy estúpida presunción.
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