Los enajenados
y racistas cazailegales
por Adán
Salgado Andrade
Gracias al periodismo
de fondo que algunos avezados reporteros aún se atreven a realizar, podemos
conocer, de primera mano, problemas de toda índole, tales como el que abordaré
en el presente análisis.
Hay situaciones que
sólo viviéndolas en persona, permitirán saber, a detalle, bajo qué
circunstancias se genera una situación social o un acontecimiento
trascendental. Por ejemplo, los corresponsales de guerra, aunque no se hacían
pasar por soldados, gracias a su audacia, permitieron conocer la tragedia
humana que siempre han sido las luchas genocidas, muchas de las cuales, ni los
mismos soldados que las libran, saben la razón por la cual lo hacen.
Pero cuando un
reportero se asume como el sujeto de investigación, el trabajo resultante es
digno de consideración, sobre todo porque, muchas veces, corre el riesgo de
poner en peligro su integridad o, peor, su propia vida.
Recientemente la
publicación digital estadounidense Mother
Jones (www.motherjones.com) dio a conocer un
excelente reportaje realizado por Shane Bauer, joven reportero que cuenta con
muchos intrépidos trabajos, como aquél en el que narra cómo, cuando laboraba de
periodista FreeLancer en el Medio Oriente, por terribles circunstancias, fue
arrestado por soldados iraníes y estuvo prisionero dos años y dos meses en una
cárcel de Irán (http://www.motherjones.com/politics/2014/03/iran-hostage-hikers-iraq-prisoners).
En el reciente
reportaje titulado “Encubierto como un miliciano de la frontera” (Undercover with
a border militia), Bauer narra la desagradable y extrema experiencia que tuvo
al hacerse pasar por uno de los “patriotas” estadounidenses, quienes consideran
como su “constitucional” deber la “defensa de su territorio” de los
“peligrosos” ilegales. Como refiere en la introducción de su reportaje, con
irónicas palabras, “Compré un rifle y me puse a combatir la tiranía, proteger
la Constitución y a ‘atrapar a chingados frijoleros’. Esto es lo que viví, de
primera mano, en un movimiento insurgente paramilitar americano” (ver: http://www.motherjones.com/politics/2016/10/undercover-border-militia-immigration-bauer).
Para lograr infiltrarse
con uno de tales grupos, Bauer se hizo pasar por admirador de las agrupaciones
de decenas de milicianos que abundan en las “redes sociales”, como Facebook u
otras. Con paciencia y cuidado de no revelar su actividad periodística, logró
ganar amigos y, finalmente, una invitación para enrolarse con uno de tales
“patriotas” grupos, el Three Percent
United Patriots (3UP), fundado por Mike Morris, apodado Fifty Cal, en el 2013. Esta organización
tiene, entre sus cometidos, atrapar a mexicanos, sobre todo, aseguran, fucking narcotraficantes que pongan en
peligro la integridad de su “gran nación”. Eso, claro, es sólo una burda
justificación, pues como Bauer pudo constatar, están dispuestos a disparar
contra todo aquél que se mueva y sea o parezca una mexican rat, sin importar si realmente sea o no narcotraficante o
ponga “en peligro a su país de inmigrantes.
Estos grupos tienen ya
un largo historial y siempre han existido y basado su creación en anacrónicos
artículos de la igualmente anacrónica Constitución estadounidense, la cual
prevé como una “obligación” y un “derecho” la formación de milicias para
“salvaguardar” al país de cualquier amenaza extranjera.
Bauer aclara, sin
embargo, que tal formación de milicianos sólo debe de ser hecha por el Estado,
no por iniciativa propia. Es decir, esas patrióticas
milicias son ilegales. Y señala que en 41 estados de Estados Unidos (EU), hay
leyes que prohíben explícitamente su formación. Sin embargo, aunque no están
legalmente permitidas, sí son toleradas.
Otro factor que
refuerza ese “sentimiento patriota” es el racista concepto de supremacismo blanco, que coloca por
encima de todo a los “auténticos” estadounidenses, aquellos de “raza aria”,
rubios, ojos claros. Ese concepto, derivado de los aberrantes “fundamentos” del
nazismo promovido por Adolf Hitler, sobre la “superioridad racial”, es recogido
por los supremacistas estadounidenses, para reforzar su concepto de que deben
de luchar por “proteger” a su país, sobre todo, de los invasores extranjeros, mexicanos (para ellos, todos son
mexicanos), que quieran apoderarse de su país. Incluso, la “amenaza” puede
venir desde dentro. El ataque al edificio Murray, en Oklahoma, en 1995, por
Timothy McVeigh, ex veterano que compartía las ideas supremacistas, fue
justificado como una protesta en contra de un gobierno que pretendía suprimir
las libertades de poseer armas o de reunión. Sobre todo, McVeigh justificó que
su acción fue en venganza por la represión y masacre que hizo el gobierno en
1993 en Waco, Texas, contra la secta de los davidianos,
un grupo de fanáticos opuestos a toda forma de control, dirigidos por David
Koresh, uno de tantos falsos “profetas” que se presentan como de origen divino (ver:
https://en.wikipedia.org/wiki/Timothy_McVeigh).
Sin embargo, como el atentado
de McVeigh fue muy extremo (se pensó al principio que provendría de árabes),
los milicianos fueron atacados por su beligerante radicalismo y, al ser elegido
George Bush, su acción disminuyó mucho, aunque permaneció latente. Pero cuando
fue elegido Barack Obama, primer presidente afroestadounidense, muchos de tales
supremacistas reafirmaron la creencia de que el complot racial para apoderarse
de su país seguía presente, y volvieron a tomar gran fuerza. Y después de
sucesos como las protestas de Ferguson, por el asesinato de un joven
afroestadounidense por un policía blanco, se impulsó mucho más la creación de
nuevos grupos supremacistas.
El número de
organizaciones de milicianos creció ocho veces, y para el 2015 había más de 275
grupos en al menos 41 estados, a pesar de que, como ya señalé, están claramente
prohibidos por la ley.
Todos los miembros del
3UP tienen sus trabajos. Algunos son albañiles, pintores, soldadores,
mecánicos… y poca cultura, como Bauer notó, al convivir algunos días con ellos
para “cazar” ilegales. Justo ese tipo de personas, los clásicos red nekcs, es decir, el tipo de
estadounidense más inculto, enajenable, manipulable, sin claras convicciones
políticas, excepto la de sentirse los “superiores racialmente”, son los que
atrajo la personalidad del racista Trump (ver: http://www.motherjones.com/politics/2016/09/trump-supporters-neo-nazis-white-nationalists-kkk-militias-racism-hate).
Trump es un tipo que se
ha distinguido por practicar la política del Far West, bravucón y sin inteligencia, sin escrúpulos, machista y
misógino, como los tipos con los que trató Bauer (ver: http://adansalgadoandrade.blogspot.mx/2017/02/trump-y-la-politica-del-far-west.html).
Según ellos, hasta
tienen identificados a los mexicanos, sobre todo a los narcos. “Sabes que son los narcos porque traen sus autos con rines
cromados”, declaró el Destroyer, el nom de guerre de uno de los milicianos,
el clásico rubio, robusto, con unos aires de superioridad y supuesto profundo conocimiento. Todos deben de
usar un apodo, según ellos, para proteger su verdadera identidad y no
“exponerse”. A Bauer lo bautizaron como Cali, pues les dijo que era de
California.
Además, deben de estar
perfectamente apertrechados con equipo que ellos mismos compran, tanto
uniformes militares, así como armas de alto poder, como rifles AR15 y AK47.
Algunos, los que tienen más recursos económicos, adquieren googles de visón
nocturna, radios y otros equipos primordiales
en la “lucha contra los peligrosos ilegales”.
Cocinan tocino o carne
de puerco para, según ellos, mantener “fuera” a “musulmanes que se puedan
infiltrar”. Eso es absurdo, pues son los judíos los que evitan el puerco. Véase
hasta dónde llegan en su supremacista
ignorancia. Un tal Jaeger, que vive en Aurora, Colorado, refirió que nunca
había visto tanto “cabeza-envuelta”, como se refieren a los árabes, en su
ciudad. “¡Necesitamos asesinar a más de esos hijos de la chingada, pues están
invadiendo todo el estado!”. Con esa racista declaración, se comprenderá mejor
por qué Trump, con su racista política, está incrementando más el irracional
odio hacia los musulmanes y a todos los que no sean americanos blancos.
La “patriótica” cacería
de ilegales tuvo lugar en el desierto de Arizona, en donde los inmigrantes, según
ellos, fácilmente pueden franquear una cerca metálica de poco más de un metro
de altura. No toman en cuenta que el desierto, de por sí, es un enemigo natural
que ha cobrado muchas vidas de indocumentados por las condiciones climáticas
extremas de ese extenuante ambiente.
Lo peor de todo es que
esos tipos son, al parecer, intocables. Narra Bauer una escena en donde,
mientras ellos descansaban a un lado de uno de sus vehículos, un SUV Ford, todo
terreno, en el estacionamiento de una plaza comercial, perfectamente
apertrechados con sus uniformes, armamento y todo, muy listos para la acción, se acercaron tres policías del condado,
una mujer y dos hombres, de rasgos marcadamente latinos (de no ser porque hablaban
inglés y el uniforme, habrían pasado como los ilegales mexicanos que esperan cazar los milicianos), pidiéndoles
que bajaran sus armas y las dejaran en el piso. Les dijeron que los habían
reportado como “sospechosos”, preguntándoles que si eran cazadores, y uno de
ellos respondió que no, que eran milicianos. “Somos los ojos de la policía de
inmigración”, contestó uno de ellos. La policía, una mujer con el pelo muy
corto, de apellido Hernández, les pidió sus identificaciones, corroborándolas
por su radio y, sin más trámites, les “agradeció” que hicieran eso. “Se
necesitan huevos para hacer lo que
ustedes hacen, chavos. Gracias”. Les regresaron sus identificaciones, subieron
a sus autos y se fueron.
Como la mujer policía
tenía aspecto algo masculino, uno de los milicianos se refirió a ella como
“eso” y dijo que tenía el pelo más corto que todos ellos. “¡Fíjate, este es el
encuentro más amigable que hemos tenido con la policía. O sea, que la moraleja
de la historia es ven siempre bien armado
cuando te encuentres a la policía”, dijo y todos rieron.
Bauer señala todos los
comentarios tan machistas y sexistas que hacen los milicianos. En particular,
cuando se refirieron a uno de ellos, que no estuvo presente porque había tenido
que acudir al juzgado para tratar problemas legales con su ex esposa en cuanto
a la manutención de su hijo. “¡Ay, esas pinches ex esposas te exprimen, mano,
te sacan todo lo que pueden las cabronas!”, exclamó uno, a lo que el otro
comentó, molesto que “¡Luego, por qué andan matando a esas perras!” y todos
rieron. Ese tipo de frases o comentarios dicen mucho de la personalidad de esos
individuos, justo recordando los comentarios misóginos y machistas que Trump ha
llegado a hacer algunas veces.
Así que la manera tan
vulgar de comportarse del actual “presidente” de EU, es sólo un simple reflejo
de la manera en que lo hacen una buena parte de hombres estadounidenses, a
quienes la “superioridad racial”, parecería que también les da el derecho a
sentirse superiores a las mujeres. Por ello, no es de sorprender que Trump haya
tenido tanto apoyo de personas como los grupos supremacistas, pues está ni más
que hecho a su medida.
Bauer se integró lo
mejor posible a todas sus “estrategias” militares, sobre todo cuando se
disponían a buscar en la noche o en la madrugada a ilegales. Le pareció que
esos tipos sobre exageran sus tácticas, sintiéndose, más bien, como si
estuvieran en Iraq o Afganistán, dado que la forma tan estresada en la que actúan,
parecería como si estuvieran en plena guerra y no “cazando” a simples
inmigrantes, inofensivos, desarmados, hambrientos y sedientos, buscando un futuro mejor en EU, ya que aquí, en
México o Centroamérica, no lo tienen.
En una de esas noches,
se encontraron con la Border Patrol,
situación que tampoco tuvo mayor problema, dado que uno de los agentes,
igualmente de rasgos plenamente latinos, también los felicitó. “Vaya,
muchachos, aprecio mucho su labor y todo lo que se arriesgan, a pesar de que no
reciben paga, de verdad que se los agradecemos mucho mis compañeros y yo”.
Incluso, hasta les dio tips de en qué
lugar podrían encontrar a “mojados”. “Van a ver una cañada… por allí suelen
llegar esos cabrones… pero ¡yo no les he dicho nada!, ¿eh?”, agregó, riendo y despidiéndose
con un fuerte apretón de manos.
Y agradeciendo las
indicaciones del oficial, los milicianos se dirigieron hacia allá, a la cañada.
Por el camino hallaron mochilas y mantas envueltas. Las mochilas contenían
alimentos y garrafones de agua, los cuales fueron destruidos sin miramientos
por uno de los enajenados “patriotas”. “¡No quiero que esos hijos de la
chingada tengan nada que beber, ni tragar… y ustedes no me vieron destruir esta
mierda!, ¿eh? “¡¿Cuál mierda!?, preguntó otro, irónicamente.
Todo eso se supone que
los principios que dirigen a los 3UP, lo prohíben, no dar agua o alimentos a
los ilegales. “Es por razones humanitarias”, le comentó el jefe del grupo, un tal Captain
Pain, “ni tampoco queremos locos que se pongan a disparar a todo mundo”. Se
refirió a los constantes tiroteos masivos que sufre EU a cada rato, debido a
tantas armas que, constitucionalmente,
son un inalienable derecho de todos los estadounidenses. Muchos de ellos son
cometidos por “patriotas”, en contra de mexicanos, árabes o
afroestadounidenses.
Captain Pain le platicó a Bauer que los potenciales miembros son
entrenados muy rigurosamente. “Sí, los torturamos, los sometemos a bromas pesadas y otras cosas porque les
digo que si son secuestrados por los narcos, deben de resistir y no revelar
nuestras tácticas, ni cuántos somos, ni nada”.
Y a pesar de tanto show y “tácticas militares”, esos
milicianos nunca han sido balaceados en Arizona. Pero no es algo que parezca
importarles mucho. Lo único primordial para esos enajenados es entregarse en cuerpo y alma a cazar
ilegales.
Y no hubo realmente
nada de acción en los días que Bauer compartió con esos “patriotas” red necks.
El único balazo provino
de una fogata, cuando uno de esos tipos echó una bala, la que estalló y llenó
de cenizas a Bauer. Todos le festejaron la “bromita”, excepto el encubierto
periodista.
Eso fue lo que le colmó
la paciencia a Bauer. Suficiente había convivido con ellos para realizar su
testimonio de la clase de personas tan fanáticas, pero también tan potencialmente
peligrosas, que son.
Se alejó del campamento, subió a su camioneta
y se fue de allí. Demasiado había tenido ya de esos “imbéciles”.